miércoles, 11 de noviembre de 2015

Dormir y soñar

En poco más de un mes se cumplirán ocho años de la muerte del cerdo que tuve por padre, y hoy lo odio tanto o más que el día que se fue de este mundo.

He soñado con él muchas veces y la mayor parte del tiempo aparece un sentimiento de impotencia ante sus agresiones verbales y mi incapacidad para defenderme, más aún, ante mi incapacidad para devolver los golpes. Otras veces, he soñado que el borracho depravado se encuentra al borde de la muerte y sólo es cuestión de horas para que desaparezca de mi vida y días más tarde está de pie otra vez, retomando sus actividades cotidianas, de las cuales la más importante es sumirnos a mi madre y a mí en la desesperación por no poder escapar de un infierno eterno e incambiable. Por el contrario, mi hermana Yolanda y su esposo el vividor mantenido se sienten muy a gusto compartiendo sus vidas con el monstruo y mis reclamos por no haber permitido que se fuera no son escuchados y quedan en la nada.

Anoche soñé otra vez con el hijo de puta, sólo que esta vez hubo en mi sueño una variación importante: le propinaba golpes físicos fuertes, lograba lastimarlo. El escenario era algo parecido a la primera casa que habitamos al llegar a esta ciudad, hace 37 años. El cerdo me ataca sin lograr hacerme ningún daño y yo respondo arremetiendo contra él en una embestida en la que me valgo de un mueble, como si fuera un automóvil con el que intento atropellarlo. Lo que haya sucedido después no importa, lo que cuenta es que esta vez el maldito se ha sentido lastimado y a merced del hijo al que le ha destruido la vida.

No sé nada sobre interpretación de sueños, pero deduzco que al haber atacado y lastimado a Yolanda, el principal aliado de mi monstruoso progenitor, de alguna manera vulnera la entidad diabólica que constituyó el ser depravado que mató a su hija menor, arruinó a su único hijo varón, cultivó en su estúpida hija Yolanda un carácter incestuoso y traicionero y robó y trató de matar a la madre de sus hijos. De Mónica, mi hermana gemela no sé qué decir; es una vieja horrorosa pero no sé si eso sea una secuela de la convivencia con nuestro padre.

Justicia en nuestras vidas, después de todo.

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