Salí a comer a las cuatro de la tarde, como hago cotidianamente, actividad que me tomó unos veinte minutos y el resto los pasé dormitando en su mayor parte. No sé el porqué de esto. Duermo bastante por la noche, ocho horas y aun así amanezco cansado y me cuesta trabajo apresurarme con mi taza de café y mi tazón de avena y el baño con agua fría, lo cual me toma un poco más de una hora después de lo cual camino veinte minutos para abordar el camión que me trae a mi lugar de trabajo.
La jornada consta de nueve horas y media que transcurren en aislamiento, pues pese a estar rodeado de otras personas (detesto a un buen número de ellas, las más cercanas) evito la convivencia en la medida de lo posible y mientras trabajo traduciendo documentos, mi mente se mantiene ocupada con pensamientos repetitivos, mórbidos e improductivos. Las condiciones laborales van de mal en peor y en fecha reciente nos anunciaron que ya no se permitirá el uso de teléfono celular (en fecha reciente se había inhabilitado el uso de correo electrónico en internet) y ello acentuará mi aislamiento y que la jornada parezca más prolongada y ardua.
Camino a casa, la mayor parte de las veces tomo mi Smartphone y me meto a la red social twitter y pierdo el tiempo en ella. En ocasiones tomo la novela que estoy leyendo (todavía The Handmaid’s Tale) y esto me proporciona una satisfacción, un sentimiento de estar aprovechando el tiempo. Al llegar a casa, apresuradamente me cambio de ropa e inflo las llantas de mi bicicleta a la presión adecuada (120 psi) y comienzo el pedaleo, que dura unos 40 minutos. El kilometraje del odómetro avanza, mismo que registro en un cuaderno, alojando muy profundamente en el inconsciente el conocimiento de que esto no significa nada, pero viviéndolo como si esta numeración le diera sentido a mi vida.
He vuelto a llegar al millar de kilómetros, después de haberme olvidado del kilometraje tras romperme la clavícula a principios de mayo y haber dejado de usar el dispositivo que mide todas las variables asociadas a distancia, velocidad instantánea, velocidad promedio, duración del viaje, etc. Cuando sufrí el accidente, aquella tarde de sábado, acababa de llegar a esa misma cifra, que sumada a la que había borrado en marzo, cuando mi mascota Lola, estaba a punto de morir, sumaba unos 20 mil kilómetros. Entonces, ahora ando arriba de 21 mil kilómetros. ¿Y eso qué significa?
El martes pasado el cyclocomputer dejó de funcionar y después de un pedaleo muy energético comenzó a dar lecturas extrañas, a ratos se detenía, después daba velocidades de paso de tortuga y por intervalos daba velocidades que podían considerarse normales para el esfuerzo realizado. Ayer sucedió lo mismo, pero eso no me impidió alcanzar la cifra de los cuatro dígitos.
Pensé que tal funcionamiento podía deberse a que el dispositivo había dejado de funcionar, es decir, su vida útil había llegado a su fin, pero eso parece poco probable. Lo compré a principios de septiembre de 2014, es decir, hace tres años. Lo que ha de estar sucediendo, es que el sensor montado en un rayo (un imán) se haya movido y eso esté provocando que la señal no llegue con la regularidad requerida.
Me quedan unas horas del viernes, más el sábado y domingo completos para meditar seriamente sobre mi estado anímico actual, en el que me siento casi abrumado por el hastío y el tedio en mi trabajo, por la monotonía de mi existencia y por la rutina. Necesito un proyecto, algo que constituya una verdadera motivación y que pueda llevarse a cabo durante las horas del día, aun si coincide con las horas de trabajo, pero por supuesto, sin obstaculizarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario