sábado, 20 de septiembre de 2014

Terapia para Rachel, pesadilla reiterativa

Las luces intermitentes del camión de bomberos iluminan el paisaje suburbano. Los vapores de diesel me provocan náuseas.

Papá está muy enojado. Toma el control, exigiendo saber qué pasó.

La abuela mira hacia abajo, asomando su rostro entre las nubes con una horrible mueca de enojo en su rostro habitualmente sonriente. Mueve la cabeza y señala hacia abajo y grita: “¡Eres una madre terrible! ¡Me avergüenzo de ti!”

Mamá llora cubriéndose el rostro avergonzada. Papá y la abuela y los bomberos la recriminan sin piedad. Ella es el centro, la mártir de la escena.

Y en la distancia hay dos pequeñas cajas. Parecen ataúdes, no, figuritas de madera, inmóviles, abandonados, sin expresión facial, inmovilizadas por el horror. Nadie les presta ninguna atención.

Es mi hermano mayor, conmigo.

La enfermera autoritaria estaba parada al pie de mi cama. Esta vez me dio gusto verla. Eran las dos de la mañana y yo estaba empapada en sudor, todavía temblando e hiperventilando.

“Vamos, Rachel. Ya estás despierta. Fue sólo un sueño. Necesitas tranquilizarte”.

“¡Fue horrible!”, grité llorando, “¡horrible!” Los camiones de bomberos, y papá gritando, mamá llorando y la abuela mirando de entre los muertos señalándonos con el dedo. Y todos nos abandonaron ahí. ¿Qué pasó? ¿Qué hizo mi madre? ¿Por qué estábamos ahí? ¿Qué pasó? ¿Qué me hizo mi madre?”

“No puedo entender lo que me dices. Es una pesadilla, Rachel, una pesadilla. Puedes hablar de eso con tu doctor en la mañana. En este momento necesitas descansar”.

Ella me permitió dirigirme al salón a fumar un cigarrillo. Traté de volver a dormir, pero la misma pesadilla se volvió a presentar. Finalmente me di por vencida y permanecí despierta, esperando que las distracciones de la mañana se llevaran mi malestar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario