Me preocupa mi sobrepeso y sin embargo no me veo gordo, más bien ancho y macizo. El domingo pasado salí a andar en bicicleta llevando mi atuendo ciclista y al correr cuesta arriba y pasar al lado de un vidrio que semeja un espejo pude ver reflejada mi figura, en la que destacaban mis piernas fuertes, de músculos magros y potentes con excelente volumen y definición. Cobrar conciencia de que tengo el físico de un deportista serio constituye un estímulo y reafirma mi autoestima, y tal vez un narcisismo que en cierta medida pudiera ser patológico, pero esto no me preocupa más de la cuenta.
El fin de semana hablé por teléfono con una psicóloga joven y le expuse el tema de mi dedicación al deporte, que en buena medida tiene que ver con mi apariencia física. Comencé por decirle que no soy un metrosexual, es decir, no gasto fortunas en ropa, cosméticos de ningún tipo, loción, perfume o agua de colonia ni champús ni nada de eso. Cuidar mi apariencia física tiene que ver con mi aseo personal, con verme pulcro y vestir prendas de buena calidad pero no de marca, y sobre todo en conservarme delgado y atlético en la medida de lo posible.
Lo que me llama la atención de este asunto y lo que me motivó a hablarlo con una psicóloga es que a las mujeres que se han sentido atraídas por mí (que no han sido muchas) no es mi físico lo que les ha llamado la atención, sino otros atributos como mi inteligencia, mi personalidad, mi nivel cultural, mi sentido del humor, en fin una amalgama de todas estas características.
Me he sentido atraído por mujeres que no son bonitas e incluso, en las últimas semanas he pensado en la posibilidad de formar una relación de pareja con una mujer que tiene sobrepeso. Me veo en mi imaginación viviendo una relación de ese tipo y me doy cuenta de que mi orientación en lo que se refiere a mi apariencia no cambiaría aunque tuviera como pareja a una mujer gorda. Y creo saber cuál es la razón de esto.
Soy un hombre heterosexual, pero me fijo mucho en la apariencia de otras personas. Me cuesta trabajo o de plano me resulta imposible sentir empatía por un gran número de individuos. Detesto la presencia de gente con morfología corporal que carece de definición, con esto quiero decir que, en el caso del hombre, siento cierta repugnancia por un hombre que no tiene definición corporal característica del género masculino: espalda ancha y cintura angosta, abdomen plano, piernas fuertes y la anatomía con poco tejido adiposo, sin depósitos de grasa que salten a la vista.
En el ir y venir cotidiano encuentro una gran cantidad de individuos con los hombros redondeados y el abdomen abultado, encorvados, con la piel del rostro abotagada, carentes de virilidad y para colmo mal vestidos y aunque sé bien que mucho de esto es parte de la pobreza en que muchos de ellos se han criado y es difícil que algún día lleguen a superar, no puedo evitar sentir un profundo desprecio por ellos.
Cuando se trata de individuos de estratos sociales más altos, su falta de conciencia respecto a su jodidez me parece incomprensible y el desprecio que siento es mayor. Ahí podría estar la respuesta sobre por qué le dedico tanto tiempo y energía a la actividad física y guardo una disciplina en lo que se refiere a mis hábitos de alimentación.
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