El viernes pasado comenzó una crisis muy dolorosa que incluso involucró violencia verbal, palabras ofensivas, reclamos, reproches e insinuaciones suicidas contra mi madre, que es una anciana. Lamento que haya ocurrido, pero por otra parte las crisis si bien dolorosas, son una oportunidad para analizar los problemas, para tratar de comprenderlos a fondo (insight) y hacer cambios buscando una solución.
Durante el tiempo que he estado trabajando, había dedicado los fines de semana a ejercitarme en mi bicicleta de carreras de una manera obsesiva, con intención de provocarme agotamiento, para anestesiar el dolor psíquico. El resto del tiempo lo pasaba tirado en el sofá de la sala escuchando música o escuchando una película (sin verla) y metido en twitter con mi Smartphone. Hacía además aquellas cosas que no podía dejar de hacer, como ir a comprar el alimento de mis perras y lavar mi ropa. Había detectado que este comportamiento es patológico, pero aun teniendo conciencia de ello, no hacía nada para resolverlo.
Este fin de semana fue diferente. El sábado fui temprano a una sesión de al-anon (programa de doce pasos para familiares y amigos de alcohólicos), experiencia que encontré muy frustrante porque un par de idiotas (sexo masculino) la echaron a perder con sus payasadas y su exhibicionismo. Regresé a casa y hablé por teléfono con una psicóloga, lo que disminuyó la angustia durante algunas horas, pero el efecto no duró mucho. Por la tarde llamé a otro número de atención psicológica (foráneo) y esta vez logré sentirme mucho mejor. Había pensado en hacer ejercicio en la bicicleta, pero decidí que eso sería una tontería por el cansancio y el dolor muscular que sentía. Salí de la casa con mis perras y me dirigí a un parque, donde las dejé correr en libertad y la caminata y la comunicación vía email por medio de mi Smartphone con una dama a la que quiero mucho, me hicieron sentir bien y regresé a casa sintiéndome mucho mejor, listo para dormir y pasar una noche tranquila, habiéndome librado de buena parte de la tristeza, la desesperación y el decaimiento.
Decidí que el domingo fuera un día tranquilo e hice un esfuerzo por leer el libro de Frankl. Después de leer algunas páginas tomé mi reproductor mp3 y escuché la parte correspondiente del audiobook, que bajé de internet. Más tarde me dispuse a lavar mi ropa y cuando terminé decidí que igual que el día anterior, no haría ejercicio en mi bicicleta.
En lugar de ello, limpié mi dormitorio, que tenía meses acumulando polvo y mugre. Tenía una vaga conciencia de que el desorden tiene que ver con malestar interior y me hice el firme propósito de hacer de mi estilo de vida como deportista algo sano, en lugar de un mecanismo de evasión, en lugar de una manera de alimentar mi narcisismo patológico en relación con mi apariencia física y en lugar de una fuente de sufrimiento físico (por el agotamiento que produce) para anestesiar el sufrimiento psíquico.
El día de hoy me he sentido cansado porque volví a levantarme demasiado temprano (antes de las cinco de la mañana), pero el día ha transcurrido con menos ansiedad y menos angustia y he tratado de que se disipe la tristeza recordándome que mi situación es buena y que nada se ha perdido para siempre.
Procuraré asimilar las enseñanzas de Frankl y enriquecer mi vida, me parece que ya es hora.
Te quiero, Laura.
Durante el tiempo que he estado trabajando, había dedicado los fines de semana a ejercitarme en mi bicicleta de carreras de una manera obsesiva, con intención de provocarme agotamiento, para anestesiar el dolor psíquico. El resto del tiempo lo pasaba tirado en el sofá de la sala escuchando música o escuchando una película (sin verla) y metido en twitter con mi Smartphone. Hacía además aquellas cosas que no podía dejar de hacer, como ir a comprar el alimento de mis perras y lavar mi ropa. Había detectado que este comportamiento es patológico, pero aun teniendo conciencia de ello, no hacía nada para resolverlo.
Este fin de semana fue diferente. El sábado fui temprano a una sesión de al-anon (programa de doce pasos para familiares y amigos de alcohólicos), experiencia que encontré muy frustrante porque un par de idiotas (sexo masculino) la echaron a perder con sus payasadas y su exhibicionismo. Regresé a casa y hablé por teléfono con una psicóloga, lo que disminuyó la angustia durante algunas horas, pero el efecto no duró mucho. Por la tarde llamé a otro número de atención psicológica (foráneo) y esta vez logré sentirme mucho mejor. Había pensado en hacer ejercicio en la bicicleta, pero decidí que eso sería una tontería por el cansancio y el dolor muscular que sentía. Salí de la casa con mis perras y me dirigí a un parque, donde las dejé correr en libertad y la caminata y la comunicación vía email por medio de mi Smartphone con una dama a la que quiero mucho, me hicieron sentir bien y regresé a casa sintiéndome mucho mejor, listo para dormir y pasar una noche tranquila, habiéndome librado de buena parte de la tristeza, la desesperación y el decaimiento.
Decidí que el domingo fuera un día tranquilo e hice un esfuerzo por leer el libro de Frankl. Después de leer algunas páginas tomé mi reproductor mp3 y escuché la parte correspondiente del audiobook, que bajé de internet. Más tarde me dispuse a lavar mi ropa y cuando terminé decidí que igual que el día anterior, no haría ejercicio en mi bicicleta.
En lugar de ello, limpié mi dormitorio, que tenía meses acumulando polvo y mugre. Tenía una vaga conciencia de que el desorden tiene que ver con malestar interior y me hice el firme propósito de hacer de mi estilo de vida como deportista algo sano, en lugar de un mecanismo de evasión, en lugar de una manera de alimentar mi narcisismo patológico en relación con mi apariencia física y en lugar de una fuente de sufrimiento físico (por el agotamiento que produce) para anestesiar el sufrimiento psíquico.
El día de hoy me he sentido cansado porque volví a levantarme demasiado temprano (antes de las cinco de la mañana), pero el día ha transcurrido con menos ansiedad y menos angustia y he tratado de que se disipe la tristeza recordándome que mi situación es buena y que nada se ha perdido para siempre.
Procuraré asimilar las enseñanzas de Frankl y enriquecer mi vida, me parece que ya es hora.
Te quiero, Laura.
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