Es la una de la tarde y la oficina se queda casi vacía porque mis compañeros salen a comer. Llevo seis horas en la oficina y ese parece un número suficiente para una jornada de trabajo, pero no soy yo quien decide la duración de la misma.
Faltan tres horas y media para que pueda retirarme y en ese tiempo no voy a trabajar mucho, traduciré unas pocas páginas más y trataré de hacer algo que me haga sentir bien. Dispongo de una hora para comer, normalmente de 2:30 a 3:30 pm, y mientras hago mi trabajo procuro plasmar con palabras mi estado anímico y físico.
El día de hoy siento un tremendo cansancio físico, tengo la sensación de que hay mucho tejido adiposo sobre mi cintura (sí lo hay, pero mi percepción es exagerada), siento que mi peso corporal es muy alto, siento cansancio muscular en los brazos y en las piernas y un malestar generalizado. Me preocupa un poco este cansancio pues no se debe a que me haya ejercitado mucho, de hecho he hecho muy poco uso de mi bicicleta de carreras y mi actividad consiste más bien en caminar una parte del trayecto de mi casa al trabajo y de regreso. He dejado de pasear a mis perritas Lola y Helga y eso me hace sentir mal, pues siento que les estoy fallando.
Tampoco puedo atribuir ese cansancio a falta de sueño, pues si bien no duermo las horas que yo quisiera (siete) tampoco duermo poco, el promedio debe andar arriba de seis horas diarias. Vivo pensando en mis enemigos, en David el individuo miserable y pendejo que me asestó una puñalada por la espalda hace 18 años, en mi difunto padre y la clase de basura que era y con una frecuencia creciente en Enrique, el esposo de mi hermana Yolanda.
Ese pedazo de pendejo escribió en su cuenta de twitter que la “lástima y conmiseración también tienen un límite”, refiriéndose a mí. Y no entiendo bien por qué me afecta tanto la expresión de locura de un despreciable vividor. La semana pasada pasé una hora y media platicando con Laura, mi querida amiga y le dije que este individuo no niega la cruz de su parroquia, que tiene el aspecto de un padrote. El domingo 14 de agosto, mi hermana Yolanda cumplió 23 años de casada y no sé qué pasa por su mente, ni tengo manera de averiguarlo, cuando mira hacia atrás y contempla casi la mitad de su vida en compañía de un individuo improductivo y estéril, mentalmente débil e incapaz de superar su pobreza intelectual, moral y económica. Yolanda me ha agredido y me ha lastimado, pero el afecto que siempre he sentido por ella todavía está presente.
Hace 26 años (la mitad de mi edad actual), mi hermana Verónica (que murió hace diez años) tenía 17 (se acercaba a los 18) y trajo a nuestra familia a esos hermanos Marlon y Enrique. Marlon (nombre ridículo en nuestra cultura) era su novio y con él se embarazó y en agosto de 1991 se fue del hogar paterno para tener a su bebé en Baja California. Mi sobrino Marlon (a quien afectuosamente llamo “Monstrillo”) nació en noviembre de 1991 cuando Verónica acababa de cumplir 19 años y ese evento llevó a Yolanda a conocer a Enrique. Es fácil darse cuenta de la devastación que causó la relación tan destructiva de nuestros padres en cada uno de sus hijos. En el caso de mi hermana Yolanda, a los 23 años que tenía en 1991, pese a tener una buena presencia física y haber sido muy buena estudiante durante todos sus años de escuela, carecía absolutamente de autoestima y se sentía “quedada, sola y amargada” por no tener pareja y por tanto no contar con posibilidades de casarse y formar una familia.
Fueron esos sentimientos de tristeza y desesperación lo que la llevaron a fijarse en Enrique, un individuo que no quiso estudiar más que primaria y que ni siquiera contaba con un empleo. El asunto es que yo no soy responsable de los problemas psicológicos de mi hermana Yolanda y mucho menos de los de su esposo, y durante 23 años he sido blanco de los ataques de ambos.
Mientras escribo esto, pienso en la posibilidad de que el cansancio crónico que siento pueda deberse a esa atención excesiva que le doy a las malas acciones de otras personas, en lugar de trazarme un proyecto de vida y ver la manera de ir en su búsqueda.
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