Estoy terminando otro archivo maestro de fármaco y entre documento y documento entro en mis diferentes cuentas de google y consulto mis correos electrónicos y mi blog (este) y veo las visitas, algún imbécil, probablemente mi cuñado Jeffery Jung puso un robot para que hiciera visitas periódicas a las últimas 30 o 35 entradas quién sabe con qué propósito, tal vez para que reportara contenido inapropiado con la esperanza de que el blog desaparezca. En fin, su ardid no le va a servir para nada.
Miro la entrada que escribí el sábado pasado, en la que puse una foto en la que aparece mi hermana Mónica, misma que tomé de su cuenta de Facebook, en la que sus amistades pusieron comentarios elogiando su belleza, algo que no existe, a todas luces un falaz acto de caridad, algo patético en su naturaleza. Al entrar una y otra vez en mis diferentes cuentas de google, especialmente en esta, me doy cuenta de que además de hastío y aburrimiento, mi vida está dominada por el dolor, porque he sido lastimado demasiadas veces por personas que eran importantes en mi vida. Mi hermana Mónica llegó al mundo conmigo y presenció mi interacción con mis padres, especialmente con el hijo de puta que tuve por progenitor; no obstante, bastó con que su pendejo cónyuge, con quien llevaba menos de dos años casada, le dijera que yo era la persona más despreciable del mundo para que ella se lo creyera y se enojara mucho conmigo y me atacara y de ahí en adelante viviera muy avergonzada de tenerme como hermano.
El rostro de esta arpía refleja que está muy deprimida y no hay nada en el mundo que pueda remediar eso, cosa que no lamento en lo más absoluto, pero en cambio sí quisiera cambiar mi realidad. Quisiera poder enfocarme en otras cosas, tener un aliciente, una motivación que me ayudara a poner mi atención en algo positivo, en algo que me diera alegría y dejar de sentir dolor. En 10 días habré cumplido 53 años y dos en mi empleo, tendré algo que celebrar.
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