Pese a haber pasado todos los años de primaria, secundaria y preparatoria sin aprender gran cosa —de hecho casi nada— al tomar conciencia en la universidad de mis deficiencias académicas, me puse a estudiar y conseguí una formación poco común, aun sin haber logrado concluir mis estudios (ingeniería electrónica, en el iteso).
En mi trastorno de personalidad, son muy frecuentes las adicciones y yo he vivido alejado de ellas. Nunca tuve el hábito de fumar, no abuso del alcohol y jamás en mi vida he usado una droga ilícita.
Habiendo recibido una formación muy mediocre en lo que se refiere al aprendizaje del idioma inglés (tres años de secundaria y dos de preparatoria), avancé de un nivel básico llegando a intermedio, a dominar el idioma y me convertí en traductor inglés-español principalmente como autodidacta. Creo que puedo afirmar, que cuento con un nivel cultural aceptable.
Mi afición al deporte—primero carrera pedestre a partir de los 16 años, después ciclismo de ruta—me ayudó a mantenerme alejado del alcohol y de las drogas. A mis 47 años, tengo una salud física bastante buena y eso es un logro que puedo considerar mío, algo de lo que puedo estar orgulloso, algo que yo me gané y que constituye un gran aliciente para continuar con mi vida, para seguir por el buen camino en un proceso de recuperación que por un lado incluye la atención médica y por otro, el aspecto espiritual, volver a creer en Dios, volver a tener fe.
Padezco un trastorno de personalidad, el límite, también conocido como borderline. Había perdido la voluntad de vivir pero es posible que empiece a recuperarla; ya no soy joven, pero todavía estoy a tiempo.
miércoles, 15 de junio de 2011
Trastorno por déficit de atención, importancia del diagnóstico
Había mencionado en la entrada anterior, que Fabiola me diagnosticó el TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad) y eso contribuyó a que yo me diera cuenta de lo competente que es, de lo bien que hace su trabajo. Este trastorno implica problemas de aprendizaje y nunca antes me fue diagnosticado —pese a haber comenzado a ver médicos psiquiatras en 1990, hace 21 años— tuvo mucho que ver con mi fracaso escolar y pudo haberme conducido al trastorno limítrofe de personalidad (borderline) en combinación con la violencia tan brutal en la que viví, creciendo en una familia disfuncional, con un padre alcohólico, perverso e incestuoso.
Nótese la importancia tremenda que tiene esta incompetencia que implica el no haber diagnosticado el TDAH, de la que fueron responsables principalmente tres individuos (todos médicos psiquiatras egresados de la Universidad Autónoma de Guadalajara): Gustavo Marín Pérez, Flavio Miramontes Montoya y Álvaro Zomosa Mathews. Considero a Flavio al más dañino por el intervalo de tiempo durante el que me atendió, de alrededor de once años: de 1995 a 2006. Gustavo Marín tenía una fealdad repulsiva y Flavio Miramontes es un individuo muy acomplejado por un problema parecido al de su colega Gustavo; es un hombre chaparro, muy cabezón, de espalda angosta y cintura inexistente y muy indígenoide. Esos dos tipos, Gustavo y Flavio pudieran tener trastornos psicológicos muy graves debido a su apariencia física y ellos mismos debieron ser capaces de descubrir eso y no meterse en profesiones de ayuda, pues otras personas no tenemos la culpa de sus problemas psicológicos ocasionados por su deformidad o su malformación o su incapacidad para vivir con su pobreza personal. Álvaro es un mal individuo, un mercenario de la medicina a quien sólo le interesa sacarle a sus pacientes y a sus familias, la mayor cantidad de dinero posible.
De ahí en parte, que tenga tan buena opinión de Hildelisa Fabiola, mujer joven formada en la Universidad de Guadalajara y en el Hospital Civil Fray Antonio Alcalde. Con su juventud y con su experiencia considerablemente menor a la del trío de inútiles (Marín, Zomosa y Miramontes), los superó en tres segundos. ¿Cómo darte las gracias, Hildelisa Fabiola?
Nótese la importancia tremenda que tiene esta incompetencia que implica el no haber diagnosticado el TDAH, de la que fueron responsables principalmente tres individuos (todos médicos psiquiatras egresados de la Universidad Autónoma de Guadalajara): Gustavo Marín Pérez, Flavio Miramontes Montoya y Álvaro Zomosa Mathews. Considero a Flavio al más dañino por el intervalo de tiempo durante el que me atendió, de alrededor de once años: de 1995 a 2006. Gustavo Marín tenía una fealdad repulsiva y Flavio Miramontes es un individuo muy acomplejado por un problema parecido al de su colega Gustavo; es un hombre chaparro, muy cabezón, de espalda angosta y cintura inexistente y muy indígenoide. Esos dos tipos, Gustavo y Flavio pudieran tener trastornos psicológicos muy graves debido a su apariencia física y ellos mismos debieron ser capaces de descubrir eso y no meterse en profesiones de ayuda, pues otras personas no tenemos la culpa de sus problemas psicológicos ocasionados por su deformidad o su malformación o su incapacidad para vivir con su pobreza personal. Álvaro es un mal individuo, un mercenario de la medicina a quien sólo le interesa sacarle a sus pacientes y a sus familias, la mayor cantidad de dinero posible.
De ahí en parte, que tenga tan buena opinión de Hildelisa Fabiola, mujer joven formada en la Universidad de Guadalajara y en el Hospital Civil Fray Antonio Alcalde. Con su juventud y con su experiencia considerablemente menor a la del trío de inútiles (Marín, Zomosa y Miramontes), los superó en tres segundos. ¿Cómo darte las gracias, Hildelisa Fabiola?
¿Qué es un trastorno de personalidad?
Recordemos que podemos definir un trastorno de personalidad como un patrón de comportamiento tan inflexible o de tan mala adaptación que causa presión personal significativa o afecta el funcionamiento social u ocupacional de las personas.
Mi trastorno de personalidad es el limítrofe (borderline personality disorder) y no tengo intenciones de repetir sus características. Simplemente, quisiera comentar que el viernes 6 de mayo del año en curso, al ver a mi psiquiatra, ella me dijo que a este trastorno se le considera “muy grave.”
Mi trastorno de personalidad es el limítrofe (borderline personality disorder) y no tengo intenciones de repetir sus características. Simplemente, quisiera comentar que el viernes 6 de mayo del año en curso, al ver a mi psiquiatra, ella me dijo que a este trastorno se le considera “muy grave.”
Ayer domingo, en mi Congregación Cristiana
Soy muy dado a pensar en las fechas, acompañándolas del día de la semana correspondiente. Llegué a mi Congregación Cristiana (calle España, colonia Moderna) un domingo 12 de diciembre de 2010, o sea, hace seis meses. Ayer, tenía eso en mente y al comenzar el culto, mi pastor dio la bienvenida a quienes se presentaban en la iglesia por primera vez y después mencionó a otras personas, yo la primera. Dijo algo así como: “a ver, ¿alguien conoce a Óscar? Tiene algunos meses con nosotros,” y me pidió que me pusiera de pie. La atención de mis hermanos de Congregación se centró en mí y eso fue muy agradable, despertó el sentimiento de pertenencia. Así sucedió aquel día de diciembre que acudí por primera vez, Chela me preguntó mi nombre y mi procedencia y me pidió que le anotara esos datos en un papel y Fernando me dio la bienvenida.
En una entrada reciente, volví a escribir sobre mi padre —quien el martes 14 de junio cumple tres años y medio de muerto— y el hecho de que el odio que siento contra él casi no ha disminuido. Ese es un problema mayor. Por supuesto, dejar de odiar equivale a perdonar y esto último es una decisión consciente con dos niveles: el intelectual y el espiritual. Tengo clara conciencia de el daño que implica seguir odiándolo y al mismo tiempo, si después de haberme alejado de la religión durante 23 años, es decir, la mitad de mi vida e incluso haber dejado de creer en Dios durante todo ese tiempo, hace menos de un año sentí la necesidad de volver a creer en Él y acercarme a una religión organizada, no perdonar a mi padre sería una incongruencia y no tendría sentido permanecer en la Congregación. Será necesario encontrar la manera...
En una entrada reciente, volví a escribir sobre mi padre —quien el martes 14 de junio cumple tres años y medio de muerto— y el hecho de que el odio que siento contra él casi no ha disminuido. Ese es un problema mayor. Por supuesto, dejar de odiar equivale a perdonar y esto último es una decisión consciente con dos niveles: el intelectual y el espiritual. Tengo clara conciencia de el daño que implica seguir odiándolo y al mismo tiempo, si después de haberme alejado de la religión durante 23 años, es decir, la mitad de mi vida e incluso haber dejado de creer en Dios durante todo ese tiempo, hace menos de un año sentí la necesidad de volver a creer en Él y acercarme a una religión organizada, no perdonar a mi padre sería una incongruencia y no tendría sentido permanecer en la Congregación. Será necesario encontrar la manera...
Metilfenidato, prescrito por Fabiola, mi médico psiquiatra

Comienza bien la semana porque he conseguido finalmente el metilfenidato de 10mg, prescrito por Fabiola, mi médico psiquiatra para el TDAH. Finalmente, a un mes de haber cumplido cuarenta y siete años, tengo un tratamiento competente. Estoy tomando por las mañanas valproato de magnesio como estabilizador del estado de ánimo, fluoxetina como antidepresivo y a partir de hoy, metilfenidato (conocido comercialmente como Tradea o Ritalin). En la noche tomo otra vez valproato de magnesio, clonazepam y risperidona. Este tratamiento me está proporcionando un bienestar que no había sentido en muchos años, posiblemente no lo había sentido en toda mi vida.
Fabiola, mi psiquiatra, es una mujer joven, bastante competente en lo farmacológico y muestra una muy buena actitud; es una dama. La vi la semana pasada dos veces, el lunes en consulta y el viernes, que fui a pedirle una receta porque la receta anterior (del metilfenidato) había expirado a finales de mayo; no había sido posible surtirla porque la farmacia del Seguro Popular no la tenía disponible.
Fabiola es especialmente importante porque es la segunda psiquiatra mujer desde que busqué atención en salud mental. La primera fue Georgina, del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses, que me atendió como víctima de delito entre noviembre de 2008 y noviembre de 2009. Cualquier tipo de terapia parece funcionar mucho mejor con mujeres, porque casi siempre, cuando he tratado con un hombre, aparece un antagonismo, un complejo de inferioridad y un narcisismo patológico que se manifiesta con una actitud—del médico hacia el paciente— del tipo “yo soy más que tú.” Además de que las mujeres en general parecen mucho menos narcisistas, son mucho más empáticas y tienden a mostrar una actitud mucho más respetuosa hacia otras personas. Estoy verdaderamente muy agradecido con Hildelisa Fabiola y quisiera tener la manera de expresarle ese sentimiento.
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martes, 7 de junio de 2011
Turning Life Into Fiction, de Robin Hemley

Capítulo 5 TELL-IT-LIKE-IT-IS-STORIES
Ocasionalmente, un autor escribe una historia muy apegada al modo como realmente sucedió, pero esto rara vez se hace. No hay reglas ni instrucciones para escribir tales historias, sólo que, de nuevo, usted debe asegurarse de no confundir una buena anécdota con una buena historia. Sin embargo, algunas veces lo que ocurre en la vida imita el acontecer de una historia y todo lo que usted tiene qué hacer es escribirla y cambiar algunos detalles aquí y allá.
Algunas veces, conocerá la historia tipo nárralo-como-es cuando le suceda a usted. No ocurrirá frecuentemente, pero de pronto usted se encontrará en una situación que podrá identificar inmediatamente como una historia. Cuando se presenta, es un sentimiento extraño. Independientemente de sus creencias religiosas, pensará en el destino, en el karma, en el kismet, en lo que sea. Pero tenga cuidado, las ironías de la vida pueden ser mucho más injustas y arbitrarias que las ficticias.
Josip Novakovich fue capaz de escribir una historia muy apegada al modo como ocurrió la muerte de su padre, es una historia llamada “The Apple,” publicada por Ploughshares. Dice que el material fue difícil para él, que antes de esta historia, fue capaz de escribir sobre todo lo demás, menos este evento, y cuando finalmente pudo escribirla, no estaba seguro sobre si debería llamarle memoria o ficción. Después de todo, había alterado algunos de los detalles y un par de eventos en el tiempo, pero como se mencionó antes, incluso quienes escriben sus memorias, hacen eso.
Mi padre se veía saludable el día de su muerte. Su rostro brillaba, había luz en sus ojos, sus mejillas tenían un color rosado que reflejaba su buena circulación.
Era 6 de diciembre y en el exterior, caía una tormenta de nieve en un ángulo muy pronunciado. Mirar por la ventana despertaba el sentimiento de que la casa entera estaba siendo elevada de lado hacia el paraíso. Los retazos de nieve que caían eran grandes, como las plumas de una enorme ave celestial cuya ala cubría todo nuestro valle y debía estar aleteando, porque había viento. Tan pronto la nieve tocaba el suelo, se fundía.
En la vida real, el padre de Novakovich murió en febrero y no estaba nevando, pero la nieve pareció apropiada para la historia. Esto no tiene importancia, Unos cuantos detalles pueden cambiarse, mientras el núcleo de la experiencia sea esencialmente honesto. Eso es lo que importa. Como prueba de este hecho, cuando su hermano mayor leyó la historia, la consideró un documento familiar, un testamento y la guardó bajo llave en un baúl con otros papeles importantes de su familia.
Después de escribir “The Apple,” Novakovich ha escrito un ensayo con su padre en él, pero se enfoca más en su fervor religioso hacia el final de su vida, y su muerte juega un papel secundario.
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