miércoles, 23 de agosto de 2017

Mi línea de vida, es discontinua


Ignoraba que había que leerla de arriba hacia abajo, imagino que ese es el orden cronológico. Bueno, he recorrido un buen trecho y en algún momento mi vida ha tomado un cauce alterno paralelo sin que yo me haya dado cuenta. He estado tan ocupado sobreviviendo a la adversidad que me ha tocado enfrentar, en enfermedad, soledad y pobreza, que el cambio ha sucedido sin que yo lo advirtiera.

Mi salud física jamás me ha preocupado y si bien mi vitalidad y mi vigor no son nada fuera de lo común, sí me han sido útiles para las actividades que he emprendido. Las manifestaciones de enfermedad orgánica han sido causadas por mis patologías mentales y la verdad es que la actividad física que llevo a cabo cada día, en parte por gusto y en parte porque me veo obligado a hacerla, me mantiene en forma y me fortalece. Como mencioné anteriormente, mi aspecto físico es un atributo que se hace notar.

Mi bienestar general sí es un problema, pues mentalmente es bastante precario. Por mis circunstancias e historia de vida, mis pérdidas son cuantiosas; pero por otra parte, cuento con aspectos muy favorables que no disfruto por que el resentimiento que llevo a cuestas no me lo permite. Soy presa de mis recuerdos, que son muy numerosos y están archivados en mi memoria para surgir ante el menor estímulo y causar un sufrimiento constante.

El bienestar general que debía proporcionarme mi buena salud física queda disminuido por esa tendencia a contemplar el lado triste y doloroso de mi existencia. Esto último también me sume en la inmovilidad y son muchas las horas que desperdicio en las que no hago nada que pueda llevarme a desarrollar las facultades que sí tengo, por ejemplo, la composición literaria.

Terminando el año 2012, cuando yo contaba con 48 años, comenzó un cambio mayor, que continúo consolidándose en abril de 2015 cuando conseguí un empleo en una fecha muy significativa: mi cumpleaños. Ese evento ha cambiado mi realidad, pues ha hecho de mí una persona independiente y productiva.

Un evento cataclísmico comenzó a finales de 1997, hace cerca de 20 años, y se consolidó el año siguiente, 1998 cuando cumplí 34 años. Ese individuo al que consideré mi amigo me pegó por la espalda, algo que de alguna manera siempre supe que iba a suceder pues tuve en el inconsciente que el tipo era un traidor, envidioso y pérfido; y mi padre haría todo lo posible por arruinarme para siempre, para tenerme como su eterna justificación para su grandiosa autodestrucción. Quisiera pensar que voy a recuperarme y ese evento terrible se convertirá solamente en un difícil capítulo de mi historia de vida.

Mis lesiones físicas no son graves ni cuantiosas. La última se dio a principios de mayo de este año, cuando por tercera vez me rompí una clavícula en una bicicleta de carreras. Esta vez fue la izquierda, en ocasiones anteriores (en 1993 y 1995) fue la derecha. ¿Será acaso un círculo que se cierra, después de describir una trayectoria de gran longitud?

Lo último, una reubicación.

De eso no sé nada. He vivido en la vivienda que habito desde octubre de 1981, cuando contaba con 17 años, lo que significa que en poco tiempo serán 36. No podría decir que tan buena ha sido mi vida en ese lugar, pues han sucedido tantas cosas y nada puede adjudicarse a su ubicación geográfica. Los demonios estaban en el pasado de mi familia, en nuestro árbol genealógico y en los acontecimientos de mi vida.

¿Qué sigue? Habrá que esperar para saberlo. Lo único que puedo decir en este momento es que mi línea de vida es discontinua.

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