martes, 27 de diciembre de 2016

Mi conflicto con otro David, desde hace cerca de 19 años


Desde el lunes 2 de febrero de 1998, hace cerca de 19 años, otro David ha estado presente en mi mente prácticamente todos y cada uno de los días transcurridos a partir de esa fecha. A este individuo lo he mencionado en otras entradas en este mismo blog, y fue el personaje protagónico de otro diario en línea en el que expuse la infamia que cometió al pegarme por la espalda.

Desde aquel día que lo vi por última vez, hace 18 años, 10 meses y 25 días, no he contado con mucha información sobre él, excepto que tuvo otros dos hijos (en aquel entonces Iván, su hijo mayor tenía menos de un año de edad), otro varón y una niña de nombres Aldo y Julia, respectivamente. Pese a no saber mucho sobre su desempeño profesional, me parece percibir que se ha estancado y nunca ha pasado de cierto nivel, que es mucho menos de lo que ambicionaba en sus delirios de grandeza.

Este remedo de Judas Iscariote me contrató en noviembre de 1997 para trabajar en la empresa de la maquiladora electrónica en la que él ocupaba el puesto gerente de ingeniería y al cabo de unas cuantas semanas, me convirtió en el objeto de su furia y de la frustración que sentía contra la vida por no haberlo dotado con lo necesario para ser un personaje de esos a los que el establishment del vecino país del norte rinde culto , uno de esos hombres que son bien parecidos, atléticos, inteligentes, instruidos, ambiciosos, osados, cuyas cualidades únicas les permiten alcanzar el honor y la gloria.

En lugar de eso, David Iturbe Gutiérrez creció para convertirse en un espantapájaros con la fisonomía y la presencia de un don nadie, con buenas dotes intelectuales para convertirse en un ingeniero, pero insuficientes para siquiera aspirar a ser el dirigente de una empresa medianamente importante.

¿Dónde estás, traidor? Sé que estás en Indianápolis, en el país al que siempre quisiste emigrar pese a detestar a sus habitantes racionalizando tu envidia mediante el uso de calificativos como corruptos, mediocres y gordos.

Durante los días en que este traidor infame, que además es uno de los “hombres” más envidiosos que he conocido en mi vida, me convirtió en objeto de su furia me di cuenta que tenía mucho en común con mi padre, que en aquel entonces contaba con 60 años y ya había arruinado a una familia y se hallaba muy ocupado haciéndole daño a su concubina y a los tres hijos que tuvo con ella. Mi padre vivió muchos años en el carril rápido suicidándose lentamente, en un trayecto aterrador en el que cada día se acercaba un milímetro más a la muerte y a las puertas del mismísimo infierno, sin poder detenerse.

En abril del año 2013 puse un escrito en internet en el que exhibí a David Iturbe Guriérrez, individuo despreciable, y sus hermanos, su esposa y sus hijos pudieron leer el relato de lo que hizo cuando tuvo un poquito de poder, algo que contrasta con la cobardía que muestra cuando no las tiene todas consigo. Casi tengo la seguridad de que ante Iván su hijo mayor y ante Carmen, su esposa, se ha derrumbado y jamás volverá a levantarse porque ante la vida es un impotente, algo que siempre tuvo en el inconsciente, pero que ignoraban las personas que lo rodeaban.

¿Tú también recorres la senda suicida sin poder detenerte, David? Ahora soy yo quien se ríe y voy a disfrutar al contemplar tu grandiosa autodestrucción, patético cobarde.

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