Desde principios de noviembre del 2012, dejé de vivir solo porque el esposo de mi hermana Yolanda llegó a vivir a mi casa. Un mes y cacho más tarde, llegó el resto de su familia, es decir, mi hermana con dos de sus tres hijos y mi mamá y dos perros miniatura (Chihuahua).
Indudablemente, ha sido un cambio positivo porque vivir solo implicaba vivir con dificultades muy serias, principalmente por mi escasez de recursos, por la naturaleza de mi trabajo (que no abunda), y por la soledad que implicaba tener 48 años carente de pareja y un círculo social. Me he dado cuenta de que mi problema de salud mental me ha llevado a cometer suicidio social.
Ahora, mi pobreza material es menor e incluso tengo televisión privada e internet en casa, si bien, si he de hablar con la verdad, diría que si me dieran a escoger entre internet y televisión privada, preferiría tener libros. Libros que en este momento no puedo comprar por mi falta de recursos.
Y si de hablar con la verdad se trata, debo confesar que mi vida no tiene rumbo, no va a ninguna parte. Hace años me di por vencido, no sé exactamente cuándo y he vivido esperando que se acabe mi existencia.
Pero lo que quería expresar, es que durante estos días se ha intensificado una situación incómoda en mi casa, que involucra a mi hermana, su esposo y mi mamá. En menor medida involucra también a Paola, la mayor de mis dos sobrinas.
Mi hermana cumplirá en agosto 20 años de casada. Veinte años que han sido más bien de pobreza porque se casó con un individuo sin estudios, que no sabe trabajar y que ni le gusta ni le interesa ser productivo, asumir el papel de hombre y ganarse la vida y mantener a su familia. Durante sus casi veinte años de matrimonio, este señor ha trabajado unos dos (es decir, la décima parte), y el resto del tiempo ha estado viviendo del trabajo de mi hermana. Es un cínico y si eso no fuera suficiente, le gusta la intriga y carece del mínimo sentido de lo que es la decencia.
Mi hermana llegó hoy de trabajar, con el cansancio que implica su horario (de capacitación en este momento) de ocho de la mañana a seis de la tarde, y después de salir a hacer milagros con el poquísimo dinero con que cuenta, regresó a comer y lavar los trastes, porque su esposo no hizo nada en casa; nada productivo, quiero decir. No hizo nada que no fuera meterse a internet a sus redes sociales y ver la televisión y dormitar y hacerse pendejo.
El esposo de mi hermana le ha fallado a su familia miserablemente y no satisfecho con eso, cuando mi hermana llega le da quejas de mi mamá, que son en el mejor de los casos exageraciones, o en el peor de los casos, falsedades.
Es natural que a mi madre le duela ver a una hija de casi 45 años rompiéndose la espalda, llevando ella sola la carga económica de una familia, mientras su esposo vive en la irresponsabilidad, en la holganza y en la falta de vergüenza. Mi mamá no tendría porque disimular su disgusto por un yerno mantenido y vividor y si ese señor tuviera tantita vergüenza, se pondría a trabajar y dejaría de hacerse el digno.
No puedo sentir nada más que desprecio por un miserable como el esposo de mi hermana, muy hábil cuando se trata de intrigar contra otras personas a las que no puede engañar.