Mi padre decidió hacerme responsable de todo lo que estaba mal en su vida, al principio. Con el paso de los años, cuando dejé de ser un niño y me convertí en un adolescente y más tarde en un adulto joven, decidió hacerme responsable de todo lo que estaba mal en el mundo.
Su padre fue un mal individuo, un hombre cruel y sádico que se deleitaba haciendo sufrir a sus hijos y a su esposa. Mi abuela paterna fue una mujer sometida y cruel a su vez, que no defendió a sus hijos y en cambio los violentó también.
Del lado de mi familia materna tenemos a mi abuelo Enrique, un individuo débil, tonto, ignorante, inculto, con poquísima escolaridad y con un narcisismo gigantesco que se casó con una mujer con características muy parecidas a las suyas para tener muchos hijos y darles mucha pobreza, mucha desigualdad, mucho sufrimiento. La característica de esa pareja, de mi abuelo Enrique y mi abuela Bertila es que a unos hijos los trataron como basura mientras a otros les dieron trato de semidioses.
Mi madre creció con enormes carencias afectivas, ignorada por su madre, que jamás mostró ningún afecto ni amor por ella y su padre no tuvo la inteligencia para darse cuenta y hacer algo al respecto. Ser ignorado por un padre produce un sufrimiento más intenso que el maltrato mismo.
Otros hijos padecieron la injusticia, sobre todo los mayores como Enrique, María Elena y Bertila pues no tuvieron la oportunidad de educarse y en cambio los hijos menores tuvieron privilegios y se les trató con más atención, afecto y todo tipo de ventajas, muchas veces de lo más injustas.
Mi madre, Yolanda, salió de su casa siendo una adolescente, rompiendo con su familia para trabajar y ser independiente, enamorándose de un mal individuo.
Al cabo de un tiempo se casó con él y un día, no mucho tiempo después, regresó a casa de sus padres a hacer las paces con ellos, un error gigantesco.
Pasaron los años y los hijos de Yolanda y Rafael (mis padres) tuvimos que convivir con los padres y hermanos de nuestros padres, algo que en definitivamente resultaría muy destructivo.
Al principio no era tan mala la situación, pero en 1973, cuando Mónica y yo, que éramos los hijos mayores, contábamos con nueve años de edad, cambiamos de residencia a Toluca, a una hora de la Cd. de México, donde vivían tanto la familia de mi madre como la de mi padre, y durante los siguientes cinco años, tuvimos mucha convivencia con estas malas personas.
A lo que quiero llegar es que mis padres jamás vislumbraron que sus vidas habían sido difíciles e injustas por lo que les hicieron sus familias de origen, y el sufrimiento que engendraron todas esas vivencias, se convirtió en furia, que canalizaron contra sus hijos, algo injusto y destructivo.
De los cuatro hijos de mi familia nuclear, Mónica, Oscar (yo), Yolanda y Verónica, los más perjudicados fuimos la última (Vero, que murió prematuramente, a los 33 años) y yo. Fuimos nosotros quienes recibimos la furia reconcentrada por la violencia que padecieron nuestros padres por la destructividad que recibieron de los suyos.
Para mi hermana Verónica, la pesadilla terminó con su vida; para mí la violencia continúa.
Y cabe la pregunta, ¿por qué seguir con esto?
No es solamente porque sigo siendo el blanco de los ataques de mis hermanas y las personas que las rodean, como sus cónyuges. Mis pérdidas son gigantescas y no creo que pueda recuperarme. Me duele terriblemente que cualquier persona pueda atacarme pensando que puede hacerlo porque no tiene nada que temer de mí. Así ha sido con el esposo mantenido y vividor de mi hermana Yolanda y con el cónyuge gringo de mi hermana Mónica. El par de hijos de puta afirman que yo he sido un problema toda mi vida y que no me he esforzado y que mi situación es merecida, y todo eso es absolutamente falso y terriblemente injusto.
Pero esas personas ignoran algo.
Al atacarme están destruyendo a su descendencia. Eso es lo que sucede cuando alguien opta por cometer una injusticia, la cadena de destructividad se perpetúa y no hay forma de detener la devastación.
Si por el contrario, en un acto de honestidad se hace un alto y se reconoce que se hizo algo malo y se le hizo daño a alguien que no lo merecía, que ese alguien había sido designado el causante oficial de todos los problemas y se le lastimó y se le ocasionó un sufrimiento muy intenso e inmerecido y se hace un firme compromiso por cambiar ese patrón de comportamiento y resarcir el daño, puede romperse la cadena de destructividad que pasa de padres a hijos y sigue indefinidamente.
Mis hermanas Mónica y Yolanda tienen hijos, a los que han involucrado en la violencia que con sus cónyuges han ejercido contra mí.
Esos hijos pagarán esas malas acciones, y a su vez repetirán el patrón.
Algo trágico.
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