Durante mi estancia en esa empresa, AVEX Electronics de México, tuve ingresos de nueve mil pesos mensuales (gravable, al que había que restarle impuestos), una fortuna para alguien que nunca había trabajado. Además, recibía unos 700 pesos en vales de despensa. Al perder ese empleo, volví a vivir como antes, sin empleo y sin ingresos; una pesadilla que involucra un estado de impotencia casi total. Ingenuamente, pensé que podría conseguir otro empleo similar y cuando esto no sucedió, decidí viajar a Tijuana, ciudad del norte de México en la frontera con Estados Unidos. Una vez ahí, en junio de ese año, fui incapaz de conseguir el empleo que necesitaba y me padre me negó su ayuda, perjudicándome una vez más. Esto era absolutamente innecesario, pues ese monstruo ya había arruinado mi vida y yo ya había pasado más de seis meses internado en una clínica de rehabilitación por la gravedad de mis crisis, que con mucha probabilidad pudieron haberme conducido al suicidio.
En los años que siguieron, continué con mi comportamiento errático, apartado de mi familia a partir de agosto de 1998 en que regresé de Tijuana, para continuar así hasta noviembre del año 2000. En ese mes, comencé a trabajar en un OXXO, una tienda de conveniencia ganando 500 pesos por semana y desempeñé ese trabajo hasta la primera semana de febrero de 2001, acercándome a los 37 años de edad.
Mi vida siguió sin ningún rumbo. Tenía una relación de pareja con Rocío, una mujer nueve años mayor que yo, a quien había conocido en la clínica de recuperación, en la que ella también había sido paciente. Mi existencia consistía en hacer ejercicio en mi bicicleta de carreras, acudir con mucha regularidad a la institución superior en la que estudié ingeniería, porque contaba con una cuenta de red y podía pasar muchas horas en internet sin pagar. Por las tardes, veía a Rocío y al caer la noche regresaba a mi casa. Entonces vivía con mi madre, que había regresado a casa en la fecha antes citada, noviembre de 2000.
En diciembre de 2002, conseguí empleo en Suburbia, una tienda de ropa de grupo WalMart, que si bien me fue útil por ser temporada navideña, no me servía por el poquísimo dinero que ganaba ahí (WalMart es bien conocido por el modo como explota a sus empleados), por el horario tan largo, y por el nivel ínfimo del trabajo. Rechacé su ofrecimiento de darme una planta y salí al terminar mi contrato, el 15 de enero de 2003. El resto del año no hice nada, como había hecho prácticamente toda mi vida como adulto. Estaba próximo a cumplir 39 años.
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