jueves, 14 de diciembre de 2017

14 de diciembre de 2007, hace diez años


El viernes 14 de diciembre de 2007 asistí a una junta de Al Anon, movimiento paralelo a AA, para familiares y amigos de enfermos alcohólicos, cerca de mi casa.

En aquel entonces vivía solo, desempleado y en un grado serio de pobreza. Creo que no hace falta mencionar que estaba muy enfermo y sin atención médica; de hecho estaba demasiado delgado y vivía con hambre y durmiendo menos de lo necesario.

Las sesiones en esa cede de Al Anon se llevaban a cabo lunes, miércoles y viernes y tenían una duración de 90 minutos; la mayoría de los integrantes eran del sexo femenino, mujeres. Aquel día yo di un tema (que no recuerdo). Esto consistía en pasar al frente y desde un escritorio leer en voz alta un capítulo de uno de los libros de dicha organización. Si no mal recuerdo, el libro del que leí se titula “Cómo Al Anon ayuda a las familias”.

Durante mi exposición hablé sobre mí, volviendo a mencionar lo mucho que odiaba a mi padre, no por ser un alcohólico, sino por ser un individuo sádico y perverso. Lo que no dije es que yo sabía que ese día él iba a morir. De hecho había dejado mi teléfono celular en casa, porque sabía que alguien de mi familia iba a llamarme desde Tepic para decirme que mi padre agonizaba, o había muerto.

Cuando terminó la sesión me dirigí a casa y al llegar encontré una llamada perdida en mi teléfono celular, que provenía del teléfono de mi hermana Yolanda. Le envié un mensaje y casi inmediatamente me llamaron, pero no mi hermana, sino su cónyuge Enrique. Me informó (llamándole “mala noticia”) que mi padre estaba en coma y me preguntó si quería que me mandaran dinero para poder asistir a su funeral. Yo respondí que no, sin dar mayor explicación y terminó la llamada.

En el fin de semana que siguió padecí hambre, pues no tenía prácticamente nada de dinero y muy poco alimento en el refrigerador. Sin embargo, sentí una gran tranquilidad sabiendo que jamás volvería a escuchar las injurias de ese mal individuo; ni a enterarme de que se dedicaba a vomitar veneno sobre mí a mis espaldas; o a pensar que había sometido a mi madre a una tremenda pobreza; o que mi hermana Verónica murió por lo que él le hizo. No obstante, sabía que mis problemas no terminarían con su muerte.

Horas más tarde, el esposo de Yolanda me envió un mensaje que decía: ‘tu papá falleció hace una hora’. Yo tuve que hacer un esfuerzo para no responder: ‘que se pudra en el infierno’, y en lugar de eso escribí ‘gracias por avisarme’.

En este momento se están cumpliendo diez años de ese acontecimiento y extrañamente siento menos odio por ese individuo perverso y depravado. No sé si esto vaya a durar, o al cabo de un tiempo vuelva a sentir la furia contra él porque durante 43 años se vengó en mí por lo que le hizo su padre y me hizo responsable de todos sus problemas, y de todos los problemas de la humanidad.

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