jueves, 29 de septiembre de 2016

La persistencia de la falsedad, la intriga y la manipulación


El hombre que tuve por padre, que murió hace cerca de nueve años, se dedicó a destruirse a sí mismo, principalmente por medio de la bebida, en cuyo proceso se provocó un deterioro físico muy grave que le afectó principalmente el hígado, y por supuesto, un deterioro mental, cognitivo y emocional grave e irreversible.

Este mal individuo tenía la necesidad de justificar el daño que se estaba haciendo a sí mismo y a otras personas y para ello necesitaba alguien a quien echarle la culpa. Para eso mi madre y yo le fuimos de mucha utilidad. La mayoría de las personas que convivían con él mientras se emborrachaba, el cantinero del club, los trabajadores del rancho, sus amigos del dominó, sus hermanos y los hijos de estos (mis primos paternos), etc., al escuchar sus lamentos, lo trágica e injusta que era su vida, se formaban en su mente la imagen de una esposa cruel e insensible antes el sufrimiento de su esposo mártir, y de un hijo que vivía en el hedonismo, rodeado de lujos, de dinero y de todo lo que este puede comprar con una actitud de indiferencia ante su padre, en el mejor de los casos.

No es difícil entender el porqué de esto. Ningún individuo deshonesto le dice a su interlocutor que se odia a sí mismo y de ahí su imperiosa necesidad de hacerse daño. Mi padre no podía decirle al montón de idiotas que lo escuchaban y le creían sus embustes que su esposa era una buena mujer, con puntos fuertes y débiles que había estado casada con él durante cerca de 40 años y fue blanco de sus ataques que tenían su origen en traumas psicológicos muy graves.

Mi padre no tenía conciencia de que una esposa no tiene como función ser el sustituto de una madre, y ahí radicaba buena parte del problema. Su complejo de Edipo era una perversión grave, al punto de que cuando comenzó a tener problemas con mi madre, dejó de proyectar su imagen materna en su esposa para comenzar a proyectarla en mi hermana Yolanda (nacida en 1968) y muchos años después, por su hija Ivette, fruto de su relación con su concubina, fuera del matrimonio.

En los años en que mis hermanas y yo fuimos niños, mi padre no vio a sus hijas como tales, sino como mujeres en miniatura por las que sentía deseo carnal, sabiendo muy bien que eso era una perversión grave. A mi hermana Yolanda le atribuyó todo tipo de cualidades, reales e imaginarias y le dio mucho poder, del que ella abusó, especialmente en lo que se refiere a su relación conmigo y con Verónica, nuestra hermana menor. De alguna manera, sus ataques no fueron tan efectivos cuando iban dirigidos contra nuestra hermana Mónica.

El padre de mi padre, mi abuelo paterno, fue el único hijo varón con tres hermanas, igual que yo. Según mi padre, este señor fue un individuo perverso y violento y un padre y un esposo muy abusivo. A él le atribuía mi padre la muerte prematura de su madre, y como consiguiente haber quedado huérfano al inicio de su adolescencia.

Mi padre se planteó como objetivo hacer de mí un hombre de bien, para que no me convirtiera en una persona de lo peor, como mi abuelo paterno. Para colmo, me pusieron Rafael, que es el nombre de mi padre y de mi abuelo. Mi padre me odiaba simplemente porque existía, por ser el único hijo varón con tres hermanas, por llamarme Rafael, por tener una madre que limitaba la violencia que él ejercía contra mí, y en su inconsciente me hacía responsable (por mi parecido con mi abuelo paterno) de la muerte de su madre y de todo el sufrimiento que ello le ocasionó.

Ese individuo ha sido el peor enemigo que he tenido jamás, y a ocho años y nueve meses de su fallecimiento, mi hermana Yolanda y su cónyuge hablan falsedad y media de mí a mis espaldas, tal como lo hacía el susodicho.

¿Por qué hace esto mi hermana Yolanda? Porque tiene un problema gigantesco. Está casada con un individuo que cuenta con escolaridad primaria en pleno siglo XXI, que no sabe ganarse la vida y pretende hacerse de un empleo de ejecutivo importante con altos ingresos o en su defecto que su esposa lo mantenga, como ha sucedido desde que se casaron, hace 23 años.

martes, 20 de septiembre de 2016

Mi hermana Yolanda, su matrimonio, su cónyuge, su familia


Mi hermana Yolanda nació en julio de 1968, cuatro años después de Mónica y yo, que somos gemelos fraternos. Mi padre era un hombre muy enfermo y tenía un carácter muy incestuoso, desde que Yolanda era bebé vio en ella a su difunta madre y la convirtió en su hija favorita.

Durante su infancia y adolescencia Yolanda fue buena estudiante, sacaba muy buenas notas y era muy diligente. Esto no porque fuera inteligente, sino porque tenía buena aptitud para el estudio y mucho sentido de la responsabilidad. Mi padre siempre se dejó cegar por las cualidades imaginarias y reales de su hija preferida.

Yolanda presenció la violencia brutal a la que nuestro padre sometió a nuestra madre. Mi hermana se dio cuenta de que mi padre violentaba a nuestra madre de muchas maneras, una de ellas la económica y decidió que cuando se casara, lo haría con un hombre improductivo y estéril para que él dependiera de ella y no pudiera ejercer contra ella violencia económica.

En 1991 nació Marlon, mi sobrino hijo de Verónica, mi hermana menor (que murió cerca de quince años más tarde, en abril de 2006 a los 33 años y medio de edad). Ello permitió que Yolanda conociera al que se convertiría en su esposo, pues era hermano del esposo de Verónica, padre de mi sobrino.

A sus 24 años, Yolanda se sentía quedada y anhelaba casarse y tener hijos. La situación de nuestra hermana Verónica era extremadamente difícil, pero Yolanda pensaba que la suya era peor, pues no tenía un hombre en su vida. Por eso cuando Enrique la sedujo y le habló de matrimonio, ella se alborotó sin detenerse a pensar que ese individuo no tenía estudios (su escolaridad es primaria), estaba desempleado, no tenía absolutamente nada y su estupidez la cegó ante el hecho de que ese individuo es deshonesto, un verdadero fraude.

Yolanda y Enrique se casaron el sábado 14 de agosto de 1993, día en que nuestro padre cumplió 56 años (él le pidió a su hija preferida que contrajera nupcias en esa fecha, parte de su carácter incestuoso). Se deduce que han pasado 23 años y un mes hasta el día de hoy y no acabo de entender cómo es que tantas personas que los conocen no se dan cuenta de que ella es la que trabaja y que Enrique no lo hace, no es productivo, no asume su responsabilidad de esposo y padre, y tampoco ven sus malas características. Enrique es un maestro en el arte de la manipulación, el embuste y la intriga.

Volviendo a mi tío Paco, que aparece en una entrada muy reciente, y a su familia, no entiendo cómo este señor de 71 años puede ser tan increíblemente pendejo como para no darse cuenta, habiendo observado que Yolanda se rompe la espalda trabajando, que el esfuerzo lo hace ella sola y que su cónyuge en lo único que le ayuda es gastando el dinero que ella gana.

Enrique pretende pertenecer a la familia no como cónyuge de Yolanda, sino como hijo de mis padres, quisiera llevar mi apellido paterno y materno y ser hermano de mis hermanas, primo de mis primos, sobrino de mis tíos. Desde hace muchos años se ha estado relacionando con primos paternos y maternos y (aunque no tengo contacto con ellos), tengo la impresión de que ellos ignoran que Enrique es un vividor mantenido.

Hay un adagio que dice “quien viva en casa de cristal, que no aviente piedras”. ¿Qué va a suceder cuando todas esas personas, mencionadas en párrafos anteriores, se enteren de la situación de Yolanda y su marido?

El pasado domingo hablé con mi tía Alejandra, hermana menor de mi mamá y me dijo algo muy importante. Yolanda le está poniendo un muy mal ejemplo a sus hijas, Paola de 21 años e Irys de 10. Les va a enseñar a contraer nupcias con un sinvergüenza mantenido y vividor como su papá.

Eso parece trágico.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Mi hermana Yolanda, su juego sucio, y la clase de persona que es


Mi hermana ha optado por vivir cometiendo bajezas. Finalmente se ha dado cuenta de que habiéndose casado con un individuo que no quiere trabajar, y que además tiene una escolaridad que no le permitiría salir del nivel de subsistencia, pretende heredar los bienes que una vez muerto mi padre, le pertenecen a mi mamá.

Llama la atención que cuando vivía nuestro padre, cuando despojó a nuestra madre del 50% de los bienes que le correspondían por haberse casado con él en régimen de bienes mancomunados, Yolanda cerró los ojos a este despojo y se negó a ver la perversidad de nuestro padre, convirtiéndose en su cómplice y traicionando a nuestra madre.

Por otra parte, una de las muchas maneras como me violentó mi padre, fue hablando de mí a mis espaldas describiéndome como un “junior” muchacho rico cuyas preocupaciones no incluyen trabajar y ganarse la vida y en lugar de eso vive en el hedonismo y su ocupación de tiempo completo es gastar el dinero que su padre gana rompiéndose la espalda cotidianamente.

Mi padre le habló de mí a muchas personas (a sus hermanos, a sus amigos con los que jugaba dominó, al cantinero del club, a los trabajadores de su rancho, etc.,) y les hizo imaginarme como un vividor que se levantaba a las dos de la tarde a curarse la borrachera para salir de la casa como a las nueve de la noche en su carro deportivo a la parranda con sus compinches y con sus putas, mientras su pobre padre ni siquiera podía estacionar su camioneta en la cochera.

La verdad es que yo no trabajaba, pero esto se debía a que estaba muy enfermo, viviendo con una patología muy grave, un trastorno de personalidad provocado en mucho por la violencia tan brutal en que viví desde mi más temprana infancia. Estaba demasiado delgado, pálido, sin atención médica, sin dinero, muy mal vestido, sin novia, sin amigos, sin un círculo social y en una vida de enfermedad, aislamiento y pobreza. Me dedicaba a estudiar como autodidacta para superar mis deficiencias académicas y regresar a la universidad a concluir mi licenciatura en ingeniería.

Ese comportamiento de mi padre me hizo muchísimo daño, pues me dolía mucho que otras personas me trataran con desprecio, como a un vividor, algo que no soy y nunca he sido y por supuesto, no merezco.

Ahora que ese monstruo que tuve por padre se ha ido, mi hermana Yolanda y su esposo Enrique han tomado la estafeta y hacen lo mismo.

Algo todavía más grave es que Yolanda no se dé cuenta de que con esto no solamente me está violentando a mí, sino a nuestra madre también. Cuando Yolanda le habla a otras personas (como primos paternos, de apellido Madrid y primos maternos, de apellido Bonilla) de mí y me describe como a un mantenido (que no soy, tengo empleo desde hace 16 meses más un año que trabajé como traductor independiente) y le dice a esas personas que mi madre me protege, describe a nuestra progenitora como una mujer inconsciente, injusta y destructiva, cuando la verdad es que nuestra madre siempre ha sido muy generosa y ha sufrido mucho por lo que nuestro padre le hizo y como es natural, no acepta a su yerno Enrique, pues a ninguna madre le hace gracia ver a una hija envejeciendo prematuramente por llevar una pesada carga, por mantener una familia llevando a cuestas a su esposo, en lugar de que él le ayude y se haga cargo de su responsabilidad. El mantenido vividor es él, remedo de padrote, no yo.

Mi hermana Yolanda está violentando a nuestra madre además de a mí y se está desgastando, está muy acabada y está arruinando su vida.

El hecho de que mi hermana mantenga a un “hombre” no sería de mi incumbencia, si no me usara para echarme la culpa de lo mal que está su vida como lo hizo mi padre, de quien aprendió a hacer bajezas. Al casarse con Enrique Manuel Cano Hernández metió a un lacra a la familia y a mí me afecta porque este vividor me ha estado atacando desde que contrajo nupcias con mi hermana, hace 23 años.

En fin, en algún momento mi hermana va a enfrentar consecuencias por lo que está haciendo.

Francisco Mendoza González, viudo de mi tía Susana, mi "tío Paco"


Siento la necesidad de hablar de mi “tío Paco”, viudo de mi tía Susana, hermana de mi mamá, que murió en septiembre de 2014, hace casi dos años. La razón de esto es que este señor (de 71 años de edad) me hizo sentir mal ayer domingo 18 de septiembre, cuando le llamé para comentarle una situación que se dio con mi prima Susana, su hija.

Antes quisiera dar algunos antecedentes, para que el lector se dé una idea de la clase de individuo que es este señor Francisco Mendoza González, mi “tío Paco”.

En Navidad de 1982 vinieron de visita esos tíos Paco y Susana, cuando yo contaba con 18 años de edad en que el comportamiento de mi padre era de una brutalidad que parecía un poseído, alguien que necesitaba un exorcismo.

Mi tío Paco, Francisco Mendoza González se comportó como un perfecto cobarde al no intervenir en ningún momento ante la violencia a la que me sometía mi maldito padre, y más aún en la cena en Noche Buena, al permitir que mi papá le levantara la voz.

Ese cobarde Francisco Mendoza González vio a mi padre emborracharse la noche del 25 de diciembre en el Club de Golf a donde fuimos a jugar tenis y lo vio vomitar en el vehículo en el que nos llevaron a Guadalajara a media noche (el vehículo en el que nosotros habíamos ido había sufrido una descompostura) y fue blanco de los epítetos de mi padre borracho ya como a la una de la mañana. No obstante, Francisco Mendoza González no pudo mostrar un mínimo de valor para ponerle límites a su cuñado Rafael y se dejó intimidar como un perfecto cobarde.

En agosto de 1993 mi tío Paco volvió a visitarnos en casa en compañía de su esposa Susana y de sus dos hijas Susana y Andrea. Acudieron como invitados a la boda de mi hermana Yolanda con Enrique, un individuo repugnante cuyo aspecto de padrote no niega la cruz de su parroquia. Durante los 23 años que han pasado desde esa unión, mi hermana Yolanda ha vivido manteniendo a este lacra, que tiene un currículum en el que afirma ser licenciado en administración de empresas cuando en realidad su escolaridad es primaria porque no quiso estudiar, pues su padre lo inscribió en buenas escuelas particulares y él no acudió jamás a clases; en la actualidad ese lacra y mi hermana Yolanda vomitan veneno sobre mí a mis espaldas. Mi tío Paco, ahora viudo de mi tía Susana, es títere de mi hermana Yolanda y de su esposo mantenido, como también lo son sus hijas, mis primas Susana y Andrea (aunque de esta última no estoy seguro).

El pasado sábado 17 de septiembre me metí a mi cuenta de Facebook (que en realidad no uso) y busqué a mi prima Susana Mendoza, que me había contactado por ese medio y a quien yo había aceptado como “amiga”. Me encontré con que me había eliminado y me había bloqueado, sin que yo le hubiera dado ningún motivo. Esto me hizo sentir mal, si bien reconozco que no debería ocurrir esto y se debe a que soy extremadamente sensible, como uno de los síntomas de mi trastorno.

Al día siguiente, domingo 18 de septiembre llamé por teléfono a casa de esa familia Mendoza Bonilla y me contestó mi “tío Paco”. Le comenté entonces que desde hace más de un año estoy trabajando en una compañía farmacéutica (él es químico farmacéutico biólogo, como lo fue su esposa, la difunta Susana, hermana de mi mamá) y desde ese momento este señor ya mostraba una actitud muy hostil. Le comenté después lo que había pasado la noche anterior en lo referente a mi prima Susana, que me había expulsado de su cuenta de Facebook y me había bloqueado sin ningún motivo y la molestia de Francisco Mendoza González aumentó y comenzó a hablarme con una tremenda hostilidad y desprecio. Le informé entonces del origen de mis problemas con mi hermana Yolanda y su esposo mantenido y él, haciendo gala de una tremenda hostilidad terminó la llamada colgándome el teléfono, cuando yo me había dirigido a él de una manera correcta y con absoluto respeto.

El año pasado yo le había llamado para mostrar solidaridad por la muerte trágica de su esposa, mi tía Susana en septiembre de 2014 y es posible que esa muestra de empatía y de afecto no le haya sido de mucha utilidad, pero yo no tenía nada más que ofrecerle.

Ahora este señor se une a las muchas personas que me han violentado toda mi vida en un ataque orquestado por mi difunto padre que ahora continúa mi hermana Yolanda vomitando veneno sobre mí a mis espaldas junto con su esposo Enrique Manuel Cano Hernández, individuo que no nació en este país y que vive con documentos apócrifos (acta de nacimiento, CURP, RFC, credencial del INE, etc). Sobra decir que esto es un delito.

Mi “tío Paco” es un “hombre” que carece de hombría, de virilidad y de valor y ha vivido toda su vida como un cobarde, como un individuo emasculado y pendejo que tiene atole en las venas, muy dado al chisme y a hablar de otras personas a sus espaldas, y con todo esto sí muestra los tamaños para mostrarse hostil conmigo, que toda mi vida lo había respetado y estimado.

Ahora, después de esto, ya no puedo sentir empatía por él y su tragedia. No le deseo nada bueno y casi siento lástima por él, anciano fracasado, pusilánime y cobarde.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Lunes 12 de septiembre, recapitulando sobre los días anteriores, y sobre mi existencia difícil


El fin de semana que comenzó el viernes pasado por la tarde-noche, fue de una notoria falta de actividad. No me ejercité en mi bicicleta de carreras, ni lavé una sola prenda de ropa y solamente fui de compras en dos ocasiones: el viernes a wal-mart a comprar un horno de microondas (el que teníamos falló) y al día siguiente, sábado a una ferretería a comprar un regulador de voltaje (de precio bastante elevado) para el mencionado horno y de nuevo a wal-mart a comprar carne de res y pescado y diferentes alimentos para la semana que comienza hoy.

Como he mencionado en entradas anteriores, he subido mucho de peso pero curiosamente esto no es obvio, es decir, no salta a la vista. El miércoles de la semana pasada (7 de septiembre) fui al Hospital Civil a mi cita en psiquiatría y me atendió Edith, esa linda residente y me redujo a la mitad la dosis de Risperidona. Ello me permitirá salir de la cama por la mañana sin estar cayéndome de sueño y espero contar con más energía. Creo que fue este medicamento el que me provocó ese considerable aumento de peso.

El día ha transcurrido en calma y ha sido muy productivo, puedo decir que lo he disfrutado. A partir de las 7:00 horas comienzo a traducir del inglés al español páginas de documentos de la industria farmacéutica y continúo deteniéndome solamente para servirme café o para ir al baño, hasta las 13:00 horas. Entonces hago un paréntesis y empiezo a buscar “cosas” en internet. Y uso la palabra “cosas” porque se me ha hecho costumbre ver algunos de los miles y miles de artículos que se venden en amazon.com. He comprado novelas y libros de iluminar para adultos para mi madre (mi Osito Dormilón) y para mí compré un reproductor mp3, un libro de terapia cognitivo conductual de Marsha Linehan (bastante costoso, en inglés), unos zapatos de ciclismo marca wave (no muy conocida), un ventilador con alimentación vía USB para la oficina, etc. He gastado una cantidad considerable de dinero y me doy cuenta de que tengo que buscar otro pasatiempo.

Mientras trabajo pienso mucho en la vida que he llevado y en ningún momento cambia mi percepción de que ha sido injusta. Me duelen mucho las actitudes de mis dos hermanas vivas, Mónica y Yolanda que tienen en común que han involucrado a sus esposos para atacarme. A Jeffery Jung, el gringo hijo de puta que se casó con Mónica es muy probable que jamás vuelva a verlo ni a tener ningún tipo de trato ni comunicación con él. El caso de Enrique, el esposo de Yolanda, es diferente.

De una manera u otra, todas las dificultades serias que he tenido en mi vida se relacionan con mi padre, ese individuo perverso, cruel y pendejo que dejó un legado de devastación y de pobreza de todo tipo. Ahora que he vuelto a dejar de creer en Dios, no tengo ni la más remota idea de dónde pueda estar ese monstruo ni de lo que va a ser de él, si existe algo después de la muerte.

Mi hermana Yolanda se casó con el Enrique, el remedo de padrote con la ayuda de nuestro padre; sin él habría sido imposible contraer nupcias. Y Enrique es una de las mayores porquerías que dejó mi padre.

En los últimos fines de semana he hablado por teléfono con una psicóloga de nombre Ariadna y como me ha sucedido antes con otras terapeutas, me he sentido muy atraído por ella. Su voz es bella y me imagino que corresponde a una mujer bella también. Se ve bien preparada e inteligente y bastante joven, 34 años. Sé muy bien que jamás voy a tener una relación de pareja con ella y casi seguramente ni siquiera seremos amigos.

Bueno, quién sabe. Ese parecía ser el caso con Laura y después de años de no saber casi nada de ella, ahora es parte de mi vida.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Periodo de exámenes en la universidad, un sueño periódico que me llena de inquietud



Llega la noche del domingo y me voy temprano a la cama porque al día siguiente comienza la semana laboral muy temprano, a las 4:45 horas. Duermo despertándome ocasionalmente durante la noche pero vuelvo a conciliar el sueño sin problemas. Sueño que estoy en la universidad (a mis 52 años de edad nadie es estudiante de licenciatura) en exámenes finales que tengo que presentar, aunque no tengo ni los conocimientos más vagos para ello. El fracaso es ya un hecho y he vuelto a provocar un desastre académico.

Hace 22 años, en enero de 1994 regresé al Iteso (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente) a intentar concluir mi licenciatura en ingeniería electrónica y al cabo de un año y medio volví a abandonar esa universidad, habiendo fallado por segunda vez.

En mi sueño me encuentro en un tercer intento (algo absolutamente imposible en la realidad) y esto me llena de una angustia vaga difícil de definir. Pienso en la ruta que voy a tomar para dirigirme a la universidad, en llegar al edificio central y ver unos tableros en los que dice a qué aula debo dirigirme para presentar el examen correspondiente y decido no ir. En lugar de ello deberé dirigirme a algún lugar donde pueda pasar las horas del día. De pronto suena el despertador y recuerdo que no soy un estudiante, sino un hombre en la edad madura que tiene un empleo, y si bien cobrar conciencia de esto me tranquiliza, también me produce una vaga inquietud pues llevo en el inconsciente la carga de dos fracasos académicos y el precio tan alto que he tenido que pagar por ellos, aún si no fueron mi culpa.