El
hombre en busca de sentido es un libro de 1946 de Viktor Frankl, una crónica de sus experiencias como interno en
el campo de concentración Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial, y
describe su método psicoterapéutico, que involucró identificar un propósito en
la vida por el cual desarrollar sentimientos positivos y entonces, imaginar el
resultado con la mayor energía posible. De acuerdo con Frankl, el modo como un
prisionero imaginaba el futuro afectaba su longevidad. El libro intenta
responder a la pregunta, ¿cómo se reflejaba la vida diaria en un campo
concentración en la mente del prisionero promedio? La Parte Uno constituye el
análisis de Frankl de sus experiencias en campos de concentración, mientras que
la Parte Dos introduce sus ideas de significado y su teoría llamada
logoterapia.
Frankl
identifica tres reacciones psicológicas experimentadas por todos los internos
en un grado u otro: (1) shock durante la fase de admisión al campo, (2) apatía después
de acostumbrarse a la existencia en el campo, en el que el interno valora sólo
aquello que le ayuda a sí mismo y a sus amigos a sobrevivir, y (3) reacciones
de despersonalización, deformidad moral, amargura y desilusión si sobrevive y
es liberado.
Frankl
concluye que el significado de la vida es encontrado en cada momento de la
existencia; la vida nunca deja de tener significado, aún durante el sufrimiento
y la muerte. En una sesión de terapia de grupo durante un ayuno masivo infligido
sobre los internos del campo que trataban de proteger a un compañero anónimo de
represalias fatales, Frankl ofreció el pensamiento de que para cada persona en una
condición terrible hay alguien mirando desde arriba, un amigo, un miembro de la
familia, o incluso Dios, que esperaría no ser decepcionado. Frankl concluye de
su experiencia que las reacciones psicológicas de un prisionero no son
solamente el resultado de sus condiciones de vida, sino también de la libertad
de elección que siempre tiene, incluso durante sufrimiento severo. El asidero
interior que un prisionero tiene en su yo espiritual se basa en tener una
esperanza en el futuro, y una vez que el prisionero pierde esa esperanza, está
perdido.
Un
ejemplo de la idea de Frankl sobre encontrar significado en medio de
sufrimiento extremo se encuentra en su relato de una experiencia que tuvo
mientras trabajaban en las terribles condiciones del campo de concentración
Auschwitz:
…
tropezamos en la oscuridad sobre grandes piedras y charcos, a lo largo de un
camino que provenía del campo. Los
guardias que nos acompañaban gritaban y nos empujaban con las culatas de
sus rifles. Quien tuviera los pies lastimados se apoyaba en el brazo de su
vecino. Difícilmente se hablaba una palabra; el viento helado no nos animaba a
hablar. Ocultando su boca detrás de su cuello vuelto hacia arriba, el hombre
que marchaba junto a mí susurró de pronto: “si nuestras esposas pudieran
vernos, espero que estén mejor que nosotros en sus campos y no sepan lo que nos
está pasando.”
Eso
trajo a mi mente a mi propia esposa. Conforme caminábamos millas, resbalando en
puntos helados, apoyándonos uno en el otro una y otra vez, arrastrándonos uno
al otro hacia arriba y hacia adelante, nada se decía, pero ambos sabíamos que
cada uno de nosotros pensaba en su esposa. Ocasionalmente miraba al cielo,
donde las estrellas se desvanecían y la luz rosada de la mañana comenzaba a
expandirse detrás de un oscuro banco de nubes. Pero mi mente se aferraba a la
imagen de mi esposa, imaginándola con una extraña exactitud. La escuché
respondiéndome, vi su sonrisa, su mirada franca y alentadora. Real o no, su
mirada era entonces más luminosa que el sol que comenzaba a elevarse.
Un
pensamiento me paralizó: por primera vez en mi vida vi la verdad como tantos
poetas la expresan, proclamada como sabiduría por tantos pensadores. La verdad –
que el amor es el último y más alto objetivo al que el hombre puede aspirar. Entonces
comprendí el significado del mayor secreto que la poesía y el pensamiento
humano y la creencia tienen para impartir: la salvación del hombre es a través
del amor y en el amor. Comprendí cómo un hombre al que no le queda nada en este
mundo aún puede conocer la felicidad, así sea por solo un breve momento, en la
contemplación de su ser amado. En una posición de profunda desolación, cuando
el hombre no se puede expresar mediante acción positiva, cuando su único logro
podría consistir resistir sus sufrimientos del modo correcto – de un modo
honorable – en tal posición el hombre puede, mediante el amor a la vida, lograr
su realización. Por primera vez en mi vida fui capaz de comprender el
significado de las palabras “los ángeles están perdidos en perpetua
contemplación de una gloria infinita…”
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