jueves, 31 de agosto de 2017

Último día de agosto


Llegué tarde a esta etapa productiva de mi vida y mirar hacia atrás me produce un dolor muy profundo. No puedo evitar pensar en lo mucho que perdí y que jamás voy a recuperar, y al mismo tiempo preguntarme: si perdiera este empleo, ¿qué haría?

El horario es largo, nueve horas y media cinco días por semana, con una hora para comer. No gano mucho dinero, pero tomando en cuenta la pobreza en la que he vivido tantos años, cada 14 días vuelvo a ser un hombre rico.

Lo curioso del asunto es que gran parte del tiempo me siento mal por el ambiente que priva en la oficina, pues tengo muy cerca de mi lugar a compañeros de trabajo con muy malas características, y otros que se encuentran más retirados, se echan sus vueltas periódicas para venir a consultar al par de patéticas alimañas que tengo a mis espaldas.

De pronto recuerdo el empleo que tuve entre diciembre de 2004 y septiembre de 2005, en la maquiladora electrónica (en una de las empresas más representativas), en que trabajaba como operador (una ocupación denigrante), llevando pallets de producto del piso de producción al área de embarques, ganando 800 pesos por semana —y eso porque por trabajar de noche me pagaban seis horas extras—, rodeado de gente analfabeta, sumida en una pobreza no solamente económica sino también intelectual y moral.

En comparación, mi situación actual es muy buena, y sin embargo, no dejo de sufrir.

Esta semana no he salido a caminar con mis mascotas en la madrugada porque no ha dejado de llover y en cambio hoy, a las cinco horas, tomé mi bicicleta de carreras y la coloqué sobre los rodillos y pedalee cerca de 40 minutos. De pronto noto que he reducido el kilometraje y recuerdo que usando otro juego de rodillos, con un diámetro de los cilindros menor, la resistencia es mayor y por lo tanto es de esperar que la distancia disminuya, lo que no significa que el ejercicio no sea de provecho.

Desde hace cuatro años y nueve meses mi madre vive conmigo y esa buena mujer está a merced de mi furia, de mi resentimiento y de mis arrebatos de violencia. Creo que mucho de mi comportamiento difícil tiene que ver con el aislamiento en que vivo, con mi incapacidad para relacionarme con otras personas, con mi carencia de un círculo social, de amigos y de una pareja.

Hace algunas semanas rompí la comunicación y todo contacto con Laura, la psicóloga a la que consideraba mi amiga. Ella no ha hecho ningún intento por comunicarse conmigo y no tendría por qué hacerlo, excepto porque tiene un libro de mi propiedad, que me costó una suma de dinero considerable. Mañana 1 de septiembre se cumplirán cinco meses de que la vi por última vez. Es muy probable que jamás vuelva a verla. Parece triste, pero el interés por formar una relación de amistad no es mutuo.

Escuchando un programa de radio que conduce una psicóloga de edad madura, en el que tenía como invitada a otra psicóloga (joven) con especialidad en psicoanálisis, escuché que el perfil psicológico de una mujer que mantiene a un hombre es el de una persona muy dominante. En consecuencia, el hombre mantenido es un individuo dispuesto a someterse y algo muy importante, alguien para quien es muy importante cultivar su belleza.

De ahí ese narcicismo de mi cuñado Enrique, mantenido, vividor, remedo de padrote.

domingo, 27 de agosto de 2017

Domingo por la tarde, termina el fin de semana


La noche está por caer y el fin de semana casi ha llegado a su fin. Antes del amanecer (bastante antes), deberé salir de la cama para llevar a caminar a mis mascotas Chora y Clara, que están por cumplir cinco meses en esta casa para comenzar bien el día.

Más tarde me dirigiré a la empresa donde trabajo, bastante lejos de casa, para pasar ahí una larga jornada de nueve horas y media. Así de lunes a viernes, por lo cual, hay que encontrar poderosos estímulos para enfrentar ese esfuerzo considerable.

No es tanto la duración de la jornada lo que me angustia, sino el trato difícil con algunos compañeros, dos en particular, que tienen puestos de jefatura.

El primero es un pendejo al que me he referido en entradas anteriores, de 34 años de edad, que carece de toda hombría y virilidad y trata de compensar esas deficiencias con su habilidad para manipular a otras personas mediante chismes e intrigas. Cuando me encuentre con este remedo de alimaña, deberé recordar que no soy el único que lo detesta, pues de hecho tiene una fama bien ganada de víbora pérfida y traicionera a quien nadie respeta y todos evitan tener conflicto con él para no meterse en problemas, no por otra cosa.

Respecto a la tipa, anda por los 38 o 39 años de edad, muy mal llevados. Su piel es color oscuro, de cuerpo flaco e informe (quiero decir mal formada), se le cuelga la dermis de la cara, en particular la de la mejillas, y su fealdad se ve acentuada por su gesto hosco y hostil. La señora tiene una personalidad cáustica, es incompetente y su proceder lleno de desaciertos la hacen blanco de antipatías de la mayoría de las personas que tienen que tratar con ella, además de ser bien conocida por su arbitrariedad al tratar con el personal que tiene a su cargo.

Lo importante es que la directora del departamento es muy competente, no se deja llevar por chismes y conoce bien las limitaciones y la incompetencia de sus subalternos.

Respecto al individuo despreciable y pendejo al que me refiero en párrafos anteriores, puedo comentar que el pasado miércoles, salió del edificio donde trabajamos mi compañera Carmelita (que no está bajo las órdenes del pendejo ese) en compañía de Claudia (una compañera de recién ingreso, que sí pertenece al área que ese estúpido coordina) y entre frustrada y divertida comentó que el susodicho estaba enojado y no le dirigía la palabra. Entonces pensé que al baboso ese parecía estarle llegando el climaterio. Claudia regresó a la oficina y yo me quedé solo con Carmelita y le dije que el reverendo pendejo no estaba para ponérsele al tiro a nadie (refiriéndome a su actitud belicosa) y Carmelita respondió ‘es una nena’, a lo que yo añadí ‘es un marica’.

Ese individuo manipulador, maestro del chisme y la intriga, con su físico de alfeñique proyecta la imagen de un afeminado, que completa con su atuendo de petimetre, en un intento patético por proyectar la imagen de un ejecutivo importante.

Recordar todo esto debe ayudarme a no sentirme mal al iniciar mi jornada laboral y durante el desarrollo de la misma.

miércoles, 23 de agosto de 2017

Mi línea de vida, es discontinua


Ignoraba que había que leerla de arriba hacia abajo, imagino que ese es el orden cronológico. Bueno, he recorrido un buen trecho y en algún momento mi vida ha tomado un cauce alterno paralelo sin que yo me haya dado cuenta. He estado tan ocupado sobreviviendo a la adversidad que me ha tocado enfrentar, en enfermedad, soledad y pobreza, que el cambio ha sucedido sin que yo lo advirtiera.

Mi salud física jamás me ha preocupado y si bien mi vitalidad y mi vigor no son nada fuera de lo común, sí me han sido útiles para las actividades que he emprendido. Las manifestaciones de enfermedad orgánica han sido causadas por mis patologías mentales y la verdad es que la actividad física que llevo a cabo cada día, en parte por gusto y en parte porque me veo obligado a hacerla, me mantiene en forma y me fortalece. Como mencioné anteriormente, mi aspecto físico es un atributo que se hace notar.

Mi bienestar general sí es un problema, pues mentalmente es bastante precario. Por mis circunstancias e historia de vida, mis pérdidas son cuantiosas; pero por otra parte, cuento con aspectos muy favorables que no disfruto por que el resentimiento que llevo a cuestas no me lo permite. Soy presa de mis recuerdos, que son muy numerosos y están archivados en mi memoria para surgir ante el menor estímulo y causar un sufrimiento constante.

El bienestar general que debía proporcionarme mi buena salud física queda disminuido por esa tendencia a contemplar el lado triste y doloroso de mi existencia. Esto último también me sume en la inmovilidad y son muchas las horas que desperdicio en las que no hago nada que pueda llevarme a desarrollar las facultades que sí tengo, por ejemplo, la composición literaria.

Terminando el año 2012, cuando yo contaba con 48 años, comenzó un cambio mayor, que continúo consolidándose en abril de 2015 cuando conseguí un empleo en una fecha muy significativa: mi cumpleaños. Ese evento ha cambiado mi realidad, pues ha hecho de mí una persona independiente y productiva.

Un evento cataclísmico comenzó a finales de 1997, hace cerca de 20 años, y se consolidó el año siguiente, 1998 cuando cumplí 34 años. Ese individuo al que consideré mi amigo me pegó por la espalda, algo que de alguna manera siempre supe que iba a suceder pues tuve en el inconsciente que el tipo era un traidor, envidioso y pérfido; y mi padre haría todo lo posible por arruinarme para siempre, para tenerme como su eterna justificación para su grandiosa autodestrucción. Quisiera pensar que voy a recuperarme y ese evento terrible se convertirá solamente en un difícil capítulo de mi historia de vida.

Mis lesiones físicas no son graves ni cuantiosas. La última se dio a principios de mayo de este año, cuando por tercera vez me rompí una clavícula en una bicicleta de carreras. Esta vez fue la izquierda, en ocasiones anteriores (en 1993 y 1995) fue la derecha. ¿Será acaso un círculo que se cierra, después de describir una trayectoria de gran longitud?

Lo último, una reubicación.

De eso no sé nada. He vivido en la vivienda que habito desde octubre de 1981, cuando contaba con 17 años, lo que significa que en poco tiempo serán 36. No podría decir que tan buena ha sido mi vida en ese lugar, pues han sucedido tantas cosas y nada puede adjudicarse a su ubicación geográfica. Los demonios estaban en el pasado de mi familia, en nuestro árbol genealógico y en los acontecimientos de mi vida.

¿Qué sigue? Habrá que esperar para saberlo. Lo único que puedo decir en este momento es que mi línea de vida es discontinua.

Eliminar el antidepresivo, no necesitarlo más


En semanas pasadas me sentí agobiado por una serie de factores que tenían que ver con lo poco que parecía durar el día (porque tenía que irme temprano a dormir para levantarme en la madrugada), por las distancias que tenía que recorrer de mi casa al trabajo y del trabajo a mi casa y el tiempo que ello toma —usando el transporte público—, por el volver a darme cuenta de lo mucho que perdí durante todos esos años en que me vi privado de la oportunidad de trabajar (que merecía por el esfuerzo honesto que hice durante años), por la violencia que viví desde mi temprana infancia, que no se ha detenido, simplemente ha cambiado de forma; y por ser presa de mi pasado.

Todo esto es parte de vivir en la enfermedad mental, entre otras causas.

De pronto, decido suspender el antidepresivo, que es un tercio del coctel de medicamentos que tomo para mi trastorno límite de la personalidad. Los otros dos son un estabilizador del estado de ánimo (topiramato) y un antipsicótico (risperidona).

Decido suspender la fluoxetina porque recuerdo que hace nueve años me fue prescrita en una institución de salud mental (de triste memoria) y me causaba una muy acusada necesidad de dormir. Pensé que tal vez a eso se debía que teniendo como hora de entrada a mi trabajo las siete de la mañana, y teniendo en consecuencia que levantarme en la madrugada, tenía que acostarme a dormir mucho antes de la media noche. Después de concluir mi jornada laboral, llegaba a casa a las 17:30 horas y al cabo de dos horas y media, máximo tres, se me había acabado el día.

Poco después de que regresé a laborar, tras mi incapacidad de casi seis semanas por la fractura de clavícula, me cambié de horario, ahora de 8:30 a 18:00 horas y ahora llego a casa a las siete de la tarde, pero la situación no pareció cambiar mucho. Fue entonces cuando decidí eliminar ese medicamento.

El problema es que me acostaba a dormir como a las diez de la noche para levantarme a las seis de la mañana y aun así sentía que el descanso había sido insuficiente. Hace muchos años, cuando tenía menos de 30, teniendo mucha más actividad y siendo mucho más joven, la pasaba con siete horas de sueño por la noche. ¿Cómo explicar esto?

Por otra parte, ¿qué efecto podría tener eliminar el antidepresivo?

De hecho, pienso que pudiera no necesitarlo más. En los últimos días he hecho cambios que parecen estímulos potentes. Uno de ellos, volver a ejercitarme de manera muy regular en mi bicicleta, pedaleando rápidamente por periodos de tiempo más prolongados, monitoreando no solamente mi frecuencia cardiaca sino también el tiempo de recorrido y la distancia. Había decidido ya no usar el cyclocomputer, pero volví a cambiar de opinión. Usar este dispositivo me ayuda a ir más lejos y registrar la actividad en un cuaderno me ayuda en el plano psíquico.

Otro estímulo es levantarme muy temprano, por la madrugada, de manera natural, habiendo terminado de dormir, para ir a pasear a mis perritas, mis mascotas Chora y Clara. Esta parece ser una manera excelente de iniciar el día, paseando con esos seres vivos que me dan su cariño y su afecto incondicionalmente. Hacerlo a esa hora me libra del estrés que produce la gente, sean peatones o automovilistas, motociclistas, o conductores de vehículos pesados, sean estos de pasajeros o de carga. Las calles están casi vacías y silenciosas, hay poca luz (artificial) y una temperatura más baja que durante las horas diurnas.

Al llegar a casa tomo café y tomo mi desayuno habitual de cereal de avena con pasas (fibra y proteína de origen vegetal; vitamina E, un antioxidante) y tomo un baño para después dirigirme a mi trabajo, en donde pasaré nueve horas y media; una jornada muy prolongada. En el camino leo, en este momento The Handmais’s Tale, de Margaret Atwood, una utopía negativa, comprada recientemente en amazon.com.

Eso último, la lectura, constituye un tercer estímulo.

Queda como reto encontrar la manera de llevar una vida plena dejando de mirar un pasado difícil y doloroso. Posiblemente lo que más me lastima es percibir el modo como me ven otras personas. Habría que analizar, ¿qué tan importante es eso? Muchas de esas gentes que me han atacado propagando información inexacta sobre mi persona son personas despreciables que pueden haber engañado a muchas otras, pero que algún momento su teatro se derrumbará. De las personas estúpidas que creen lo que se les dice sin detenerse a pensar que lo que escuchan pudiera no ser cierto, hay una probabilidad muy alta de que jamás vuelva a verlas.

Si logro plantearme objetivos y encuentro la manera de ir tras ellos, mi realidad cambiará.

Algo que me motiva es ver cómo cambia mi apariencia con un poco de actividad, cómo adelgazo y adquiero definición muscular con una combinación de ejercicio, buenos hábitos de alimentación e higiene y orden. Tengo más de 50 años y mi aspecto físico es muy bueno, eso es importante, y satisfactorio.

lunes, 21 de agosto de 2017

Un compañero alimaña y sus intrigas


No puedo hacer nada respecto al comportamiento de otras personas, y con esto me refiero a la hostilidad de un compañero de trabajo hacia mi persona, la muy alta probabilidad de que esté hablando de mí a mis espaldas; en otras palabras intrigando.

He notado actitudes de animadversión de compañeros que trabajan en esta misma oficina y son allegados de él, pero algo positivo es que no sucede con todos. Si bien es cierto que muchas personas carecen de la inteligencia más elemental para hacer raciocinios, específicamente cuando alguien les dice algo negativo de otra persona pensar: ‘eso dicen de él/ella, pero a mí no me consta’, otras no se involucran y su proceder sigue siendo el mismo.

Y lo que hay que meditar es ¿qué tanto me puede afectar el veneno de un individuo impotente y por qué debería tener algún efecto en mí?

Si hay algo seguro sobre él es que es una persona miserable, cobarde, carente de virilidad y hombría y de honestidad y cualquier característica que pueda tener alguna relación con la palabra valor, así sea de manera remota. Este tipo tiene en esta empresa cerca de 10 años y es bien conocido por su estilo viperino y mal intencionado.

En lo que a mí respecta, si continúo con mi buen desempeño, conocido por todos, independientemente de que les simpatice o no, como un empleado responsable en quien se puede confiar, competente, que cumple con todo y no causa ningún tipo de problemas, aquellos que han escuchado y creído los embustes de este crótalo se darán cuenta de quién es el mal individuo y el golpe bajo no habrá dado en el blanco y por el contrario, habrá salido contraproducente.

Mi trabajo es muy importante para mí. Con él tengo el ingreso que necesito para vivir y un estilo de vida que si bien es menos de lo que merezco, es mucho más de lo que jamás he tenido.

No puedo darme el lujo de perderlo o ponerlo en riesgo por un remedo de alimaña que para acabarla de completar es un patético cobarde, como tantos otros.

sábado, 19 de agosto de 2017

The Handmaid's Tale


The Handmaid’sTale es una distopía de la escritora canadiense Margaret Atwood. Ambientada en un futuro cercano en Nueva Inglaterra, en una teonomía cristiana totalitaria que ha derrocado al gobierno de los Estados Unidos, la novela explora temas de mujeres siendo subyugadas y las varias maneras como ellas ganan individualismo e independencia.

The Handmaid’s tale está estructurada en dos partes, la noche y otros eventos. Esta novela puede ser interpretada como una doble narrativa, la historia de Offred, y las historias de las Handmaids (criadas). Las secciones de la noche son exclusivamente sobre Offred, y las otras secciones (hacer la compra, salas de espera, hogar, etc.) son las historias que describen las posibles vidas de cada criada (Handmaid).

The Handmaid’s Tale se desarrolla en la República de Gilead, una dictadura militar teonómica formada dentro de las fronteras de lo que anteriormente fue los Estados Unidos de América.

Comenzando con un ataque que mata al Presidente y a la mayor parte del Congreso, un movimiento fundamentalista Reconstruccionista Cristiano que se llama a sí mismo “Hijos de Jacobo” lanza una revolución y suspende la Constitución de los Estados Unidos bajo pretexto de restaurar el orden. Rápidamente le arrebatan a las mujeres sus derechos, una atribución lograda en gran parte a que los registros financieros son almacenados electrónicamente y etiquetados por género. El nuevo régimen, la República de Gilead, cambia rápidamente para consolidar su poder y reorganizar la sociedad junto con nuevo modelo militarizado jerárquico de fanatismo religioso y social inspirado en el Viejo Testamento entre sus recién creadas clases sociales. En esta sociedad, los derechos humanos son severamente limitados y los derechos humanos son aún más restringidos; por ejemplo, las mujeres tienen prohibido leer.

La historia es contada en primera persona por una mujer llamada Offred. Ella tiene este extraño nombre, lo que es explicado conforme el libro avanza. El personaje pertenece a una clase de mujeres mantenidas para propósitos reproductivos y conocidas como “handmaids” (criadas) por la clase gobernante en una era en la que disminuye el número de nacimientos debido a esterilidad por contaminación y enfermedades de transmisión sexual. Offred describe su vida durante su tercera asignación como criada, en este caso a Fred (a quien se le refiere como “El Comandante”). Intercalado con flashbacks hay porciones de la vida de ella antes y durante el inicio de la revolución, cuando ella encuentra que ha perdido toda autonomìa ante su esposo, ante su intento fallido por escapar con él y su hija a Canadá, hasta su adoctrinamiento a una vida como criada. Offred describe la estructura de la sociedad de Gilead, incluyendo las diferentes clases de mujeres y sus vidas circunscritas a la nueva teonomía.

El Comandante es un oficial de alto rango en Gilead. Aunque se supone que él tiene contacto con Offred sólo durante “la ceremonia”, un ritual de relaciones sexuales con intención de dar como resultado la concepción y en el que su esposa está presente, él comienza una relación ilegal y ambiciosa con ella. Él le ofrece productos ocultos o de contrabando, tales como viejas revistas de moda de la década de 1970, cosméticos y ropa, la lleva a un prostíbulo secreto administrado por el gobierno, y se reúne con ella furtivamente en su estudio, donde le permite leer, una actividad prohibida a las mujeres. La esposa del Comandante, Serena Joy, también tiene interacciones secretas con Offred, arreglando que esta tenga sexo en secreto con Nick, el chofer del Comandante, en un esfuerzo por hacer que Offred se embarace. A cambio de la cooperación de Offred, Serena Joy le da noticias de su hija, a quien Offred no ha visto desde que ella y su familia fueron capturados tratando de escapar de Gilead.

Después del encuentro inicial de Offred con Nick, comienzan a reunirse con mayor frecuencia. Offred descubre que disfruta tener sexo con Nick, a pesar del adoctrinamiento y que recuerda a su esposo. Ella comparte información potencialmente peligrosa sobre su pasado con él. Por medio de otra criada, Ofglen, Offred se entera de la resistencia Mayday, una red subterránea que trabaja para derrocar a Gilead. Poco después de la desaparición de Ofglen (más tarde se revela que fue un suicidio), la esposa del Comandante encuentra evidencia de la relación entre Offred y el Comandante. Offred contempla quitarse la vida. Al concluir la novela, Offred es arrestada por la policía secreta, los Ojos de Dios, conocida informalmente como “los Ojos”, por órdenes de Nick. Antes de ser puesta en una van grande de color negro, Nick le dice que esos hombres son parte de la resistencia Mayday y que Offred debe confiar en ellos. Offred no sabe si Nick es un miembro de la resistencia Mayday o un agente de gobierno haciéndose pasar por uno de ellos, y por lo tanto no sabe si ir con los hombres resultará en su escape o en su captura. Entra en la van con su futuro incierto.

La novela concluye con un epílogo metaficticio que explica que los eventos de la ocurrieron poco después de lo que al principio se llamó el “Periodo Gilead”. El epílogo es una transcripción parcial de los procesos del Decimosegundo Simposium sobre Estudios Gileadeanos” escritos en 2195. De acuerdo con el “orador principal” del simposium Profesor Pieixoto, él y su colega Profesor Knotly Wade descubrieron la historia de Offred grabada en cintas de cassette. Ellos transcribieron los cassettes, llamándolos colectivamente “the handmaid’s tale”. Por medio del tono y las acciones de los profesionales en esta sección final del libro, el mundo académico es resaltado y criticado y Pieixoto analiza la búsqueda de su equipo de los personajes citados en la historia, y la imposibilidad de probar la autenticidad de las cintas. Como quiera que sea, el epílogo implica que, después del colapso de la teonómica República de Gilead, una sociedad más igualitaria ––si bien no los Estados Unidos que previamente existieron – reemergió con una restauración de todos los derechos de las mujeres y libertad religiosa.

Adquirido en amazon.com hoy sábado 19 de agosto de 2017

jueves, 17 de agosto de 2017

Taking a beating, after a bad crash


I fall from a horse.

No. I didn’t fall from a horse. I crashed in my bicycle. I was badly injured. I was bleeding and half conscious.

Did he stop to help me? I thought so. Then what happened? He came and hit me with fists and feet. He punched me and kicked me violently. Viciously.

I couldn’t defend myself because I was in pain and unable to move. I was in shock. I couldn’t understand what was happening. When you have had an accident you are expected to be helped, not to be viciously attacked.

Why this?

Why did he do that?

That wasn’t all. There were people around who witnessed the event and not only didn’t do anything to stop the attacker, but joined him.

All this happened long ago, but the injuries are still there along with the pain.

The individual who hit me cowardly is Jeffery Jung, my sister Monica’s husband. He is the kind of person who hits a fallen man.

The people who joined him in the attack were his wife Mónica, my sister along with Yolanda, my other sister and her husband Enrique.

I had been fallen for five years. In fact I had been fallen all my life.

Cadena de destructividad


El resentimiento viene de muy atrás en el tiempo, de quién sabe cuántas generaciones en nuestros antepasados, en ambas familias.

Mi padre decidió hacerme responsable de todo lo que estaba mal en su vida, al principio. Con el paso de los años, cuando dejé de ser un niño y me convertí en un adolescente y más tarde en un adulto joven, decidió hacerme responsable de todo lo que estaba mal en el mundo.

Su padre fue un mal individuo, un hombre cruel y sádico que se deleitaba haciendo sufrir a sus hijos y a su esposa. Mi abuela paterna fue una mujer sometida y cruel a su vez, que no defendió a sus hijos y en cambio los violentó también.

Del lado de mi familia materna tenemos a mi abuelo Enrique, un individuo débil, tonto, ignorante, inculto, con poquísima escolaridad y con un narcisismo gigantesco que se casó con una mujer con características muy parecidas a las suyas para tener muchos hijos y darles mucha pobreza, mucha desigualdad, mucho sufrimiento. La característica de esa pareja, de mi abuelo Enrique y mi abuela Bertila es que a unos hijos los trataron como basura mientras a otros les dieron trato de semidioses.

Mi madre creció con enormes carencias afectivas, ignorada por su madre, que jamás mostró ningún afecto ni amor por ella y su padre no tuvo la inteligencia para darse cuenta y hacer algo al respecto. Ser ignorado por un padre produce un sufrimiento más intenso que el maltrato mismo.

Otros hijos padecieron la injusticia, sobre todo los mayores como Enrique, María Elena y Bertila pues no tuvieron la oportunidad de educarse y en cambio los hijos menores tuvieron privilegios y se les trató con más atención, afecto y todo tipo de ventajas, muchas veces de lo más injustas.

Mi madre, Yolanda, salió de su casa siendo una adolescente, rompiendo con su familia para trabajar y ser independiente, enamorándose de un mal individuo.

Al cabo de un tiempo se casó con él y un día, no mucho tiempo después, regresó a casa de sus padres a hacer las paces con ellos, un error gigantesco.

Pasaron los años y los hijos de Yolanda y Rafael (mis padres) tuvimos que convivir con los padres y hermanos de nuestros padres, algo que en definitivamente resultaría muy destructivo.

Al principio no era tan mala la situación, pero en 1973, cuando Mónica y yo, que éramos los hijos mayores, contábamos con nueve años de edad, cambiamos de residencia a Toluca, a una hora de la Cd. de México, donde vivían tanto la familia de mi madre como la de mi padre, y durante los siguientes cinco años, tuvimos mucha convivencia con estas malas personas.

A lo que quiero llegar es que mis padres jamás vislumbraron que sus vidas habían sido difíciles e injustas por lo que les hicieron sus familias de origen, y el sufrimiento que engendraron todas esas vivencias, se convirtió en furia, que canalizaron contra sus hijos, algo injusto y destructivo.

De los cuatro hijos de mi familia nuclear, Mónica, Oscar (yo), Yolanda y Verónica, los más perjudicados fuimos la última (Vero, que murió prematuramente, a los 33 años) y yo. Fuimos nosotros quienes recibimos la furia reconcentrada por la violencia que padecieron nuestros padres por la destructividad que recibieron de los suyos.

Para mi hermana Verónica, la pesadilla terminó con su vida; para mí la violencia continúa.

Y cabe la pregunta, ¿por qué seguir con esto?

No es solamente porque sigo siendo el blanco de los ataques de mis hermanas y las personas que las rodean, como sus cónyuges. Mis pérdidas son gigantescas y no creo que pueda recuperarme. Me duele terriblemente que cualquier persona pueda atacarme pensando que puede hacerlo porque no tiene nada que temer de mí. Así ha sido con el esposo mantenido y vividor de mi hermana Yolanda y con el cónyuge gringo de mi hermana Mónica. El par de hijos de puta afirman que yo he sido un problema toda mi vida y que no me he esforzado y que mi situación es merecida, y todo eso es absolutamente falso y terriblemente injusto.

Pero esas personas ignoran algo.

Al atacarme están destruyendo a su descendencia. Eso es lo que sucede cuando alguien opta por cometer una injusticia, la cadena de destructividad se perpetúa y no hay forma de detener la devastación.

Si por el contrario, en un acto de honestidad se hace un alto y se reconoce que se hizo algo malo y se le hizo daño a alguien que no lo merecía, que ese alguien había sido designado el causante oficial de todos los problemas y se le lastimó y se le ocasionó un sufrimiento muy intenso e inmerecido y se hace un firme compromiso por cambiar ese patrón de comportamiento y resarcir el daño, puede romperse la cadena de destructividad que pasa de padres a hijos y sigue indefinidamente.

Mis hermanas Mónica y Yolanda tienen hijos, a los que han involucrado en la violencia que con sus cónyuges han ejercido contra mí.

Esos hijos pagarán esas malas acciones, y a su vez repetirán el patrón.

Algo trágico.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Mi realidad amarga y difícil, dentro y fuera de mi trabajo


¿Existe la justicia?

Ocasionalmente aparece.

Mi hermana Mónica me traicionó una vez más, esto en junio de 2003, hace ya 14 años y eso sigue lastimándome y no puedo perdonarla y la odio y le deseo que le suceda algo terrible y que su vida se convierta en un infierno.

¿Sucederá?

A mi madre le reclamo que en 1998 haya acabado de arruinar mi vida junto con mi padre, creo que no es necesario explicar los pormenores.

Mi hermana Yolanda se casó hace 24 años con un padrote que como era de esperar le ha fallado miserablemente. Mi hermana me culpa por ello, y vive diciéndole al mundo que su vida es una calamidad porque yo sigo arruinándosela, como he hecho desde la infancia, como arruiné a nuestro padre mártir, que en realidad era un monstruo incestuoso enamorado de su difunta madre que incluso trató de violar una vez a su hija menor.

¿Qué va a suceder con ese matrimonio Yolanda – Padrote? ¿Seguirá indefinidamente, o provocará agotamiento y desgaste y se romperá por fatiga como hasta el metal se fractura?

En abril de 2016 llegó al departamento al que pertenezco una joven de la edad de mi sobrino Marlon (1991). Ella es ingeniero químico del iteso, mi alma máter. Eso suena muy impresionante. Entró en el mismo puesto que yo ocupo, químico traductor. Imaginé que era muy inteligente y estaba muy bien preparada, pero nunca vi muestras de lo que hacía.

El día de ayer tuve la oportunidad de ver algunos archivos hechos por ella en noviembre del año pasado, y con gran sorpresa me di cuenta de que no domina el idioma inglés, que parece no pasar del nivel intermedio, lo que en ocasiones provocó que hiciera un trabajo muy deficiente, o dicho con palabras más claras, auténticas cochinadas.

Peor aún, cometió errores de una tontería inconcebible como traducir domicilios y nombres de las empresas (de los proveedores).

Hace algún tiempo dejó de hacer trabajo de traducción para realizar otras labores, y el día de ayer, hace menos de 24 horas, perdió todo mi respeto, que tampoco era tanto.

Algo que me hace sentir mal es que en el departamento le hayan dado a traducir artículos (investigaciones médicas, por ejemplo) en lugar de dármelos a mí, que entré un año antes que ella y ya había demostrado ser competente. Si no era capaz de traducir correctamente archivos maestros de fármaco (DMFs), ¿qué habrá hecho con artículos médicos? Aberración y media, parece una suposición razonable.

Hace dos meses, llegó una mujer mayor (como he mencionado en entradas anteriores) a ese mismo puesto, químico traductor. La vieja es muy estúpida e incompetente y además chismosa, intrigosa y mal intencionada.

Suena mal que yo lo diga, pero soy el mejor traductor que ha pasado por este departamento en mucho tiempo, lo que no me confiere ninguna ventaja. La verdad es que si uno hace muy bien su trabajo, o hace puras cochinadas, a fin de cuentas no hay diferencia.

La realidad muchas veces es amarga y difícil.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Ante el enojo de un(a) superior(a) en el trabajo


Finalmente tuve la ocasión de entablar un breve diálogo con la directora de mi departamento, lo que me confirmó la impresión de que está muy enojada conmigo. Lo que no sé es por qué.

El lunes pasado, al llegar, le dije en su oficina, con la puerta cerrada que se ha dado una situación con una empleada nueva (se encuentra en periodo de prueba), que ocupa el mismo puesto que yo y de alguna manera esto le molestó de sobremanera.

¿Qué se supone que debo de hacer, preocuparme? No veo por qué habría de hacerlo. Yo no he hecho nada malo. No es mi responsabilidad el comportamiento incorrecto de esa empleada, ni su falta de inteligencia, ni su incapacidad para razonar, ni su mala voluntad al hablar mal de mí a mis espaldas o su estupidez que se manifiesta incluso en su lenguaje corporal.

¿Qué hacer de aquí en adelante? Aprender, me imagino. Desde que conocí a esa persona, a la directora de mi departamento, hace dos años y tres meses, he tenido una muy buena opinión de ella y quisiera pensar que eso no va a cambiar, pero si sucediera, tengo que aprender a desenvolverme sin preocuparme por lo que otras personas piensen de mí, se trate de quien se trate. Yo ocupo un lugar en esta empresa y mi trabajo resulta necesario, incuestionablemente. Cuando me accidenté, en mayo pasado, no había otra persona haciendo este trabajo de traducción y por mi incapacidad tuvieron que recurrir a un traductor externo. El resultado fue costoso e insatisfactorio, por lo que a pesar de la urgencia, decidieron no volverlo a hacer.

Cuando regresé, a mediados de junio, acababa de llegar la señora esta, tonta, chismosa y mal intencionada (sobra decir que su trabajo es muy deficiente) y el papel que yo desempeño, si bien modesto, se ve resaltado por el incremento de la carga de trabajo y la velocidad a la que lo realizo y los resultados que obtengo.

¿Qué es lo que tanto le molesta a la señora directora?

No sé, y deberá preocuparme un rábano.

viernes, 4 de agosto de 2017

Un poco de historia, y otro aniversario de bodas de mi hermana Yolanda


Hace alrededor de 40 años, cuando yo era un púber, visité una vez a César en su casa en San Buenaventura, en la capital del Estado de México. César es hijo de Jorge, hermano de mi padre. En ese entonces vivía con ellos nuestro abuelo, de nombre Rafael. Mi primo me mostró una revista de nota roja que exhibía fotografías de gente asesinada con arma blanca u objetos contundentes como tubos o martillos. Mostraba rostros destrozados, desfigurados, obviamente cubiertos de sangre. Esa porquería se llamaba ‘Alarma’ y pertenecía a mi abuelo.

Yo la había visto antes, en unas canchas de squash en el club deportivo al que pertenecíamos (deben de haber pertenecido a algún empleado) y en la propiedad de mi padre en Nayarit, donde las compraba el administrador, a quien llamábamos ‘don Román’.

En esa época, mi abuelo Rafael tenía setenta y tantos años, pues había nacido en 1901. ¿Cuál era su intelecto, para comprar y consumir semejante basura?

A mi abuela paterna no la conocí, pues murió muchos años antes de que yo naciera y sin embargo, llegué a detestarla, pues mi padre hablaba de ella hasta el hartazgo, manifestando su complejo de Edipo. La vieja no solamente permitió que su esposo maltratara brutalmente —y como un verdadero sádico— a sus seis hijos (todos varones), sino además se sumó a la violencia e incluso a sus dos hijos menores (Renato y Jorge) los peinó en su temprana infancia como si fueran niñas, haciéndoles caireles y trenzas. Debió estar loca la tipa.

¿Qué clase de persona sería para haberse casado con un hombre con un intelecto tan pobre como para interesarse en ver ilustraciones de gente destrozada, y procrear seis hijos con él? Y respecto a mi padre, ¿su complejo de Edipo incluía un deseo sexual por su madre? ¿Hubiera querido tener relaciones sexuales con ella?

En diez días mi hermana Yolanda cumplirá 24 años de casada y esto viene al caso porque ese día, 14 de agosto se cumplirán 80 años de que Edipo vino al mundo, solo que murió hace nueve años y ocho meses. De los cuatro hijos, Yolanda fue la que más cerca estuvo de nuestro padre, la que más abusos cometió cobijada por él y su complejo de Edipo (que lo hacía ver en ella a su difunta madre) y la única que estuvo con él cuando murió.

Y volviendo al asunto de su matrimonio, 24 años son muchos, casi un cuarto de siglo.

En lo que tiene que ver conmigo, abordo el tema porque ella y su cónyuge viven atacándome, haciendo lo que mi maldito padre ya no puede hacer: vomitar veneno sobre mí a mis espaldas y hacerme responsable de todo lo que está mal en su vida.

¿Qué ganó mi padre haciendo eso? Su salud se deterioró hasta que su alcoholismo lo mató. Su hígado se deshizo y un día de diciembre de 2007 sobrevino un coma del que ya no salió. Pero durante muchos años, muchas personas (muy idiotas, de esas que casi no hay) me consideraron responsable de su autodestrucción, pensando que el sufrimiento de tener un hijo atroz le producía un dolor que solamente podía anestesiar con el alcohol. Ese montón de imbéciles no pudieron darse cuenta de que mi padre era un victimario, que yo vivía muy enfermo y en la pobreza y por supuesto no relacionaron la infamia de mi papá (su casa chica, tener hijos fuera del matrimonio) con una traición a su esposa, mi madre; ni se enteraron de que una vez atacó sexualmente a mi hermana menor (que después murió), trató de violarla.

¿Qué gana mi hermana Yolanda vomitando veneno sobre mí a mis espaldas? ¿Va a evitar la ruina haciendo eso? Su esposo nunca ha sido productivo simple y sencillamente porque no puede (no tiene ninguna preparación académica) y no quiere (tiene vocación de padrote, siempre le tiró a casarse con una muchacha rica). Sobra decir que yo no tengo ninguna responsabilidad en eso, dicho con palabras más claras, no es mi culpa.

Ese comportamiento de Yolanda y su esposo me ha lastimado terriblemente, más aun cuando ha involucrado a otras personas, como mi tío Paco, reverendo pendejo viudo de mi tía Susana, hermana de mi madre, fallecida trágicamente hace cerca de tres años.
El problema para Yolanda es que un cúmulo de mentiras, que sostienen un entramado de justificaciones, no puede funcionar indefinidamente.

Como tantas cosas, caen por sí mismas.

El mes pasado Yolanda cumplió 49 años y ya tiene problemas de salud asociados a la menopausia y su energía está disminuida para siempre. El cansancio se está presentando y poco a poco se hace evidente que no puede contar con su esposo para el sostenimiento de su familia y eso no va a cambiar. Conforme crecen sus hijos, observan cómo funciona un hogar tradicional en el que ambos cónyuges trabajan, y no pueden evitar comparar esa dinámica con lo que sucede al interior de su familia.

Irys Fernanda, mi sobrina menor, está cerca de concluir la primaria y cuando eso suceda tendrá la misma escolaridad que su padre. Cada día será más difícil seguir mintiéndole, y seguir engañándola.

jueves, 3 de agosto de 2017

Adiós a Laura, de una vez por todas


He pensado tanto en Laura, esa mujer a la que conocí hace cerca de 10 años, al día siguiente de que murió el peor enemigo que he tenido jamás (mi padre) en diciembre de 2007, de quien me alejé a finales del 2009 para volver a contactarla brevemente al año siguiente cuando me enteré que se había casado con otra mujer, a quien volví a encontrar a mediados del 2015 y con quien comencé a hacer amistad en enero de 2016.

A partir de entonces la he visto en cuatro ocasiones: tres veces el año pasado (dos en que fuimos a desayunar y otra en su consultorio) y una vez este año que volvimos a desayunar, el 1 de abril pasado.

La semana pasada le envié un mensaje de Whatsapp saludándola solamente y de pasadita le pregunté ‘¿cuándo vamos a desayunar?’ a lo que ella respondió ‘la semana que entra’. Ayer miércoles 2 de agosto, le envié un saludo por ese medio y ella me respondió ‘oye, ¿nos vemos el sábado a las nueve?’ Se refería a las nueve de la mañana, por supuesto, para desayunar en un restaurant Toks o Applebee y traté de continuar el diálogo y ella no me contestó. Imaginé que había una justificación para ello, que tal vez se hallaba en su consultorio atendiendo un paciente o algo así, y pasaron las horas y en algún momento me llegó otro mensaje. Yo me sentía un poco contrariado porque al llegar a mi casa, mis mascotas Chora y Clara se salieron a la calle y tuve que entrar a toda prisa a buscar sus correas para salir a buscarlas. Entonces tomé mi teléfono y marqué su número y Laura me rechazó la llamada. Volví a pensar que lo había hecho con una justificación y simplemente le pregunté vía Whatsapp ‘¿estás ocupada?’. Laura jamás me respondió. En ese momento eran poco más de las 19:00 horas. Cerca de las 20:00 horas ella consultó su Whatsapp, pero no leyó el mensaje que yo le había mandado.

Sintiéndome muy mal, llegué a mi casa y me cambié de ropa y me puse a hacer ejercicio. De alguna manera el pedaleo rápido en mi bicicleta de carreras me ayudó a eliminar un poco del estrés y de la frustración que me produjo pensar en la probabilidad de que Laura me hubiera ignorado. Y uso la palabra ‘probabilidad’ porque pensaba que lo que había hecho podía tener una justificación. Sin embargo, cuando más tarde vi que cerca de las 20:00 horas había visto su Whatsapp y ni siquiera había leído mi último mensaje, me sentí de veras muy mal.

Me hallaba cenando cuando me llegaron un par de mensajes de Laura saludándome estúpidamente con un ‘Hola tenía el cel en silencio’ y un segundo mensaje en el que aparecía escrita otra pendejada. Decidí no responder nada.

Laura me había ignorado antes y eso me había llevado a pensar seriamente en terminar mi difícil relación con ella. La verdad respecto a esa relación duele. Laura no me necesita absolutamente para nada. Si me voy de su vida, su existencia sigue, no pasa absolutamente nada. Soy yo quien está solo, soy yo a quien le afecta no tener relaciones con otras personas y quien lleva una vida de aislamiento y tristeza, no ella.

Y sin embargo, no estoy dispuesto a permitirle que me vuelva a ignorar. Puedo soportar muchas cosas, pero no eso. Si tan solo me hubiera dicho ‘dame unos minutos, estoy ocupada’ o algo por el estilo, hubiera sido muy diferente, pero Laura me ignoró y volvió a demostrar que no tiene ninguna consideración por mis sentimientos y que no le importa lo mal que me pueda sentir por lo que ella hace o deja de hacer.

Vete de mi vida, Laura. Tú no quieres ser mi amiga, yo no significo nada para ti y no me necesitas.

El mundo no se va a detener por eso.