El viernes me sentí muy mal durante las horas del día y al llegar la noche, ese sentimiento comenzó a intensificarse. Rompí con dos contactos de twitter, tanto en esa red social como en what’s up, y después le envié tweets agresivos a una mujer que resultó ser hija de un mal individuo que fue mi psiquiatra en el pasado, una persona dañina, mal intencionada e inútil.
Al día siguiente, decidí ir a Urgencias a la institución pública donde me dan atención psiquiátrica, a donde no había acudido porque mi horario de trabajo no me lo permitía. Fue un gran acierto. La joven psiquiatra que me atendió tuvo algunos desaciertos, pero mostró un comportamiento profesional y eficiente. Cuando le dije muy rápidamente de dónde provenía la crisis y lo dolorosa que era, tuvo una buena capacidad para escuchar y habiéndose enterado de cuáles eran los medicamentos que he estado tomando, decidió hacer algunos cambios. Ahora voy a tomar ácido valproico cada ocho horas en lugar de valproato de magnesio cada 12, y la dosis de risperidona aumenta al doble.
Algo que hice el sábado antes de salir de mi casa para dirigirme al hospital, fue quitarle la aplicación de twitter a mi Smartphone, pues esa red social se ha estado convirtiendo en una adicción, no puedo salir de ella durante mucho tiempo y el tratar de establecer contacto con otras personas sin conseguirlo me provoca angustia, ansiedad, dolor por ser rechazado y una furia que no puedo manejar. Todo esto tiene su origen en mi soledad, que comienza a dolerme otra vez y pese a que ya no soy joven, mis habilidades sociales son mínimas y eso me mantiene apartado del mundo, en un aislamiento doloroso.
También contribuyó al malestar insoportable un torrente de recuerdos del modo como he sido violentado a lo largo de toda mi vida, en particular dos acontecimientos relativamente recientes: que a finales del 2011, la psicóloga Lupita me llamó mantenido (ya he hablado sobre la agresividad de esta señora en entradas anteriores), y lo que hizo mi hermana el año pasado, junto con su esposo, en el que le dijo a desconocidos que yo era un problema, una carga para ella por no trabajar y no ser productivo. Esta agresión artera se dio porque mi mamá y yo impedimos que mi hermana y su esposo tomaran posesión de la casa, donde ellos no tenían por qué vivir (sobre todo el esposo de mi hermana, que no puede entender que él no tiene derecho a nada y no tenía conciencia de su posición de arrimado ni de esposo mantenido, o de que él no es hijo de mis padres y su actitud de rivalidad fraterna hacia mí es una muestra de su locura) y cuando le envié a mi hermana un correo diciéndole que me molestaba mucho que su esposo, que cuenta con poquísima escolaridad (solamente la enseñanza básica) quisiera mostrar hacia mí una actitud de condescendencia siendo tan inferior, habló con mi mamá diciéndole que dejara que yo hiciera mis cosas, que estaba echado a perder porque nunca he carecido de nada. Las mismas barbaridades e infamias que decía mi papá.
¿Y el infierno de tantos años de abandono, en que viví muy enfermo, privado de la atención médica, desempleado, en una pobreza en la que llegué a carecer incluso del alimento y casi completamente solo? ¿Cómo esperar que otras personas no me agredan de una manera terrible si incluso mi familia me hace eso?
Y a esas agresiones se suman profesionales de la salud mental como la psicóloga Lupita y el psiquiatra Flavio, que en el año 2013 tuvieron un intercambio de información acerca de mi persona en la que este señor, haciendo gala de su talento para la intriga, para la mentira y la cobardía, habló falsedad y media sobre mí.
Pero el día de hoy me siento razonablemente bien y sé que esta vez tengo una oportunidad. Voy a aprovecharla, lo prometo.
Al día siguiente, decidí ir a Urgencias a la institución pública donde me dan atención psiquiátrica, a donde no había acudido porque mi horario de trabajo no me lo permitía. Fue un gran acierto. La joven psiquiatra que me atendió tuvo algunos desaciertos, pero mostró un comportamiento profesional y eficiente. Cuando le dije muy rápidamente de dónde provenía la crisis y lo dolorosa que era, tuvo una buena capacidad para escuchar y habiéndose enterado de cuáles eran los medicamentos que he estado tomando, decidió hacer algunos cambios. Ahora voy a tomar ácido valproico cada ocho horas en lugar de valproato de magnesio cada 12, y la dosis de risperidona aumenta al doble.
Algo que hice el sábado antes de salir de mi casa para dirigirme al hospital, fue quitarle la aplicación de twitter a mi Smartphone, pues esa red social se ha estado convirtiendo en una adicción, no puedo salir de ella durante mucho tiempo y el tratar de establecer contacto con otras personas sin conseguirlo me provoca angustia, ansiedad, dolor por ser rechazado y una furia que no puedo manejar. Todo esto tiene su origen en mi soledad, que comienza a dolerme otra vez y pese a que ya no soy joven, mis habilidades sociales son mínimas y eso me mantiene apartado del mundo, en un aislamiento doloroso.
También contribuyó al malestar insoportable un torrente de recuerdos del modo como he sido violentado a lo largo de toda mi vida, en particular dos acontecimientos relativamente recientes: que a finales del 2011, la psicóloga Lupita me llamó mantenido (ya he hablado sobre la agresividad de esta señora en entradas anteriores), y lo que hizo mi hermana el año pasado, junto con su esposo, en el que le dijo a desconocidos que yo era un problema, una carga para ella por no trabajar y no ser productivo. Esta agresión artera se dio porque mi mamá y yo impedimos que mi hermana y su esposo tomaran posesión de la casa, donde ellos no tenían por qué vivir (sobre todo el esposo de mi hermana, que no puede entender que él no tiene derecho a nada y no tenía conciencia de su posición de arrimado ni de esposo mantenido, o de que él no es hijo de mis padres y su actitud de rivalidad fraterna hacia mí es una muestra de su locura) y cuando le envié a mi hermana un correo diciéndole que me molestaba mucho que su esposo, que cuenta con poquísima escolaridad (solamente la enseñanza básica) quisiera mostrar hacia mí una actitud de condescendencia siendo tan inferior, habló con mi mamá diciéndole que dejara que yo hiciera mis cosas, que estaba echado a perder porque nunca he carecido de nada. Las mismas barbaridades e infamias que decía mi papá.
¿Y el infierno de tantos años de abandono, en que viví muy enfermo, privado de la atención médica, desempleado, en una pobreza en la que llegué a carecer incluso del alimento y casi completamente solo? ¿Cómo esperar que otras personas no me agredan de una manera terrible si incluso mi familia me hace eso?
Y a esas agresiones se suman profesionales de la salud mental como la psicóloga Lupita y el psiquiatra Flavio, que en el año 2013 tuvieron un intercambio de información acerca de mi persona en la que este señor, haciendo gala de su talento para la intriga, para la mentira y la cobardía, habló falsedad y media sobre mí.
Pero el día de hoy me siento razonablemente bien y sé que esta vez tengo una oportunidad. Voy a aprovecharla, lo prometo.
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