Pasaron prácticamente seis semanas antes de que regresara a mi lugar de trabajo y no hice algo de provecho con todo ese tiempo. Obligado por las circunstancias conocí el sistema de seguridad social, que resultó ser mejor de lo que había escuchado que era, y me di cuenta de que muchas personas en realidad son mejores de lo que yo había supuesto (con esto me refiero a compañeros de trabajo).
Volviendo a la idea importante, me hice el propósito de dejar de contemplar el pasado y toda su violencia, por ejemplo dejar de hablar de mi difunto padre y de lo que me hizo y tratar de disfrutar las cosas buenas que hay en mi vida.
Casi al terminar el periodo de incapacidad, un incidente menor me llevó a tratar con una violencia verbal inaudita a mi madre, de lo cual me arrepentí inmediatamente. Minutos después me dirigí al supermercado y le compré una revista de historia, que es parte de su lectura favorita. Días más tarde le compré una novela de Carla Guelfenbein (nadar desnudas) en amazon.com en parte como disculpa, en parte como una manifestación del cariño que le tengo a esta maravillosa ancianita que me da tanto día a día y es mi única compañía.
Más recientemente, maltraté a Clara, hija de Chora, mis perritas mascotas adoptadas hace menos de tres meses, entregadas el pasado 1 de abril. El recuerdo se combinó con la violencia que proferí contra mi madre (aunque sé bien que una mascota y un ser humano son asuntos de índole muy diferente) y sentí un gran pesar. Esa perrita tan linda es como un infante, llena de energía, juguetona, cariñosa, que no merece que me enoje con ella y mucho menos ser objeto de violencia. Entonces me propuse ser más paciente con ella, incluso dejar de usar el collar de castigo y al sacarla a caminar con su madre Chora y hacerlo con más tranquilidad, recordando respirar profundamente y sin prisa, acariciarlas, jugar con ellas y disfrutar el paseo. Pareciera como si me preocupara que la salida durara demasiado tiempo y ello me restara horas de sueño, algo que no tiene mucho sentido. El día tiene 24 horas, que son muchas. Si me quedo dormido a las 21:00 horas y despierto a las 4:30, habré dormido siete horas y media, que habrán sido suficientes y estaré preparado para otro día de trabajo.
Chora y Clara han dormido en mi habitación y su compañía es de lo más agradable.
En el último año se ha operado un cambio dentro de mí. Pareciera como si ya no necesitara una pareja y el celibato fuera algo natural, aunque no sé cómo me sentiría si viviera solo, si esa soledad me sumiría en una profunda tristeza e incluso me cuesta trabajo recordar cómo era mi existencia hasta el año 2012 cuando vivía solo con mis mascotas de esa época, otras perritas, en la pobreza y sin recursos.
En ocasiones siento una gran preocupación aunque no puedo identificar una razón para ello. Tengo algo así como un presentimiento de que algo terrible le va a ocurrir a alguien, algo que yo precipité con una mala acción, de lo que yo seré responsable y voy a lamentar. Con el paso de horas o días, pienso en un posible candidato (él o ella), siempre en una persona con quien no tengo una buena relación (muy frecuentemente una persona con la que no tengo una relación en absoluto) y las razones de ello, y cuando siento frustración y dolor me alegra que esa mala persona esté enfrentando una tragedia.
Hace 14 años murió Balto, un cachorrito de raza criolla que había sido atacado por una hembra pastor alemán cuando mi hermana gemela y su esposo gringo se encontraban de visita en la casa. Fue una energía negativa la que provocó esa tragedia, la energía que trajeron Mónica y su esposo Jeffery, y hoy quisiera pedirle perdón a ese perrito.
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