jueves, 27 de octubre de 2016

Mi conflicto con mi hermana y su esposo, empiezo a sentir lástima por él


Durante el periodo de tiempo que comenzó en diciembre de 2012 y terminó en junio de 2014, mi hermana Yolanda comenzó un conflicto conmigo que tuvo su origen en mi negativa a que se apoderara de la casa a la que vino a vivir con su esposo y sus hijas. He hablado sobre esto en entradas anteriores y no creo necesario repetir los detalles.

Mi madre le hizo llegar a mi hermana un escrito en el que le manifestaba su deseo de romper con ella, por lo menos provisionalmente, y el motivo de ello fue que Enrique, esposo de Yolanda le hablara mal de mí a familiares maternos (un hecho seguro) y paternos (un hecho altamente probable). No sé qué tanto le afecte a Yolanda que nuestra madre no tenga trato con ella, pero sí imagino lo mucho que le duelen las palabras de nuestra madre cuando afirma que su cónyuge Enrique es un iletrado que se negó a estudiar; que presenta un currículum como profesionista, cuando su escolaridad es primaria; que se ha dedicado a enlodar a mi madre, a mi difunta hermana Verónica y a mí; que pretende ocupar el lugar de un hijo (el mío), y que es incapaz de trabajar y ganarse la vida y lejos de pretender hacerlo, prefiere que lo mantenga su esposa.

La semana pasada hablé por teléfono con mi tía Alejandra, la hermana menor de mi madre y me comentó que una vez que se hallaba en casa de mis primos hijos de mi difunta tía Susana y Paco, tío político, mis primas Andrea y Susana estaban usando la computadora navegando en internet y al ver fotos de Enrique, esposo de su prima Yolanda les llamó mucho la atención el narcisismo patológico de este individuo, que se manifiesta en sus poses ante la cámara. Una de ellas le dijo a la otra: oye, este se siente galán.

Entonces recordé algo que me platicó Lauro, un empleado de mi padre, hace muchos años, posiblemente en 1999. Me comentó que conocidos de Enrique convivían con él y cuando se no se hallaba presente, imitaban su gesticulación, sus ademanes, el énfasis que ponía en todas y cada una de sus palabras, la pose, y su voz grave y estallaban en carcajadas. En otras palabras, Enrique, el esposo de mi hermana era la comidilla y nada más servía de burla.

Es casi seguro que en la actualidad sucede algo muy parecido con las personas que conviven con mi hermana Yolanda y su familia, muy importantemente con mis primos paternos de apellido Madrid y muy esporádicamente con mis primos maternos de apellido Bonilla.

Enrique tenía cuenta en la red social tweeter, y cuando se recrudeció nuestro conflicto porque lo ataqué directamente se refirió a mí en unos tweets llamándome pariente tóxico y “cagada emocional” (un término sucio, soez y procaz que es lo único que puede esperarse de una persona como él), y en otros escribió que tenía muchas ganas de partirme la madre y que un día no iba a haber “mama” (su analfabetismo es manifiesto) que me defendiera, y en uno más, escribió que la lástima y conmiseración tienen un límite.

En su momento estas sandeces me molestaron mucho, pero ahora empiezo a sentir lástima por él.

En entradas anteriores he hablado de sueños en los que aparezco en la universidad, estudiando una licenciatura que estoy lejos de concluir y totalmente perdido en la vorágine de conocimientos que me resulta imposible asimilar. Creo que esto podría tener una explicación en que pasé muchos años de mi vida esforzándome para concluir una licenciatura y mi salud mental tan precaria no me lo permitió. Sin embargo, mis esfuerzos por superarme no fueron inútiles en lo absoluto. Tengo una educación que si bien no concluí, sí es muy sólida y finalmente, si bien tarde en la vida, me es útil (podría decir indispensable) para el trabajo que hago y ha contribuido a darme una calidad de vida sin la cual muy probablemente no habría sobrevivido a toda la adversidad que me vi obligado a enfrentar durante tantos años.

Mis aspiraciones y mi necesidad de crecer académica e intelectualmente se dieron cuando contaba con unos 20 años de edad e intensifiqué mis esfuerzos durante los siguientes años. Algo conseguí, puedo no ser gran cosa, pero definitivamente sí soy algo. Finalmente he superado mi inseguridad, que es un eufemismo del término “complejos de inferioridad”. Tengo habilidades y conocimientos poco comunes y en muchas cosas supero a personas que tienen licenciaturas terminadas e incluso maestrías y doctorados.

Pienso en ese pobre individuo, Enrique el esposo de mi hermana e imagino el complejo de gusano con el que vive, como el hombre más insignificante del mundo. Supuestamente está a punto de cumplir 47 años y no cuenta más que con educación elemental (primaria), no tiene ninguna cultura ni ninguna capacidad intelectual (algo que no es de sorprender, porque se dedica a ver la televisión) y en 23 años de matrimonio no ha aportado nada a su familia.

Sea como sea, no me arrepiento de haber respondido a los ataques de mi hermana y su patético marido. A veces es necesario lastimar a otras personas, porque la violencia es el único lenguaje que entienden.


No hay comentarios:

Publicar un comentario