martes, 2 de febrero de 2016

2 de febrero, otra fecha significativa

El lunes 2 de febrero de 1998 presenté mi renuncia en esa empresa de la maquiladora electrónica en la que había comenzado a trabajar un lunes 17 de noviembre de 1997, es decir, 65 días antes, sin saber que comenzaba un segundo descenso al infierno que me llevaría a perder la voluntad de vivir, por segunda vez.

Mi falta de experiencia de vida aunada al modo como había vivido, de espaldas a la realidad, imaginándola como algo muy diferente a lo que era, sin la menor idea de cómo trabajar y ganarme la vida y ser productivo, mi desconocimiento del género humano y de las bajas pasiones (algo que mostró David, mi “amigo” al pegarme por la espalda), y la violencia de mi padre y el resto de mi familia me mandaron a otro ciclo de enfermedad mental y de un tremendo sufrimiento que duraría muchos años y que me pondría varias veces al borde del desastre, al borde de la muerte.

He odiado a mi padre, he sentido un tremendo resentimiento contra mi madre, he detestado a mi hermana Mónica al igual que a mi hermana Yolanda y he llorado amargamente la muerte de mi hermana Verónica. A mi “amigo” David, el individuo que me pegó por la espalda dando principio a ese segundo descenso al infierno le he deseado una agonía lenta y dolorosa y la certidumbre de que la infamia que cometió quedó impune me ha hecho la existencia muy amarga.

Sin embargo, ahora que empiezo a leer sobre existencialismo, me doy cuenta de que esas personas que me hicieron daño no necesitan mi resentimiento ni mi odio y no es posible que les vaya bien, de ninguna manera. Quisiera dejar a un lado a mis padres y otras personas de mi familia y concentrarme en David, el cobarde traidor cuando tuvo un poco de poder mostró su verdadera naturaleza.

Hace tiempo, no recuerdo si dos o tres años, puse un escrito sobre él en la red en el que con lujo de detalles describía su desempeño deplorable y su debilidad como ser humano. No niego que lo agredí y eso era lo que pretendía, absolutamente. Ese acto involucró a su cónyuge y en menor medida a sus hijos y David no hizo nada por tratar de defender el honor. Tengo la seguridad de que este traidor racionaliza su inacción argumentando que no vale la pena darle importancia a los actos de un loco, pero en el fondo sabe que lo que hizo no puede justificarse de ninguna manera y que es un despreciable cobarde que no pudo defender a su familia ni convencerla de que no hacer nada era lo correcto.

Para seguir con mi vida y recuperarme tengo que deshacerme del odio y del resentimiento y estoy encausando mi energía hacia eso, por ejemplo mediante la lectura del libro de Viktor Frankl “el hombre en busca de sentido”. Sé que la venganza no es buena, pero no puedo negar que tengo una necesidad irreprimible de devolver los golpes.

Tengo la intención de cambiar mi vida haciendo las paces con mi pasado, amando lo que hay detrás para poder amar lo que hay adelante, pero el momento todavía no ha llegado. Hace 18 años comenzó un periodo de mi vida excepcionalmente difícil y para poder cerrar ese círculo de dolor necesito escribir un poco sobre eso.

Ya lo he hecho.

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