La semana del 12 al 18 de diciembre (que terminó ayer), me quedé en 141 km, que es muy poco. Ese kilometraje se dividió en cinco días, de martes a viernes y el domingo. El sábado no entrené porque sentía las piernas muy cansadas (no entiendo por qué, tal vez por entrenar repetidamente a una intensidad más alta de la que corresponde con mi nivel actual de condición física), de hecho fui a la tienda de Hugo a comprar un asiento porque el que había comprado en diciembre de 2014 se rompió el pasado 4 de diciembre.
Pasan los años, se acaba la juventud, llego a la edad madura teniendo conciencia de que en un futuro no muy lejano voy a ser viejo y mi motivación para mantenerme en forma no pierde fuerza, más bien sufre ciertas modificaciones, pero permanece tan presente como lo ha estado desde que llegué a la adolescencia.
Algo que no entiendo es cómo he llegado a pesar más de 85 kg sin que mi físico lo refleje. Es cierto que tengo el abdomen abultado (aunque esto no salta a la vista), pero mi morfología sigue siendo la de un hombre de segmentos largos y bien proporcionados con una anatomía bien definida, con esto me refiero a que se ve la espalda ancha, la cintura estrecha (ahora 33 pulgadas); al observar mi figura en un ventanal, por ejemplo, se ve claramente dónde termina el tórax y donde se localiza la cintura, dónde se ubica la cadera y dónde empiezan las piernas. Sé muy bien que toda esta descripción refleja que soy vanidoso.
Continúo en la siguiente entrada.
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