El miércoles pasado fue especialmente difícil porque, como me ha sucedido antes, sentí la magnitud de mis pérdidas causadas por la vida anormal que he llevado. He comenzado a trabajar teniendo más de 50 años y siento que he sufrido una mutilación, que se me ha arrebatado una parte muy grande de mi vida.
No quiero volver sobre lo mismo, porque en entradas anteriores he expresado el sufrimiento que he experimentado a partir de que llegué a la mayoría de edad. Compré el libro de Frankl con intenciones de leerlo minuciosamente y después estudiarlo, leerlo y releerlo analizándolo y tratando de adaptar el aprendizaje a mi existencia pasada y actual.
En lugar de ello, he caído en mi pasividad que consiste en hacer muy poco aparte de trabajar. Por la mañana, después de tomar café y pan, dedico tiempo a pedalear en mi bicicleta sobre rodillos de equilibrio, en dos o tres series de aproximadamente 20 minutos y entre ellas, tomo mi Smartphone y me meto a twitter, en lugar de leer a Frankl haciendo anotaciones en un cuaderno.
De haber hecho esto el pasado miércoles, al sentir el dolor por cobrar conciencia de lo mucho que he perdido y sentir desesperación y una tremenda tristeza, habría tenido en mente la idea de Frankl: no se trata de lo que nosotros esperamos de la vida, sino de lo que la vida espera de nosotros.
El detonante para la crisis del pasado miércoles fue sentir la ausencia de una pareja, de una mujer en mi vida a quien amar y que esté dispuesta a corresponderme. Ese vacío afectivo ha sido el efecto más doloroso que ha dominado mi existencia, esa soledad; se hace presente cuando me encuentro con una mujer bellísima y descubro que no puede ser mi compañera porque no tengo nada que ofrecerle.
Pero si aplico la filosofía de Frankl, puedo evitar caer en la desesperación y en la pérdida de la esperanza. La vida quiere algo de mí y así como me ha sometido a un tremendo sufrimiento, también me ha dado los recursos para evitar conductas autodestructivas, a diferencia de lo que le ha ocurrido a personas muy cercanas a mí, algunas de las cuales incluso ya no están en este mundo.
No es demasiado tarde, la vida todavía espera algo de mí.
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