Como decía al
inicio de la entrada anterior, mi intención no es referirme a esa psicóloga,
Marcela, sino a otra psicóloga, de nombre Catalina, que confundió todo y por lo
que ella hizo (desaciertos monumentales, que parecerían incomprensibles), y por
lo que pareciera ser la firme intención de vengarse de mí, alta burocracia ha
violado la ley de protección de datos personales enviando información sobre mí
a muchos lugares, describiéndome como un individuo que se enamora de sus
terapeutas, las acosa y por su patología (tal vez una psicopatía), ellas
podrían encontrarse en serio peligro.
Creo que al
gobierno de mi país le toca atender este asunto. No sé si tenga que encargarse
la Secretaría de la Función Pública.
Esa es mi
intención al escribir sobre este asunto. Mi reputación ha sido dañada por ese
proceder de alta burocracia del sector salud, algo que no estoy dispuesto a
aceptar.
No soy un
delincuente, no tengo antecedentes penales. He evitado quebrantar la ley, no
tanto por temor a las consecuencias, sino porque llevo conmigo una inclinación
que parece natural a apegarme a la ética, la honestidad y la decencia.
No voy a negar que
por mi neurosis, un trastorno de personalidad, presento inestabilidad emocional
y una cierta propensión a la violencia, pero no voy por la vida intentando
hacer daño a nadie.
No quiero perjudicar
a Marcela Palacios Minakata, ni a Martha Catalina Pérez González (la psicóloga
que cometió desaciertos monumentales y con ello me perjudicó en gran medida),
ni a los burócratas responsables de esa violación a la ley de protección de
datos personales perpetrada en mi contra. Ni siquiera contra quienes encubrieron
lo que hizo Marcela en el año 2008, el director de la institución, médico
psiquiatra de nombre Daniel Ojeda Torres, ni su subalterno (también médico
psiquiatra) Eduardo Valle Ochoa, etc.
Es necesario que
se investigue todo esto y se haga lo que proceda. No más y no menos que eso.
No considero que
Marcela deba ser castigada, pues por lo que hizo enfrentó consecuencias muy
graves. Eso se pudo haber evitado, pues yo ofrecí que ella y yo arregláramos
nuestro conflicto, oferta que la institución pública de salud mental no tomó en
cuenta y Marcela rechazó.
Martha Catalina
Pérez González me hizo daño, pero no tengo nada contra ella. Yo sé que no era
su intención, ella vive buscando el agotamiento, a todas luces ha convertido su
trabajo en un mecanismo de evasión. No quiero hacerle ningún daño.
Al señor Francisco
Gutiérrez no lo conozco, sé quién es, prefiero no decir nada sobre él. Tengo la
seguridad de que su salud mental está muy mal, su nivel intelectual muestra
deficiencias muy graves, por su problemática su actividad profesional puede
resultar inútil, incluso dañina.
Mi postura en la
vida no es de cobardía, tampoco es de incongruencia, pragmática.
Las cosas están
cambiando en mi país desde diciembre de 2018, para bien. Sé que eso va a
continuar y será posible que mejoren muchas cosas.
Agradezco a quien
me haga el favor de leer estos escritos