Ese acontecimiento negativo me hace tomar conciencia de que a lo largo de toda mi vida he sido excluido de muchas maneras, empezando en mi familia en que mi padre me convirtió en un alienado (me parece excesivo usar la palabra paria) desde que era un niño y la situación se recrudeció conforme pasaron los años, específicamente durante mi adolescencia y jamás cambió, incluso cuando llegué a tener más de 40 años.
Por la enfermedad que padezco, el trastorno límite de la personalidad, al llegar a la universidad me vi relegado en el avance en mis estudios y como consecuencia dejé de pertenecer a una generación en específico y empecé a habitar en una generación indefinida, más bien inexistente; jamás concluí mis estudios y por mi patología no pude integrarme al mercado laboral, lo que provocó que por no tener ingresos careciera de un círculo social, de amigos y de una novia y en lugar de ello viviera en soledad, pobreza y marginación.
Ahora soy un hombre productivo, trabajo y me gano la vida y además me hago cargo de mi madre, ya anciana, y sin embargo acontecimientos como el de hoy me hacen sentir terriblemente mal y tengo que hacer un esfuerzo para no hacer algo que después vaya a lamentar.
Siento el impulso de dar marcha atrás a mi participación en el intercambio de regalos y en la comida del departamento al que pertenezco. Es altamente probable que lo haga.
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