lunes, 1 de septiembre de 2014

Terapia para Rachel, 2

Finalmente, el Dr. Padgett planteó las reglas básicas de la terapia. Eran muchas. La terapia se conduciría con un fuerte énfasis en la asociación libre ―pensamientos no censurados en un ambiente controlado mediante un fuerte conjunto de reglas. Una “hora” serían solo cincuenta minutos, tras los cuales la sesión terminaría independientemente  del punto que hubiéramos alcanzado. Se responderían preguntas sobre sus credenciales académicas en cualquier momento, pero ninguna sobre su vida personal. Yo debía ser sincera en todo momento, si él detectaba que no era así, interrumpiría para redirigir la conversación. No era su política recibir llamadas telefónicas de sus pacientes durante una sesión con otro paciente, ni tampoco permitir llamadas fuera de sesión que se convirtieran en terapia telefónica. Yo tenía 50 minutos de su atención y su concentración absoluta para explorar mis sentimientos en sesión, y debería aprender a hacer buen uso de ese tiempo, más que actuar esas emociones en otro lugar.

¿Asociación libre? De alguna manera el contexto parecía todo menos libre.

En los últimos minutos de la sesión, cuando él miraba el reloj digital que sólo él podía ver, me entregó un informe de tres páginas para que lo revisara antes de nuestra siguiente sesión. Era el resultado de una prueba de perfil psicológico de opción múltiple que apenas recordaba en mi primer día como paciente interna del hospital. Cuando leía el primer párrafo, sentí náuseas. Me di cuenta de que había fallado la prueba.

Antes de que pudiera leer más, el Dr. Padgett sonrió, asintió con la cabeza y dijo “es todo por hoy”.


Era una frase que llegaría a odiar con todo mi ser.

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