lunes, 19 de diciembre de 2016

De autoimagen, motivación y una vanidad sana


Cuando tomé conciencia de mi problema de sobrepeso, me propuse incrementar mi kilometraje semanal en bicicleta, acercarme o llegar a los 200 km (que es poco, pero no tengo tiempo para superar esa marca) o en todo caso no recorrer menos de 150, y hasta el momento me he quedado corto.

La semana del 12 al 18 de diciembre (que terminó ayer), me quedé en 141 km, que es muy poco. Ese kilometraje se dividió en cinco días, de martes a viernes y el domingo. El sábado no entrené porque sentía las piernas muy cansadas (no entiendo por qué, tal vez por entrenar repetidamente a una intensidad más alta de la que corresponde con mi nivel actual de condición física), de hecho fui a la tienda de Hugo a comprar un asiento porque el que había comprado en diciembre de 2014 se rompió el pasado 4 de diciembre.

Pasan los años, se acaba la juventud, llego a la edad madura teniendo conciencia de que en un futuro no muy lejano voy a ser viejo y mi motivación para mantenerme en forma no pierde fuerza, más bien sufre ciertas modificaciones, pero permanece tan presente como lo ha estado desde que llegué a la adolescencia.

Algo que no entiendo es cómo he llegado a pesar más de 85 kg sin que mi físico lo refleje. Es cierto que tengo el abdomen abultado (aunque esto no salta a la vista), pero mi morfología sigue siendo la de un hombre de segmentos largos y bien proporcionados con una anatomía bien definida, con esto me refiero a que se ve la espalda ancha, la cintura estrecha (ahora 33 pulgadas); al observar mi figura en un ventanal, por ejemplo, se ve claramente dónde termina el tórax y donde se localiza la cintura, dónde se ubica la cadera y dónde empiezan las piernas. Sé muy bien que toda esta descripción refleja que soy vanidoso.

Continúo en la siguiente entrada.

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