Escribo poco en mi blog porque no me resulta fácil hacerlo; esto representa una pequeña desilusión, pues durante muchos años he tenido la idea o esperanza de convertirme en un escritor y mi falta de creatividad y la ausencia de inspiración me hacen pensar que muy probablemente no tengo ningún talento.
Al mismo tiempo tengo la mente ocupada con mi percepción sobre lo injusta que ha sido mi vida, y la fantasía de que las personas que me han hecho daño enfrentan consecuencias muy graves, está siempre presente.
Posiblemente debería esforzarme en escribir esa fantasía y darle forma, convirtiéndola en un relato de ficción.
Tenga o no un talento para la escritura, esta me ha sido útil para hacerme respetar. Un cierto número de personas que pensaron que podían hacerme daño y no tenían nada que temer de mí han enfrentado consecuencias por su error de juicio, por su estupidez. No me siento mal por ello, independientemente de que se trate de justicia o de venganza, pues tengo derecho a defenderme haciendo que quede claro que no soy inofensivo. Esto es particularmente útil, porque constituye una manera de violentar a otras personas sin lesionarlas físicamente, lo que podría acarrear consecuencias legales, que por supuesto yo no quiero.
Tomemos como ejemplo a Enrique, el esposo de mi hermana Yolanda. El susodicho ha pasado más de 20 años en un matrimonio siendo un pésimo ejemplo para sus hijos y una carga para su cónyuge. En su familia de origen no lo querían por ser un holgazán, un ladrón, un manipulador y un maestro de la intriga. Al casarse con mi hermana, se percató del lugar que yo ocupaba en mi familia —el de chivo expiatorio— y se unió a la violencia, tratando de utilizarme para echarme la culpa de los conflictos y las tensiones que se generan en su familia por su condición de vividor mantenido.
Este individuo despreciable vino hace cerca de cuatro años con mi hermana y los hijos de ambos a vivir a la casa de mis padres, en la que yo viví solo, desempleado y enfermo durante muchos años, y eligió verme como un individuo extremadamente débil, tanto en lo físico como en lo intelectual.
Antes de continuar debo aclarar que si bien físicamente no soy muy fuerte, tampoco soy un alfeñique, y sí estoy apto, habiendo sido un deportista durante más de 30 años. Intelectualmente, no soy débil en lo absoluto, pues pese a no haber concluido una licenciatura en la universidad, sí cuento con una formación académica muy sólida y habiéndome aficionado a la lectura cuando comencé mi educación, cuento con una cultura general muy aceptable; poco común, de hecho.
El mantenido vividor, siendo un arrimado, comenzó a tratarme dentro de mi casa con una actitud de condescendencia, como si estuviera conviviendo con un hombre muy inferior a él. Hay que ver. No sé si el origen de su comportamiento aberrante sea su falta de inteligencia, sinónimo de estupidez inconmensurable, o su narcisismo terriblemente patológico (así como se siente insoportablemente hermoso y lo manifiesta tomándose cientos y cientos de “selfies”), y me atacó junto con mi hermana hablando mal de mí a mis espaldas a otras personas como el novio de mi sobrina Paola y la novia de mi sobrino Marlon y los amigos de estos. Este acto fue una bajeza de la que considero responsable no nada más al vividor mantenido, sino también a mi hermana Yolanda, que sabía muy bien lo mucho que me lastimó nuestro padre haciendo exactamente eso, durante muchos años, con muchas personas.
Una vez que se fueron de la casa donde vivo, envié a Enrique una misiva en la que le expresaba lo que pensaba sobre él (aparece en una entrada anterior), y mis palabras lo hirieron profundamente. Lo mejor del asunto es que eso no es todo. Si los acontecimientos presentes y futuros se suceden con lógica, él y mi hermana se verán obligados a abrir los ojos y a darse cuenta de que su situación es muy precaria y para mi hermana es trágica, pues ha desperdiciado los que debieron ser los mejores años de su vida y le espera un futuro de desesperación. En otras palabras, lo que han hecho mi hermana y su despreciable marido es construir una racionalización muy elaborada en la que yo soy responsable de que Enrique sea un esposo y un padre fallido, incapaz de trabajar y ser un sostén para su familia, como es su obligación.
Mi padre se destruyó mediante la bebida; es posible que mi hermana Yolanda se esté destruyendo echándose a la espalda una carga demasiado pesada, arruinando su salud física por el exceso de trabajo, y su salud mental por tener que construir una falacia muy elaborada que explique y pretenda justificar su matrimonio con un lacra despreciable.
Mencionaré más adelante otros ejemplos de cómo he logrado devolver golpes mediante la escritura.
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