sábado, 30 de diciembre de 2017

La última cita del año con esa bella psiquiatra


La siguiente cita con esa psiquiatra, de la que no soy su paciente, no se llevó a cabo en su consultorio, sino en un lugar público. Al llegar, esta mujer se sentó frente a mí y ordenó un té, algo que me desagradó; no pudo pensar en una bebida menos apetecible. Ella me preguntó cómo estaba y yo le hice saber que ese tipo de preguntas me molestan porque para mí son un cliché, carentes de sentido, que se hacen solamente por costumbre.

– Si hablamos de costumbres, la de usted es seducir a sus psicólogas – me dijo ella. Comprendí entonces que de alguna manera había investigado mis antecedentes, o mejor dicho, le había pagado a alguien para que lo hiciera.

–¿Eso le molesta a usted? –, pregunté sin sentirme realmente molesto. Denisse me respondió que no, pero que quería saber más bien por qué me había involucrado con varias de las psicólogas que me habían atendido en los últimos diez años. Yo no respondí a su pregunta, me quedé en silencio y no dije absolutamente nada.

Denisse parecía esperar que yo rompiera el silencio y así lo hice, no tanto por darle gusto, sino por hacer que se sobresaltara un poco.

– Supongo que ya se enteró que Juan está en la cárcel – le dije.

Denisse no pudo ocultar su asombro y evitó las preguntas innecesarias y absurdas como “¿quién?”, “¿de qué me habla?” y mirándome fijamente me preguntó cómo sabía que ella y ese médico se conocían.

– Si alguien puede investigarme, no hay nada que me impida hacer otro tanto –, respondí. Sé que su hermano el médico que ha incursionado en el sindicato de trabajadores de la universidad, y Juan fueron compañeros de estudios y en el hospital escuela donde ambos cursaron sus respectivas especialidades. Le pregunté entonces si aceptaba la corrupción como algo válido y esta interrogante sí le molestó. Me miró muy seria, diciéndome que la estaba ofendiendo.

– Bueno, usted fue muy directa conmigo – le dije, – y no veo ninguna razón para que yo no lo sea con usted.

Este asunto de la honestidad resulta de lo más importante. Observando a esta mujer, he llegado a darme cuenta de que va por la vida con la pretensión de ser una persona muy correcta. Aquella tarde que pasamos muchas horas juntos, en una proximidad difícil de explicar entre dos desconocidos – quiero decir, abrazados, tendidos en un sofá – Denisse me habló de la estricta disciplina que observa en el ejercicio de su profesión, en sus actividades diarias, incluso de su régimen alimenticio.

“¿Es usted congruente con sus altos estándares?”, hubiera querido preguntarle. El que hayamos llegado a un contacto físico tan cercano siendo prácticamente desconocidos sembraba duda razonable.

– Creo que tu pregunta surge de que te sientes celosa, Denisse – le dije. Para mi sorpresa ella no mostró la menor señal de inquietud y sonriendo me preguntó: ¿ha llegado el momento de tutearnos?

Unos veinte minutos más tarde, nos hallábamos otra vez tendidos y envueltos en un abrazo (esta vez en un lecho, es decir, en una cama). En la habitación había una sola luz encendida, la de una lámpara y en la penumbra Denisse percibió mi sonrisa.

– ¿Qué te divierte tanto? – me preguntó esta bella mujer, ahora mi amante.

– Pienso en la familia de tu paciente, seguramente no te contrataron para esto – respondí.

– No tienen por qué enterarse – respondió Denisse.

Y así pasaron muchas horas.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Pensamientos diversos en una tarde de miércoles


Estás en una buena situación, tienes un empleo con una remuneración que te permite ser autosuficiente y mantener a tu madre. Al mismo tiempo, le has demostrado a muchas personas que tienes habilidades poco comunes, que eres responsable, confiable y que tienes una preparación académica muy sólida. En algunas personas eso ha provocado admiración, en otras ha provocado envidia y a para tus enemigos ha sido una calamidad.

Deja de sufrir por situaciones que están fuera de tu control y sé feliz con las cosas buenas que hay en tu vida.

Duermo en una cama tamaño individual, con una pequeña extensión de la longitud del lecho, que era una base de otra cama que yo recorté para que cupiera el colchón tamaño matrimonial en que dormía hasta marzo pasado. Esa extensión ya no es necesaria, pero la tengo pegada a la cama porque me es útil para poner objetos como cuadernos y libros, además de prendas de ropa.

Antenoche, en la madrugada del martes, desperté de pronto y vi una forma oscura apoyada en dicha base. Reconocí entonces a mi perrita Chora, a la que adopté junto a su hija Clara el pasado mes de abril. Extendí una de mis manos y acaricié la cabeza de mi mascota, cubierta de grueso pelo color sal y pimienta. Más tarde volví a despertar y me di cuenta de que ahora se hallaba tendida sobre una pequeña área de la extensión de la cama, su pequeño cuerpo descansando en un cuaderno y sobre el arreglo con forma de tablas de madera que componen esa extensión.

¿Por qué hace eso este animalito, para estar más cerca de mí? Recuerdo una vez que mi perrita Candy, maltés de raza pura se acercó a mí y apoyó sus patas delanteras en mi regazo, pidiéndome que la acariciara, pensé ‘estos no traicionan’. ¿De cuántos seres humanos podemos decir eso? Tal vez de ninguno. No sé si estoy siendo demasiado pesimista.

¿Por qué tengo que vivir con mi madre, si ella hizo posible que mi padre terminara de arruinar mi vida?

Hace 36 horas murió mi tío Renato, diez años después de mi padre. Mi primo Ricardo se siente mal por ello, está viviendo un duelo. En su lugar yo me iría a celebrar, ese hijo de puta fue atroz. ¿Por qué tantas personas aman a sus peores enemigos y al mismo tiempo se vengan de lo que estos les hicieron en personas que jamás les han hecho ningún daño? Eso definitivamente no lo entiendo.

He estado en crisis desde anoche, cuando llegué a la casa y me enojé mucho con mi madre porque no entendió el mansaje que le envié por Whatsapp, diciéndole que había hablado con la directora de mi departamento para decirle que no quería ir al convivio, y ella lo aceptó. Mi madre no leyó bien el mensaje y entendió que me había ido a ese evento social y supuso que llegaría tarde a la casa. No dormí bien durante la noche, salí de la cama demasiado temprano, a las cuatro de la mañana.

La crisis que estoy viviendo tiene relación con el motivo de mi negativa a asistir a ese evento social del departamento al que pertenezco. Como escribí en entradas anteriores, cuando regresé de la incapacidad por el accidente que sufrí a principios de mayo, encontré con que había ingresado una vieja en el mismo puesto que yo, mismo que desempeñó durante seis meses y finalmente el pasado viernes 15 de diciembre se retiró voluntariamente, después de haber hecho un papel vergonzoso.

Como resultado de sus intrigas, dos compañeros que tienen puestos de jefatura mostraron comportamientos muy hostiles hacia mi persona, lo que me hizo sentir terriblemente mal y pensar en que así ha sido mi vida desde el principio, que he sido blanco de todo tipo de ataques en todos los ámbitos, me provoca un malestar muy doloroso, difícil de manejar.

Mañana temprano se llevará a cabo el susodicho convivio y no sé de qué manera afectará mi jornada laboral. No sé si deberé presentarme a laborar a la hora acostumbrada o si podré tomarme unas horas de descanso en el que será mi último día de trabajo antes de Navidad, pues a partir del próximo viernes tendré cinco días de asueto.

martes, 19 de diciembre de 2017

Un flashback


En 1975 vivíamos en un edificio en el que la planta baja y el primer piso estaban ocupados por un banco, del que mi padre era gerente. El segundo piso (tercera planta) era el mentado Penthouse que habitábamos la familia del susodicho gerente, algo de lo más desafortunado, pues no era un ambiente propicio para una mujer y sus hijos; menos aun cuando su matrimonio era ya un infierno, situación que se venía dando desde hacía al menos seis años.

Mónica, Yolanda y yo asistíamos a una escuela de gobierno en la que cursábamos la primaria, que tenía un nivel educativo deplorable, pero que había sido elegida porque era conveniente para la incipiente carrera política de nuestro padre, pasando a segundo término la calidad de la educación que recibiríamos.

Mis problemas de aprendizaje eran ya demasiado evidentes, como lo habían sido desde 1971, cuando cursaba el segundo grado. Físicamente yo me hallaba en el salón de clases, pero mi mente estaba en otra parte y me resultaba imposible poner atención. En aquel entonces nadie pensaba en el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, no sé si incluso ya existía el diagnóstico. Sea como fuera, mis padres atribuían mi mal desempeño escolar a mi naturaleza vil, a mi firme determinación de causarles el mayor número de problemas, acabando de arruinar sus vidas.

Un día, posiblemente sábado, me vi en el dormitorio de mis padres, con la puerta cerrada. Mi madre se hallaba de pie en silencio, sobrecogida por el dolor tan intenso en que se debatía su cónyuge, mientras mi padre sentado en la orilla de la cama narraba lo espantosa que había sido su infancia, cómo perdió a su madre siendo un niño desvalido para que su padre lo echara a la calle, poniendo a ese pequeño mártir a merced de la maldad del mundo, careciendo de un techo, del alimento, del vestido, del calzado y de todo aquello que necesita un ser humano para sobrevivir en esta orbe hostil y peligrosa en que vivimos.

Al concluir el relato del infierno que fue su infancia, mi padre se inclinó apoyando la frente en el dorso de su mano, cerrando los ojos y exclamando “cómo he sufrido”. Yo escuchaba sintiendo una terrible culpabilidad por lo que le estaba haciendo a mi progenitor, incapaz de hacer nada para detener este horrible flagelo. Siendo un niño, ni siquiera se me ocurría la idea de que los tormentos de la niñez de mi padre y las marcas en su psiquis no tenían nada que ver conmigo y yo no era responsable de nada que hubiera sucedido décadas antes de que yo naciera. Tampoco sabía que mucho de lo que él decía era inexacto en el mejor de los casos, cuando no absolutamente falso.

Hasta la fecha no entiendo por qué mi madre no intervino, intentando por lo menos hacerle ver a mi padre que lo que decía no tenía el menor sentido —de hecho era una manifestación de su locura— y tranquilizándome a mí, dándome a entender que de ninguna manera podía ser responsable por lo que sucedió muchos años antes, pues los acontecimientos llevan un orden cronológico y nadie viaja al pasado a provocar estragos en las vidas de otras personas.

jueves, 14 de diciembre de 2017

Manejo de la energía y una verdadera oportunidad


Como expreso claramente en la entrada anterior, hoy es un día significativo. Una década después de la muerte del peor enemigo que he tenido jamás, me encuentro en una buena situación, pues desde hace dos años y siete meses tengo trabajo, llevo una vida productiva y cuento con un dinero que me proporciona bienestar, independientemente de que sea mucho, poco o regular. Bueno, definitivamente no es poco. A modo de ejemplo puedo comentar que el día de hoy estoy estrenando zapatos, comprados a amazon.com y en este año que está terminando he hecho muchas compras que han redundado en bienestar, si bien sé que la felicidad no está en la abundancia de bienes materiales.

He estado leyendo el libro ‘The Happiness Track” de Emma Seppälä, científico de la Universidad de Stanford. Me encontré con esta destacada mujer buscando en internet la manera de manejar el estrés que padezco casi cotidianamente, específicamente los conflictos con compañeros de trabajo, y en segundo término el estrés que tengo que enfrentar al salir de casa y moverme en un ambiente con muchísimo tráfico, gente que se comporta como animales salvajes, ruido excesivo y traslados largos de mi casa al trabajo y recíprocamente, que toman mucho tiempo.

Apareció Emma Seppälä en un video de youtube hablando de ejercicios de respiración y sus efectos, así como de meditación y el manejo de nuestra energía. Al buscar información sobre esta bella mujer encontré su libro disponible en amazon.com y decidí comprarlo. Sin embargo, como me sucede tanto, el interés fue muy vivo al principio y después fue desvaneciéndose.

Esta mañana retomé su lectura en el trayecto hacia el trabajo y terminé un capítulo titulado ‘Manage your energy’. Al llegar al final, decidí volver a leer ese capítulo desde el principio. Habla principalmente de la importancia de conservar la calma y evitar las emociones intensas. A diferencia de lo que podría pensarse, que ante la necesidad de hacer mucho trabajo en un tiempo limitado el estrés es inevitable y de hecho ayuda a conseguir los objetivos. Paradójicamente, estar en calma nos hace mucho más productivos, evitando el agotamiento y disminuyendo la posibilidad de cometer errores que pueden tener consecuencias muy serias.

La importancia del manejo de la energía no se limita al ambiente laboral, sino a todos los ámbitos de nuestras vidas. Hablando de mí puedo decir que atribuyo el cansancio que me agobió en meses pasados a no saber manejar las relaciones difíciles con algunos compañeros de trabajo, a no manejar adecuadamente el estrés que me provoca convivir con muchas personas (por ejemplo al usar el transporte público para ir y venir del trabajo), y a mis trenes de pensamientos en los que revivo una y otra vez experiencias negativas con compañeros de trabajo, o con familiares o con conocidos y con desconocidos, ya sea que hayan sucedido hace unas cuantas horas o hace años (incluso décadas).

Frecuentemente siento preocupación por las consecuencias que pudieran tener enfrentar una situación laboral (por ejemplo el convivio con mis compañeros de departamento que se llevará a cabo en fecha próxima, al cual tengo la firme intención de no asistir), o plantearle a la directora de mi departamento las razones de mi negativa, o exponerle lo mal que le he pasado desde que llegó aquella señora de edad avanzada, que lo único que ha hecho es causar problemas con sus chismes e intrigas (a todas luces es una enferma mental) y las complicaciones porque algunos compañeros le han hecho caso.

Otra manifestación de este mal manejo de la energía consiste en imaginar situaciones en las que yo podría resultar seriamente perjudicado (llegar a perder mi empleo, por ejemplo); en palabras más claras: catastrofismo.

El día de hoy, con más de 50 años de edad tengo la oportunidad de aglutinar mis experiencias y convertirlas en lecciones valiosas, en sabiduría y experiencia aprendiendo a diferenciar lo que es importante de lo que no lo es. Si lo consigo, podré dejar de sentir ese malestar que tanto me aqueja (pese a mis buenas condiciones de vida) y ese cansancio continuo, lo que me dará la posibilidad de dejar de tomar medicamentos (algo que ya estoy haciendo) sin el peligro de sufrir recaídas riesgosas y canalizar mi energía de una manera constructiva.

Sé que todo esto no se logra de la noche a la mañana, pero ya he recorrido un buen tramo del camino y si tengo éxito mi vida puede dar un giro de 180 grados, dejando atrás una existencia dominada por el sufrimiento, la injusticia, la violencia y la enfermedad.

Haré mi mejor esfuerzo.

14 de diciembre de 2007, hace diez años


El viernes 14 de diciembre de 2007 asistí a una junta de Al Anon, movimiento paralelo a AA, para familiares y amigos de enfermos alcohólicos, cerca de mi casa.

En aquel entonces vivía solo, desempleado y en un grado serio de pobreza. Creo que no hace falta mencionar que estaba muy enfermo y sin atención médica; de hecho estaba demasiado delgado y vivía con hambre y durmiendo menos de lo necesario.

Las sesiones en esa cede de Al Anon se llevaban a cabo lunes, miércoles y viernes y tenían una duración de 90 minutos; la mayoría de los integrantes eran del sexo femenino, mujeres. Aquel día yo di un tema (que no recuerdo). Esto consistía en pasar al frente y desde un escritorio leer en voz alta un capítulo de uno de los libros de dicha organización. Si no mal recuerdo, el libro del que leí se titula “Cómo Al Anon ayuda a las familias”.

Durante mi exposición hablé sobre mí, volviendo a mencionar lo mucho que odiaba a mi padre, no por ser un alcohólico, sino por ser un individuo sádico y perverso. Lo que no dije es que yo sabía que ese día él iba a morir. De hecho había dejado mi teléfono celular en casa, porque sabía que alguien de mi familia iba a llamarme desde Tepic para decirme que mi padre agonizaba, o había muerto.

Cuando terminó la sesión me dirigí a casa y al llegar encontré una llamada perdida en mi teléfono celular, que provenía del teléfono de mi hermana Yolanda. Le envié un mensaje y casi inmediatamente me llamaron, pero no mi hermana, sino su cónyuge Enrique. Me informó (llamándole “mala noticia”) que mi padre estaba en coma y me preguntó si quería que me mandaran dinero para poder asistir a su funeral. Yo respondí que no, sin dar mayor explicación y terminó la llamada.

En el fin de semana que siguió padecí hambre, pues no tenía prácticamente nada de dinero y muy poco alimento en el refrigerador. Sin embargo, sentí una gran tranquilidad sabiendo que jamás volvería a escuchar las injurias de ese mal individuo; ni a enterarme de que se dedicaba a vomitar veneno sobre mí a mis espaldas; o a pensar que había sometido a mi madre a una tremenda pobreza; o que mi hermana Verónica murió por lo que él le hizo. No obstante, sabía que mis problemas no terminarían con su muerte.

Horas más tarde, el esposo de Yolanda me envió un mensaje que decía: ‘tu papá falleció hace una hora’. Yo tuve que hacer un esfuerzo para no responder: ‘que se pudra en el infierno’, y en lugar de eso escribí ‘gracias por avisarme’.

En este momento se están cumpliendo diez años de ese acontecimiento y extrañamente siento menos odio por ese individuo perverso y depravado. No sé si esto vaya a durar, o al cabo de un tiempo vuelva a sentir la furia contra él porque durante 43 años se vengó en mí por lo que le hizo su padre y me hizo responsable de todos sus problemas, y de todos los problemas de la humanidad.

martes, 12 de diciembre de 2017

Décimo aniversario luctuoso, y la herencia de nuestro padre


En 1969, acabando de llegar a vivir a Tepic, procedentes de Cd. Obregón, una vez estuvo de visita en la casa mi tío Jaime, hermano de mi papá. Mi hermana Yolanda, en ese momento una bebé de un año de edad, cuando mucho, tomó una caja de cerillos y encendió uno, con el que se quemó. Al oír su grito de dolor, mi madre acudió a atenderla. Mi padre y su hermano Jaime estaban en la mesa del comedor y mi tío me gritó: ¡Rafael!, considerándome responsable del incidente por no cuidar a mi hermana.

Cabe la pregunta, ¿desde cuándo un niño de cinco años tiene la responsabilidad de cuidar a su hermana menor, incluso estando los padres presentes? Ese señor Jaime, hermano mayor de mi papá era otro individuo pendejo, con un carácter autoritario que se sentía con el derecho de entrometerse en los asuntos de otras personas. El problema fue que mis padres (ambos, mi padre y mi madre) se lo permitieron. Ese sería el patrón durante muchísimos años. Mis padres no se limitaron a violentarme (y en menor medida al resto de sus hijos), sino que permitieron o incluso invitaron a extraños a que se unieran a la violencia.

El próximo jueves, 14 de diciembre se cumplirán 10 años de que murió mi padre, Rafael Madrid Escobedo, a los 70 años de edad. Cuando le llegó la hora, este señor era una piltrafa humana, tanto física como mentalmente estaba totalmente destruido por el alcohol. El hígado se le deshizo y tenía diabetes, hacia años había perdido toda la dentadura y ello le había hecho perder las facciones, su rostro parecía cubierto por una tela color piel que le caía verticalmente hacia abajo. Habiendo sido un hombre corpulento, en sus últimos años había sufrido un enflaquecimiento que lo tenía literalmente en los huesos.

Su violencia, lejos de disminuir con el paso de los años y la llegada de una senectud muy acelerada, iba en aumento. Su odio afloró con una tremenda intensidad contra los hijos que tuvo fuera del matrimonio, que en ese momento eran adolescentes. Contra mí, que tenía 43 años, seguía sintiendo una furia sin límites considerándome el causante de todos sus problemas, sin tener la menor conciencia de que él había arruinado mi vida, con una pequeña ayuda de otras personas. Con esto último me refiero a gente como David, el infame al que consideré mi amigo, que cuando tuvo poder sobre mí siendo mi jefe en una empresa de la maquiladora electrónica, diez años antes, mostró un comportamiento muy parecido al del monstruo que tuve por padre.

Mi hermana Mónica había terminado toda relación con nuestro padre seis años antes, cuando contrajo nupcias con un estadounidense. A mí me avisaron que mi padre estaba agonizando y yo le comuniqué a mi familia que no tenía intenciones de ir al funeral. Se necesita ser increíblemente idiota para asistir al funeral del peor de tus enemigos. En cambio mi hermana Yolanda, que se había casado 13 años antes (en un cumpleaños de nuestro padre) fue la única que estuvo con él, llorando su muerte, sin darse cuenta que del vínculo tan destructivo que había desarrollado con ese monstruo.

Al año siguiente, hablando con una psicóloga vía telefónica, se me diagnosticó un trastorno de personalidad, pero tuvieron que pasar otros tres años para que cobrara conciencia de lo grave que es.

A pesar de esto, de los tres hijos que quedamos yo parezco ser el que mejor se encuentra. Mis hermanas Mónica y Yolanda parecen no tener la menor conciencia de su situación, que se manifiesta principalmente en sus respectivas vidas maritales, habiéndose casado con malos individuos.

Yolanda ha estado trabajando más de lo que corresponde durante 24 años —casada con un individuo que no quiere ni puede mantener a su familia— y ahora comienza a enfrentar consecuencias. Hace algunos meses se puso bajo tratamiento médico por anemia, y ahora, ya en la menopausia, tiene que someterse a una operación delicada, una histerectomía.

¿Qué sucedería si Yolanda padeciera una enfermedad que le imposibilitara trabajar, qué sucedería con ella y con sus hijos? Después de casi dos décadas y media, no tiene nada por haber formado una familia con el peor individuo que pudo encontrar. Mi hermana no tiene conciencia de que lo único que puede explicar que haya arruinado así su vida, es una patología provocada por haber crecido en un hogar donde privó la violencia, provocada por la destructividad de nuestro padre y la codependencia de nuestra madre.

Mónica, por otra parte, muestra comportamientos y actitudes absolutamente incomprensibles en una persona normal. Lo único que puede explicar su proceder es una patología con el mismo origen que la del resto de nosotros, los hijos que componemos la familia, pero agravada por su debilidad psíquica, por depender de su esposo a tal grado que se ha convertido en un autómata que obedece todas sus órdenes, incluso anular su capacidad de raciocinio para pensar lo que él quiere, para no tener ideas propias, para caer en la más absoluta sumisión, como una máquina desprovista incluso de sentimientos.

Esa es la herencia que dejó nuestro padre, pero existe una línea que divide su responsabilidad por lo que hizo de la de cada uno de nosotros. Ese monstruo consiguió hacerme mucho daño, pero nunca le permití que me destruyera.

Eso ha hecho toda la diferencia.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Evento social en el trabajo, con carácter de obligatorio, error incomprensible

En fecha próxima habrá una comida de mi departamento con un intercambio de regalos, con carácter de obligatorio. La directora del departamento es una mujer algunos años más joven que yo a quien considero muy competente, con grandes dotes intelectuales, con una formación académica impresionante, pero que también comete errores serios.

Hace un mes se dieron los resultados de la evaluación del ambiente laboral por departamento, y el nuestro salió mal, como ha sucedido todos los años anteriores. La directora quiere mejorar el ambiente haciendo un evento social obligatorio, lo cual constituye un error incomprensible.

Hablando de mí, puedo decir que este año ha sido muy difícil. Cuando regresé de mi incapacidad, por haberme fracturado la clavícula en un accidente ciclista, me encontré con que había una nueva compañera, una mujer de más de 60 años, que trató de hacerme sentir que mi nivel intelectual era deplorable y que mi trabajo no servía para nada. Tengo una mala suerte para encontrar este tipo de personas. Esto se dio porque cuando llegó le di información sobre mí (del tipo que se le hacen a una persona cuando se le conoce), a saber: que yo no tenía estudios de química, y que hay unos comandos del programa Word que yo no uso porque no los conozco.

Esta señora torció lo que dije y del primer comentario (que no tengo estudios de química) entendió que no tengo estudios, que dejé trunca mi educación en segundo año de primaria; del segundo comentario (que hay comandos de Word que no conozco), entendió que a duras penas sé encender la computadora. Yo opté por no hablar para nada ni tener ningún trato con esta vieja estúpida y entonces ella comenzó a decirle a mis compañeros de la oficina que yo me portaba muy grosero con ella. Hubo gente que ni caso le hizo, pero hubo más de un idiota que le creyó, sin tener la mínima evidencia.

Un marica que tiene un puesto de jefatura le llevó el chisme a la directora del departamento (que ella acertadamente ignoró), pero él comenzó a mostrar una tremenda hostilidad contra mí. Este pendejo alfeñique no tendría nada que hacer conmigo en una confrontación, sería fácil hacerlo pedazos, pero sabe bien que no puedo hacerle nada porque si lo hiciera perdería mi trabajo.

Al cabo de unos días, sucedió lo mismo con otra compañera que también tiene puesto de jefatura y tiene que ver conmigo, pues coordina el área a la que pertenezco (por cierto muy mal, es muy incompetente).

Yo soy extremadamente sensible y tengo conciencia de ella. Ahora me permito mencionar algo que leí sobre mi trastorno límite de la personalidad (borderline personality disorder): puede hacerse una analogía con alguien que tiene quemaduras graves en el 90% de su cuerpo, el menor contacto, el menor movimiento le produce un sufrimiento espantoso.

En un momento dado hablé con la directora y le comenté lo que estaba haciendo esa mujer de edad avanzada (esa vieja) y ella me dijo que era tanto el trabajo y la presión que teníamos, que nadie iba a hacer caso de chismes. Esta vez, la directora sí se equivocó y su respuesta fue absolutamente incorrecta.

La vieja tiene menos de seis meses en el empleo y se ha ausentado por lo menos ocho días laborales completos, además de salir constantemente por motivos personales o de salud, para regresar horas más tarde. Se dice traductora y no conoce la ortografía del español, depende del corrector ortográfico. En la portada de los DMFs (drug master files) ponía “archivo maestro de medicamento” en lugar de “archivo maestro de fármaco”. Si no sabe diferenciar un medicamento de un fármaco, no tiene idea de lo que está haciendo, además de no tener un mínimo de vergüenza. La vieja se encuentra en la tercera edad y para lo único que sirve es para causar problemas.

En estos días que sigue se nos va a comunicar de este asunto de la comida con el intercambio de regalos, y yo voy a fijar mi postura. No iré.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Monica, my beloved twin sister and her husband Jeffery


Jeffery Alan Jung, the wretched gringo has convinced his brainless puppet, his wife, that she is the victim of her twin brother, who happens to be evil, besides being the scum of the earth. Furthermore, her family is brown trash, from the neighboring country, south of the border.

Monica has been living despising her family, her mother and siblings Oscar and Yolanda. She feels ashamed of her family before her husband and keeps a distance from them.

It is clear that Monica is feeble-minded with little or no volition. She hates her twin brother because he was born male, while she was born female. She hates him because his skin is not dark, like hers is. She hates her brother because he is more intelligent and better looking. More importantly, she hates him because her husband wants her to. Otherwise, if she didn’t hate her brother and feel ashamed of him and the rest of her family, she would fall from her husband’s grace. Jeffery would stop pretending that he loves her. He would punish her, he would make her suffer.

Am I the scum of the earth? I don’t think so.

I have survived. Not unharmed, but I’ve avoided alcoholism and drug addiction. Being over 50, I am in good shape and good health, physically. Now I’ve become a hard working employee (I work in the drug industry as a translator) and I am self-reliant. Three years ago, when I turned 50 I wrote in my twitter account: I’ve reached the half century of life and I read, I translate I bicycle and I wait my existence to end.

My life has been very unfair. I am moved to write about my sister Monica and her husband Jeffery because they did the same thing countless other people have done: beat me because I am vulnerable. Just because of that, there is no other reason.

But let’s not talk about me, let’s talk about them, my sister Monica and her husband Jeffery. What is he doing to her? He is feeding her hatred. Is that a good thing to do? Is that Christian? Can’t either of them come to realize that this bad deed is very destructive? He is pushing his wife into madness. Jeffery is doing that to the mother of his sons. Does he ever think about how his sons’ lives would be having a psychotic mother? Has he ever thought about the risk of his sons becoming psychotic themselves?

Jeffery Alan Jung lives pretending to be a loving husband, father, son, neighbor, citizen, Christian. How many people buy such? How many people believe him? Why does he want his wife to go crazy? Is that love? I am sure it is not.

The truth is that Jeffery hates his wife. He despises her because belonging to a trash family, she is trash too. How could he love a woman who is worth nothing? What about their sons? Being Monica’s children they must be trash too.

Monica has been slipping towards a living hell, pushed by her husband Jeffery. She is unable to realize that once she gets to such hell, she’ll stay there for good until her life come to an end.

Seems tragic to me.

Tarde de viernes, termina la semana laboral y mi mente divaga


La semana está por terminar, faltan dos horas y cuarenta minutos para que pueda irme a mi casa, donde al llegar me cambiaré de ropa, me pondré mis shorts de ciclismo, y después de inflar las llantas de mi bicicleta a la presión adecuada (120 psi), pedalearé sobre los rodillos unos cuarenta minutos.

Me siento más cansado que de costumbre, probablemente porque salí de la cama una hora antes de lo habitual, hoy a las cinco de la mañana para llevar a mis mascotas Chora y Clara, mis dos perritas, madre e hija respectivamente, a caminar. Las ventajas de las horas nocturnas, en que hay poca gente en la calle y la mayoría duerme. Menos gente, menos estrés, menos incomodidad.

Si he de ser honesto tengo que reconocer que no disfruto de la compañía ni de la proximidad de otras personas. Lo mejor que me puede pasar es estar solo, si no completamente, sí con muy poca gente a mi alrededor. A pocas personas puedo confesarles que no soy empático, muchísima gente me produce rechazo que frecuentemente se convierte en desprecio, no disimulado. En el mundo somos más de siete mil quinientos millones de habitantes y el deterioro ambiental refleja esta cifra astronómica. En mi país somos 120 millones o más y eso para mí es intolerable. ¿Por qué se sigue reproduciendo la gente? ¿Para qué traer hijos al mundo? Para que enfrenten una realidad horrible, para que sufran, para que se conviertan en integrantes del ejército de pobres que existen para darle poder a unos pocos, sin tener la menor conciencia de ello. Y en el proceso, hombres y mujeres se arrepienten de haber tenido descendencia pensando en secreto en lo mejor que estarían sin haber tenido hijos, y germinando un odio oculto hacia ellos que aflora de mil formas diferentes y causa un daño irreparable en sus vástagos. Este patrón se hereda de padres a hijos en incontables generaciones sin que casi nadie tenga conciencia de que se procrea una familia para odiarla y destruirla, pero negándolo, pregonando lo contrario, llamándole amor al odio y eternizándolo.

Muchos habitantes nacen con poca inteligencia, que se disminuye aún más por padecer desnutrición desde la temprana infancia; este deterioro resulta irreversible. Al cabo de unos años son enviados a escuelas con un sistema educativo ineficaz, con maestros que carecen de los conocimientos que se supone deben impartir. Conforme pasan los años, esos niños se convierten en individuos iletrados, analfabetas funcionales con muy escasa capacidad para trabajar y ser productivos, situación que se combina con el desempleo y la falta de oportunidades y una injusticia social que cada día es más grave.

Los empresarios ven a este ejército de pobres como una fuente de riqueza inagotable. Les venden sus productos que los menesterosos consumen cotidianamente: refresco, alimentos chatarra, cerveza y otras bebidas alcohólicas (a las cuales muchos se convierten en adictos), y los enajenan con futbol y televisión con contenidos paupérrimos.

Los políticos (de todos los partidos, sin excepción), hacen grandes esfuerzos y procuran enormes cantidades de dinero para engañar a este ejército de menesterosos, haciéndoles creer que ellos y sus secuaces representan la solución a sus problemas, el alivio a su sufrimiento. Los que llegan al poder se dedican a saquear a su país y a reprimir al sector de la población que tiene conciencia y se informa, a esa minoría a la que no pueden engañar. Los líderes religiosos pregonan la palabra de un dios en el que no creen y muchos de ellos cometen faltas muy graves, sabiendo que no tienen nada que temer pues pertenecen al selecto club de los delincuentes intocables.

¿Muy enojados con el idiota que tenemos en la presidencia? ¿Para qué sirve eso? A lo más que podemos aspirar es que el próximo primer mandatario no sea tan criminal ni tan pendejo, pero podemos tener la seguridad de que va a ser otro delincuente que se va a dedicar a robar y a vivir como magnate, para que una vez que haya terminado su sexenio, hacer lo necesario para continuar perteneciendo a los círculos del poder mientras millones de mexicanos son cada vez más pobres, pero no por ello dejan de reproducirse.

martes, 5 de diciembre de 2017

Mis conflictos con individuos narcisistas, las patologías de otros


Asunto: La idea de que personas con las que he tenido problemas en mi vida, especialmente individuos del sexo masculino, han mostrado una intensa furia contra mí por experimentar que yo tengo algo que ellos quisieran, de lo que yo los despojé.

A David la envidia le corroía las entrañas porque mi físico era absolutamente superior al suyo, y no porque yo tuviera el físico de un superdotado (como un deportista de alto rendimiento) sino porque él era un alfeñique, absolutamente carente todas las cualidades físicas, fueran estas potencia muscular, coordinación, velocidad, capacidad aeróbica, resistencia, etc.

José Javier se sentía amenazado por mí porque se la vivía dándoselas de deportista, y no lo era. Esto era demasiado evidente por su falta de musculatura, su pecho de gallina y el salvavidas de sebo que llevaba arriba de su cintura.

Con el esposo de mi hermana Yolanda la historia es otra. Él no se siente inferior a mí físicamente, sino intelectualmente, porque carece de instrucción, cuenta solamente con escolaridad primaria en una época en la que en el mundo laboral los títulos de licenciatura y de postgrado pesan mucho.

Mi hermana Mónica está casada con un extranjero, un estadounidense que ha llevado una vida sedentaria y en consecuencia apenas tiene la capacidad de poner un pie delante del otro. Poco antes de su visita, a mediados del años 2003, él y yo tuvimos comunicación vía email y yo bromeaba con él preguntándole: Do you have powerful calves? We will race, Old Boy. We will race.

Creo que muy probablemente eso lo motivó a agredirme. Tenía que deshacerse de mí antes de que estuviéramos en la playa y yo lo retara a una carrera de velocidad en la arena mojada, algo que en realidad nunca tuve intenciones de hacer.

Estos cuatro individuos, pese a ser muy diferentes entre sí tienen algo con común: su complejo de gusano, o dicho más claramente, un complejo de inferioridad. Por eso van por la vida comparándose con otros hombres ávidos de ser considerados hombres destacados, por propios y extraños. Los cuatro quisieron compararse conmigo porque se percataron de que yo vivía en una situación muy precaria y por lo tanto, era muy vulnerable. Los cuatro infames me atacaron porque me consideraron débil, fácil de vencer.

El que menos daño me hizo de estos cuatro pendejos fue José Javier. Su proceder me causó solamente un cierto malestar que no dejó secuelas. En contraste, quien más daño me hizo fue David, que fue mi compañero en la universidad y pese a su buen desempeño académico, en el ejercicio de su profesión resultó ser un pendejo bien hecho, pero más importante, su psiquis está dañada irremediablemente por sus traumas respecto a su debilidad física, su ausencia de virilidad, su condición de individuo anodino e insignificante que aunado a su pequeñez y su ruindad como hombre lo convierten en una piltrafa humana, en un marica con más de 50 años en la actualidad.

Mi cuñado Enrique (esposo de mi hermana Yolanda) vive utilizándome para tratar de justificar que no trabaje, que no se gane la vida y que no mantenga a su familia. Va por la vida manipulando a su interlocutor, narrándole su trágica existencia en la que sus circunstancias le imposibilitaron ir a la universidad y estudiar una licenciatura. Lo que no puede explicar es por qué si su padre lo inscribió en buenas escuelas particulares, él se ausentó y no quiso estudiar siquiera la enseñanza secundaria. Tampoco tiene argumentos válidos respecto al modo como pasa su tiempo libre (que es mucho) viendo la televisión y haciendo ejercicio buscando ser insoportablemente hermoso sin hacer ningún esfuerzo por elevar su escolaridad (hoy que hay tantas opciones para estudiar), haciendo muy evidente ante cualquier observador que su vocación es ser un hombre mantenido por una mujer.

Mi otro cuñado, Jeffery esposo de Mónica llegó a tener 37 años soltero, principalmente porque como hombre pasaba desapercibido. Ninguna mujer se fijaba en él y eso le provocaba mucho sufrimiento. Siendo un individuo muy narcisista, necesitaba una esposa que admirara su inteligencia, su educación, su formación académica, su trabajo con sus correspondientes ingresos y su grandeza de espíritu, siendo profundamente religioso, un devoto católico bien intencionado y temeroso de Dios.

Este gringo encontró a mi hermana Mónica cuando ambos vivían en California y asistían a sus servicios religiosos y ensambló con ella, como dos piezas de madera trabajadas por un carpintero competente.

Mi hermana Mónica carecía de autoestima y vivía en ese país (Estados Unidos) ilegalmente. Se sentía una gota de agua sucia en la inmensidad del océano, una mujer en la que nadie se fijaba en primer lugar por no ser nada atractiva y en segundo término, por su condición ilegal, sus evidentes problemas de personalidad y salud mental. Es la clase de persona que provoca rechazo en los demás por su proclividad a juzgar el modo como viven otras personas y a dar su opinión y emitir juicios cuando nadie se lo pide.

Así Jeffery encontró en Mónica a una mujer que se iba a sentir el ser más afortunado de la creación por tener un compañero excepcional (cuyas cualidades están solamente en su torcida percepción de la realidad) y lo iba a poner en un pedestal para adorarlo mientras viviera.

La historia de David tiene un fuerte paralelismo con la de Jeffery, si bien no se conocen.

Este pobre idiota se casó con una mujer con fuerte fisonomía indígena, proveniente de un estrato social muy inferior, carente de educación y cultura para que, encontrándose pegada al piso, lo viera para arriba, como a un gigante, uno de esos hombres que tienen asegurado su lugar en la historia.

Lo que cada uno de estos sujetos parece ignorar, es que no se puede vivir para siempre en un campo de nubes de fantasía. Conforme pasa el tiempo la realidad aflora y las nubes se dispersan y la pobreza de cada individuo se hace evidente; llega un momento en que ya no es posible sostener ese autoengaño y la caída es inevitable.

Es entonces cuando se manifiesta la destructividad, de una manera muy cruda.