martes, 3 de agosto de 2010

Trastorno Límite de la Personalidad, información

Como ejercicio, traduje un capítulo de un libro de psicología anormal. Se puede leer en

http://borderlinealicesiegelesp.blogspot.com/

Flavio Miramontes, un caso de mala práctica médica



Conocí a este médico psiquiatra en julio de 1995, cuando yo contaba con 31 años de edad. Acababa de fallar por segunda vez en la universidad y tenía ganas de morirme. Este segundo fracaso académico aunado a mi disfuncionalidad, a mi soledad, a mi incapacidad para trabajar y al grado de violencia en la que vivía con padres terriblemente codependientes, provocaría meses más tarde, un estado patológico tan grave, que me llevaría a ser internado en los últimos días de ese año, para entrar y salir de esa clínica de rehabilitación, hasta ser internado en enero de 1996 y no salir de ahí hasta seis meses más tarde.

Me limitaré en esta entrada a mencionar que acabando de conocer a Flavio, le pregunté si era posible que yo presentara TDAH (trastorno de déficit de atención con hiperactividad). Mi sospecha tenía fundamento.

Al comenzar el primer año de primaria, yo estaba muy motivado para aprender a leer. Sabía las vocales y algunas consonantes; en total, sumando vocales y consonantes, no llegaban a diez. El año debió comenzar en septiembre y antes de que terminara octubre, yo ya sabía leer, cuando el resto de mis compañeros no iba ni a la mitad del abecedario. Habría sido razonable esperar un buen aprovechamiento de ahí en adelante; sin embargo, para el año siguiente, en segundo, ya era el peor alumno tanto en aplicación como en conducta.

Parte de esta situación que con el paso de los años daría lugar al desastre en el que vivo, fue provocada por la violencia en la que vivía, cuyo origen era mi padre, un individuo terriblemente destructivo y perverso. Pero casi con toda seguridad, fue provocada también por el TDAH, un problema de aprendizaje que si no se identifica, da lugar al fracaso escolar y con el paso del tiempo, en ocasiones, el trastorno limítrofe, también conocido como borderline.

Cuando le hice la pregunta a Flavio, sobre la posibilidad de que yo tuviera ese trastorno, este médico psiquiatra me respondió que no, categóricamente. Me dijo que los niños que presentan este trastorno, típicamente no terminan si quiera la educación primaria. Este señor parecía ignorar que un cociente intelectual alto enmascara ese trastorno. Además, nuestro pésimo sistema educativo, permite al estudiante ir avanzando en los años de educación básica, media, media superior e incluso en la educación superior, aun cuando aprenda muy poco, o no aprenda prácticamente nada. Me permito citar las palabras de Carlos Monsiváis, un mexicano ejemplar, al definir a la educación en México como “la catástrofe silenciosa.”

Este señor, Flavio Miramontes Montoya, médico psiquiatra, falló al identificar, diagnosticar y dar tratamiento para un muy evidente TDAH y una personalidad borderline. Debido a su incompetencia, he pagado un precio muy alto; pero eso no es lo más grave. A mediados de 2006, once años después de haberme conocido, a dos meses de la trágica muerte de mi hermana menor, Flavio me pegó a traición haciéndole el juego a mi padre y dejándome totalmente a su merced.

Seguramente no es buena idea remover en acontecimientos de este tipo. Pudiera equivaler a hurgar en heridas que no han sanado; pero considero que escribir sobre personas que me han afectado, pudiera ayudarme a comprender mejor la naturaleza humana y a aprender a tener expectativas reales sobre las personas.

Flavio es uno de muchos profesionales de la salud mental que se permiten pegarle a traición a un paciente, a alguien que depositó su confianza en su médico y que necesitaba que le ayudaran, no que le hicieran más daño.

Considero además estos escritos una forma de denuncia; algo que si proliferara entre quienes de alguna manera hemos sido afectados por personas que gozan de impunidad —algo abrumadoramente frecuente en nuestro país— nuestra realidad cambiaría, en cierta medida.

Últimos Acontecimientos

Hace unas seis semanas, leyendo un libro de psicología, me topé con una tabla que clasifica los trastornos de personalidad (personality disorders), por grado de afectación.

Para comprender esto, habría que definir un trastorno de personalidad.

El capítulo 19 del libro “Introduction to Psychology” Exploration and Application, Sexta Edición, de Dennis Coon, se titula “Comportamiento de Mala Adaptación: Desviación y Trastorno.”

En el apartado en el que define los Trastornos de Personalidad, tiene como subtítulo “mapa de una pobre adaptación,” y dice como sigue:

... los trastornos de personalidad son patrones profundamente arraigados de pobre adaptación. Por ejemplo, la personalidad paranoide es excesivamente desconfiada, sospechosa de otros, hipersensible, cauta e incapaz de confiar en la honestidad de otros. Las personalidades narcisistas viven preocupados con su propia importancia: necesitan admiración constante y se dejan absorber por fantasías de poder, riqueza, inteligencia, belleza y amor. La personalidad dependiente se caracteriza por una carencia extrema de auto-confianza; otras personas gobiernan su vida y la persona supedita sus necesidades a las de otras.

La tabla que menciono al principio clasifica los trastornos de personalidad por afectación como moderada, alta y severa.

En la última categoría aparecen el trastorno limítrofe (borderline), el paranoide y el esquizotípico. Esto significa que mi trastorno límite de personalidad es uno de los más graves, y por lo tanto, uno de los más devastadores...

Laura, la psicóloga que fue mi interventora en crisis entre diciembre de 2007 y abril de 2009, me informó que yo padecía de un trastorno de personalidad, mismo que identifiqué en septiembre de 2008 (borderline), viviendo una serie de crisis desencadenadas por profesionales de la salud mental de una institución pública del sector salud. En ese momento, hace casi dos años, percatándome de la gravedad de ese trastorno, no alcancé a comprender la devastación que ha causado en mi vida. Tendrían que presentarse más acontecimientos desafortunados antes de que eso fuera posible y ya en mayo de este 2010, descubrí la gravedad del mismo –que para colmo de males parece estar combinado con el trastorno paranoide- y eso me permitió comprender por qué he vivido así, como un hombre improductivo, incapaz de trabajar y ganarse la vida, sin un patrimonio, aislado, sin un círculo social, la mayor parte del tiempo sin pareja y obviamente soltero y sin haber formado una familia.

La semana que comenzó el lunes 26 de julio, un acontecimiento terminó provocando una serie de crisis entre el jueves y el viernes siguiente. Ese último día –viernes- en atención de emergencia, hablando con la psicóloga Nayeli en Cruz Verde, me pregunté: “¿dónde está mi vida? ¿qué sucedió con mis 46 años de existencia?”
Quisiera aclarar que no soy el tipo de persona que no reconoce su responsabilidad; hay cosas en mi vida de las que no estoy nada orgulloso y no estoy para tirar la primera piedra. Sin embargo, no puedo cerrar los ojos ante la condición en la que vivo como enfermo mental, que confió en médicos especialistas en psiquiatría que no mostraron la competencia que se requería para atenderme y ayudarme con mis problemas de salud emocional y, todavía más grave, fallaron miserablemente, debido a sus carencias como individuos, a su pobreza personal.