jueves, 18 de febrero de 2016

El transcurrir del tiempo, tedio, soledad y tristeza, y sin embargo estoy mucho mejor

En dos horas habrá terminado el penúltimo día laboral de esta semana, que comienza en lunes y termina en viernes. Entre la hora de entrada y la hora de salida transcurren nueve y el trabajo que hago, si bien es intelectual, se vuelve monótono y repetitivo.

El pasado martes comenzó un profundo malestar porque gente de Recursos Humanos me quitó el bono de puntualidad y asistencia y esto me da una imagen clara de lo que sucede en esta empresa, como en tantas otras, así como de lo que sucede en mi país y en el mundo; el abuso hacia el prójimo, la incapacidad para respetar a otro ser humano y darle a cada quien lo suyo.

Con la obsesividad que me caracteriza, le doy vueltas al asunto y casi opto por no hacer nada, aunque la decisión no está tomada. Una vez que he dormido durante la noche y comienza otro día, pienso en lo diferente que es mi vida ahora que tengo un empleo y la pérdida de ese bono parece tener poca importancia; no sé si hacerme a la idea de que no lo voy a recibir es cobardía o una decisión inteligente, o que es simplemente aceptar el fracaso.

Entre las 11:00 y las 20:00 horas, el tiempo pasa lentamente y aparece el tedio, no ayuda mi tendencia a permanecer aislado, a no buscar la compañía de nadie, a no hablar con nadie de asuntos personales, el no tener amigos. Pienso en una dama que apareció en mi vida y en lo mucho que la quiero y en el hecho de que en su vida solamente hay lugar para mí como amigo a prudente distancia.

Pienso en ella la mayor parte del tiempo y lo que de ella ignoro constituye un vacío que yo me encargo de llenar mis suposiciones, con mi imaginación, con lo que decido pensar que compone las diferentes facetas de su existencia.

La segunda parte del libro “el hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl habla sobre la transitoriedad de la vida y que pese a esta característica, no impide que esta tenga sentido. El modo como este psicoanalista expresa esta idea me ayuda a fusionarla con otra: que tengo que reconciliarme con mi pasado. Mi presente es infinitamente mejor de lo que sería de no haber conseguido este empleo, y sin embargo sigue siendo difícil, pues mi realidad está dominada por mi patología, por mi soledad y por mi tristeza.

He resuelto dejar de ejercitarme del modo caótico como lo he hecho durante tantos años. Antes de cumplir 40 años, cobré conciencia de que hacía mucho ejercicio para provocarme agotamiento con intención de que este anestesiara el dolor psíquico. Con más de cincuenta años, ya no resulta fácil ejercitarme cotidianamente y esa actividad, aunada a mi proclividad a meterme a la red social twitter, me mantiene alejado de la lectura y de escribir, de plasmar mis ideas y buscar la recuperación mediante la escritura.

Según Frankl, el pasado no se pierde jamás porque lo hemos vivido, no perdemos nada bueno que hayamos hecho o nos haya ocurrido y en el mismo sentido tampoco podemos escapar de los malos actos que podamos haber cometido. Trato de mirar hacia atrás y no encuentro mucho de qué enorgullecerme, y sin embargo, muy frecuentemente se presentan vivencias en las que se pone de manifiesto que tengo los conocimientos y las habilidades para un buen desempeño laboral, y que en mi área soy muy competente.

Es un hecho que me presto demasiada atención a mí mismo, me preocupa excesivamente cómo me ven otras personas, la percepción que tienen de mí, si les resulto un individuo agradable o si mi detestan o si bien, les soy indiferente. Parece que en mi estilo para ir por la vida predomina una visión de túnel, solamente puedo ver hacia el frente sin preguntarme si lo que se supone que hay adelante es necesariamente algo bueno, y no puedo contemplar lo que tengo a mi alrededor. Revivo experiencias dolorosas y agradables una y otra vez y parezco incapaz de plantearme metas y objetivos, aunque comprendo que el desastre que se presentó en mi vida desde una edad temprana y mis esfuerzos para resolver mi situación, el modo como otras personas derrumbaron lo que yo había construido lenta y dolorosamente y la violencia que nunca cesó, solamente cambió de forma, quebrantaron mi voluntad de vivir y deformaron todavía más mi percepción de la realidad.

Todavía no soy un viejo, todavía tengo energía y una buena salud física, tengo un potencial y tengo mucho que dar, pero no encuentro la manera de resolver el problema de mi soledad, específicamente el no tener una pareja o por lo menos una amiga muy cercana.

No sé si esto vaya a cambiar algún día.


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