Comienza un nuevo año y cobro conciencia de la necesidad de cambiar. El año que terminó fue excepcionalmente bueno porque pude conseguir un empleo, algo por lo que debería darle gracias a un poder superior, ante la dificultad de creer en Dios. Ese empleo ha cambiado muchas cosas, me ha convertido en una persona productiva, me ha dado estabilidad económica, autoestima, respeto propio y el de otras personas, la posibilidad de que mi vida continúe y no termine trágicamente uno de estos días.
Sin
embargo, pese a los cambios positivos muy evidentes, la he pasado mal una buena
parte del tiempo porque mi mente sigue haciéndome trampa alterando mi
conciencia y mi percepción de la realidad, dificultando que disfrute el buen
momento por el que estoy pasando y en cambio poniéndome en situaciones de
riesgo en el trabajo y en mis relaciones personales.
Empiezo
a darme cuenta de que tengo que dejar de vivir en el pasado y detener los
pensamientos en los que aparece mi padre, que murió hace ocho años así como
otras personas que me han hecho daño. Tengo un comportamiento muy violento,
especialmente en lo que se refiere a mi vocabulario, sea de forma oral o por
escrito. Con esto último me refiero a la red social twitter, en la que interactúo
con un cierto número de personas y frecuentemente agredo a alguien. Creo que
esa agresividad y esa violencia provienen de una tremenda inseguridad, parece
un intento por llamar la atención presentándome como algo que en realidad no
soy.
También
soy extraordinariamente vengativo. Fabiola, la dama que fue mi psiquiatra a
partir de febrero de 2011 me llamó narcisista y esto viene a cuento porque
pienso que mi carácter vengativo podría tener su origen en un narcisismo
desproporcionado. Un cierto número de personas han enfrentado consecuencias
porque se las he cobrado por haberme jugado rudo en el pasado.
Vivo
una activa vida de fantasía en la que me imagino en situaciones de conflicto
que empiezan en agresiones verbales con alta probabilidad de peleas a golpes.
Otra fantasía frecuente es aquella en la que participo en un partido de tenis,
dobles varonil en el que soy el jugador más fuerte y más rápido y hago gala de
un servicio excepcionalmente potente. Un poco menos frecuente es aquella en la
que recorro ciertas distancias en bicicleta manteniendo promedios de velocidad
muy altos, dejándome ver muy competitivo con ciclistas muy dedicados y haciendo
gala de una anatomía privilegiada.
Todo
esto proviene de una falta de aceptación. No me acepto como soy y quisiera
llamar poderosamente la atención de otras personas. Sobra decir que mis
fantasías son irreales y absolutamente imposibles de realizar. La solución
obvia es aceptarme como soy y para ello es necesario conocerme a mí mismo. En
el empleo que he desempeñado durante ocho meses he llamado la atención de forma
positiva por mi dedicación al trabajo y mi buen desempeño. La otra parte es que
también he llamado la atención de forma negativa por arranques de furia y una
cierta hostilidad que comienza a manifestarse de forma más frecuente y puede
meterme en problemas.
He
pensado en lo mucho que sufro por todo lo que perdí a partir de febrero de
1998, cuando mi incipiente carrera en la maquiladora electrónica se vio cortada
de tajo por la traición de mi “amigo” David y la saña con la que me atacó mi
padre, con participación del resto de mi familia. En lugar de sufrir por todos
esos años en los que me vi privado de un empleo con una remuneración justa,
debo disfrutar lo que sí tengo.
Tengo
un empleo que me hace sentir productivo y útil, valioso.
Tengo
a mi madre conmigo, una mujer en la tercera edad que me atiende con mucho amor
y que hace mi existencia menos solitaria y más llevadera.
Tengo
el uso de mis piernas y mis brazos y la vista, el oído, el tacto, el olfato y
el gusto. Mi actividad deportiva que he mantenido durante tantos años junto con
mis buenos hábitos de alimentación me han ayudado a permanecer físicamente apto
y eso se refleja en mi persona, en mi anatomía y en cada uno de mis rasgos
físicos.
Tengo
una cierta capacidad de empatía y una compresión de la vida que me dan la
posibilidad de amar a otros seres humanos, dejando de juzgarlos o de
considerarlos inferiores y aprendiendo a conocerlos y a reconocer su potencial.
Para
aceptarme y estar bien conmigo mismo tengo que aprender a detener el tren de
pensamientos que me hacen sentir que estoy siendo observado por otras personas
que tienen un gran interés en mí, como si fuera el personaje principal de una
película de Hollywood. Tengo que dejar de pensar que siendo violento puedo parecer
un individuo interesante y atractivo para otras personas y darme cuenta de que
puedo ser eso aprendiendo a ser yo mismo, aprendiendo a dejar de parecer algo
que no soy.
Mi
inseguridad proviene de una idea inconsciente de que soy poco, de que otras
personas no se fijan en mí por eso.
No
soy poco pero vivo como si lo fuera. Si logro conocerme a mí mismo, podré
sacarle mucho provecho a la vida y cambiar mi existencia para bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario