miércoles, 20 de abril de 2016

Malestar generalizado, tristeza, cansancio, culpabilidad…


Dentro de una semana, el próximo 27 de abril cumpliré 52 años de edad y siempre que me acerco a un cumpleaños aparecen episodios de tristeza, de desesperanza, de furia, de hastío y esta vez hay dos nuevos sentimientos: el arrepentimiento y la culpa.

Hace una semana lastimé a Laura, alguien que me ayudó en un periodo de mi vida extraordinariamente difícil y la persona que mejor me ha tratado en mi vida y vaya manera de agradecérselo, haciéndola sentir mal, haciéndola llorar.

El incidente se resolvió bien, hablándolo y como resultado de ello el respeto, la gratitud y el amor que siento hacia ella se han incrementado, al igual que mi conciencia sobre el resentimiento con el que vivo, que provoca una furia que puede manifestarse en cualquier momento, contra cualquier persona y que me lleva a lastimar a enemigos y a personas a las que quiero, por igual, sin diferencia.

Al día siguiente le envié a Laura un mail en el que le expresaba las ideas arriba mencionadas, pero de una manera más amplia. Le decía que he pasado mi vida recibiendo golpes, lo primero que quise dejar bien claro fue que no quería hacerme la víctima ni tratar de manipularla porque yo jamás hago eso, de hecho considero ese un comportamiento vergonzoso y jamás funcionaría con ella, pero sí es cierto que siendo un enfermo mental, atrapado en una existencia de una tremenda disfuncionalidad, muchas personas me han atacado de muchas maneras de frente y a mis espaldas, gente a quien el modo como vivo no les afecta de ninguna manera y los golpes más terribles han sido propinados por personas muy cercanas a mí como mis hermanas Mónica y Yolanda (acompañadas de sus respectivos cónyuges) y profesionales de la salud mental, esto es psiquiatras y psicólogos, algo incomprensible.

Durante ese periodo tan difícil de mi vida, hace ocho años, Laura habló muchas horas por teléfono conmigo, escuchando mis problemas, ayudándome, mostrándose respetuosa y empática y enterada de que yo tenía más de cuarenta años y no sabía ganarme la vida y había pasado la mayor parte de mi vida sin trabajar nunca me juzgó y este bellísimo ser humano comprendió mi patología tan grave y el sufrimiento tan tremendo que la misma implicaba.

Es cierto que no todas las personas que han pasado por mi vida me han tratado mal, algunas me han dado un trato correcto y humano, pero lo que es absolutamente cierto es que la persona que mejor me ha tratado en mi vida es Laura y por eso la quiero, eso es algo que nunca cambió y algo que le voy a agradecer mientras viva.

Y al escucharla llorar me doy cuenta que ella también ha sufrido violencia y que muy probablemente esta sigue presente en su vida, y pese a ello Laura no se ha llenado de resentimiento y mucho menos de odio, lejos de lastimar a otras personas ayuda a otras personas y pese a no ser creyente ama a su prójimo, algo que predica el cristianismo pero que en la mayoría de las personas no es más que una frase hueca que no significa prácticamente nada.

El amor es fortaleza y Laura es una persona excepcionalmente fuerte.

La semana que entra, comenzaré otro proceso de terapia en otra institución pública y le diré a Mercedes, la dama que será mi psicóloga, que encontrar la manera de librarme del resentimiento y del odio debe ser una prioridad, pues no quiero hacer más daño a las mejores personas que hay en mi vida.

No tengo palabras para agradecerte que sigas en mi vida, Laura. Te quiero.