Ahora que finalmente tengo una estabilidad económica, que me permite ser un hombre productivo y hacerme cargo de la economía de mi familia (que consiste en mi madre y yo, pues ni siquiera tengo novia) y los gastos del hogar —por ejemplo, el fin de semana pasado, se impermeabilizó la azotea de la casa— puedo imaginar el futuro por lo menos en los meses siguientes o uno o dos años adelante. Mi vida es sencilla, paso los días entre semana nueve horas y media en la empresa donde trabajo y cuando llego a casa me cambio de ropa y hago ejercicio en mi bicicleta de carreras elevando mi frecuencia cardiaca más o menos hasta unas 180 pulsaciones por minuto, tal vez un poco más, durante unos 40 a 50 minutos. Más tarde, mi madre (mi osito dormilón) me da de comer y mientras tomo mis alimentos no puedo evitar preguntarle si tiene noticias de mis hermanas (por quienes no tengo mucho aprecio, pero tengo que reconocer que considero mejor a Yolanda que a Mónica) y paso el resto de la tarde- noche metido en redes sociales (twitter) hasta conciliar el sueño para dormir y levantarme a las 4:35 horas a desayunar y bañarme y comenzar otro día laboral.
En años pasados mi soledad me dolió espantosamente, ahora no me duele ni me angustia y espero salir de ella como el transcurrir de un cauce natural, como sucedió con el hecho de que me convertí en un hombre productivo, pues vivir sin trabajar, dependiendo de alguien era algo patológico que me provocaba mucho sufrimiento, algo que yo nunca quise y por lo que muchas personas me atacaron, las que más me lastimaron fueron las más cercanas a mí, miembros de mi familia como el monstruo que tuve por padre y mis hermanas Mónica y Yolanda con sus respectivos cónyuges, algo imperdonable; sobre todo tomando en cuenta que el esposo de esta última es un lacra que se propuso casarse para que lo mantuviera una mujer y hasta ahora ha cumplido su propósito.
He llegado a conocerme a mí mismo y he sacado como conclusión que no puedo creer en Dios y que no creo en el perdón. De momento no quiero abundar en la primera idea. De hecho no creo en la igualdad de todos los hombres, pues incluso racialmente los seres humanos parecen demasiado diferentes, y con eso no quiero decir que entre la raza que parecería superior (la raza blanca) no encuentro especímenes repugnantes (Adolfo Hitler y sus secuaces, que son miles) como el pendejo que el pasado 20 de enero se convirtió en presidente de los Estados Unidos y una gran parte de la población de ese país, gente a la que despectivamente llaman White Trash. Entre esa porquería se encuentra el hijo de puta que se casó con mi hermana Mónica, Jeffery Alan Jung. Pero mi país está sobrepoblado y decenas de millones de mexicanos son gente horrorosa cuya jodidez se refleja en primer lugar en su apariencia, en su falta de inteligencia, en su comportamiento, en su ignorancia, en su analfabetismo, en el modo como viven que no está muy por arriba del de un animal y eso no me cabe en la cabeza.
Abordando la idea de que no creo en el perdón, esto es porque realmente nunca le he hecho daño a nadie y con esto quiero decir, que no he arruinado la vida de otro ser humano, mientras que varias personas sí contribuyeron a arruinar la mía. Otras personas hicieron su contribución para hacer un daño muy importante. Mi padre, Rafael Madrid Escobedo arruinó mi vida y un individuo a quien creí mi amigo, de nombre David me pegó por la espalda y lo que hizo le dio a mi padre todas las posibilidades de acabar conmigo. Este alfeñique (David), me propinó una puñalada de la que no creo que me vaya a recuperar jamás y yo me voy a encargar de que se arrepienta para todos los días de su vida. Ese hijo de puta va a suplicar que me apiade de él.
Ahora bien, contemplo la posibilidad de cultivar mis talentos y eso y lo expuesto anteriormente son ideas en conflicto. Ese antagonismo entre el bien y el mal es el origen de la creatividad.
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