Lola nació a finales de junio de 2006 un domingo en que me levanté a las cinco de la tarde y al bajar a la sala ahí estaba, con la Greta, Border Collie de raza pura, su madre. Dos meses antes, la Greta había salido de la casa —no me di cuenta de que andaba en celo— y se había apareado con un perro mucho más grande, de unos vecinos de a la vuelta, muy feo. Por haberse apareado con un animal de talla mucho mayor, mi mascota tuvo una camada de una sola cría. Pasó el tiempo y olvidé ponerle nombre y un día opté por llamarle Lola.
Desde que era cachorra, paseaba a esta joven perra junto a su madre llevándolas a caminar, viviendo completamente solo, desempleado, enfermo, sin atención médica, en fin, en una situación tan precaria que he mencionado tantas veces en este blog, y no tenía una conciencia plena de lo mucho que me ayudaba la compañía de mis perritas. Por el contrario, durante algún tiempo busqué a quien obsequiárselas, pues viviendo con muy poco dinero me resultaba oneroso mantenerlas, hasta que en el año 2008 alguien se metió a robar a mi casa y entonces opté por dejar a la Greta dentro de la casa siempre que salía de la misma. Después opté por tenerla siempre adentro, pues incluso hubo intentos por meterse a robar estando yo en ella.
En abril de 2011, cuando la Lola se acercaba a los cinco años de edad, tuve que sacrificar a la Greta, su madre, porque se llenó de cáncer así que se le aplicó la eutanasia. Para ese entonces ya tenía la compañía de la Candy, otra perrita maltés de raza pura que estuvo con nosotros de mayo de 2010 a octubre de 2015. La Lola, siendo una perra extremadamente amistosa y noble la quiso mucho y le brindó su amistad y compañía durante todo ese tiempo.
Algo que me fascinó de la Lola era cómo permitía a otros perros acercarse a comer de su plato. Así la Candy, la perrita maltés se acercaba a comer de su alimento y la Lola se lo permitía. Lo mismo sucedía cuando le daban comida y se acercaban la pareja de chihuahuas la Tiqui y el Rito y la Lola (enorme en comparación con ellos) los observaba comer, tranquilamente.
He tenido muchos perros, curiosamente la mayoría han sido hembras, y todos han sido extraordinarios, pero creo que la mejor de todos ha sido la Lola. Me siento tan triste porque mi perra tan hermosa está enferma y se está muriendo lentamente. La vida parece tan injusta. ¿Por qué un animal que lo único que ha hecho es dar amor a cambio de casi nada tiene que enfrentar una enfermedad mortal?
Veo a mi Lola echada en el suelo en el piso de abajo, con su cuerpo tendido sobre el piso duro, con su pelo color café con leche, con sus ojos tan bonitos y tan expresivos que me miran llenos de cariño, le acerco su plato con agua para que beba y quisiera poder curarla y que viviera unos años más y muriera de vejez, pero eso no es posible.
En este momento no deseo nada, no odio a nadie, siento un tremendo cansancio y no sé qué es lo que hay en mi vida ni me interesa. Quisiera poder llorar.
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