lunes, 2 de noviembre de 2015

Fin de semana difícil, dolor en nuestras vidas

El jueves comí algo que me hizo daño y por ello y por otras causas, el viernes fue un día difícil. Al terminar el día, ya en mi casa, hablé por teléfono con mi amiga Karenn como hice cotidianamente durante varias semanas, y no sé por qué ella me dijo algo terrible, fue muy injusta conmigo diciéndome que el único interés que yo tenía hacia su persona era tener sexo con ella. Me queda claro que esa mujer tiene que irse de mi vida, pero me sigue doliendo esa pérdida y al mismo tiempo me siento muy decepcionado. Si yo solamente la buscaba para eso, ¿por qué pasó tantísimas horas hablando conmigo?

Karenn no soporta que alguien la quiera, o por lo menos, no aceptó la idea de que yo pudiera quererla, cosa que supone un problema, pero eso no le da derecho a faltar a la verdad. Que me levante un falso y me lo sostenga en mi cara constituye una bajeza y me doy cuenta de que quería deshacerse de mí y si fuera una persona honesta me lo hubiera dicho, pero en lugar de eso decidió provocar mi furia haciendo algo incorrecto para después culparme por haberla violentado.

Como lo había hecho otras veces, me echó un rollo interminable sobre un pendejo al que conoció en twitter, la red social en la que me conoció a mí, y me relató sus encuentros con ese tipo, cómo acudió a tomar café y le explicó que no podía involucrarse con él en una situación sexual en ese momento y cómo el interés patológico de él por ella creció exponencialmente y en fin, una sarta de idioteces que no tienen nada que ver conmigo. En el pasado, yo le había pedido varias veces que dejara de hacer eso, pero ella no lo quiso entender y con su acusación absurda, injusta y mal intencionada, me propinó un golpe que se sumó a las dificultades que ya tenía y a otras que enfrentaría en un fin de semana especialmente difícil.

El sábado por la mañana, tuve apagado mi Smartphone hasta después de las 10 y cuando lo encendí, aparecieron varios mensajes que pensé provenían de Karenn; yo me encontraba en el baño cuando oí sonar la aparición de esos mensajes y después sonó mi teléfono; por supuesto, no pude tomar la llamada. Al salir del baño, vi en mi celular que los mensajes y la llamada perdida provenían del Smartphone de Laura A., mi psicóloga que me informaba que no iba a poder atenderme por algo que en un principio pareció una apendicitis y luego se descartó y se diagnosticó un virus intestinal.

En el transcurso de la mañana me sentí extremadamente cansado y con las secuelas de la enfermedad estomacal, o lo que sea que me haya afectado. Salí tarde de la casa (cerca de las 13:00 horas) y me dirigí al centro a hacer compras y conforme me dirigía a esa área de la ciudad, pensé en mi perrita maltés, de nombre Candy, que estaba agonizando y sufriendo mucho. Yo la había bañado con agua tibia y al dejarla tendida en el sol, en la cochera, ella lloraba dolorosamente. Le hablé a mi mamá por teléfono y le pedí que le diera suero con una jeringa, directamente en el hociquito, para tratar de hidratarla y así lo hizo mi madre, acción que disminuyó el sufrimiento de mi amada perrita, pero sólo en cierta medida. Encontré una veterinaria donde me dieron el teléfono para llamar por la tarde y darle al veterinario mi domicilio, para que acudiera a aplicarle la eutanasia, pero el maldito imbécil no trabajó en la tarde y en consecuencia, mi perrita siguió sufriendo. En algún momento, entre el sábado 31 de octubre y el domingo 1 de noviembre, Candy, mi perrita maltés murió y si bien sentí alivio porque había dejado de sufrir, también sentí una profunda tristeza porque no fue mucho lo que pude hacer por ella.

Ese animalito extraordinario me quiso mucho, me dio todo lo que tenía sin pedirme a cambio casi nada.

El domingo salí a hacer unas compras a un tianguis, pero cambié de opinión y me dirigí a Gandhi donde compré dos libros de Alice Munroe (Nóbel de literatura) para mi madre. De regreso, pasé por un centro comercial donde hay wifi y tuve un diálogo vía what’s up con Karenn. Sintiéndome extremadamente cansado, me fui a casa donde se hallaba el cadáver de mi queridísima Candy en la sala y pasé el resto del día y de la noche echado, entre dormido y despierto, mejorando poco a poco en mi estado físico, no así en mi estado anímico.

En la noche, decidí llamarle a Karenn y ella me reiteró que mi interés en ella era puramente sexual y di por terminada la llamada, dándome cuenta de que hay situaciones que no tienen remedio. Después la ofendí vía mensaje y la amenacé con hacerle daño escribiendo sobre ella en internet, cosa que nunca tuve intenciones de hacer.

El día lunes 2 de noviembre, día de los muertos, comenzó un poco tarde. Salí de la cama a las 7:00 horas haciendo un esfuerzo y después de tomar café, cavé un hoyo poco profundo en el patio trasero en el que deposité el cuerpo de Candy, mi adorada perrita maltés.

En octubre de 1998, un año terrible para mí, murió mi perrita Michelle, otra maltés que también se fue trágicamente. El primer maltés que tuve fue el Robin, en Cd. Obregón cuando yo contaba con unos tres años de edad, al que mi padre se llevó y abandonó en alguna parte porque odiaba a los perros, tomando como pretexto que lo había desobedecido.

Algo positivo es que ese hijo de puta que tuve por padre también se haya ido. Cabe la pena recordar que sus cenizas se fueron por el excusado.

La vida continúa.

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