lunes, 1 de marzo de 2010

Patología: el juego de los enanos

Esa misma característica la tenía mi padre. Tenía que rodearse de gente muy analfabeta e ignorante para sentirse reconocido y admirado. De hecho, en mi país, esa es una patología que no respeta condición económica, ni nivel educativo, ni nada parecido. Es irónico que Mónica se haya ido de su país para encontrar y contraer nupcias con un hombre de raza blanca que en su corazón, en su espíritu, lleva la semilla de la pobreza personal, de la bajeza. El hijo de puta quiere engañarse a sí mismo y a otras personas con su religiosidad, con su hipocresía, pensando que vive en un mundo de idiotas que no pueden percatarse de su incongruencia.

Utilizando a Mónica para manifestar el desprecio que el semidiós siente por su familia, manifiesta el desprecio que siente por ella. Para Mónica es fácil enojarse con su familia y desahogar esa furia con su hermano, con su hermana y su esposo y sus hijos, porque así evita enojarse con quien debería enojarse, con su esposo, con su semidiós.

Mónica lleva eso en su inconsciente y por supuesto, resulta una realidad muy dolorosa que en algún momento va a resultar imposible de reprimir.

El día que eso ocurra, habrá que sentir pena por ella.

Jeff el semidiós, atacar a otros

A Mónica no le cabe la vergüenza de tenerme como hermano y ese sentimiento tiene su origen en el desprecio de su esposo, grandísimo hijo de puta. Esa vergüenza y ese desprecio se hacen extensivos a mi hermana Yolanda, a su esposo Enrique y a sus hijos. Muy probablemente también a nuestra madre. Quisiera estar equivocado en esto último.

Mi madre, a quien de cariño llamo “mi Osito Dormilón,” sabe que si visitara a su hija en su casa en San Bernardino California, Mónica la pisotearía, la humillaría.

Mónica se ha mostrado muy activa a partir de que se casó, desarrollando una intensa hostilidad por su familia de origen, a quienes ve como inferiores.

Mónica no puede darse cuenta de que si su esposo se casó con ella es porque es la clase de individuo que vive con complejo de gusano y solamente puede sentirse bien rodeándose de gentes a quienes considera inferiores, y eso la incluye a ella.

Tiempo de conocerlo a él, tiempo de conocerme a mí


Mónica y yo comenzamos nuestras vidas en el útero de nuestra madre. Estuvimos juntos creciendo y desarrollándonos desde antes del alumbramiento. ¿Cuántos años tenía cuando conoció a su esposo, treinta y cinco, treinta y seis?

A diferencia de mi padre, yo no tengo vínculos incestuosos. No pretendo ser más importante para Mónica que su esposo. Un hermano es una cosa, un esposo es otra. Una persona sana y que no albergara odio y amargura en su interior, jamás permitiría que su esposo se metiera con su hermano o que su hermano se metiera con su esposo. Sabría lo que son los límites y podría identificar a un individuo ruin, perverso y cobarde. No se dejaría manejar como una marioneta, como un auténtico títere.

Mi hermana gemela, a quien yo no me es posible querer


Mi hermana Mónica es una persona cruel. Sería bueno que la vida le propinara un golpe devastador y sufriera pérdidas gigantescas y un día supiera lo que es perder la voluntad de vivir.

Mi padre me hizo lo que un padre jamás debe hacerle a un hijo, porque ese hombre era un monstruo.

Mi hermana gemela ha hecho lo que jamás debe hacérsele a un hermano, porque su esposo así lo quiso, pero por supuesto, ella no está dispuesta a admitirlo. Se va a aferrar a la mentira con todas sus fuerzas, como lo ha hecho desde que vino a agredirme cobarde y arteramente. Lo que mi hermana no sabe es que el autoengaño es como un cuerpo extraño dentro del organismo humano, si se queda adentro, se infecta y se pudre...

Mi fracaso escolar, enfrentar mi realidad


Mi fracaso escolar se debió a mi enfermedad mental y a la violencia a la que me sometieron mis padres desde una edad en la que yo no estaba apto para pisar el jardín de niños. Después de fallar en la universidad, me encerré en mi dormitorio durante años y me puse a estudiar inglés y materias de ingeniería y así llegué a dominar esa lengua extranjera y a superar mis deficiencias académicas, sin que por ello la enfermedad mental se detuviera. Hice lo más que pude viviendo presa de patologías graves, como mi trastorno límite de la personalidad y una depresión profunda y sin tener la mínima conciencia de que para mis padres, tener un hijo así era vital para perpetuar su relación destructiva.

El semidiós y su motivación

Tengo clara la motivación del semidiós para atacarme. Como muchos bravucones cobardes, busca a alguien con quien medir sus fuerzas, a un adversario débil. Él y yo tenemos la misma edad. Ese hijo de puta se ve a sí mismo como un ejemplo de lo que un hombre puede lograr cuando ha asumido responsabilidades, cuando se tomó en serio sus estudios, se graduó en la universidad y a partir de entonces se ha dedicado a trabajar. Eso le ha permitido formar una familia, habiéndose casado y tenido dos hijos. Pudo comprar una casa y sus ingresos le permiten proveer para ellos.

Del otro lado, la contraparte soy yo. Me ve como un individuo que jamás quiso asumir responsabilidades como estudiante, que por eso fracasó en sus estudios y pasó su juventud sin hacer nada de provecho porque estaba acostumbrado a que le dieran todo y nunca tuvo que hacer un esfuerzo para obtener nada. Ese es un agravio mayor.

¿Algo en el inconsciente?

¿Pudiera tener Mónica en el inconsciente el conocimiento de lo que su esposo ha estado haciendo, en lo que tiene que ver conmigo? ¿Pudiera tener Mónica en el inconsciente el conocimiento de lo que su esposo ha estado haciendo en relación con el resto de su familia, de mi hermana Yolanda, su esposo Enrique y sus hijos?
¿Habrá recibido Mónica un duro golpe de realidad?

Mi padre se fue, tomar la estafeta

Lo más difícil de todo, es darme cuenta de que esa agresión vino de ella, de mi hermana Mónica, una persona a quien creí especial y que en realidad, pareciera querer tomar el lugar que mi padre dejó cuando se fue de este mundo. Ese hombre infame, cruel y destructivo, orquestó una violencia sistemática en mi contra invitando a muchas otras personas a unirse al ataque. Lo mismo se ha dedicado a hacer Mónica, comenzando en junio de 2003. Después de hacer su numerito esa noche en Puerto Vallarta, fue a la Cd. de México a darle la queja a una de las hermanas de nuestra madre, a decirle a esa vieja babosa que yo había tenido un comportamiento terrible. En noviembre pasado, le envié a Mónica parte de un escrito que había enviado a mi hermana Yolanda y la primera, llamó a la ciudad de México para intrigar con esa misma tía, hermana de mi mamá, exhibiéndome como un hombre de más de cuarenta años que nunca dejó de depender económicamente de su padre y en la actualidad representa una carga para otras personas.

Mónica volvió a revolcarse en el lodo. Espero que haya valido la pena.

Cortesía de Jeffery Jung, el individuo perverso, cobarde y manipulador al que mi hermana ve como a un semidiós.

Matrimonio tardío

Un día en el año 2001, me enteré de que Mónica iba a casarse y me sentí muy feliz por ella. Sin conocer a su esposo, llegué a estimarlo y cuando anunciaron su visita para junio de 2003, me propuse hacer lo necesario para que pudieran llegar a hospedarse en la casa donde vivíamos mi madre y yo, considerando que era lo menos que podía hacer porque ellos nos habían invitado a pasear por la ciudad y a acompañarlos a un destino de playa, todo pagado por ellos.

Y desde luego, yo no podía saber, que antes de hacer el equipaje, Jeffery, el hombre con quien Mónica se había casado diecinueve meses antes, había influido en mi hermana, predisponiéndola para el desastre. Yo no le di ningún motivo para que hiciera eso e inocente y estúpidamente, esperé su llegada, ansioso de conocer a mi cuñado.

Lejos de ser un buen augurio para el futuro, la visita de mi hermana gemela, esa mujer que llegó conmigo a este mundo, naciendo cinco minutos después de mí, se convirtió en todo lo contrario. Lo que ella hizo, manipulada descaradamente por su esposo, constituyó una agresión artera que tuvo repercusiones gravísimas para mí y se convirtió en el origen de un sufrimiento que contribuyó a que yo pudiera tomar conciencia de la violencia en la que se vive cuando se es un enfermo mental.

Mi hermana gemela, venir al mundo acompañado

Pienso en Mónica, mi hermana gemela. Llegó conmigo al mundo y durante muchos años, pensé que ella fue mejor hermana conmigo que yo hermano con ella, y todavía pienso que tenía razón. Tengo muy grabado en el recuerdo, que estudiamos la segunda mitad de la primaria en la misma escuela y en el mismo grupo. El último año de secundaria también. Y con mi comportamiento errático, mis faltas permanentes de disciplina, nuestros maestros le decían a ella: “le dices a tus papás,” hacían énfasis en decir “le dices a tu papá.” Y Mónica no les decía nada. Tenía la nobleza, la inteligencia y la sensibilidad para darse cuenta que hacerlo, informarle a mis padres de mi mala conducta en la escuela, redundaría en una mayor violencia para mí y no ayudaría en nada. Años más tarde, en la adolescencia, Mónica llegó a intervenir en conflictos muy serios entre mi padre y yo, arriesgándose a que ese mal individuo tomara represalias en su contra, actos que nunca olvidé y jamás dejé de agradecerle.

Siempre he tenido conciencia de que no fui un buen hermano con Mónica ni con mis otras dos hermanas. No fue posible. La violencia a la que se me sometió determinó muchas cosas, pero procuro no engañarme y admito que mucha de la violencia que yo mismo ejercí en contra de mis hermanas no puede justificarse.

La enfermedad mental, off from a bad start


Mi vida comenzó un día de abril de 1964. Actualmente me encuentro en la quinta década de la vida y tengo claro, desde hace algún tiempo, que soy un enfermo mental, no más y no menos que eso.

No sé si escribir sobre la enfermedad mental sea buena idea. Pudiera ayudarme a aclarar mis ideas, o pudiera sumirme en una mayor desesperación. Quisiera pensar que lo segundo, no va a ocurrir.