domingo, 4 de junio de 2017

Monitor de ritmo cardiaco, también conocido como pulsómetro


A diferencia de la ciclocomputadora, el monitor de ritmo cardiaco sí tiene relación conmigo, con mi físico, con mi persona, pues un sensor en la parte izquierda de mi pecho detecta las pulsaciones por minuto y envía la información al monitor, que tiene la forma de un reloj de pulsera, montado en el manubrio de mi bicicleta.

No sé qué distancia estoy recorriendo, aunque sí sé que si me estoy ejercitando en los rodillos, 60 minutos equivaldrán a unos 30 km, pero en cambio sí puedo hacer los ajustes necesarios para que mediante los cambios en las multiplicaciones y la frecuencia del pedaleo, se incremente el número de pulsaciones por minuto y permanecer en una zona específica durante un tiempo determinado.

Y no es nada más el aspecto técnico, sino el prestarme atención a mí mismo. ¿Qué es un kilómetro? No caigamos en la payasada de responder que un kilómetro son mil metros. Me refiero a que el organismo humano no registra kilómetros ni millas ni ninguna unidad de longitud; en cambio, lo que sí registra es tiempo e intensidad. De hecho el entrenamiento no se mide en kilómetros, sino en tiempo. Indudablemente, la atención que le he prestado durante tantísimo tiempo a ejercitarme en mi bicicleta de carreras en relación con la distancia, en relación con el kilometraje, ha sido muy patológico. En los rodillos he comenzado calentando con 5000 m con una multiplicación muy ligera después de lo cual uso una menos ligera otros 5000 m y continúo incrementando la resistencia, prestándole más atención a la distancia que al tiempo y a la intensidad. Ahora, sin la ciclocomputadora, sin conocer la distancia ya no será posible hacer esto y me veré obligado a prestarle atención al tiempo y al número de pulsaciones por minuto (beats per minute).

¿Y si eliminando esta obsesión liberara en buena medida mi mente del resentimiento y el odio que la han encadenado? De hecho en las últimas semanas, al convivir con mi madre he pensado mucho menos en mi padre, y cuando lo he hecho, cuando siento el impulso de hablar de él no resulta difícil detenerlo y se me viene a la mente la idea: “¿para qué hablar de esa persona?”.

Mis perritas Chora y Clara, madre e hija respectivamente, acaban de cumplir dos meses en esta casa y al llevarlas a pasear (lo que se ha hecho un poco más difícil, con mi clavícula rota), el evento puede ser de relajación si pienso en lo agradable que es tener a dos lindas mascotas que me dan su compañía y su cariño; o puede ser de mucho estrés si dejo que aparezcan en mi mente recuerdos de acontecimientos desafortunados, de agresión o injusticia tan frecuentes durante mi vida.

Es probable que esta semana regrese a mi trabajo pues el miércoles termina mi incapacidad. La semana pasada hablé con mi jefa directa y sus palabras me hicieron sentir bien. Me dijo que les hago falta y el trabajo que hago es de lo más necesario.

He vuelto a dejar de creer en Dios, pero tal vez sea necesario encontrar un ser superior. Parezco estar pasando por el mejor momento de mi vida. Esperemos seguir por la buena senda.

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