No es mi intención justificarme, pues en primer lugar no tengo por qué hacerlo si con mi aparente fracaso no le he hecho daño a nadie. Y digo “aparente” porque en realidad no soy un fracasado, nunca he sentido que lo sea, ni en los momentos más difíciles y dolorosos de toda mi existencia.
Es un hecho que tengo atributos que provocan envidia en otras personas. Como es natural, mi persona despierta envidia en ciertos individuos del género masculino. Algunos me han hecho pasar malos ratos, otros me han hecho muchísimo daño.
La pregunta obvia es: ¿qué hay en mí que provoca envidia en otros hombres? No es fácil responder a esa pregunta. Se trata de una combinación de varias características.
A todas luces un buen intelecto, una cultura general muy aceptable y una educación muy sólida, si bien inconclusa. Además de eso, una buena presencia por mi fisonomía, tengo la apariencia de un individuo caucásico, de raza blanca con una morfología mucho mejor que la de muchos hombres, lo que incluye mi anatomía.
Hace 20 años me hallaba desempeñando un empleo en la maquiladora electrónica (de hecho había comenzado el 17 de noviembre de 1997), contratado por un viejo conocido al que erróneamente consideraba mi amigo. Este individuo había tenido un desempeño académico mucho mejor que el mío, y pese a eso, se sentía inferior al compararse conmigo y se había propuesto demostrar lo contrario, pues su condición era muy dolorosa.
David, como individuo débil, carente de valor y determinación ante la vida, había trabajado en las áreas en las que estaba bien dotado, lo que no tenía mucho mérito, pues es fácil hacer tal cosa. Como buen cobarde, evitó esforzarse en las áreas en las que era débil, como en su desempeño físico.
La naturaleza lo había dotado muy pobremente en lo referente a su constitución física, pues pese a ser alto de estatura, poseía una masa muscular muy escasa y su aptitud física era nula. Este sujeto ruin y cobarde se refugió en sus estudios en su paso por la universidad, y una vez que se desempeñó laboralmente, se refugió en su trabajo evitando hacer el mínimo esfuerzo para tratar de disminuir sus carencias.
En contraste, yo había nacido dotado de una constitución física promedio, pero con problemas neuronales que harían muy difícil el aprendizaje en las áreas intelectuales. TDAH no diagnosticado. Este trastorno haría que en las áreas para las cuales estaba bien dotado avanzara muy rápidamente, mientras que en aquello en lo que no era apto (todo aquello que involucrara números, entiéndase aritmética, geometría, cualquier campo de las matemáticas) mi desempeño fuera lamentable.
Físicamente tampoco era muy exitoso, pero siendo un niño me enfoqué en conseguir una buena coordinación mediante sesiones de ejercicio en solitario, que me conducirían al llegar a la adolescencia a convertirme en un deportista con un desempeño aceptable.
Cuando comencé a convivir con David y él se enteró que yo era un deportista, desperté su envidia y su frustración y su empeño en recordarme en todo momento que intelectualmente era superior a mí, algo que tampoco era cierto. Él me superaba en todo lo que tenía que ver con ingeniería (que ambos estudiábamos), pero en todo aquello que tuviera que ver con procesar información por escrito, y el conocimiento del idioma inglés, yo era mejor que él.
Pasaron años en los que perdí el contacto con él y un día en 1991 me lo encontré en mi alma máter, el ITESO. Yo tenía 27 años de edad, él un año menos. En los años que siguieron nos frecuentamos muy esporádicamente y siendo un hombre joven no me di cuenta que relacionarme con un individuo como David no podría traer nada bueno a mi vida, pues la convivencia era difícil. Él trataba de poner de manifiesto su superioridad haciéndome preguntas que pensaba que yo no podría responder. Para su frustración, yo sí podía responder a sus preguntas y se dio un juego en el que ambos tirábamos en direcciones opuestas, algo que a mí no me interesaba en lo más absoluto, pero que para él era indispensable para poder dejar de sentir, así fuera por un momento, su complejo de gusano.
A mediados de noviembre de 1997, hace 20 años, comencé a trabajar en esa empresa de la maquiladora electrónica, periodo que terminaría el primer día hábil de febrero de 1998, cuando David culminó una bajeza monumental cuyo origen fue su envidia, su pequeñez como ser humano, su absoluta falta de hombría y su cobardía extrema.
A raíz de algo que hice hace algún tiempo para atacar a este infame, su existencia se vio trastornada en cierta medida, mas no sé si en la actualidad sigue padeciendo sus efectos o va por la vida tranquilamente.
Lo que sí sé es que conforme han pasado los años, su aspecto se ha vuelto repulsivo y al parecer el pobre idiota no tiene conciencia de ello. En una red social laboral aparece una foto de su rostro, con el aspecto de un individuo neutro, esto es, que no es macho ni hembra; que use bigote no cambia este hecho.
¿No sientes repulsión por ti mismo, David? Pienso en la posibilidad de que tu psiquis te torture por ser un cobarde, un traidor y un infame. ¿Has pensado en la imagen que tus hijos tienen de ti como padre? Puede que lo racionalicen, pero saben muy bien que el modo como has vivido y lo que has hecho es motivo de vergüenza. Conforme pase el tiempo, esa percepción se hará cada vez más tangible y tu sufrimiento (y el de tu familia) seguirá creciendo.
Tú sí eres un fracasado. No sé si me inspiras asco o lástima.
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