domingo, 17 de enero de 2016

El hombre en busca de sentido, segunda parte



Frankl también saca como conclusión que sólo hay dos razas de hombres, hombres decentes e indecentes. Ninguna sociedad está libre de ninguno de ellos, y así habían guardias Nazi “decentes” y prisioneros “indecentes,” más notablemente el kapo que torturaba y abusaba de sus compañeros prisioneros por ganancia personal.

Su pasaje concluyente en la Parte Uno describe la reacción psicológica de los internos a su liberación, que separa en tres etapas. La primera es despersonalización – un periodo de reajuste, en el que el prisionero gradualmente regresa al mundo. Inicialmente, los prisioneros liberados están tan aturdidos que no son capaces de comprender lo que significa la libertad, o de responder a ella emocionalmente. Parte de ellos cree que es una ilusión o un sueño que les será quitado. En su primera incursión fuera de su antigua prisión, los prisioneros se dan cuenta de que no pueden comprender qué es el placer. Las flores y la realidad de la libertad que habían soñado durante años eran surrealistas ante su incapacidad de captar debido a su despersonalización.

El cuerpo es el primera elemento a romper en esta etapa, respondiendo a grandes apetitos respecto a comer y querer dormir más. Sólo después de una reposición parcial del cuerpo, la mente es capaz de responder, como “sintiéndose de pronto quebrantada por los extraños grilletes que la habían restringido”.

Esto hace que comience la segunda etapa, en la que existe el peligro de deformación. Conforme la intensa presión de la mente es liberada, la salud mental puede ser puesta en peligro. Frankl usa la analogía de un buzo que de pronto es liberado de su cámara de presión. Recuenta la historia de un amigo decente que inmediatamente se vio obsesionado con dispensar la misma violencia en un juicio hacia sus abusadores que ellos le habían infligido a él.

Al regresar al hogar, los prisioneros tenían que enfrentar dos experiencias fundamentales que también podían dañar su salud mental: amargura y desilusión. La última parte es la amargura y la falta de respuesta del mundo exterior – una “superficialidad y ausencia de sentimientos… tan repugnante que uno finalmente sentía la necesidad de meterse en un hoyo y no volver a oír ni a ver seres humanos nunca más” Peor era la desilusión, que era descubrir que el sufrimiento no termina, que la felicidad anhelada no llegará. Esta era la experiencia de aquellos que – como Frankl – regresaron a casa para descubrir que nadie los esperaba. La esperanza que los había sostenido a lo largo de su tiempo en el campo de concentración ahora se había ido. Frankl cita su experiencia como la más difícil de superar.

Conforme pasó el tiempo, sin embargo, la experiencia del prisionero en un campo de concentración finalmente se convirtió en nada más que una pesadilla recordada. Lo que es más, sabe que no tiene nada más que temer, “excepto a su Dios”.

El sentido de la vida de Frankl es ayudar a otros a encontrar el suyo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario