jueves, 17 de marzo de 2016

Pensando en Laura, alguien a quien verdaderamente puedo llamar amiga


Mi mente parece estar ocupada todo el tiempo, lo que supone un problema. Rara vez tengo la tranquilidad que anhelo porque me psiquis me hace trampa. He pensado en utilizar ese estado de sobre-excitación para canalizar por medio de la escritura esa energía mental que tanto se desperdicia, pero cuando lo intento mi mente se queda en blanco y soy incapaz de escribir nada que no sea otra repetición de mi obsesión permanente.

Siento que finalmente he podido acercarme a Laura, una dama a quien he llegado a querer mucho. Ese afecto tiene su origen en la gratitud por haberme atendido a partir de diciembre de 2007, a lo largo de todo el año 2008 y los primeros cuatro meses de 2009. Laura estuvo conmigo en una época de mi vida extraordinariamente difícil, la considero una de las mejores personas que he conocido jamás y pienso que si ella no hubiera estado presente durante ese periodo tan difícil, muy probablemente yo no hubiera sobrevivido.

Mi mente me hace trampa. Pienso en el “hubiera” y si bien yo rechazo el consabido cliché “el hubiera no existe” (porque creo que es parte de nuestra condición humana), sí creo que mi tendencia a pensar en lo diferente que sería mi vida si el pasado hubiera sido diferente constituye un pesado lastre que me provoca un sufrimiento innecesario y complica aún más mi existencia cotidiana.

Traté de hacer amistad con Laura cuando tuvo que irse de la institución en la que trabajaba en esa época en que me atendió, pero no fue posible; creo que todavía no había llegado el momento. Ahora que he madurado un poco y he conseguido avances importantes gracias al tratamiento farmacológico para mi trastorno de personalidad, y he cobrado conciencia de lo mal que me comporto con las pocas personas que tienen conmigo una relación voluntaria, parece haber llegado el momento de establecer una relación de amistad, de afecto y de respeto con este bello ser humano.

Laura me atendía por teléfono en un servicio de atención psicológica en la época que menciono en los párrafos anteriores. Esta dama es prácticamente siete años más joven que yo, pero por la madurez que ella tiene, de la que yo carezco, la situación pareciera ser a la inversa; además Laura me despierta mucha admiración por su capacidad para trabajar, para desenvolverse entre su familia y sus seres queridos, para abrirse camino en su existencia cotidiana y por su capacidad de amar.

Es tan bonito quererla.

Finalmente me permitió entrar en su vida y ese hecho constituye una oportunidad que no quiero echar a perder. Hemos tenido momentos difíciles, como aquel en que le envié mensajes a su celular vía what’s up que ella pareció ignorar, lo que provocó que yo me sintiera lastimado, viviendo esos momentos como si ella y el resto del mundo me despreciaran; las trampas que me hace mi mente me hicieron sentirme como un gusano insignificante y al mismo tiempo me sentí agredido por ella y por todas aquellas personas que han mostrado desprecio hacia mí o que me han tratado como a un individuo débil, a quien se puede lastimar si se siente la necesidad de violentar a alguien.

Al día siguiente tuve comunicación con Laura, primero vía email, después por mensajes de what’s up y finalmente por teléfono y sin intención de hacerlo la lastimé, pero Laura no contempló en ningún momento expulsarme de su vida, incluso pensó en cambiar nuestra relación, dejar de ser amigos para volver a ser terapeuta y paciente. Si el afecto que sentía hacia ella ya era considerable, con eso se incrementó todavía más y sentí la necesidad de expresárselo. Al mismo tiempo le pedí perdón por haberla lastimado, por pagarle de esa manera el haberme permitido entrar en su vida, a lo que ella respondió que no tenía nada que perdonar.

“Laura, ¿te incomoda que te diga que te quiero?”, le pregunté. Ella respondió: “la verdad sí, me hace sentirme rara”. Le pregunté entonces: “¿me puedes ver como a un hermano?”, ella me respondió afirmativamente y entonces le dije: “¿puedes aceptar mi amor fraterno?..., te quiero mucho hermana, te quiero mucho”. Ella me agradeció la manifestación de afecto y pocos minutos más tarde terminamos nuestra llamada.

Y es tan difícil querer a alguien y no poder decírselo. Entiendo la necesidad de reprimir la furia, el resentimiento, el odio, pero me resulta difícil entender que sea necesario reprimir el afecto, el cariño, el amor.

Ahora Laura, ese bello ser humano ha recibido más muestras del sentimiento que ella despierta en mí y quiero pensar que eso va a fortalecer nuestra relación de amistad y llegará un momento en que mis expresiones de afecto dejarán de producirle inquietud e incomodidad.

Te quiero, Laura.



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