miércoles, 27 de enero de 2016

Una marrana como compañera de trabajo, su hostilidad, su veneno

Hace una semana recibí el libro Man’s search for meaning, de Viktor Frankl y desde entonces lo he estado leyendo. El sufrimiento que relata es verdaderamente aterrador por las condiciones extremas en el campo de concentración, donde los prisioneros viven privados del alimento, de un lecho, de ropa de abrigo, de zapatos a su medida, prácticamente de todo y las horas de vigilia son de una agonía que ellos tratan de mitigar intentando disfrutar las migajas de pan que se llevan a la boca, o la sopa muy líquida y muy poco sólida que pueden ingerir, cultivando el sentido del humor y tratando de apreciar la belleza que la naturaleza ofrece ocasionalmente. Se suma al terror, tener a su alrededor al capo, el prisionero judío que se ha puesto al servicio del verdugo traicionando a su raza y al género humano, cometiendo los actos de mayor crueldad.

Debería pensar en todo aquello que tengo y doy por descontado, como el alimento, un lecho amplio, cálido y mullido, una vivienda digna, el amor de mi madre que vive conmigo, la compañía de mis mascotas, las horas de descanso y las jornadas de un trabajo bien remunerado con sus prestaciones correspondientes.

En lugar de eso, dejo que una compañera de trabajo que comparte el escritorio múltiple que uso en mi oficina con otros tres empleados, me esté fastidiando con su hostilidad y su odio no disimulado. Por alguna razón no puedo sentir empatía hacia ella y no puedo compadecerla. Es una muchacha muy obesa, muy adiposa, muy gorda; con aspecto de tía solterona o abuelita tonta, con un cociente intelectual extremadamente bajo (en proporción inversa con su gordura), que habla y come compulsivamente y a todas luces tiene problemas de salud mental muy serios.

Es un hecho que la genética muy defectuosa de los mexicanos nos predispone a la obesidad, con sus correspondientes riesgos para la salud, pero más que eso, con la deformación física que conlleva. Esta muchacha tiene la piel de una tonalidad clara y el abundante tejido adiposo en su rostro hace que se asemeje mucho al de un cerdito, pero un cochinito que carece de la gracia que caracteriza a sus congéneres, y que lanza una mirada opaca cargada de resentimiento y amargura.

Y surge una interrogante sin respuesta: ¿de dónde surge ese veneno que hincha a esta marrana y la presión que le provoca envía ondas de choque inmateriales que pese a no tener cuerpo, pueden ser percibidas con absoluta certidumbre?

No puedo dejar de reconocer que una persona como esta me retuerce las vísceras y no le deseo nada bueno. Espero que pronto se ausente del trabajo para no tenerla por un lado como una presencia odiosa, como un bote de basura alrededor del cual revolotean numerosas moscas, o peor aún, una letrina repleta de porquería.

miércoles, 20 de enero de 2016

Archivo de audio de Delia Algarín, psicóloga Cruz Verde Las Águilas

Hola buenas tardes, Oscar… este, te desbloqueo por el siguiente motivo, dos puntos y aparte.



Sé que has tratado de buscarme… eh… la verdad Oscar, independientemente de que me vaya al diablo y que sea una estúpida enferma mental —como refieres en tus mensajes, que por supuesto
tengo guardados—   …eh… y que estés maquinando cosas en tu cabecita que está un poco enferma… que no es una mentira… quiero pedirte dos favores… si los quieres hacer, si no, tampoco es mi problema.

La primera, punto número uno, yo no soy amiga de nadie, por ética profesional tuve que comentarle a Guadalupe Rodríguez que es mi jefa, la situación que pasó contigo y enseñarle los mensajes, porque hay un límite de respeto en el proceso terapéutico. Como te externé en los mensajes anteriores, en ningún momento fui grosera contigo y lo único que recibí fue una grosería. El hecho de decidir con quién sí y con quién no utilizo mi línea privada, es cuestión personal, no laboral. Eso es punto número uno.

Punto número dos, el que me andes buscando con Sayroli, con Laura… o con las Lauras, porque ya buscaste a las dos Lauras, con Lupita, en cualquier medio, eh… te dejo de bloquear, ¿va?, por si gustas marcar, no vas a estar bloqueado pero yo decidiré si te contesto o no las llamadas o los mensajes.

Punto número tres. Evítame la pena, Oscar Madrid, de poner una denuncia que tú sabes que sí procede, porque tengo mensajes en los que nunca he sido ofensiva contigo y aparte de estarme faltando al respeto, estás faltando a mi integridad como persona.

Punto número cinco (sic), estamos de acuerdo y creo que tú también ya lo externaste con alguna de mis compañeras que es ¡¡¡IMPOSIBLE!!! que me pidas cita. Y no que sea imposible por mi falta de tiempo o de ética, pero creo, Oscar, que la única forma en que tú puedes salir de tus cuestiones es dejándote…, ya no estar manipulando por la enfermedad que puedes o no tener. Ehhh, una disculpa si ayer no pude contestar tu mensaje, lo estoy contestando en este momento, espero que no quede ninguna duda y por favor también te pido, que dejes de estar molestando a mis compañeras de trabajo, supe que creo (sic) que me mandaste un recado por twitter a la cuenta de una de ellas —que por cierto no no no me ha podido pasar— te pido por favor que dejes de hacerlo, porque quiero evitarme la penosa necesidad de ir a levantar una denuncia… por acoso. ¿Zas?

Que tengas muy bonita tarde, que Dios te bendiga… y ¡ánimo!, a buscar psicólogo, no dejes el medicamento y espero que puedas encontrar esa respuesta que tanto necesitas y que tanto deseas para que puedas ser feliz… y dejes de ser una persona tan poco amable… o que quieras que todos estemos a tu disposición en el momento y en el tiempo que tú quieras.

Dios te bendiga.

martes, 19 de enero de 2016

Psicóloga Delia Algarín en Cruz Verde Las Águilas, Zapopan, Jalisco



Durante el año 2015 me atendieron en psicología en Cruz Verde Las Águilas en esa Unidad Administrativa varias psicólogas, la primera Sayroli, que venía atendiéndome desde septiembre de 2014 con quien no pude seguir debido a mi horario de trabajo, que me obligó a conseguir la atención en fin de semana, ahora con la psicóloga Delia Algarín.

En el transcurso de nuestras citas, Delia y yo nos entendimos muy bien, inmediatamente me causó muy buena impresión porque parecía competente, amable y empática. Unas semanas después de que comenzó a atenderme, se ausentó por vacaciones o algo así y tomó su lugar Laura Navarro, otra psicóloga con quien yo ya había hablado muchas horas por teléfono entre diciembre de 2007 y abril de 2009, mientras ella estuvo en el Centro de Intervención en Crisis de SALME. Laura me atendió en Cruz Verde Las Águilas en dos ocasiones y pasó tiempo antes de que retomara la atención con Delia. En octubre Delia me ofreció que comenzara a atenderme otra psicóloga, Laura Atilano debido a que sería más conveniente para mí porque Laura se hallaba cada fin de semana, a diferencia de Delia que acudía cada dos fines de semana; así la atención sería más frecuente.

Laura Atilano tuvo que ausentarse a finales del año porque había dejado pendientes asuntos en relación con su servicio social en el Hospital Civil Fray Antonio Alcalde y necesitaba ponerse al corriente. Por esa razón me apuntó cita con Delia para el sábado 5 de diciembre, y el viernes 4, recibí una serie de mensajes de texto en mi celular en el que alguien me comunicaba que había habido un error al asignárseme cita, pues no había lugar. Yo no sabía a quién pertenecía ese número y le pregunté por what’s up, ¿eres Delia? Sin leer el mensaje, la usuaria del teléfono me bloqueó en ese chat y entonces le envié un mensaje de texto preguntándome por qué me había bloqueado. Inmediatamente recibí otra serie de mensajes en el que esta señora se dirigía a mí hablándome de usted (algo que nunca había hecho, siempre me había hablado de tú) y muy digna me aclaraba que me estaba teniendo la atención de avisarme para que no tuviera que dar la vuelta en balde pues ella tendría que regresarme a mi casa sin atenderme. Me dijo además que se reservaba el derecho a decidir con quién usar su línea particular y con quién no.

Lo que me llamó mucho la atención fue ese tono de molestia y su actitud defensiva, como si al preguntarle por qué me había bloqueado en what’s up le hubiera faltado al respeto. De hecho, lo que hizo esta señora al bloquearme fue una agresión. Si no quería que tuviera su número, no debió usarlo para enviarme mensajes de texto. Además, al avisarme no me estaba teniendo ninguna atención, era su obligación, más aun tomando en cuenta que al asignarme cita para ese día, Laura Atilano no cometió ningún error, sino que Delia me quitó mi lugar para dárselo a otra persona.

Hay que ver lo que es capaz de hacer esta señora.

Me molesté mucho por el proceder de esta mujer mentirosa y deshonesta y le envié mensajes ofensivos, cosa de lo que no me arrepiento en lo más absoluto. Le dije entre otras cosas que era una enferma mental (cosa que en realidad no es una ofensa pues yo también lo soy) y que es la verdad, pues cuando la conocí ella me dijo que padecía un trastorno, aunque no me especificó cuál ni de qué tipo.

Días después me desbloqueó en what’s up y me envió un mensaje de voz de cuatro minutos, en el que me decía tontería y media y me amenazaba con ir a levantar una denuncia por acoso. Entre otras cosas me decía que mi “cabecita que está un poco enferma, cosa que no es ninguna mentira”… olvidando que su cabecita también está un poco enferma y eso tampoco es ninguna mentira, y mencionando a Sayroli y a las “dos Lauras”. Me pedía además que dejara de estar molestando a sus compañeras, cosa que si estaba ocurriendo le hubiera tocado decirlo a ellas, pues hasta donde yo sé, en ningún momento la nombraron su vocera para que hablara a su nombre. Tengo grabado el mensaje de voz con el montón de tonterías que dijo esta señora y el despliegue que hizo de deshonestidad y falta de vergüenza.

Semanas después, hablé con Lupita (Delia se había referido a ella diciendo: yo no soy amiga de nadie, le comuniqué esta situación a Lupita, que es mi jefa) y ésta (Guadalupe Rodríguez Díaz, jefa del área de psicología en los centros de intervención en crisis de Cruz Verde en Zapopan) me comentó que Delia había hablado con ella respecto a su conflicto conmigo y le había dicho que tuvo que quitarme mi cita debido a una situación de emergencia, que se había presentado el caso de un usuario con ideación suicida.

Fue fácil darme cuenta de lo que había pasado (como menciono en un párrafo anterior) que Delia me había quitado mi cita para darle espacio a otro usuario. Si se iba a presentar una situación de emergencia, un usuario con ideación suicida, Delia debió tener una bola de cristal para haberse enterado el viernes por la tarde, siendo que la situación se iba a dar el sábado a las 16:00 horas.

Además de ser una mentirosa y una persona deshonesta, la psicóloga Delia Margarita Algarín Chávez no tiene ni siquiera inteligencia para mentir. Se había expresado mal conmigo de Lupita Rodríguez y la razón de ello fue que esta última no le ha dado planta o base.

Como individuo que padece una patología grave, sé que el proceder de una persona como Delia no puede adjudicarse a su trastorno mental, sino a una mentalidad en la que predomina la mala voluntad y el uso de la falsedad como su estilo personal para ir por la vida.

Espero Delia no obtenga empleo de planta y mucho menos base, pues es la clase de persona que no necesitamos en el servicio público.

domingo, 17 de enero de 2016

El hombre en busca de sentido, segunda parte



Frankl también saca como conclusión que sólo hay dos razas de hombres, hombres decentes e indecentes. Ninguna sociedad está libre de ninguno de ellos, y así habían guardias Nazi “decentes” y prisioneros “indecentes,” más notablemente el kapo que torturaba y abusaba de sus compañeros prisioneros por ganancia personal.

Su pasaje concluyente en la Parte Uno describe la reacción psicológica de los internos a su liberación, que separa en tres etapas. La primera es despersonalización – un periodo de reajuste, en el que el prisionero gradualmente regresa al mundo. Inicialmente, los prisioneros liberados están tan aturdidos que no son capaces de comprender lo que significa la libertad, o de responder a ella emocionalmente. Parte de ellos cree que es una ilusión o un sueño que les será quitado. En su primera incursión fuera de su antigua prisión, los prisioneros se dan cuenta de que no pueden comprender qué es el placer. Las flores y la realidad de la libertad que habían soñado durante años eran surrealistas ante su incapacidad de captar debido a su despersonalización.

El cuerpo es el primera elemento a romper en esta etapa, respondiendo a grandes apetitos respecto a comer y querer dormir más. Sólo después de una reposición parcial del cuerpo, la mente es capaz de responder, como “sintiéndose de pronto quebrantada por los extraños grilletes que la habían restringido”.

Esto hace que comience la segunda etapa, en la que existe el peligro de deformación. Conforme la intensa presión de la mente es liberada, la salud mental puede ser puesta en peligro. Frankl usa la analogía de un buzo que de pronto es liberado de su cámara de presión. Recuenta la historia de un amigo decente que inmediatamente se vio obsesionado con dispensar la misma violencia en un juicio hacia sus abusadores que ellos le habían infligido a él.

Al regresar al hogar, los prisioneros tenían que enfrentar dos experiencias fundamentales que también podían dañar su salud mental: amargura y desilusión. La última parte es la amargura y la falta de respuesta del mundo exterior – una “superficialidad y ausencia de sentimientos… tan repugnante que uno finalmente sentía la necesidad de meterse en un hoyo y no volver a oír ni a ver seres humanos nunca más” Peor era la desilusión, que era descubrir que el sufrimiento no termina, que la felicidad anhelada no llegará. Esta era la experiencia de aquellos que – como Frankl – regresaron a casa para descubrir que nadie los esperaba. La esperanza que los había sostenido a lo largo de su tiempo en el campo de concentración ahora se había ido. Frankl cita su experiencia como la más difícil de superar.

Conforme pasó el tiempo, sin embargo, la experiencia del prisionero en un campo de concentración finalmente se convirtió en nada más que una pesadilla recordada. Lo que es más, sabe que no tiene nada más que temer, “excepto a su Dios”.

El sentido de la vida de Frankl es ayudar a otros a encontrar el suyo.

El hombre en busca de sentido, primera parte



El hombre en busca de sentido es un libro de 1946 de Viktor Frankl, una crónica de sus experiencias como interno en el campo de concentración Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial, y describe su método psicoterapéutico, que involucró identificar un propósito en la vida por el cual desarrollar sentimientos positivos y entonces, imaginar el resultado con la mayor energía posible. De acuerdo con Frankl, el modo como un prisionero imaginaba el futuro afectaba su longevidad. El libro intenta responder a la pregunta, ¿cómo se reflejaba la vida diaria en un campo concentración en la mente del prisionero promedio? La Parte Uno constituye el análisis de Frankl de sus experiencias en campos de concentración, mientras que la Parte Dos introduce sus ideas de significado y su teoría llamada logoterapia.

Frankl identifica tres reacciones psicológicas experimentadas por todos los internos en un grado u otro: (1) shock durante la fase de admisión al campo, (2) apatía después de acostumbrarse a la existencia en el campo, en el que el interno valora sólo aquello que le ayuda a sí mismo y a sus amigos a sobrevivir, y (3) reacciones de despersonalización, deformidad moral, amargura y desilusión si sobrevive y es liberado.

Frankl concluye que el significado de la vida es encontrado en cada momento de la existencia; la vida nunca deja de tener significado, aún durante el sufrimiento y la muerte. En una sesión de terapia de grupo durante un ayuno masivo infligido sobre los internos del campo que trataban de proteger a un compañero anónimo de represalias fatales, Frankl ofreció el pensamiento de que para cada persona en una condición terrible hay alguien mirando desde arriba, un amigo, un miembro de la familia, o incluso Dios, que esperaría no ser decepcionado. Frankl concluye de su experiencia que las reacciones psicológicas de un prisionero no son solamente el resultado de sus condiciones de vida, sino también de la libertad de elección que siempre tiene, incluso durante sufrimiento severo. El asidero interior que un prisionero tiene en su yo espiritual se basa en tener una esperanza en el futuro, y una vez que el prisionero pierde esa esperanza, está perdido.

Un ejemplo de la idea de Frankl sobre encontrar significado en medio de sufrimiento extremo se encuentra en su relato de una experiencia que tuvo mientras trabajaban en las terribles condiciones del campo de concentración Auschwitz:

… tropezamos en la oscuridad sobre grandes piedras y charcos, a lo largo de un camino que provenía del campo. Los  guardias que nos acompañaban gritaban y nos empujaban con las culatas de sus rifles. Quien tuviera los pies lastimados se apoyaba en el brazo de su vecino. Difícilmente se hablaba una palabra; el viento helado no nos animaba a hablar. Ocultando su boca detrás de su cuello vuelto hacia arriba, el hombre que marchaba junto a mí susurró de pronto: “si nuestras esposas pudieran vernos, espero que estén mejor que nosotros en sus campos y no sepan lo que nos está pasando.”

Eso trajo a mi mente a mi propia esposa. Conforme caminábamos millas, resbalando en puntos helados, apoyándonos uno en el otro una y otra vez, arrastrándonos uno al otro hacia arriba y hacia adelante, nada se decía, pero ambos sabíamos que cada uno de nosotros pensaba en su esposa. Ocasionalmente miraba al cielo, donde las estrellas se desvanecían y la luz rosada de la mañana comenzaba a expandirse detrás de un oscuro banco de nubes. Pero mi mente se aferraba a la imagen de mi esposa, imaginándola con una extraña exactitud. La escuché respondiéndome, vi su sonrisa, su mirada franca y alentadora. Real o no, su mirada era entonces más luminosa que el sol que comenzaba a elevarse.

Un pensamiento me paralizó: por primera vez en mi vida vi la verdad como tantos poetas la expresan, proclamada como sabiduría por tantos pensadores. La verdad – que el amor es el último y más alto objetivo al que el hombre puede aspirar. Entonces comprendí el significado del mayor secreto que la poesía y el pensamiento humano y la creencia tienen para impartir: la salvación del hombre es a través del amor y en el amor. Comprendí cómo un hombre al que no le queda nada en este mundo aún puede conocer la felicidad, así sea por solo un breve momento, en la contemplación de su ser amado. En una posición de profunda desolación, cuando el hombre no se puede expresar mediante acción positiva, cuando su único logro podría consistir resistir sus sufrimientos del modo correcto – de un modo honorable – en tal posición el hombre puede, mediante el amor a la vida, lograr su realización. Por primera vez en mi vida fui capaz de comprender el significado de las palabras “los ángeles están perdidos en perpetua contemplación de una gloria infinita…”

domingo, 3 de enero de 2016

Comienza un nuevo año y veo la necesidad de cambiar


Comienza un nuevo año y cobro conciencia de la necesidad de cambiar. El año que terminó fue excepcionalmente bueno porque pude conseguir un empleo, algo por lo que debería darle gracias a un poder superior, ante la dificultad de creer en Dios. Ese empleo ha cambiado muchas cosas, me ha convertido en una persona productiva, me ha dado estabilidad económica, autoestima, respeto propio y el de otras personas, la posibilidad de que mi vida continúe y no termine trágicamente uno de estos días.

Sin embargo, pese a los cambios positivos muy evidentes, la he pasado mal una buena parte del tiempo porque mi mente sigue haciéndome trampa alterando mi conciencia y mi percepción de la realidad, dificultando que disfrute el buen momento por el que estoy pasando y en cambio poniéndome en situaciones de riesgo en el trabajo y en mis relaciones personales.

Empiezo a darme cuenta de que tengo que dejar de vivir en el pasado y detener los pensamientos en los que aparece mi padre, que murió hace ocho años así como otras personas que me han hecho daño. Tengo un comportamiento muy violento, especialmente en lo que se refiere a mi vocabulario, sea de forma oral o por escrito. Con esto último me refiero a la red social twitter, en la que interactúo con un cierto número de personas y frecuentemente agredo a alguien. Creo que esa agresividad y esa violencia provienen de una tremenda inseguridad, parece un intento por llamar la atención presentándome como algo que en realidad no soy.

También soy extraordinariamente vengativo. Fabiola, la dama que fue mi psiquiatra a partir de febrero de 2011 me llamó narcisista y esto viene a cuento porque pienso que mi carácter vengativo podría tener su origen en un narcisismo desproporcionado. Un cierto número de personas han enfrentado consecuencias porque se las he cobrado por haberme jugado rudo en el pasado.

Vivo una activa vida de fantasía en la que me imagino en situaciones de conflicto que empiezan en agresiones verbales con alta probabilidad de peleas a golpes. Otra fantasía frecuente es aquella en la que participo en un partido de tenis, dobles varonil en el que soy el jugador más fuerte y más rápido y hago gala de un servicio excepcionalmente potente. Un poco menos frecuente es aquella en la que recorro ciertas distancias en bicicleta manteniendo promedios de velocidad muy altos, dejándome ver muy competitivo con ciclistas muy dedicados y haciendo gala de una anatomía privilegiada.

Todo esto proviene de una falta de aceptación. No me acepto como soy y quisiera llamar poderosamente la atención de otras personas. Sobra decir que mis fantasías son irreales y absolutamente imposibles de realizar. La solución obvia es aceptarme como soy y para ello es necesario conocerme a mí mismo. En el empleo que he desempeñado durante ocho meses he llamado la atención de forma positiva por mi dedicación al trabajo y mi buen desempeño. La otra parte es que también he llamado la atención de forma negativa por arranques de furia y una cierta hostilidad que comienza a manifestarse de forma más frecuente y puede meterme en problemas.

He pensado en lo mucho que sufro por todo lo que perdí a partir de febrero de 1998, cuando mi incipiente carrera en la maquiladora electrónica se vio cortada de tajo por la traición de mi “amigo” David y la saña con la que me atacó mi padre, con participación del resto de mi familia. En lugar de sufrir por todos esos años en los que me vi privado de un empleo con una remuneración justa, debo disfrutar lo que sí tengo.

Tengo un empleo que me hace sentir productivo y útil, valioso.

Tengo a mi madre conmigo, una mujer en la tercera edad que me atiende con mucho amor y que hace mi existencia menos solitaria y más llevadera.

Tengo el uso de mis piernas y mis brazos y la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto. Mi actividad deportiva que he mantenido durante tantos años junto con mis buenos hábitos de alimentación me han ayudado a permanecer físicamente apto y eso se refleja en mi persona, en mi anatomía y en cada uno de mis rasgos físicos.

Tengo una cierta capacidad de empatía y una compresión de la vida que me dan la posibilidad de amar a otros seres humanos, dejando de juzgarlos o de considerarlos inferiores y aprendiendo a conocerlos y a reconocer su potencial.

Para aceptarme y estar bien conmigo mismo tengo que aprender a detener el tren de pensamientos que me hacen sentir que estoy siendo observado por otras personas que tienen un gran interés en mí, como si fuera el personaje principal de una película de Hollywood. Tengo que dejar de pensar que siendo violento puedo parecer un individuo interesante y atractivo para otras personas y darme cuenta de que puedo ser eso aprendiendo a ser yo mismo, aprendiendo a dejar de parecer algo que no soy.

Mi inseguridad proviene de una idea inconsciente de que soy poco, de que otras personas no se fijan en mí por eso.

No soy poco pero vivo como si lo fuera. Si logro conocerme a mí mismo, podré sacarle mucho provecho a la vida y cambiar mi existencia para bien.