
Get me out of here describe en detalle la recuperación de Reiland. Su triunfo es el resultado de la colaboración con su talentoso psiquiatra, que la acepta incondicionalmente. En el doctor, encontró Rachel un compromiso entre sus temores infantiles de abandono y sus defensas autodestructivas, de furia ofensiva, y nihilismo derivadas de su condición de adulto. Con los restos de su niñez temerosa y vulnerable (que ella llamó “Vulno”) y su postura de “chica ruda,” Reiland dio forma a su humanidad individual.
Parte de esta historia es típica: tempranos conflictos familiares, relaciones abusivas, sentimientos de inseguridad que contribuyeron a comportamientos destructivos como ataques de furia, promiscuidad y anorexia. Los comportamientos extremos del TLP constituyen un intenso drama en las historias de quienes padecen sus estragos. Pero Reiland no sólo se enfoca en la extravagancia de los síntomas. También describe los pequeños cortes y heridas que sangran lenta y dolorosamente, día tras día.
La recuperación de Reiland es, de muchas maneras, atípica. Es lograda mediante un trayecto de cuatro años de psicoterapia con orientación tradicional psicoanalítica, interrumpida por varias hospitalizaciones, algunas de varias semanas de duración. Desafortunadamente, hoy en día un tratamiento semejante no sería disponible para la mayoría de los pacientes. La mayoría de las unidades psiquiátricas están equipadas para estancias de unos cuantos días, y la mayoría de los seguros no apoyan este régimen de tratamiento intensivo.
Afortunadamente, Reiland contó con apoyo financiero para pagar su atención. También mantuvo una relación de apoyo y amor con su esposo y sus hijos, y desarrolló una relación de confianza con un psiquiatra con experiencia y amplio conocimiento. Aunque muchos pacientes podrían no ser tan afortunados, pueden de todas formas, cosechar los mismos triunfos con la misma persistencia y valor que ella mostró.
El TLP es el monstruoso y metastático mal de la psiquiatría. La mayoría de los profesionales rechazan a los pacientes con este diagnóstico convencidos de que son agotadores, sin esperanza y frecuentemente terminales. El paciente más enfermo, el esquizofrénico más severamente psicótico, es preferido sobre uno con TLP porque al menos existe un sentimiento de control sobre el proceso del tratamiento. La hospitalización y los medicamentos pueden fácil y rápidamente someter al monstruo de la esquizofrenia. Pero los síntomas del TLP pueden salir de control impredeciblemente, son difíciles de controlar, requieren meses o años para mejorar y pueden abrumar al terapeuta vulnerable.
Hasta recientemente, un diagnóstico de TLP era una etiqueta de desesperanza, tanto para el paciente como para el doctor. Con una tasa de suicidios de casi 10 por ciento y sin aproximaciones de tratamiento consistentes, el pronóstico se consideraba pobre. Sin embargo, con desarrollos en los últimos diez años, tal pesimismo ya no es vigente.
Depuradas aproximaciones de tratamiento, tales como la terapia de comportamiento dialéctico y técnicas psicoanalíticas adaptadas, han demostrado efectividad significativa. Estudios de seguimiento largo que se están haciendo disponibles, muestran que los individuos con TLP pueden sobrevivir y progresar. Estudios recientes confirman que muchos síntomas de TLP se resuelven con el paso de los años.
Aunque el tratamiento continuo aumenta significativamente la tasa de recuperación, muchos pacientes logran la remisión aun sin terapia. En periodos de tiempo que van de seis a quince años, tantos como tres cuartos de los pacientes con TLP han superado síntomas de tal forma que ya no califican para diagnóstico TLP. Estos pacientes, dentro del léxico médico, se considerarían curados. Pocas condiciones médicas (por ejemplo, diabetes, enfisema, hipertensión y esquizofrenia) pueden lograr este nivel último.
Get me out of here, de Reiland ha llegado para declarar que esta temible enfermedad puede ser curada. Como Reiland, debemos reconocer que a pesar de las decepciones, aun de aquellos en quienes contamos —familia, amigos, prestadores de servicios de salud, personal de aseguradoras— la supervivencia depende en última instancia del valor del individuo para explorar su humanidad única, entonces recibimos el apoyo y el cuidado disponible para todos nosotros. Como el Dr. Padget le dice insistentemente a Reiland: “el amor es infinitamente más poderoso que el odio.”
—Jerold J. Kreisman, M.D. Coautor de I Hate You, Don’t Leave Me: Understanding the Borderline Personality Disorder y de Sometimes I Act Crazy: Living With Borderline Personality Disorder