Bueno, el día de hoy no ha sido fácil pues pese a que terminé un tramo de 45 páginas en el trabajo, muy fastidioso, comencé otro pero más que nada sentí el cansancio y el tedio, como me ha sucedido antes y al salir tomé la ruta acostumbrada para regresar a casa y al llegar subí a mi habitación y a espaldas de la casa se está construyendo una de esas torres que conforman un condominio vertical y los pinches albañiles (que conforman la legión infinita de lacras) escuchan el radio, su contaminación acústica, primero a Rocío Dúrcal, después la rapsodia bohemia de Queen, los jodidos mugrosos inferiores que constituyen verdaderos mutantes desprovistos de identidad y con aspectos de monstruos adefesios. Todo esto representa un estrés excesivo.
Me quité los zapatos y me puse mis sandalias, más comúnmente llamadas huaraches para darle un descanso a mis pies y bajé a abrirle la puerta a mis mascotas, a mis perritas adoptivas Chora y Clara porque el malestar que sentía no me iba a permitir soportar sus quejidos hasta pasada la hora de cenar, cuando las llevara a pasear.
En mi larga jornada alterno la traducción de páginas de los documentos técnicos con búsquedas en la red, búsquedas de personas no precisamente de mi agrado. Así apareció en fecha reciente Mario, el hermano de Lorena mi amiga de la infancia. El pendejo ese, nacido en diciembre de 1971 se divorció recientemente. Cuando compré mi primer Smartphone, en abril de 2014, me enteré principalmente por Facebook, que se había llevado a su esposa y a sus niñas a Las Vegas y había invitado a Lorena. Este lacra inútil se había casado sin tener la capacidad de mantener a una familia y había estado sacándole dinero a su mamá, pese a haber heredado un negocio de su padre, y de pronto comenzó a hacerse de utilidades cuantiosas, habiéndose asociado con Manuel Youshimatz, el corrupto medallista olímpico de Los Ángeles 1984 en ciclismo de pista. La corrupción le viene bien a esta gentuza.
Pues en resumidas cuentas, me enteré de que este lacra se divorció y me dio mucho gusto, y al mismo tiempo pienso en la pendeja que fue a casarse con semejante inútil y no puedo evitar pensar en lo mucho que he idealizado a las mujeres en general.
Lo que tengo en la mente, y no lo he expresado claramente, es que parece haber justicia en la vida, después de todo. Ya mencioné dos casos, vamos con uno más. Del otro lado de la calle vive un señor de nombre Carlos, 19 años mayor que yo, a quien conocí en octubre de 1981 cuando vine a vivir a esta casa con mi familia. Yo tenía 17 años, él debía tener 36. Por alguna razón tomé por costumbre platicar con él ocasionalmente mientras lavaba su automóvil, una de sus ocupaciones habituales (por no decir su único hobbie, tirando una barbaridad de agua). Me imagino que teniendo una pésima relación con mi padre, necesitaba una figura paterna. Pasaron los años y seguí con mi costumbre de platicar ocasionalmente con este señor, pero comenzaron a darse problemas y paulatinamente me alejé de él. Muchos años después, en 1998 cuando yo contaba con 34 años (viviendo uno de los años más desastrosos de mi vida) un día le pedí un aventón en su auto con el pretexto de comentar algo sobre unos vecinos que se habían convertido en un problema para el resto del vecindario (de hecho se habían convertido en delincuentes). Este imbécil montó en cólera (se puso como energúmeno) cuando le mencioné que uno de esos vecinos había pasado meses en la cárcel porque lo habían agarrado vendiendo drogas. Su reacción fue como si hubiera dicho algo terrible de uno de sus seres queridos cuando de hecho estos vecinos se habían convertido en enemigos de él y habían cometido actos bastante graves. He pensado muchas veces en ese momento y en que lo que debí hacer fue pedirle que se detuviera, bajarme de su auto y decirle que era una de las personas más idiotas que había conocido en toda mi vida y que no le pegaba una golpiza porque no era correcto pegarle a un viejo decrépito y pendejo. En lugar de eso le expliqué mi punto de vista y este imbécil se arrepintió de su exabrupto pero no se disculpó. No pasó mucho tiempo antes de que dejara siquiera de saludarlo y comenzara a sentir furia y desprecio por semejante imbécil.
Hace algún tiempo comenzó a usar bastón y un día apareció habiendo perdido una pierna. Padecía diabetes y se tuvo que recurrir a una amputación. Mi actitud parece ruin, pero me parece que este súper pendejo se lo merece y actualmente se pudre en vida, acercándose cada vez más a la tumba, con la idiota que tiene por esposa, una vieja pendeja que tiene un peso desmedido, como su estupidez y su falta de inteligencia.
No sé cuántos años más voy a vivir, pero si la vida me sigue dando ciertas satisfacciones, como enterarme que a gente mierda le han sucedido cosas malas, valdrá la pena ser un espectador.
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