He creído firmemente que en tiempos muy recientes he
conseguido grandes avances respecto a mi problemática, la grave patología con que
he vivido, resultado de una vida de violencia (casi desde que era un bebé, o al
menos desde la más temprana infancia) perpetrada por mi padre psicópata,
haciendo equipo con mi madre —que vivió como si fuera una enferma psicótica,
tal vez esquizofrénica— y casi destruyeron mi vida.
Hice uso de un recurso orientación emocional (atención
psicológica vía telefónica) en una asociación civil ubicada en la capital de mi
país, de nombre Fundación Origen, comenzando en algún momento durante el año
2021, una vez hube sido despedido de mi empleo, cuando se consumó una enorme
injusticia, pues se dio fin a esa relación laboral porque me negué a aceptar la
impunidad que las autoridades de la empresa obsequiaron a mi agresor (el
psicópata que me acosó laboralmente durante más de cuatro años) y todo lo que
tiene relación con eso.
Durante el año 2022, hice uso de ese recurso, con
menor frecuencia, y a principios de 2023 (el primer domingo de marzo) decidí
abandonarlo por malos tratos provenientes de su personal. Hacia el final de ese
año, en un momento difícil, intenté usarlo y para mi sorpresa, se me atendió,
lo cual agradecí. Volví a interactuar con una psicóloga que cuenta con una
especialidad en psicoanálisis, de nombre Celia Bucay, a quien había encontrado
en enero de 2019 en otro recurso de ese tipo, con quien hablé dos días por
semana entre enero y abril de ese año, 2019. Fue muy afortunado encontrar a esa
dama, a quien percibí como una fuera de serie por su nivel intelectual, su
competencia y su calidad humana. He llegado a considerar a Celia una fuera de
serie, a sentir gratitud, admiración y afecto hacia ella, por la atención y la
ayuda que me brindó.
Hablé con esta dama —todavía joven— en un par de
ocasiones al comenzar el año en curso, 2024. La última llamada se dio el
viernes 12 de enero pasado, en que Celia me informó que los siguientes dos
viernes (19 y 26 de enero) no estaría disponible, por actividades que
realizaría como parte de sus funciones de esa asociación civil. Habría que
esperar hasta el primer viernes de febrero, y mientras tanto, busqué la atención
de alguna otra psicóloga, compañera de Celia (la atención se limitaba a una
llamada por semana) y fui objeto de agresiones por parte de personal que ahí
labora; varones afeminados que niegan la atención y psicólogas como Carolina
Bárcenas y Renata Millán, que muestran comportamientos absolutamente
incorrectos, reprobables, de mujeres indecentes que agreden para después acusar
violencia de género.
Decidí no volver a solicitar la atención en Fundación
Origen, y así lo informé a personas que me contestaron y me atendieron de
manera correcta. Una fue una dama de nombre Alicia González (no estoy seguro
del nombre de pila) y Gisela Méndez, que me había atendido entre diciembre de
2021 y enero de 2022.
Mencioné a ambas (Alicia González y Gisela Méndez) que
resultaba triste no poder despedirme de Celia Bucay, esperando que se lo
comunicaran, aunque Celia me había dado una dirección de correo electrónico
para que yo me comunicara con ella, de esa misma asociación civil, negándose a
darme una dirección email suya, de uso personal. Me despedí de Celia usando esa
dirección email que ella me proporcionó, y desde entonces he vivido un duelo.
Le había escrito a Celia sobre temas de los que
habíamos hablado por teléfono cuando ella me atendió, asuntos muy importantes
sobre violencia de personal médico (abuso sexual) perpetrado incluso por
mujeres; y todavía más importante (algo que me sorprendió mucho), que ella
descubrió en su práctica profesional (al proporcionar terapia psicoanalítica)
que muchas personas han sido víctimas de abuso sexual perpetrado por sus
padres, de ambos sexos. Esto me sorprendió, pues yo tenía entendido que la
mayoría de los casos de abuso sexual eran perpetrados por individuos del género
masculino, entiéndase hombres, y según lo que me dijo esta brillante
psicoanalista, Celia Bucay, las mujeres (mamás) perpetran este tipo de
violencia tanto como sus contrapartes hombres (papás).
Resultó fácil percatarme que eso que me había
sorprendido tanto, resulta congruente con lo que había redescubierto al volver
a leer la obra de Erich Fromm, específicamente su libro Tener o ser, en que habla del amor usando estas palabras:
Experimentar amor en el modo tener implica encerrar, aprisionar o dominar al objeto “amado”. Es sofocante, debilitador, mortal, no dador de vida. Lo que la gente llama amor la mayoría de las veces es un mal uso de la palabra, para ocultar que en realidad no ama. Puede dudarse que muchos padres amen a sus hijos. Lloyd de Mause afirmó que durante los pasados dos milenios de historia occidental, ha habido informes de crueldad para con los hijos, desde tortura física y psíquica, descuido, franca posesividad y sadismo tan terribles que puede creerse que los padres amantes son la excepción y no la regla.
Como decía antes, lo que esa brillante psicóloga-psicoanalista,
Celia Bucay, me informó, encaja perfectamente con lo que menciona Fromm (citando
a Lloyd de Mause) respecto al amor de los padres.
Ahora que Fundación Origen me ha excluido, ha
bloqueado mis números de teléfono (fijo y celular), lo cual constituye una
agresión y resulta absolutamente incongruente con su “intención de ayudar”, me
surgen serias dudas sobre esa joven psicoanalista. ¿Participó en esa agresión,
en ese acto de bajeza?
Sería terrible que la respuesta fuera afirmativa, pero
no voy a adelantar nada. La gratitud, el afecto y la admiración que siento por
esta dama, un bellísimo ser humano, deberán permanecer sin cambio.
Adiós, Celia Bucay. Te llevaré en mi corazón mientras
viva.