lunes, 19 de septiembre de 2016

Mi hermana Yolanda, su juego sucio, y la clase de persona que es


Mi hermana ha optado por vivir cometiendo bajezas. Finalmente se ha dado cuenta de que habiéndose casado con un individuo que no quiere trabajar, y que además tiene una escolaridad que no le permitiría salir del nivel de subsistencia, pretende heredar los bienes que una vez muerto mi padre, le pertenecen a mi mamá.

Llama la atención que cuando vivía nuestro padre, cuando despojó a nuestra madre del 50% de los bienes que le correspondían por haberse casado con él en régimen de bienes mancomunados, Yolanda cerró los ojos a este despojo y se negó a ver la perversidad de nuestro padre, convirtiéndose en su cómplice y traicionando a nuestra madre.

Por otra parte, una de las muchas maneras como me violentó mi padre, fue hablando de mí a mis espaldas describiéndome como un “junior” muchacho rico cuyas preocupaciones no incluyen trabajar y ganarse la vida y en lugar de eso vive en el hedonismo y su ocupación de tiempo completo es gastar el dinero que su padre gana rompiéndose la espalda cotidianamente.

Mi padre le habló de mí a muchas personas (a sus hermanos, a sus amigos con los que jugaba dominó, al cantinero del club, a los trabajadores de su rancho, etc.,) y les hizo imaginarme como un vividor que se levantaba a las dos de la tarde a curarse la borrachera para salir de la casa como a las nueve de la noche en su carro deportivo a la parranda con sus compinches y con sus putas, mientras su pobre padre ni siquiera podía estacionar su camioneta en la cochera.

La verdad es que yo no trabajaba, pero esto se debía a que estaba muy enfermo, viviendo con una patología muy grave, un trastorno de personalidad provocado en mucho por la violencia tan brutal en que viví desde mi más temprana infancia. Estaba demasiado delgado, pálido, sin atención médica, sin dinero, muy mal vestido, sin novia, sin amigos, sin un círculo social y en una vida de enfermedad, aislamiento y pobreza. Me dedicaba a estudiar como autodidacta para superar mis deficiencias académicas y regresar a la universidad a concluir mi licenciatura en ingeniería.

Ese comportamiento de mi padre me hizo muchísimo daño, pues me dolía mucho que otras personas me trataran con desprecio, como a un vividor, algo que no soy y nunca he sido y por supuesto, no merezco.

Ahora que ese monstruo que tuve por padre se ha ido, mi hermana Yolanda y su esposo Enrique han tomado la estafeta y hacen lo mismo.

Algo todavía más grave es que Yolanda no se dé cuenta de que con esto no solamente me está violentando a mí, sino a nuestra madre también. Cuando Yolanda le habla a otras personas (como primos paternos, de apellido Madrid y primos maternos, de apellido Bonilla) de mí y me describe como a un mantenido (que no soy, tengo empleo desde hace 16 meses más un año que trabajé como traductor independiente) y le dice a esas personas que mi madre me protege, describe a nuestra progenitora como una mujer inconsciente, injusta y destructiva, cuando la verdad es que nuestra madre siempre ha sido muy generosa y ha sufrido mucho por lo que nuestro padre le hizo y como es natural, no acepta a su yerno Enrique, pues a ninguna madre le hace gracia ver a una hija envejeciendo prematuramente por llevar una pesada carga, por mantener una familia llevando a cuestas a su esposo, en lugar de que él le ayude y se haga cargo de su responsabilidad. El mantenido vividor es él, remedo de padrote, no yo.

Mi hermana Yolanda está violentando a nuestra madre además de a mí y se está desgastando, está muy acabada y está arruinando su vida.

El hecho de que mi hermana mantenga a un “hombre” no sería de mi incumbencia, si no me usara para echarme la culpa de lo mal que está su vida como lo hizo mi padre, de quien aprendió a hacer bajezas. Al casarse con Enrique Manuel Cano Hernández metió a un lacra a la familia y a mí me afecta porque este vividor me ha estado atacando desde que contrajo nupcias con mi hermana, hace 23 años.

En fin, en algún momento mi hermana va a enfrentar consecuencias por lo que está haciendo.

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