¿Y el castigo? En circunstancias normales sería homicidio calificado y no sé qué más pues no soy jurista y no sé prácticamente nada de leyes.
Saber que en este país cerca del 100 % de los hechos delictivos quedan sin castigo hace más fácil aceptar que alguien mató a otro ser humano sin enfrentar ninguna consecuencia por ello.
Ahora que me encuentro tan cerca de esa persona, de esa mujer (que por añadidura es joven y hermosa) debería sentirme intranquilo, como si mi seguridad o mi integridad física estuvieran en riesgo.
Curiosamente esto no sucede. Haberme enterado de que esta bella mujer privó de la vida a otra persona (algo que sucedió hace menos de 24 horas, enterarme quiero decir) me ha hecho reflexionar sobre mí mismo, sobre la clase de persona que soy y cuál es la razón por la que yo no he cometido un homicidio.
No sé cuántos años más voy a vivir, pero casi tengo la seguridad de que cuando mi vida haya terminado, me habré ido sin haber privado de la vida a ninguna otra persona. La pregunta es por qué.
Motivos no me han faltado. La violencia ha dominado mi vida casi desde el principio y de hecho, cuando tenía poco más de 20 años pensé muy seriamente en la necesidad más que en la posibilidad de matar a una persona muy cercana a mí, ante el peligro de que ese mal individuo me matara a mí o me condujera a perder la razón, a volverme loco. Sobra decir que no lo hice.
No creo en Dios, no creo que exista un infierno ni que la gente sea castigada por ningún ser superior cuando hace algo malo, pero de alguna manera pienso que cuando un individuo hace algo malo, tendrá que enfrentar consecuencias y no podrá escapar de ello. Aclaro que mi motivación para no matar no es el miedo, pues como mencionaba antes, hay buenas posibilidades de salir impune, sino más bien, una certeza de que obrar mal no es otra cosa que una señal de debilidad y hacer lo contrario, optar por el bien, constituye una señal de fortaleza.
Mientras escribo esto me viene a la mente la obra de Dostoyevsky “Crimen y castigo”, si bien no sé por qué, pues jamás la he leído; pero estoy divagando más de la cuenta, volvamos a esa mujer con la que ahora estoy profundamente involucrado.
Cuando la miraba con una admiración y un afecto que me resultaba imposible disimular, en el camión al regresar a casa del trabajo, sabía que había algo en ella que la hacía diferente de otras mujeres jóvenes, o de cualquier edad, pero no podía definir qué era. Al bajar del camión, después de haber dormitado (esto sucedía con mucha frecuencia), Ana miraba a su alrededor buscando orientarse y una vez que sabía bien dónde estaba comenzaba a caminar muy rápidamente hacia el puente peatonal para ascender muy ágilmente mientras yo proseguía mi camino.
En sus movimientos se percibía una coordinación de alta eficiencia, como la que se observa en deportistas de alto rendimiento. De hecho, si alguien me hubiera dicho que se trataba de una atleta profesional, la idea me habría parecido plausible.
Yo caminaba detrás de ella, más rápidamente de lo acostumbrado para contemplarla el mayor tiempo posible (que de todos modos no pasaba de dos o tres minutos) y al verla subir los peldaños del puente, miraba hacia arriba buscando su rostro y nuestras miradas se cruzaban un instante. Yo no sabía cómo interpretar su mirada. ¿Proyectaba molestia, simpatía o indiferencia?
Respecto al homicidio en el que participó, sé todavía menos. La víctima fue un mal individuo (me parece fácil creerlo), uno de esos lacras que no tienen la inteligencia para entender que así como ellos pueden lastimar a otros, ellos mismos pueden ser un día objetivo de la furia o la crueldad de otra persona. No siento empatía por esa persona, a quien no dudaría en llamar basura humana, y al escuchar el relato de Ana (por demás sobrio y carente de detalles) creo ser capaz de comprender esa mirada suya cuando éramos un par de desconocidos: una ausencia total de sentimiento. Esta hermosa mujer cuya belleza me deslumbraba me miraba como a un objeto, sin sentirse molesta por mi admiración, ni amenazada aunque tampoco halagada.
Conforme pase el tiempo y se desarrolle nuestra relación, tendré la oportunidad de averiguar si esa violencia letal que ya se manifestó por lo menos en una ocasión nació con ella, o fue inoculada por una existencia difícil.
Extrañamente, enterarme de este asunto tan grave en el pasado de Ana hace que crezca el amor que siento por ella.