Amiga de la infancia, te estoy extrañando y separarme de ti es triste, pero también me siento feliz porque sé con absoluta certeza que me voy a recuperar. Dios no me castigó por no creer en Él. Si su sabiduría es infinita, sabe que el dolor y la tristeza con la que he vivido se han convertido en enojo, en furia, en ira porque para muchos —especialmente para los hombres— la tristeza resulta demasiado dolorosa y entonces preferimos —inconscientemente— enojarnos.
Dejar de creer en Dios fue una manera de reclamarle por la violencia en la que he vivido, porque he pagado lo que otros hicieron, cosas que sucedieron muchos años antes de que yo naciera, cuando mis padres ni siquiera se conocían.
Pero todo este sufrimiento no ha sido del todo destructivo. He aprendido también a ser más humano, más empático, a identificarme con los que sufren y a desarrollar una conciencia sobre la injusticia en la que vivimos y en interesarme en las doctrinas de grandes hombres y grandes mujeres y aprender de ellos.
Ahora aparece en mi vida, un bellísimo ser humano a quien dejé de ver en 1978, hace treinta y dos años, cuando vine con mi familia a vivir a Guadalajara. Esta mujer tan bella, por dentro y por fuera, me ha devuelto el interés en la vida, me ha ayudado a volver a creer en Dios y en el potencial humano.
La admiración que siento por ella radica principalmente en su capacidad de amar; habiendo sido violentada desde una edad muy temprana, tiene un carácter muy bonito, es la persona más generosa que conozco y hay una alegría en ella que no puede extinguirse de ninguna manera.
Ya no tengo que reprimir el afecto contigo, amiga de la infancia, ángel sin alas, alma gemela.
Te quiero mucho.
Padezco un trastorno de personalidad, el límite, también conocido como borderline. Había perdido la voluntad de vivir pero es posible que empiece a recuperarla; ya no soy joven, pero todavía estoy a tiempo.
martes, 16 de noviembre de 2010
martes, 3 de agosto de 2010
Trastorno Límite de la Personalidad, información
Como ejercicio, traduje un capítulo de un libro de psicología anormal. Se puede leer en
http://borderlinealicesiegelesp.blogspot.com/
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Flavio Miramontes, un caso de mala práctica médica
Me limitaré en esta entrada a mencionar que acabando de conocer a Flavio, le pregunté si era posible que yo presentara TDAH (trastorno de déficit de atención con hiperactividad). Mi sospecha tenía fundamento.
Al comenzar el primer año de primaria, yo estaba muy motivado para aprender a leer. Sabía las vocales y algunas consonantes; en total, sumando vocales y consonantes, no llegaban a diez. El año debió comenzar en septiembre y antes de que terminara octubre, yo ya sabía leer, cuando el resto de mis compañeros no iba ni a la mitad del abecedario. Habría sido razonable esperar un buen aprovechamiento de ahí en adelante; sin embargo, para el año siguiente, en segundo, ya era el peor alumno tanto en aplicación como en conducta.
Parte de esta situación que con el paso de los años daría lugar al desastre en el que vivo, fue provocada por la violencia en la que vivía, cuyo origen era mi padre, un individuo terriblemente destructivo y perverso. Pero casi con toda seguridad, fue provocada también por el TDAH, un problema de aprendizaje que si no se identifica, da lugar al fracaso escolar y con el paso del tiempo, en ocasiones, el trastorno limítrofe, también conocido como borderline.
Cuando le hice la pregunta a Flavio, sobre la posibilidad de que yo tuviera ese trastorno, este médico psiquiatra me respondió que no, categóricamente. Me dijo que los niños que presentan este trastorno, típicamente no terminan si quiera la educación primaria. Este señor parecía ignorar que un cociente intelectual alto enmascara ese trastorno. Además, nuestro pésimo sistema educativo, permite al estudiante ir avanzando en los años de educación básica, media, media superior e incluso en la educación superior, aun cuando aprenda muy poco, o no aprenda prácticamente nada. Me permito citar las palabras de Carlos Monsiváis, un mexicano ejemplar, al definir a la educación en México como “la catástrofe silenciosa.”
Este señor, Flavio Miramontes Montoya, médico psiquiatra, falló al identificar, diagnosticar y dar tratamiento para un muy evidente TDAH y una personalidad borderline. Debido a su incompetencia, he pagado un precio muy alto; pero eso no es lo más grave. A mediados de 2006, once años después de haberme conocido, a dos meses de la trágica muerte de mi hermana menor, Flavio me pegó a traición haciéndole el juego a mi padre y dejándome totalmente a su merced.
Seguramente no es buena idea remover en acontecimientos de este tipo. Pudiera equivaler a hurgar en heridas que no han sanado; pero considero que escribir sobre personas que me han afectado, pudiera ayudarme a comprender mejor la naturaleza humana y a aprender a tener expectativas reales sobre las personas.
Flavio es uno de muchos profesionales de la salud mental que se permiten pegarle a traición a un paciente, a alguien que depositó su confianza en su médico y que necesitaba que le ayudaran, no que le hicieran más daño.
Considero además estos escritos una forma de denuncia; algo que si proliferara entre quienes de alguna manera hemos sido afectados por personas que gozan de impunidad —algo abrumadoramente frecuente en nuestro país— nuestra realidad cambiaría, en cierta medida.
Últimos Acontecimientos
Hace unas seis semanas, leyendo un libro de psicología, me topé con una tabla que clasifica los trastornos de personalidad (personality disorders), por grado de afectación.
Para comprender esto, habría que definir un trastorno de personalidad.
El capítulo 19 del libro “Introduction to Psychology” Exploration and Application, Sexta Edición, de Dennis Coon, se titula “Comportamiento de Mala Adaptación: Desviación y Trastorno.”
En el apartado en el que define los Trastornos de Personalidad, tiene como subtítulo “mapa de una pobre adaptación,” y dice como sigue:
... los trastornos de personalidad son patrones profundamente arraigados de pobre adaptación. Por ejemplo, la personalidad paranoide es excesivamente desconfiada, sospechosa de otros, hipersensible, cauta e incapaz de confiar en la honestidad de otros. Las personalidades narcisistas viven preocupados con su propia importancia: necesitan admiración constante y se dejan absorber por fantasías de poder, riqueza, inteligencia, belleza y amor. La personalidad dependiente se caracteriza por una carencia extrema de auto-confianza; otras personas gobiernan su vida y la persona supedita sus necesidades a las de otras.
La tabla que menciono al principio clasifica los trastornos de personalidad por afectación como moderada, alta y severa.
En la última categoría aparecen el trastorno limítrofe (borderline), el paranoide y el esquizotípico. Esto significa que mi trastorno límite de personalidad es uno de los más graves, y por lo tanto, uno de los más devastadores...
Laura, la psicóloga que fue mi interventora en crisis entre diciembre de 2007 y abril de 2009, me informó que yo padecía de un trastorno de personalidad, mismo que identifiqué en septiembre de 2008 (borderline), viviendo una serie de crisis desencadenadas por profesionales de la salud mental de una institución pública del sector salud. En ese momento, hace casi dos años, percatándome de la gravedad de ese trastorno, no alcancé a comprender la devastación que ha causado en mi vida. Tendrían que presentarse más acontecimientos desafortunados antes de que eso fuera posible y ya en mayo de este 2010, descubrí la gravedad del mismo –que para colmo de males parece estar combinado con el trastorno paranoide- y eso me permitió comprender por qué he vivido así, como un hombre improductivo, incapaz de trabajar y ganarse la vida, sin un patrimonio, aislado, sin un círculo social, la mayor parte del tiempo sin pareja y obviamente soltero y sin haber formado una familia.
La semana que comenzó el lunes 26 de julio, un acontecimiento terminó provocando una serie de crisis entre el jueves y el viernes siguiente. Ese último día –viernes- en atención de emergencia, hablando con la psicóloga Nayeli en Cruz Verde, me pregunté: “¿dónde está mi vida? ¿qué sucedió con mis 46 años de existencia?”
Quisiera aclarar que no soy el tipo de persona que no reconoce su responsabilidad; hay cosas en mi vida de las que no estoy nada orgulloso y no estoy para tirar la primera piedra. Sin embargo, no puedo cerrar los ojos ante la condición en la que vivo como enfermo mental, que confió en médicos especialistas en psiquiatría que no mostraron la competencia que se requería para atenderme y ayudarme con mis problemas de salud emocional y, todavía más grave, fallaron miserablemente, debido a sus carencias como individuos, a su pobreza personal.
Para comprender esto, habría que definir un trastorno de personalidad.
El capítulo 19 del libro “Introduction to Psychology” Exploration and Application, Sexta Edición, de Dennis Coon, se titula “Comportamiento de Mala Adaptación: Desviación y Trastorno.”
En el apartado en el que define los Trastornos de Personalidad, tiene como subtítulo “mapa de una pobre adaptación,” y dice como sigue:
... los trastornos de personalidad son patrones profundamente arraigados de pobre adaptación. Por ejemplo, la personalidad paranoide es excesivamente desconfiada, sospechosa de otros, hipersensible, cauta e incapaz de confiar en la honestidad de otros. Las personalidades narcisistas viven preocupados con su propia importancia: necesitan admiración constante y se dejan absorber por fantasías de poder, riqueza, inteligencia, belleza y amor. La personalidad dependiente se caracteriza por una carencia extrema de auto-confianza; otras personas gobiernan su vida y la persona supedita sus necesidades a las de otras.
La tabla que menciono al principio clasifica los trastornos de personalidad por afectación como moderada, alta y severa.
En la última categoría aparecen el trastorno limítrofe (borderline), el paranoide y el esquizotípico. Esto significa que mi trastorno límite de personalidad es uno de los más graves, y por lo tanto, uno de los más devastadores...
Laura, la psicóloga que fue mi interventora en crisis entre diciembre de 2007 y abril de 2009, me informó que yo padecía de un trastorno de personalidad, mismo que identifiqué en septiembre de 2008 (borderline), viviendo una serie de crisis desencadenadas por profesionales de la salud mental de una institución pública del sector salud. En ese momento, hace casi dos años, percatándome de la gravedad de ese trastorno, no alcancé a comprender la devastación que ha causado en mi vida. Tendrían que presentarse más acontecimientos desafortunados antes de que eso fuera posible y ya en mayo de este 2010, descubrí la gravedad del mismo –que para colmo de males parece estar combinado con el trastorno paranoide- y eso me permitió comprender por qué he vivido así, como un hombre improductivo, incapaz de trabajar y ganarse la vida, sin un patrimonio, aislado, sin un círculo social, la mayor parte del tiempo sin pareja y obviamente soltero y sin haber formado una familia.
La semana que comenzó el lunes 26 de julio, un acontecimiento terminó provocando una serie de crisis entre el jueves y el viernes siguiente. Ese último día –viernes- en atención de emergencia, hablando con la psicóloga Nayeli en Cruz Verde, me pregunté: “¿dónde está mi vida? ¿qué sucedió con mis 46 años de existencia?”
Quisiera aclarar que no soy el tipo de persona que no reconoce su responsabilidad; hay cosas en mi vida de las que no estoy nada orgulloso y no estoy para tirar la primera piedra. Sin embargo, no puedo cerrar los ojos ante la condición en la que vivo como enfermo mental, que confió en médicos especialistas en psiquiatría que no mostraron la competencia que se requería para atenderme y ayudarme con mis problemas de salud emocional y, todavía más grave, fallaron miserablemente, debido a sus carencias como individuos, a su pobreza personal.
martes, 27 de abril de 2010
27 de abril, 46 años
Mi vida comenzó un 27 de abril, como a las 14:00 horas en la lejana y calurosa Cd. Obregón, estado de Sonora.
A mis 46 años me doy cuenta de que ya no soy joven y curiosamente eso no me inquieta. Mi juventud no fue buena y pese a mi incapacidad para salir de mi soledad y llevar una vida productiva, no deja de asombrarme mi capacidad para sobrevivir y seguir por aquí a pesar de todo y aunque mi salud mental no es buena, mi salud física sí lo es.
Ayer por la tarde estuve ejercitándome en la bicicleta y haciendo ejercicios gimnásticos y de musculación y vuelvo a darme cuenta de que no parezco un hombre de 46 años en mi apariencia, ni en mi desempeño. A pesar de no tener atención médica psiquiátrica (aunque sí psicológica), mi salud mental también mejora y ahora dedico más tiempo a la lectura. Pudiera ser indicativo de que comienzo a interesarme otra vez en la vida.
Y en un día especial, gracias a tantas personas (como mi hermana Yola y su esposo y sus niños y mi madre, mi Osito Dormilón, y amigos personales y virtuales como los de mi perfil de Facebook), se me ocurre que podría hacer las paces con algunos de mis enemigos.
No sé qué pensar de mi hermana Mónica. Posiblemente haría las paces con ella, pero con intención de no volver a verla ni de volver a tener comunicación con ella. El objetivo sería nada más liberarme del resentimiento que ella me provoca, pero no volver a iniciar nada con ella porque no creo que tenga la intención (ni posiblemente la menor posibilidad) de cambiar lo que es. Me doy cuenta de que su salud mental tampoco es buena y de que ella está mucho más enferma que yo.
Otra persona con quien quisiera hacer las paces es Marcela, la psicóloga que fue mi interventora en crisis y que se involucró conmigo sentimentalmente y a quien llegué a querer tanto y que a cerca de dos años de haber comenzado la guerra entre nosotros, su recuerdo sigue siendo doloroso.
¿Será posible?
El paso del tiempo lo dirá.
A mis 46 años me doy cuenta de que ya no soy joven y curiosamente eso no me inquieta. Mi juventud no fue buena y pese a mi incapacidad para salir de mi soledad y llevar una vida productiva, no deja de asombrarme mi capacidad para sobrevivir y seguir por aquí a pesar de todo y aunque mi salud mental no es buena, mi salud física sí lo es.
Ayer por la tarde estuve ejercitándome en la bicicleta y haciendo ejercicios gimnásticos y de musculación y vuelvo a darme cuenta de que no parezco un hombre de 46 años en mi apariencia, ni en mi desempeño. A pesar de no tener atención médica psiquiátrica (aunque sí psicológica), mi salud mental también mejora y ahora dedico más tiempo a la lectura. Pudiera ser indicativo de que comienzo a interesarme otra vez en la vida.
Y en un día especial, gracias a tantas personas (como mi hermana Yola y su esposo y sus niños y mi madre, mi Osito Dormilón, y amigos personales y virtuales como los de mi perfil de Facebook), se me ocurre que podría hacer las paces con algunos de mis enemigos.
No sé qué pensar de mi hermana Mónica. Posiblemente haría las paces con ella, pero con intención de no volver a verla ni de volver a tener comunicación con ella. El objetivo sería nada más liberarme del resentimiento que ella me provoca, pero no volver a iniciar nada con ella porque no creo que tenga la intención (ni posiblemente la menor posibilidad) de cambiar lo que es. Me doy cuenta de que su salud mental tampoco es buena y de que ella está mucho más enferma que yo.
Otra persona con quien quisiera hacer las paces es Marcela, la psicóloga que fue mi interventora en crisis y que se involucró conmigo sentimentalmente y a quien llegué a querer tanto y que a cerca de dos años de haber comenzado la guerra entre nosotros, su recuerdo sigue siendo doloroso.
¿Será posible?
El paso del tiempo lo dirá.
martes, 13 de abril de 2010
13 de abril, cumpleaños de Andrew
Hoy martes 13 de abril, Andrew, el hijo menor de mi hermana Mónica cumple cuatro años. Es posible que yo le sugiera a Yola, mi hermana menor, que pase por alto el 27 de este mes (cumpleaños de Mónica y mío) en el caso de nuestra vil y pérfida hermana. Parece que esta vez, mediante unas cuantas entradas en mi blog de "la enfermedad mental, violencia," he logrado asestarle otro golpe terrible a mi débil e inferior hermana gemela. Ojalá estés sufriendo mucho, Mónica M Jung, esposa del intrigante y cobarde Jeff, caballo grande aunque no ande.
Mónica está dolida.. sucia perra orgullosa, cínica, desvergonzada. Tiene tanto en común con Marcela, la psicóloga delincuente... a las dos mujeres inmorales y perversas conseguí lastimarlas con mi prosa, con la palabra escrita.
Mónica está dolida.. sucia perra orgullosa, cínica, desvergonzada. Tiene tanto en común con Marcela, la psicóloga delincuente... a las dos mujeres inmorales y perversas conseguí lastimarlas con mi prosa, con la palabra escrita.
lunes, 1 de marzo de 2010
Patología: el juego de los enanos
Esa misma característica la tenía mi padre. Tenía que rodearse de gente muy analfabeta e ignorante para sentirse reconocido y admirado. De hecho, en mi país, esa es una patología que no respeta condición económica, ni nivel educativo, ni nada parecido. Es irónico que Mónica se haya ido de su país para encontrar y contraer nupcias con un hombre de raza blanca que en su corazón, en su espíritu, lleva la semilla de la pobreza personal, de la bajeza. El hijo de puta quiere engañarse a sí mismo y a otras personas con su religiosidad, con su hipocresía, pensando que vive en un mundo de idiotas que no pueden percatarse de su incongruencia.
Utilizando a Mónica para manifestar el desprecio que el semidiós siente por su familia, manifiesta el desprecio que siente por ella. Para Mónica es fácil enojarse con su familia y desahogar esa furia con su hermano, con su hermana y su esposo y sus hijos, porque así evita enojarse con quien debería enojarse, con su esposo, con su semidiós.
Mónica lleva eso en su inconsciente y por supuesto, resulta una realidad muy dolorosa que en algún momento va a resultar imposible de reprimir.
El día que eso ocurra, habrá que sentir pena por ella.
Utilizando a Mónica para manifestar el desprecio que el semidiós siente por su familia, manifiesta el desprecio que siente por ella. Para Mónica es fácil enojarse con su familia y desahogar esa furia con su hermano, con su hermana y su esposo y sus hijos, porque así evita enojarse con quien debería enojarse, con su esposo, con su semidiós.
Mónica lleva eso en su inconsciente y por supuesto, resulta una realidad muy dolorosa que en algún momento va a resultar imposible de reprimir.
El día que eso ocurra, habrá que sentir pena por ella.
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jeffery alan jung,
mónica madrid jung
Jeff el semidiós, atacar a otros
A Mónica no le cabe la vergüenza de tenerme como hermano y ese sentimiento tiene su origen en el desprecio de su esposo, grandísimo hijo de puta. Esa vergüenza y ese desprecio se hacen extensivos a mi hermana Yolanda, a su esposo Enrique y a sus hijos. Muy probablemente también a nuestra madre. Quisiera estar equivocado en esto último.
Mi madre, a quien de cariño llamo “mi Osito Dormilón,” sabe que si visitara a su hija en su casa en San Bernardino California, Mónica la pisotearía, la humillaría.
Mónica se ha mostrado muy activa a partir de que se casó, desarrollando una intensa hostilidad por su familia de origen, a quienes ve como inferiores.
Mónica no puede darse cuenta de que si su esposo se casó con ella es porque es la clase de individuo que vive con complejo de gusano y solamente puede sentirse bien rodeándose de gentes a quienes considera inferiores, y eso la incluye a ella.
Mi madre, a quien de cariño llamo “mi Osito Dormilón,” sabe que si visitara a su hija en su casa en San Bernardino California, Mónica la pisotearía, la humillaría.
Mónica se ha mostrado muy activa a partir de que se casó, desarrollando una intensa hostilidad por su familia de origen, a quienes ve como inferiores.
Mónica no puede darse cuenta de que si su esposo se casó con ella es porque es la clase de individuo que vive con complejo de gusano y solamente puede sentirse bien rodeándose de gentes a quienes considera inferiores, y eso la incluye a ella.
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Tiempo de conocerlo a él, tiempo de conocerme a mí

Mónica y yo comenzamos nuestras vidas en el útero de nuestra madre. Estuvimos juntos creciendo y desarrollándonos desde antes del alumbramiento. ¿Cuántos años tenía cuando conoció a su esposo, treinta y cinco, treinta y seis?
A diferencia de mi padre, yo no tengo vínculos incestuosos. No pretendo ser más importante para Mónica que su esposo. Un hermano es una cosa, un esposo es otra. Una persona sana y que no albergara odio y amargura en su interior, jamás permitiría que su esposo se metiera con su hermano o que su hermano se metiera con su esposo. Sabría lo que son los límites y podría identificar a un individuo ruin, perverso y cobarde. No se dejaría manejar como una marioneta, como un auténtico títere.
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Mi hermana gemela, a quien yo no me es posible querer

Mi hermana Mónica es una persona cruel. Sería bueno que la vida le propinara un golpe devastador y sufriera pérdidas gigantescas y un día supiera lo que es perder la voluntad de vivir.
Mi padre me hizo lo que un padre jamás debe hacerle a un hijo, porque ese hombre era un monstruo.
Mi hermana gemela ha hecho lo que jamás debe hacérsele a un hermano, porque su esposo así lo quiso, pero por supuesto, ella no está dispuesta a admitirlo. Se va a aferrar a la mentira con todas sus fuerzas, como lo ha hecho desde que vino a agredirme cobarde y arteramente. Lo que mi hermana no sabe es que el autoengaño es como un cuerpo extraño dentro del organismo humano, si se queda adentro, se infecta y se pudre...
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Mi fracaso escolar, enfrentar mi realidad

Mi fracaso escolar se debió a mi enfermedad mental y a la violencia a la que me sometieron mis padres desde una edad en la que yo no estaba apto para pisar el jardín de niños. Después de fallar en la universidad, me encerré en mi dormitorio durante años y me puse a estudiar inglés y materias de ingeniería y así llegué a dominar esa lengua extranjera y a superar mis deficiencias académicas, sin que por ello la enfermedad mental se detuviera. Hice lo más que pude viviendo presa de patologías graves, como mi trastorno límite de la personalidad y una depresión profunda y sin tener la mínima conciencia de que para mis padres, tener un hijo así era vital para perpetuar su relación destructiva.
El semidiós y su motivación
Tengo clara la motivación del semidiós para atacarme. Como muchos bravucones cobardes, busca a alguien con quien medir sus fuerzas, a un adversario débil. Él y yo tenemos la misma edad. Ese hijo de puta se ve a sí mismo como un ejemplo de lo que un hombre puede lograr cuando ha asumido responsabilidades, cuando se tomó en serio sus estudios, se graduó en la universidad y a partir de entonces se ha dedicado a trabajar. Eso le ha permitido formar una familia, habiéndose casado y tenido dos hijos. Pudo comprar una casa y sus ingresos le permiten proveer para ellos.
Del otro lado, la contraparte soy yo. Me ve como un individuo que jamás quiso asumir responsabilidades como estudiante, que por eso fracasó en sus estudios y pasó su juventud sin hacer nada de provecho porque estaba acostumbrado a que le dieran todo y nunca tuvo que hacer un esfuerzo para obtener nada. Ese es un agravio mayor.
Del otro lado, la contraparte soy yo. Me ve como un individuo que jamás quiso asumir responsabilidades como estudiante, que por eso fracasó en sus estudios y pasó su juventud sin hacer nada de provecho porque estaba acostumbrado a que le dieran todo y nunca tuvo que hacer un esfuerzo para obtener nada. Ese es un agravio mayor.
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¿Algo en el inconsciente?
¿Pudiera tener Mónica en el inconsciente el conocimiento de lo que su esposo ha estado haciendo, en lo que tiene que ver conmigo? ¿Pudiera tener Mónica en el inconsciente el conocimiento de lo que su esposo ha estado haciendo en relación con el resto de su familia, de mi hermana Yolanda, su esposo Enrique y sus hijos?
¿Habrá recibido Mónica un duro golpe de realidad?
¿Habrá recibido Mónica un duro golpe de realidad?
Mi padre se fue, tomar la estafeta
Lo más difícil de todo, es darme cuenta de que esa agresión vino de ella, de mi hermana Mónica, una persona a quien creí especial y que en realidad, pareciera querer tomar el lugar que mi padre dejó cuando se fue de este mundo. Ese hombre infame, cruel y destructivo, orquestó una violencia sistemática en mi contra invitando a muchas otras personas a unirse al ataque. Lo mismo se ha dedicado a hacer Mónica, comenzando en junio de 2003. Después de hacer su numerito esa noche en Puerto Vallarta, fue a la Cd. de México a darle la queja a una de las hermanas de nuestra madre, a decirle a esa vieja babosa que yo había tenido un comportamiento terrible. En noviembre pasado, le envié a Mónica parte de un escrito que había enviado a mi hermana Yolanda y la primera, llamó a la ciudad de México para intrigar con esa misma tía, hermana de mi mamá, exhibiéndome como un hombre de más de cuarenta años que nunca dejó de depender económicamente de su padre y en la actualidad representa una carga para otras personas.
Mónica volvió a revolcarse en el lodo. Espero que haya valido la pena.
Cortesía de Jeffery Jung, el individuo perverso, cobarde y manipulador al que mi hermana ve como a un semidiós.
Mónica volvió a revolcarse en el lodo. Espero que haya valido la pena.
Cortesía de Jeffery Jung, el individuo perverso, cobarde y manipulador al que mi hermana ve como a un semidiós.
Matrimonio tardío
Un día en el año 2001, me enteré de que Mónica iba a casarse y me sentí muy feliz por ella. Sin conocer a su esposo, llegué a estimarlo y cuando anunciaron su visita para junio de 2003, me propuse hacer lo necesario para que pudieran llegar a hospedarse en la casa donde vivíamos mi madre y yo, considerando que era lo menos que podía hacer porque ellos nos habían invitado a pasear por la ciudad y a acompañarlos a un destino de playa, todo pagado por ellos.
Y desde luego, yo no podía saber, que antes de hacer el equipaje, Jeffery, el hombre con quien Mónica se había casado diecinueve meses antes, había influido en mi hermana, predisponiéndola para el desastre. Yo no le di ningún motivo para que hiciera eso e inocente y estúpidamente, esperé su llegada, ansioso de conocer a mi cuñado.
Lejos de ser un buen augurio para el futuro, la visita de mi hermana gemela, esa mujer que llegó conmigo a este mundo, naciendo cinco minutos después de mí, se convirtió en todo lo contrario. Lo que ella hizo, manipulada descaradamente por su esposo, constituyó una agresión artera que tuvo repercusiones gravísimas para mí y se convirtió en el origen de un sufrimiento que contribuyó a que yo pudiera tomar conciencia de la violencia en la que se vive cuando se es un enfermo mental.
Y desde luego, yo no podía saber, que antes de hacer el equipaje, Jeffery, el hombre con quien Mónica se había casado diecinueve meses antes, había influido en mi hermana, predisponiéndola para el desastre. Yo no le di ningún motivo para que hiciera eso e inocente y estúpidamente, esperé su llegada, ansioso de conocer a mi cuñado.
Lejos de ser un buen augurio para el futuro, la visita de mi hermana gemela, esa mujer que llegó conmigo a este mundo, naciendo cinco minutos después de mí, se convirtió en todo lo contrario. Lo que ella hizo, manipulada descaradamente por su esposo, constituyó una agresión artera que tuvo repercusiones gravísimas para mí y se convirtió en el origen de un sufrimiento que contribuyó a que yo pudiera tomar conciencia de la violencia en la que se vive cuando se es un enfermo mental.
Mi hermana gemela, venir al mundo acompañado
Pienso en Mónica, mi hermana gemela. Llegó conmigo al mundo y durante muchos años, pensé que ella fue mejor hermana conmigo que yo hermano con ella, y todavía pienso que tenía razón. Tengo muy grabado en el recuerdo, que estudiamos la segunda mitad de la primaria en la misma escuela y en el mismo grupo. El último año de secundaria también. Y con mi comportamiento errático, mis faltas permanentes de disciplina, nuestros maestros le decían a ella: “le dices a tus papás,” hacían énfasis en decir “le dices a tu papá.” Y Mónica no les decía nada. Tenía la nobleza, la inteligencia y la sensibilidad para darse cuenta que hacerlo, informarle a mis padres de mi mala conducta en la escuela, redundaría en una mayor violencia para mí y no ayudaría en nada. Años más tarde, en la adolescencia, Mónica llegó a intervenir en conflictos muy serios entre mi padre y yo, arriesgándose a que ese mal individuo tomara represalias en su contra, actos que nunca olvidé y jamás dejé de agradecerle.
Siempre he tenido conciencia de que no fui un buen hermano con Mónica ni con mis otras dos hermanas. No fue posible. La violencia a la que se me sometió determinó muchas cosas, pero procuro no engañarme y admito que mucha de la violencia que yo mismo ejercí en contra de mis hermanas no puede justificarse.
Siempre he tenido conciencia de que no fui un buen hermano con Mónica ni con mis otras dos hermanas. No fue posible. La violencia a la que se me sometió determinó muchas cosas, pero procuro no engañarme y admito que mucha de la violencia que yo mismo ejercí en contra de mis hermanas no puede justificarse.
La enfermedad mental, off from a bad start

Mi vida comenzó un día de abril de 1964. Actualmente me encuentro en la quinta década de la vida y tengo claro, desde hace algún tiempo, que soy un enfermo mental, no más y no menos que eso.
No sé si escribir sobre la enfermedad mental sea buena idea. Pudiera ayudarme a aclarar mis ideas, o pudiera sumirme en una mayor desesperación. Quisiera pensar que lo segundo, no va a ocurrir.
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