Asunto: La idea de que personas con las que he tenido problemas en mi vida, especialmente individuos del sexo masculino, han mostrado una intensa furia contra mí por experimentar que yo tengo algo que ellos quisieran, de lo que yo los despojé.
A David la envidia le corroía las entrañas porque mi físico era absolutamente superior al suyo, y no porque yo tuviera el físico de un superdotado (como un deportista de alto rendimiento) sino porque él era un alfeñique, absolutamente carente todas las cualidades físicas, fueran estas potencia muscular, coordinación, velocidad, capacidad aeróbica, resistencia, etc.
José Javier se sentía amenazado por mí porque se la vivía dándoselas de deportista, y no lo era. Esto era demasiado evidente por su falta de musculatura, su pecho de gallina y el salvavidas de sebo que llevaba arriba de su cintura.
Con el esposo de mi hermana Yolanda la historia es otra. Él no se siente inferior a mí físicamente, sino intelectualmente, porque carece de instrucción, cuenta solamente con escolaridad primaria en una época en la que en el mundo laboral los títulos de licenciatura y de postgrado pesan mucho.
Mi hermana Mónica está casada con un extranjero, un estadounidense que ha llevado una vida sedentaria y en consecuencia apenas tiene la capacidad de poner un pie delante del otro. Poco antes de su visita, a mediados del años 2003, él y yo tuvimos comunicación vía email y yo bromeaba con él preguntándole: Do you have powerful calves? We will race, Old Boy. We will race.
Creo que muy probablemente eso lo motivó a agredirme. Tenía que deshacerse de mí antes de que estuviéramos en la playa y yo lo retara a una carrera de velocidad en la arena mojada, algo que en realidad nunca tuve intenciones de hacer.
Estos cuatro individuos, pese a ser muy diferentes entre sí tienen algo con común: su complejo de gusano, o dicho más claramente, un complejo de inferioridad. Por eso van por la vida comparándose con otros hombres ávidos de ser considerados hombres destacados, por propios y extraños. Los cuatro quisieron compararse conmigo porque se percataron de que yo vivía en una situación muy precaria y por lo tanto, era muy vulnerable. Los cuatro infames me atacaron porque me consideraron débil, fácil de vencer.
El que menos daño me hizo de estos cuatro pendejos fue José Javier. Su proceder me causó solamente un cierto malestar que no dejó secuelas. En contraste, quien más daño me hizo fue David, que fue mi compañero en la universidad y pese a su buen desempeño académico, en el ejercicio de su profesión resultó ser un pendejo bien hecho, pero más importante, su psiquis está dañada irremediablemente por sus traumas respecto a su debilidad física, su ausencia de virilidad, su condición de individuo anodino e insignificante que aunado a su pequeñez y su ruindad como hombre lo convierten en una piltrafa humana, en un marica con más de 50 años en la actualidad.
Mi cuñado Enrique (esposo de mi hermana Yolanda) vive utilizándome para tratar de justificar que no trabaje, que no se gane la vida y que no mantenga a su familia. Va por la vida manipulando a su interlocutor, narrándole su trágica existencia en la que sus circunstancias le imposibilitaron ir a la universidad y estudiar una licenciatura. Lo que no puede explicar es por qué si su padre lo inscribió en buenas escuelas particulares, él se ausentó y no quiso estudiar siquiera la enseñanza secundaria. Tampoco tiene argumentos válidos respecto al modo como pasa su tiempo libre (que es mucho) viendo la televisión y haciendo ejercicio buscando ser insoportablemente hermoso sin hacer ningún esfuerzo por elevar su escolaridad (hoy que hay tantas opciones para estudiar), haciendo muy evidente ante cualquier observador que su vocación es ser un hombre mantenido por una mujer.
Mi otro cuñado, Jeffery esposo de Mónica llegó a tener 37 años soltero, principalmente porque como hombre pasaba desapercibido. Ninguna mujer se fijaba en él y eso le provocaba mucho sufrimiento. Siendo un individuo muy narcisista, necesitaba una esposa que admirara su inteligencia, su educación, su formación académica, su trabajo con sus correspondientes ingresos y su grandeza de espíritu, siendo profundamente religioso, un devoto católico bien intencionado y temeroso de Dios.
Este gringo encontró a mi hermana Mónica cuando ambos vivían en California y asistían a sus servicios religiosos y ensambló con ella, como dos piezas de madera trabajadas por un carpintero competente.
Mi hermana Mónica carecía de autoestima y vivía en ese país (Estados Unidos) ilegalmente. Se sentía una gota de agua sucia en la inmensidad del océano, una mujer en la que nadie se fijaba en primer lugar por no ser nada atractiva y en segundo término, por su condición ilegal, sus evidentes problemas de personalidad y salud mental. Es la clase de persona que provoca rechazo en los demás por su proclividad a juzgar el modo como viven otras personas y a dar su opinión y emitir juicios cuando nadie se lo pide.
Así Jeffery encontró en Mónica a una mujer que se iba a sentir el ser más afortunado de la creación por tener un compañero excepcional (cuyas cualidades están solamente en su torcida percepción de la realidad) y lo iba a poner en un pedestal para adorarlo mientras viviera.
La historia de David tiene un fuerte paralelismo con la de Jeffery, si bien no se conocen.
Este pobre idiota se casó con una mujer con fuerte fisonomía indígena, proveniente de un estrato social muy inferior, carente de educación y cultura para que, encontrándose pegada al piso, lo viera para arriba, como a un gigante, uno de esos hombres que tienen asegurado su lugar en la historia.
Lo que cada uno de estos sujetos parece ignorar, es que no se puede vivir para siempre en un campo de nubes de fantasía. Conforme pasa el tiempo la realidad aflora y las nubes se dispersan y la pobreza de cada individuo se hace evidente; llega un momento en que ya no es posible sostener ese autoengaño y la caída es inevitable.
Es entonces cuando se manifiesta la destructividad, de una manera muy cruda.