viernes, 29 de agosto de 2014

Terapia para Rachel

Rachel regresó a su cuarto una vez terminada la consulta con el Dr. Padgett. Era hora de visita y su esposo la estaba esperando. Tim la abrazó, le entregó un pequeño ramo de flores y comenzaron a hablar del hospital y de sus hijos. Pero Rachel tenía la mente en otra parte, trataba de asimilar su experiencia con el Dr. Padgett, no podía dejar de pensar en él.

Como si el doctor lo hubiera percibido, tocó en la puerta abierta y entró y se presentó con Tim. Se estrecharon las manos y el Dr. Padgett entregó a Rachel un delgado paquete de información escrita.

He pensado en este asunto y he decidido que me gustaría trabajar contigo en terapia. Tienes problemas muy serios, Rachel, y pienso que el tipo de tratamiento que ofrezco puede ayudarte. De hecho pienso que en tu caso es la única terapia que puede funcionar. El panfleto describe la terapia a la que me refiero y debe responder muchas de tus preguntas.

¿Por qué no le echas un ojo a ver qué te parece? Si tienes más dudas puedes llamar a mi oficina.

Con esto, el doctor salió del cuarto. Tim y yo comenzamos a leer inmediatamente el panfleto titulado Psicoterapia psicoanalítica. Mucho era terminología reiterativa que yo recordaba vagamente de un curso introductorio de psicología que había tomado años antes. Los orígenes de las neurosis y el dolor emocional desarrollados en la temprana infancia. El terapeuta trabajaría con el paciente para revelar emociones dolorosas sepultadas. El deseo natural del paciente sería mantenerlas sepultadas por medio de mecanismos de defensa, pero los miedos se harían manejables a la luz del entendimiento racional adulto junto con asociación libre y pensamientos no censurados.

El terapeuta se pondría del lado del paciente para pasar a través de sus defensas y permitir que los sentimientos inmovilizados salieran a la superficie. Como una “pantalla en blanco”,  revelaría poco de su vida personal o de sus sentimientos para facilitar la transferencia, el fenómeno en el que los pacientes dirigen sus emociones, más probablemente de la infancia, que tienen como objetivo a otra persona, hacia el terapeuta.

Era material interesante, pero nada que no haya visto antes. Eran el Freud y el Jung que alguna vez había memorizado y regurgitado en exámenes.

La parte final del panfleto despertaba la mayor discusión. La terapia se conduciría en un horario regular, una, dos o tres veces por semana. Algunos pacientes encontraban “alivio” a sus síntomas antes de un año, pero a la mayoría les tomaba por lo menos uno a tres años completar la terapia, y algunas veces cinco años o más. El panfleto hacía énfasis en que la terapia involucraba mucho tiempo y dinero para el paciente y un alto grado de compromiso del terapeuta. No habían garantías, decía, pero mucha gente había encontrado que valían la pena el tiempo y el dinero gastados.

Tim y yo nos sentamos en la cama desconcertados. Ciento veinte dólares la hora tres veces por semana. ¿Quién podía  pagar eso? Comenzamos a bromear acerca de la clase de “locos” para los que sería necesaria o se justificaría terapia por media década, pero la preocupación no hablada era la financiera.

Decidimos que yo iría y revisaría la alternativa pero no me comprometería a nada, todavía. Tal vez, siendo bastante inteligente y con voluntad, podía arreglármelas con una sesión por semana y finiquitar el asunto en seis meses o menos. En realidad, estuvimos de acuerdo en que yo no encajaba en el hospital, pero en ese asunto también decidimos esperar y ver hacia dónde nos llevaban los acontecimientos.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Primer encuentro de Rachel con su psiquiatra, 2ª parte


Si el Dr. Padget no estaba de acuerdo con mi filosofía, no dio muestras de ello. Se limitaba a escuchar. Mis sentimientos comenzaron a inundar la sala. Comencé hablándole de mi matrimonio apresurado por un embarazo, de todas mis escapadas buscando drogas, las docenas de hombres con los que dormí, muchos de ellos desapareciendo de mi vida al día siguiente, que casi fui violada en la universidad. Las veces que había estado cerca del suicidio pero nunca tuve el valor de llevarlo a cabo. La hipocresía que sentía porque tenía muchos amigos que parecían quererme, cuando sabía que si supieran cómo era en realidad, se alejarían de mí como de algo terrible, que era lo que debían hacer.

Le dije que no podía entender cómo tantas personas eran buenas conmigo si claramente no lo merecía. Compartí las historias de mis horribles actos vengativos y los malos pensamientos que había tenido, y mi deseo secreto de ser sometida a una lobotomía. Solución simple, estúpida. Estaba convencida de que simplemente pensaba más de la cuenta y me provocaba mucho dolor a mí misma. Estaba ensimismada y usaba mi inteligencia para lastimarme. Mi mente debía tenerla  una persona buena y decente, no yo.

Continué con esta diatriba. Las emociones, pensamientos y palabras salían a través de mí con la vehemencia de un huracán, hasta que al final, me sentí exhausta e increíblemente tonta, avergonzada y apenada. Como me había dicho la hermana Luisa, las palabras son poderosas, una vez que se dicen no hay forma de dar marcha atrás. Me dejé caer nuevamente en mi silla sintiendo remordimiento por todo lo que había dicho. Probablemente había hablado demasiado y él me encerraría de por vida.
Finalmente el Dr. Padgett habló con una voz amable aunque más bien aguda, pero tranquilizadora.

Has padecido mucho sufrimiento y es difícil que confíes en otra persona, difícil que creas que a alguien le importas porque siempre te has odiado a ti misma. En un nivel, has querido que la gente crea tu fachada de mujer ruda, pero en un nivel más profundo has deseado que alguien pueda superarla para llegar a ti y escuchar a tu corazón. Sin embargo, has tenido miedo de que nadie en el mundo lo entienda, o peor, que huyan de ti.”

La vida es verdaderamente difícil para ti porque hubieras querido nacer siendo hombre. Ves a los hombres como fuertes y rudos y pones una gran fachada de hombre. Te comportas y hablas como tal, pero dentro de ti sabes que no eres hombre. Eres mujer y como tal, te consideras débil, manipuladora y sin ningún valor. No importa que tanto lo intentes, no puedes cambiar la realidad de tu género por lo tanto, te metes en esa trampa de crear una charada, sintiéndote hipócrita mientras dentro de ti sientes furia y vergüenza porque eres inequívocamente mujer, profundamente vulnerable y sensible al dolor tanto como actúas a ser ruda en tu exterior. Necesitas a otras personas; las necesitas tanto que te asusta. Las ahuyentas para que no se acerquen demasiado y sin embargo lo lamentas cada vez que lo haces.

Afirmas que no quieres que nadie te entienda, pero no es así. Lo deseas mucho, es sólo que no crees que sea posible que alguien te entienda y no puedes tolerar que te vuelvan a defraudar.

Mis ojos se humedecieron y sentí una increíble calidez interior. Me sentía atraída hacia este hombre. ¿Cómo sabía que odiaba ser mujer? Nunca le dije eso. ¿Cómo sabía de mi fachada ruda, que apartaba a la gente de mí atacándolos como si no importaran deseando al mismo tiempo que se interesaran en mí?

El Dr. Padget había puesto mis pensamientos, incluso los inconscientes, en palabras. Tan pronto les dio voz, supe que eran innegablemente ciertos. En una sola reunión, había tocado un lugar dentro de mí que nadie había tocado antes. Era más un asunto de comprensión hacia mí. Su entendimiento estaba envuelto en empatía y preocupación. Quería ayudar.

Me sentí más atraída hacia él en esta primera visita de lo que nunca me había sentido atraída por nadie más en toda mi vida. Había intentado perforar su fachada y en cambio, gentilmente él le había quitado el velo a la mía. Me había equivocado.

Este no era un hombre ordinario.

Primer encuentro de Rachel con su psiquiatra, 1ª parte


En el capítulo 2, Rachel nos describe su primer encuentro con el Dr. Padget, psiquiatra de guardia en el hospital en el que había sido internada el día anterior debido a una crisis en la que amenazó con quitarse la vida. Sus dos pequeños hijos se habían quedado al cuidado de su esposo.

“Pequeña sala de conferencias” era un término inexacto. Era un cubículo con apenas el espacio suficiente para una pequeña mesa de forma redonda y dos sillas. No habían ventanas ni imágenes de ningún tipo. Rachel se sentó en su silla con el Dr. Padget frente a ella. Sintiéndose nerviosa se ocupó en descifrar el patrón de la alfombra y en contar las losas acústicas del techo. Se mantenía callada pues no tenía nada que decirle al hombre que tenía enfrente. Se suponía que él era el psiquiatra, que él hiciera las preguntas.

Rachel esperaba una serie de preguntas abiertas. ¿Por qué creía que estaba ahí? ¿Qué pensaba de su madre, de su padre, de su infancia? ¿Qué veía en una mancha de tinta? Estaba convencida de que ese hombre jamás podría penetrar en su mente. Quería irse ese mismo día.

Rachel permanecía sentada sin decir una palabra aparentemente contenta con esa situación. Estaba decidida a vencer a su doctor haciendo que él hablara primero, que rompiera el silencio; confiaba en que no podían quedarse ahí todo el día. Sin embargo, el silencio pronto se volvió opresivo, sus emociones daban vueltas, la abrumaban. Miró los ojos del doctor, que se enfocaban con intensidad en ella, no una mirada fija, tampoco una disección clínica. En la misma medida en la que trataba de alejarse de ese hombre, de controlar el encuentro, se sintió atraída por lo que veía en esos ojos. Finalmente no pudo refrenar sus emociones.

Rachel comenzó expresando que lo que había sucedido el día anterior había sido un pequeño exceso pero pudo manejarlo, que había estado de acuerdo con el pastor de la iglesia en seguir sus instrucciones pero no esperaba acabar en un hospital y no necesitaba estar ahí. El Dr. Padget le preguntó entonces por qué razón creía que estaba ahí.

Me alteré ayer y sentí el deseo de morir. Llamé a una línea de ayuda pero en realidad no iba a hacer nada. Quisiera tener el valor para eso, pero no lo tengo. Soy un fraude. En realidad nunca quise matarme y jamás lo haré. Fue solamente una llamada de auxilio.

Rachel continúa diciéndole que cuenta con un buen esposo y dos hermosos hijos, padres que la aman, muchos amigos, una buena educación y un buen cociente intelectual. Tiene el mundo a su favor, y todo mundo lo dice. Solamente tiene que recordarse a sí misma lo que tiene y es todo.
Mientras tanto, el Dr. Padget permanece en silencio.

Rachel afirma que es dura y así ha ido por la vida. Expresa su convicción en que no necesita la ayuda de nadie. Piensa que los profesionales de la salud mental juegan con la mente de otros y antes de que se den cuenta, los han convencido de que están tan dañados que no pueden prescindir de ellos. Hacen que sus pacientes dependan de ellos y culpan de todo a sus padres, a su perro a cualquiera menos a ellos mismos. Los absuelven de todo, por una cuota, aunque probablemente sean solamente gente que no vale nada.

“Si usted cree que va a hacerme eso, jódase porque no va a ser así. Si algo he aprendido en esta vida de porquería es que no se puede confiar en nadie para lidiar con la porquería. Los demás tienen su propia porquería con que lidiar. La vida apesta, punto. La gente miente y engaña y roba y mata y provoca guerras, siempre ha sido así y siempre lo será. Soy la más sana, no estoy loca, solamente tengo la inteligencia suficiente para darme cuenta de que no va uno por la vida con juegos de ‘confía en mí y yo confío en ti’, creyendo en dioses que son un fraude e involucrándose con psiquiatras que le besan a uno el trasero y tratan de convencerlo de que su vida no es la porquería que es. Uno avanza siendo más duro que otros. Puedo manejar cualquier cosa que me encuentre y no necesito que nadie más lo haga. Punto.”  

Marichu, ingeniero químico y profesora en el iteso

Sábado 23 de agosto, 16:30 horas. Enciendo la radio y encuentro en Radio Mujer que una dama ingeniero químico y profesora del iteso es la invitada de un programa que no puedo identificar porque no tengo la costumbre de escucharlo. El tema tiene que ver con sanar tu vida, la técnica (según lo que encuentro en internet) se llama Resonance Repatterning.

Marichu no sabe quién soy. Posiblemente si me viera, se acordaría de mí, porque mi aspecto no ha cambiado mucho tomando en cuenta que nos conocimos (de vista) en la década de los ochentas en el iteso y la vi una vez en 1994, hace ya veinte años.

Esta dama me inspira respeto y admiración por su desempeño académico en una licenciatura considerada muy difícil. Yo estaba en otra carrera (ingeniería electrónica) y la conocía de vista. Es probable que hayamos tenido como maestros en común a Arturo Langarica y a Antonio Aguilera Pérez, casi seguro. Lo que hizo Marichu como estudiante representa lo opuesto a lo que hice yo, si bien no puedo sentirme culpable por ello (lo que no significa que no acepte mi responsabilidad). Para aclarar esta idea, debo decir que fallé en mis estudios y nunca conseguí concluir mi licenciatura. He escrito sobre las razones de ello en entradas anteriores, mi trastorno por déficit de atención con hiperactividad que nunca se detectó y la violencia en la que viví que me llevó a desarrollar un trastorno de personalidad, uno de los más devastadores.

Uno de mis mayores problemas es lo sensible que soy ante el modo como otras personas me ven. Muchos profesionistas me consideran menos que ellos (es decir, quieren verme para abajo) porque me quedé trunco y es de llamar la atención que me sucede mucho con gente que estudió licenciaturas que no llevan números, el tipo de carrera que no lleva “matemáticas”. De las universidades de nuestro país, debido al sistema educativo que tenemos y a la falta de voluntad y de carácter de tantos mexicanos, egresa una barbaridad de gente de licenciaturas en derecho, psicología, ciencias de la comunicación, periodismo, administración de empresas e incluso medicina, cuando muchísimos de ellos son producto representativo de un país tercermundista, pues en un país de primer mundo jamás habrían logrado el ingreso a una universidad por carecer del intelecto que se requiere para estudiar una licenciatura. En licenciaturas de arquitectura, ingeniería y por supuesto física y matemáticas no sucede esto, aunque tristemente no es difícil encontrar “ingenieros” que no saben si quiera álgebra de primero de secundaria. El número de egresados de las carreras que no llevan “matemáticas” es altísimo y el mercado laboral no puede absorber más que a una pequeña parte de ellos; podría afirmar sin temor a equivocarme que un porcentaje muy alto de esos egresados podrían ser considerados con justicia, débiles mentales.

Pese a que no concluí mi licenciatura, sí logré superar mis deficiencias académicas y eso es algo de lo que puedo sentirme satisfecho, así como de haber aprendido un idioma extranjero en mayor parte como autodidacta e incluso haberme convertido en traductor inglés-español por esfuerzo propio. Es esta actividad la que desempeño actualmente y me permite ganar un poco de dinero.

Pero quisiera concluir la idea que me motivó a escribir esta entrada. Marichu tuvo un excelente desempeño académico en una licenciatura considerada muy difícil y eso habla de un alto cociente intelectual aunado a una gran capacidad para trabajar y plantearse objetivos y alcanzarlos. Tengo una muy buena opinión de ella y desde aquí le mando mi admiración y mi respeto.

sábado, 23 de agosto de 2014

My twin sister Monica, sibling rivalry


Monica is my twin sister. We were born 50 years ago in the north of our country and during our childhood, our fraternal relationship was good, or seemed to be.

I think that Monica developed an intense anger against me because she would have wanted to come alone to the world, not in the company of a brother; she would have wanted to be first in birth order, and she would have wanted to be a male. On top of that, her brother was born with fair skin while she was born brown. Monica knows consciously that I am more intelligent than her and this fact adds to her frustration and jealousy. Is as if instead of every one had been born with the one hundred which belonged to each of  us, I had taken a hundred and sixty leaving only a fourty percent for her.

Monica hates me.      
                                                                                      
My twin sister came to her family’s home in June 2003 and her husband used her to attack me in a terrible way. The last time I spoke with her, Thursday June 5, she treated me as if I were a fool and had an outburst of anger that only a very serious pathology can explain. She got hysterical. Monica is very weak. Only that can explain that having suffered a much lesser violence than I did suffer, she can be so deranged. In her adult life, she has done very well and she lives without economic pressure, married, raising a family and being a citizen of the most powerful country in the world. Yet, she doesn’t enjoy life. Instead, she lives wallowing in bitterness and a very intense resentment.

Monica hasn’t been able to appreciate that being more intelligent than her has been of little use for me. I suffer from learning disabilities and that combined with the violence and hatred that my father exerted against me ruined my life. I live with a personality disorder and in adulthood I’ve fallen in poverty, bad health, isolated, poorly adjusted and unemployed. I didn’t deserve that, no matter what her husband says. My twin sister can not understand either that I did not choose the color of my skin nor my gender and had she been born male instead of female, our father would have destroyed her (him), as he did with me.

My twin sister and her husband are very religious, catholic. They go to Mass every Sunday but their religion doesn’t help them to be better people. Jeffery,  is a weak man who has lived in conditions of stability since he was born and that has made all the difference, although he doesn’t have the slightest conscience about that. If adversity appeared in his life, he would crack in a matter of seconds. His acts are ill-intentioned and he has used his wife to despise me without me doing anything that can justify his deeds. What would have happened to him had he been born with attention-deficit hyperactivity disorder, never detected? What would have happened to him had he been the son of an evil, violent, alcoholic man who hated him and had the intention of harming him as badly as possible? What would have happened to him had his life been ruled by violence and a very serious psychological disorder? What does his religion say about judging other people?

My father accused me a thousand times of being a terrible son and brother. He said that I had been vile to my sisters, an absolutely untrue statement. I do not deny that I was not a good brother, but the violence I exerted against my sisters Monica and Yolanda was even with the violence they exerted against me. Our father was extremely incompetent and found me guilty of every accusation, not thinking about the possibility that it could be otherwise. My sisters used his incompetence and arbitrariness to hurt me. This was not a lesser deed.

I mention this because in our last telephone call, on June 5, Monica told me that she defended me against our father when we were children and teenagers (something I never stopped thanking her for), while I was vile to her. She repeated our father’s words verbatim. Monica has a memory that distorts events and she doesn’t remember at all the bad things she definitely did. She disguised successfully her sibling rivalry, but this emerged several times hurting me badly.

Eleven years have passed since Monica came to her family’s home with her husband and their posture about me hasn’t changed. They believe that my situation is deserved and that has hurt me badly. I have tried to go near God and stop hating, but it hasn’t been easy at all. The truth is that I haven’t had any success. My sister’s husband is a stranger and he is indeed a despicable person for being a coward, vile and manipulative. I can understand his behavior to a certain extent. Attacking me, he tries to elevate himself, to be compared with me, being victorious after such confrontation as an example of what a hard working and responsible man can achieve. I don’t think there is any need to comment anything on this, having mentioned the enormous differences between his life and mine. About my sister, I can’t understand her vile behavior. Monica accuses me of having done great wrong to her. I know I was not a good brother but I never hurt her half as badly as she has been hurting me for the last eleven years.

I don’t think Monica and her husband’s behavior draws them close to God, no matter how religious they are.

Rivalidad fraterna con mi hermana Mónica

Mónica es mi hermana gemela. Nacimos hace 50 años en el estado mexicano de Sonora y durante nuestra infancia nuestra relación fraterna fue buena, por lo menos así parecía.

Creo que Mónica desarrolló un intenso resentimiento contra mí porque hubiera querido venir sola al mundo y no acompañada de un hermano, hubiera querido ocupar el primer lugar en el orden de los nacimientos, y hubiera querido ser hombre. Para colmo, su hermano nació con la piel blanca (herencia paterna) y ella con la piel morena. Mónica tiene conciencia de que soy más inteligente que ella y esto se suma a su frustración y su envidia. Es como si en lugar de que cada  uno de nosotros hubiera llegado con el cien por ciento que le correspondía, yo hubiera tomado mi cien por ciento más el sesenta por ciento de ella y hubiera llegado con un ciento sesenta por ciento mientras ella hubiera llegado con el restante cuarenta por ciento.

Mónica me odia.           
                                     
Mi hermana gemela vino en junio de 2003 a Guadalajara y su esposo la utilizó para agredirme de una manera terrible. La última vez que hablé con ella, jueves 5 de junio me trató como a un tonto y afloró en ella una furia que solamente explica una patología muy seria. Mónica es muy débil. Solamente así se puede explicar que habiendo padecido una violencia mucho menor que la que padecí yo, esté tan enferma. En la edad adulta, le ha ido bastante bien y vive sin presiones económicas, casada, criando una familia y como ciudadana del país líder del mundo; aun así, no disfruta de la vida y en cambio vive con mucha amargura y un enorme resentimiento.

Mónica no puede entender que el ser más inteligente que ella me ha sido de poca utilidad. Presenté problemas de aprendizaje y eso combinado con la violencia y el odio que mi padre ejerció contra mí, arruinó mi vida. Vivo con un trastorno de personalidad y en la edad adulta he caído en la pobreza sin merecerlo, he vivido con mala salud, aislado, desempleado, en una situación de una gran impotencia. Yo no merecía eso, a pesar de lo que diga su esposo. Mi hermana gemela tampoco puede entender que yo no escogí el color de mi piel ni mi género masculino y si ella hubiera nacido hombre en lugar de mujer, mi padre la habría destruido, como hizo conmigo.

Mi hermana gemela y su esposo son muy religiosos, católicos practicantes. Asisten a misa todos los domingos, pero la religión no les ayuda a ser mejores personas. Jeffery, es un hombre débil que ha vivido en condiciones de estabilidad desde que nació y eso le favoreció, aunque no tenga la mínima conciencia de ello. Si se presentara la adversidad en su vida, se quebraría en cuestión de segundos. Ese señor es mal intencionado y ha usado a mi hermana para mostrar desprecio por mí sin que yo le haya dado el menor motivo y sin la menor justificación. ¿Qué habría sido de su vida si hubiera nacido con un trastorno por déficit de atención con hiperactividad que nunca se hubiera detectado? ¿Qué le habría pasado si su padre hubiera sido un hombre moralmente malo, violento, alcohólico que odiara a su hijo varón y decidiera hacerle el mayor daño posible? ¿Qué habría sido de él si su vida hubiera estado dominada por la violencia y un trastorno psicológico grave? ¿Qué dice su religión respecto a juzgar a otras personas?

Mi padre me acusó miles de veces de ser un hijo y un hermano terrible. Decía que le había hecho bajezas a mis hermanas, algo que definitivamente no es cierto. No niego que no fui un buen hermano, pero la violencia que ejercí en contra de mis hermanas Mónica y Yolanda fue muy pareja respecto a la violencia que ellas ejercieron contra mí. Mi papá era una bestia que me hacía culpable de todo lo que se me acusaba, sin pensar en la posibilidad de que pudiera no serlo y de eso se valieron mis hermanas. Eso no es algo menor.

Menciono esto porque en nuestra llamada telefónica del jueves 5 de junio, Mónica me dijo que ella me defendió de nuestro padre cuando éramos niños y adolescentes (algo que yo nunca he dejado de agradecerle), mientras que yo le hice bajezas. Repitió las palabras textuales de nuestro padre. Mónica tiene una memoria que deforma los acontecimientos y no recuerda en absoluto las cosas malas que definitivamente sí hizo. Supo disimular su rivalidad fraterna, pero esta afloró en varias ocasiones y me hizo bastante daño.

Han pasado once años desde que Mónica vino a la casa paterna con su esposo Jeffery y la postura de ambos respecto a mí no ha cambiado. Consideran que mi situación es merecida y eso me produce un sufrimiento muy intenso. He intentado acercarme a Dios y he tratado de no odiar, pero ha sido mucho más difícil de lo que pensé. El esposo de mi hermana es un extraño y él sí es una persona despreciable por cobarde, vil y manipulador, puedo entender en cierta medida su comportamiento. Atacándome cobardemente, busca enaltecerse, que se le compare conmigo y salga muy bien librado como un ejemplo de lo que puede lograr un hombre responsable y trabajador. Me parece que no hace falta decir nada al respecto, habiendo mencionado las enormes diferencias que ha habido entre su vida y la mía. Pero de mi hermana no entiendo ese comportamiento tan vil. Mónica me acusa de haberle hecho bajezas. Sé que no me porté bien con ella y no fui un buen hermano, pero jamás le hice algo tan terrible como lo que ella me ha hecho durante once años.


No creo que su comportamiento y el de su esposo los acerque a Dios, por muy devotos que sean.

viernes, 22 de agosto de 2014

La relación de todo lo anterior con la crisis que se me presentó

Decía al principio de la entrada anterior, que debido a un conflicto con mi hermana Yolanda, ella se puso a hablar mal de mí a mis espaldas, algo que mi padre hizo durante décadas. Ese fue el motivo de la crisis, que mi vecina Fany simplemente desencadenó con su actitud agresiva y grosera.

Mi hermana Yolanda presenta también problemas psicológicos graves, cosa que no es de extrañar habiéndose criado en una familia muy disfuncional en medio de una tremenda violencia intrafamiliar. Cometió el error de casarse con un individuo sin estudios que pese a haber tenido oportunidades para educarse, no estudió siquiera la secundaria. Este señor vive con el complejo de gusano, se siente insignificante y no podría ser de otra manera porque no cuenta con la mínima preparación académica (aunque en su currículum afirma ser licenciado en administración de empresas del Tecnológico de Cd. Guzmán); puesto que no lee, no tiene ninguna cultura y lo que sí sabe hacer es ver televisión.

El pasado 14 de agosto Yolanda y su esposo cumplieron 21 años de casados. En ese tiempo, ese señor ha trabajado unos tres años y los otros 18 los ha pasado viviendo a merced del trabajo de su esposa. Mi hermana no puede admitir que tiene un problema que no tiene solución, que su esposo no quiere trabajar y asumir sus responsabilidades y ser productivo y eso no va a cambiar. Entonces habla de mí, de su hermano enlodándome y dañando seriamente mi reputación.

Obsérvese la diferencia entre el esposo de mi hermana y yo. Por mi trastorno por déficit de atención, nunca fui un buen estudiante, además de que tuve problemas de conducta, pero nunca tuve la intención de abandonar la escuela. Al esposo de mi hermana, su padre lo inscribió en escuelas particulares en las que este señor jamás se paró. No se le pudo obligar a estudiar y su ambición era encontrar una muchacha rica, algo que por supuesto no consiguió. Este señor tiene un narcisismo gigantesco, obviamente muy patológico. Se siente excepcionalmente bien parecido y se toma muchísimas fotografías con su teléfono celular, las llamadas “selfies”.

Yolanda vino con su familia a vivir a la casa paterna a mediados de diciembre de 2012. Nunca tuvo conciencia de que estaba invadiendo la casa, pues cuando un hijo(a) contrae matrimonio, se va del hogar paterno para no regresar. Si por alguna razón se ve obligado a hacerlo, regresa sin cónyuge y sin hijos. Yolanda regresó a la casa de sus padres con su esposo, un individuo que es una verdadera molestia y que causó muchos conflictos, una persona que no tenía nada que hacer en esta casa. Ese señor se pasó la mayor parte del año 2013 sin trabajar, como ha pasado la mayor parte de su matrimonio. Yolanda cerró los ojos a todas las molestias que causaba su esposo y no contenta con haber invadido más de la mitad de la casa (dos recámaras y media de las cuatro que tiene la casa) intentó meter al novio de su hija mayor como visita a todas horas del día, cosa que mi mamá y yo no permitimos.

De ahí su enorme furia. Por llevar los gastos de la casa (que era lo menos que podía hacer por vivir aquí con su familia sin siquiera pagar renta), trató de imponer su voluntad, “el que paga manda”.
Yolanda no quiere abrir los ojos respecto al individuo con el que se casó. Se miente a sí misma y dice que ese señor tiene escolaridad preparatoria y no quiere verlo como un hombre que se casó para que una mujer lo mantuviera.

El colmo fue un comportamiento de este señor hacia mí, que comenzó a querer tratarme con actitudes de condescendencia. Cuando comencé a trabajar haciendo traducciones técnicas, me dijo “me da mucho gusto” cuando este individuo insignificante no está para que le dé gusto. Jamás en mi vida he tenido la menor intención de proporcionarle ninguna satisfacción a  un vividor, mantenido sinvergüenza, remedo de padrote.

El asunto es que eso que hizo mi hermana, hablar mal de mí a mis espaldas, me produjo un sufrimiento muy intenso. Mi padre murió hace seis años y ocho meses, pero el daño que ya no puede hacer, lo hacen otras personas como mi hermana Yolanda y su despreciable esposo. 

La gestación de una crisis

Padezco un trastorno de personalidad, el límite, también conocido como borderline. A principios de mayo de 2011, me dijo la dama que en ese entonces era mi psiquiatra que ese trastorno estaba considerado como muy grave.

Desde hace tres años estoy bajo tratamiento con fármacos, pero no es suficiente. Necesito terapia psicológica, pero hasta el momento no me ha sido posible conseguirla.

El pasado miércoles 6 de agosto, salí de la casa y cuando regresé, una hora y media más tarde, me encontré que Candy, mi perrita maltés, había sufrido un accidente: un carro le pasó por encima, aunque no las llantas. Mi pequeña mascota no sufrió lesiones, pero estuvo más de 48 horas en shock. El día siguiente, jueves 7 de agosto, tuve un diálogo con mi vecina Fany, a quien yo tenía en alta estima, cuando me preguntó por mi perrita. Fany se portó muy agresiva y muy grosera conmigo, algo que yo nunca esperé y en el momento me hizo sentir mal, pero días más tarde desencadenó una crisis.

La crisis se debió a algo que hizo mi hermana Yolanda, a partir del 6 de abril en que se enojó muchísimo conmigo por un conflicto en relación con la presencia del novio de su hija en la casa. Cuando mi hermana no pudo imponer su voluntad comenzó a buscar a otras personas como mi sobrino Marlon y su novia Andy para hablar mal de mí a mis espaldas. Lo más grave del asunto es que la mayor parte de lo que dijo fueron mentiras.

Desde mi infancia he sido el chivo expiatorio de mi familia. Ya llegué al medio siglo de vida y eso no ha cambiado. Mi padre fue un hombre terrible que se dedicó a odiarme y destruyó mi vida. Cuando llegué a la edad adulta, comencé a eludir el trabajo porque quería superar mis deficiencias académicas con intención de regresar a la universidad a concluir una licenciatura en ingeniería. Había comenzado una licenciatura en ingeniería a los 19 años con enormes vacíos de conocimiento. Padecí desde el principio de un trastorno con déficit de atención con hiperactividad que nunca se detectó y por eso jamás adquirí conocimientos indispensables para el estudio de una licenciatura en ingeniería. De ahí mi determinación a ponerme a estudiar para adquirir todos esos conocimientos que no aprendí en seis años de primaria, tres de secundaria y tres de preparatoria. No busqué un empleo porque temía que si trabajaba, no iba a tener tiempo ni energía para estudiar e iba a quedarme trunco. Me encerré en mi habitación y me puse a estudiar como autodidacta materias de ingeniería e inglés. Fue una época excepcionalmente difícil porque siendo un hombre joven habría necesitado ser productivo, tener mis ingresos y convivir con otras personas, tener un círculo social, compañeros de trabajo, amigos y una pareja; además de la obligación de ser autosuficiente y contribuir económicamente al sostenimiento del hogar paterno. En lugar de eso, viví en una tremenda soledad, pese a habitar una casa en la que vivían mis padres y mis tres hermanas. Mis papás creían que yo había terminado mi licenciatura e inexplicablemente no conseguía un empleo. Yo no iba a decirles la verdad por temor a las consecuencias. Pensaba trabajar más tarde y ahorrar el dinero para regresar a la universidad, pero debido a mi trastorno de personalidad, jamás lo hice. Mi existencia ya no aparentaba siquiera la de un individuo normal. Era un muchacho de veintitantos años que vivía metido en su casa, estudiando por temporadas, haciendo demasiado ejercicio, en aislamiento y soledad en medio de una familia muy disfuncional y teniendo a mi padre como un implacable enemigo.

No fallé del todo. Logré superar mis deficiencias académicas. Cuando me inscribí a la facultad de ingeniería, no dominaba siquiera las cuatro operaciones de la aritmética. Sabía sumar y multiplicar, no sabía restar ni dividir. Después de mis prolongados esfuerzos ya como adulto, encerrado en mi habitación, conseguí un buen dominio de las matemáticas a nivel ingeniería y desde entonces soy muy competente con esta materia. También conseguí un dominio muy respetable del idioma inglés, que hablo, leo, escribo y traduzco. Ese esfuerzo que realicé a lo largo de largas temporadas en circunstancias muy difíciles sirvió para elevar mi autoestima y para que llegara a respetarme a mí mismo. Haberme dado por vencido o haberme inscrito en una carrera de las que no llevan números, me habría llevado a verme a mí mismo como un individuo cobarde que evita enfrentar y superar sus deficiencias.

Sin embargo, no pude concluir mi licenciatura en ingeniería. Cuando lo volví a intentar, volví a fallar.