Me limitaré en esta entrada a mencionar que acabando de conocer a Flavio, le pregunté si era posible que yo presentara TDAH (trastorno de déficit de atención con hiperactividad). Mi sospecha tenía fundamento.
Al comenzar el primer año de primaria, yo estaba muy motivado para aprender a leer. Sabía las vocales y algunas consonantes; en total, sumando vocales y consonantes, no llegaban a diez. El año debió comenzar en septiembre y antes de que terminara octubre, yo ya sabía leer, cuando el resto de mis compañeros no iba ni a la mitad del abecedario. Habría sido razonable esperar un buen aprovechamiento de ahí en adelante; sin embargo, para el año siguiente, en segundo, ya era el peor alumno tanto en aplicación como en conducta.
Parte de esta situación que con el paso de los años daría lugar al desastre en el que vivo, fue provocada por la violencia en la que vivía, cuyo origen era mi padre, un individuo terriblemente destructivo y perverso. Pero casi con toda seguridad, fue provocada también por el TDAH, un problema de aprendizaje que si no se identifica, da lugar al fracaso escolar y con el paso del tiempo, en ocasiones, el trastorno limítrofe, también conocido como borderline.
Cuando le hice la pregunta a Flavio, sobre la posibilidad de que yo tuviera ese trastorno, este médico psiquiatra me respondió que no, categóricamente. Me dijo que los niños que presentan este trastorno, típicamente no terminan si quiera la educación primaria. Este señor parecía ignorar que un cociente intelectual alto enmascara ese trastorno. Además, nuestro pésimo sistema educativo, permite al estudiante ir avanzando en los años de educación básica, media, media superior e incluso en la educación superior, aun cuando aprenda muy poco, o no aprenda prácticamente nada. Me permito citar las palabras de Carlos Monsiváis, un mexicano ejemplar, al definir a la educación en México como “la catástrofe silenciosa.”
Este señor, Flavio Miramontes Montoya, médico psiquiatra, falló al identificar, diagnosticar y dar tratamiento para un muy evidente TDAH y una personalidad borderline. Debido a su incompetencia, he pagado un precio muy alto; pero eso no es lo más grave. A mediados de 2006, once años después de haberme conocido, a dos meses de la trágica muerte de mi hermana menor, Flavio me pegó a traición haciéndole el juego a mi padre y dejándome totalmente a su merced.
Seguramente no es buena idea remover en acontecimientos de este tipo. Pudiera equivaler a hurgar en heridas que no han sanado; pero considero que escribir sobre personas que me han afectado, pudiera ayudarme a comprender mejor la naturaleza humana y a aprender a tener expectativas reales sobre las personas.
Flavio es uno de muchos profesionales de la salud mental que se permiten pegarle a traición a un paciente, a alguien que depositó su confianza en su médico y que necesitaba que le ayudaran, no que le hicieran más daño.
Considero además estos escritos una forma de denuncia; algo que si proliferara entre quienes de alguna manera hemos sido afectados por personas que gozan de impunidad —algo abrumadoramente frecuente en nuestro país— nuestra realidad cambiaría, en cierta medida.
Actualmente me esta tratando este psiquiatra y no estoy muy agusto con los resultados .. podras esplicarme a que te refieres con el termino pegarle a traicion?
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarAlfredo, yo confié en Flavio y fui víctima de una violencia criminal por parte de mi padre y Miramontes acabó dándole la razón y me hizo un daño terrible. No diagnosticó un trastorno límite de personalidad y menos un trastorno por déficit de atención con hiperactividad en adulto.
ResponderEliminar