lunes, 31 de julio de 2017

Lunes 31, último día de julio


El día de hoy terminé el penúltimo archivo del DMF en el que estoy trabajando y comencé el último, de 38 páginas. Un par de veces se acercó la vieja vaca famélica que ocupa el puesto ‘químico traductor` a la oficina que se encuentra a mis espaldas (que hasta hace poco era la salita de juntas) a hablar con la supervisora, pues algún padecimiento la aquejaba, tal vez una dermatitis. El asunto es que se ausentó y ya no volví a verla en el resto de la jornada, algo bastante afortunado.

Y me había preocupado (o tal vez debería decir molestado) por esta vieja babosa y su comportamiento de una perfecta idiota, criticando mi trabajo y haciendo estupideces, cuando la ruca es incapaz de escribir correctamente y depende del corrector ortográfico. En pleno verano, que la lluvia trae consigo humedad y tanta gente la confunde con frío, va muy abrigada. ¿Qué sucedería si fuera invierno? Si yo me he dado cuenta de que esta vaca famélica e idiota es de lo más incompetente y su trabajo no sirve, ¿no se habrá dado cuenta la directora del departamento? Si así ha sucedido, es muy improbable que le dé la planta.

Y si se la diera, ¿podría la vieja rumiante con el esfuerzo diario que involucra una larga jornada de nueve horas y media de lunes a viernes? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que comenzara a enfermarse de diversas dolencias provocadas o agravadas por agotamiento?

Por otra parte, el espantapájaros cobarde, mitotero y cultivador de intrigas hace alarde de su tupida barba, que comenzó a dejarse hace algunos días. Esto porque está de moda y los monos imitan el comportamiento de sus congéneres, además que traer pelo en el hocico le proporciona la ilusión de poseer un mínimo de hombría. Este baboso pasa muchas horas en la oficina, la mayor parte de las cuales se le van en la plática y el chisme, en hacer su papelito de comediante de televisora tipo prostíbulo, con su simpatía que corresponde a la de un hipopótamo con faldas, y en dárselas de jefe, pues ese es su puesto, jefe de transferencias de tecnología.

He leído algunas páginas de Walden, o la vida en los bosques de Henry David Thoreau y parece ser una guía para la vida que puedo llevar tanto por vocación, como por los acontecimientos que han marcado una senda. Ahí podría estar la clave para encontrar la brújula con la cuál orientar mi existencia.

¿Tengo una cabaña de madera en las proximidades de un estanque? No. No en el sentido literal.

¿Puedo construir un entorno en el que pueda cultivar mis talentos y desarrollar mis potencialidades? No sé. Lo que sí sé es que puedo intentarlo.

Tuve en mi mente una entrevista hipotética (o tal vez debería decir imaginaria) con la directora de mi departamento en la que le decía que había conocido a la mujer de edad avanzada que fue contratada para el puesto ‘químico traductor’ unos días antes de que yo regresara de mi incapacidad, a mediados de junio, y cuando le comenté que no tengo estudios de química (yo ocupo ese mismo puesto, ‘químico traductor’) y le hice un segundo comentario, que hay unos comandos del programa Word consistentes en Control + letra vocal y yo no los uso porque no sé para qué son ni cómo se usan, la señora (no voy a usar palabras ofensivas en presencia de la directora de mi departamento) entendió que yo era un inútil que no sabía hacer nada y se preocupó mucho por ello. Entonces decidí no tratar con ella para nada y ni siquiera darle los buenos días.

Dejé que pasaran muchos días y jamás hablé con la directora de mi departamento. Tengo la sospecha de que el espantapájaros, jefe de transferencias de tecnología, que desde el principio tuvo comal y metate con la vaca famélica fue a chismearle a la directora que yo mostraba una actitud hostil hacia la ruca rumiante, con la intención de hacerme daño, y la directora hizo caso omiso de su intriga.

Estos dos asuntos, la pendejez de la vaca rumiante y la intriga y la mala leche del espantapájaros chismoso e intrigante me hicieron pasar días difíciles, sin ninguna necesidad de que ocurriera eso.

Ocuparme de tanta basura supone un gasto importante de energía psíquica que necesito para encausar mis esfuerzos en una dirección constructiva.

domingo, 30 de julio de 2017

Después de una recaída, volver a levantarme


En las últimas semanas me sentí agobiado por varios factores, uno de ellos el económico, volver a caer en cuenta de que mis ingresos son bajos, que en noviembre de 1997, hace cerca de 20 años, al entrar a trabajar a esa empresa de la maquiladora electrónica, comencé con un sueldo equivalente a unos mil dólares y cerca de 18 años más tarde, entré a la empresa donde actualmente trabajo con un sueldo que equivaldría a un poco más de la mitad de esa cantidad.

Al mismo tiempo, por vivir lejos de la empresa paso unas dos horas diarias de lunes a viernes trasladándome de mi casa al trabajo y del trabajo a mi casa y paso fuera de casa unas doce horas. Me resultaría prácticamente imposible comprar un automóvil y el cansancio que siento me agobia.

Reanudé la lectura de la novela ‘Contigo en la distancia’ de Carla Guelfenbein, ganadora del premio Alfagura 2015 y no lejos del final, cuando se menciona uno de los casos de adulterio (el de Daniel, que toma a Teresa por amante estando casado con Gracia) pensé en el sufrimiento tan tremendo que debe de producir semejante agravio y recordé aquel año 1993, cuando mi padre le anunció a mis hermanas Yolanda y Verónica (que en paz descanse), con lujo de cinismo, que tenía tres hijos pequeños con su concubina en aquella comunidad rural en el vecino estado de Nayarit, quienes a su vez se lo comunicaron a nuestra madre. Cinco años más tarde, en 1998 cuando el infame David me asestó una puñalada por la espalda y unos meses después me fui a Tijuana a buscar un empleo, mi padre tuvo éxito en conseguir que el dolor y el sufrimiento que le había provocado a mi madre con su traición se convirtiera en furia contra mí y todos los miembros de mi familia me atacaron, uniéndose a ellos Enrique, esposo de Yolanda. Mi hermana Mónica tenía seis años viviendo en Estados Unidos en situación irregular y cometió otra de sus acostumbradas traiciones.

En los días que transcurrieron pensé en escribir todo esto en este blog, pero no lo hice. La importancia de ese acontecimiento va más allá de lo mucho que pudo haberme lastimado ese ataque de grupo o la traición de mi madre. Lo que sucedió a raíz de eso, es que me quedé solo, enfermo, aislado y sin atención médica y sin ninguna posibilidad de volver a conseguir un empleo y esta situación se iba a prolongar muchos años. He llegado a pensar que jamás voy a recuperar lo que perdí.

En el año 2014, al abrir mi cuenta de twitter, escribí en mi ‘biografía’: he llegado al medio siglo de vida y me dedico a leer, a traducir, a andar en bicicleta y a esperar que se acabe mi existencia.

Continué con la lectura de esta novela de Guelfenbein y al concluirla sentí que de alguna manera mi vida no está tan a la deriva. He retomado los paseos con mis perritas Chora y Clara, adoptadas hace casi cuatro meses; he vuelto a ejercitarme en mi bicicleta de carreras, habiendo sanado mi fractura de clavícula; ahora estoy retomando la lectura y plantearme objetivos en relación con esto último, que involucra además aprovechar los tiempos de traslado hacia el trabajo y de regreso, ayudan a recuperar la esperanza.

Me doy cuenta de que he sufrido una recaída. Me había hecho el firme propósito de dejar de contemplar el lado terrible de mi vida, especialmente la violencia de la que he sido objeto, y de pronto comienzo a contemplar mi realidad desde la niñez, recordando a mi familia, en particular a la familia de mi madre y los años que vivimos cerca de la Ciudad de México.

Mientras tanto en el trabajo he tenido ciertos roces con un ratón envalentonado que no es más que un marica que quiere valerse del chisme y la intriga para hacer daño, pero debido a que la directora de mi departamento no se deja manejar por ningún pendejo, sus esfuerzos se quedan en intentos que solamente lo ponen en evidencia. También esta la vieja babosa que fue contratada a mediados de junio, cuya tontería y falta de inteligencia se hacen evidentes hasta en su lenguaje corporal. Es la clase de persona que no tiene la menor conciencia de su pequeñez y su falta de capacidad y no muestra el menor respeto por sí misma. Baste decir que la pobre idiota no sabe escribir correctamente, depende del corrector ortográfico y escribe palabras como ‘módulo’ sin acento y burradas por el estilo.

Lo que hay que hacer es no darle más importancia a la gente jodida de la que merece, y esto se hace extensivo a personas como los cónyuges de mis hermanas.

Acabo de comprar en amazon.com la novela Jane Eyre de Charlotte Bronte, en inglés, el idioma original. En lo que llega voy a leer Walden, o la Vida en los bosques, de Henry David Thoreau.

La vida tiene mucho que ofrecer y la mía tiene todavía un largo trecho por delante.

miércoles, 26 de julio de 2017

Contra la corriente, sin poder detenerme


Literatura. Se me viene a la mente que en la novela ‘Ser feliz era esto’, su autor, Eduardo Sacheri, explica la vida poco ocupada que lleva Lucas, padre de Sofía, protagonista de la historia, con una salida fácil: había escrito una novela que se había vendido bien y le había proporcionado los recursos para vivir holgadamente. Lo mismo hace Carla Guelfenbein en ‘Contigo en la distancia’ con Daniel, un arquitecto que había ganado un concurso en el que se convocaba a entregar un proyecto para construir un museo y al participar y ganar, este personaje obtiene recursos cuantiosos para vivir sin trabajar un tiempo considerable.

Ambos ganaron el premio Alfaguara. El primer autor es argentino, la segunda escritora es chilena.

Conforme han pasado los años he leído cada vez menos. He mencionado antes que paso muchas horas fuera de casa todos los días, un total de 12 por motivo de mi trabajo (de lunes a viernes) y de ellas aproximadamente dos son de traslado y una es para comer. En ese tiempo debería leer (algo que he hecho en los últimos días) y si hubiera aprovechado ese tiempo, tal vez los niveles de estrés no habrían alcanzado tales alturas.

Lo que he estado haciendo durante mucho tiempo, es escuchar radio (que en su mayor parte no sirve absolutamente para nada) o música grabada (en mi reproductor mp3) o separadamente o de manera simultánea interactuar en twitter con otras personas. Sé muy bien que esto no es de provecho, no resuelve ningún problema y no me ayuda en nada, pero creo saber por qué lo hago: es por la soledad en la que vivo. En esa red social tengo un poco de contacto con otras personas, con perfectos desconocidos, y eso me permite mantener la ilusión de que no estoy solo.

Esa soledad es una condición de vida muy dolorosa. Vivo con mi madre, algo que no quisiera teniendo más de cincuenta años. No tengo pareja, ni amigos, no tengo vida social, ni siquiera interactúo con mis compañeros de trabajo, estoy muy distanciado de mis hermanas y me cuesta trabajo comunicarme con mi madre por su problema de sordera parcial y por las diferencias obvias derivadas de la diferencia de edad. Al mismo tiempo, el resentimiento contra ella por tantos años de complicidad con mi padre y por haber permitido que tantas personas me agredieran, sigue presente.

Ayer por la tarde llegué a casa y cerca de las 19:30 horas comencé a ejercitarme en mi bicicleta de carreras. Una hora más tarde me mojé con agua para quitarme el sudor abundante que me había cubierto de pies a cabeza y cené para después salir a pasear a mis mascotas, un evento bastante estresante. Regresé a casa cerca de las 22.00 horas para disponerme a dormir y así el día terminó, aparentemente demasiado temprano.

Me siento como si me hallara en un río nadando contra la corriente, en una lucha en la que si bien no retrocedo, tampoco avanzo un milímetro y no se ve por ningún lado la posibilidad de hacer una pausa. No hay manera en que pueda detenerme, pues cuando lo haga, estaré perdido irremediablemente.

¿Qué sucedió con mi vida?

martes, 25 de julio de 2017

La crisis cíclica, devastación en mi vida


Vuelvo a sentir un tremendo cansancio físico pese a estar durmiendo muchas horas durante la noche y al contemplar mi vida, la cantidad de horas que paso cada día de lunes a viernes fuera de casa por un sueldo bajo que no me permite adquirir lo que necesito —y merezco— (y además he heredado deudas), caigo en otra crisis dolorosa que provoca un comportamiento violento.

En noviembre de 1997 entre a trabajar a aquella empresa de la maquiladora electrónica de la que el infame traidor me echó a principios del año siguiente, con un sueldo equivalente a mil dólares mensuales. Al ingresar a la empresa donde trabajo actualmente, a finales de abril de 2015, comencé con un sueldo de unos 500 dólares mensuales, que no se va a duplicar.

Y entre esas dos fechas no hubo prácticamente nada que no fuera pobreza, enfermedad y violencia, cortesía de mi familia entera liderada por mi padre, y 19 años más tarde, con mi hermana menor y mi padre fallecidos la situación no ha cambiado mucho. Me quedan mi madre y mis hermanas Mónica y Yolanda, quienes siguen violentándome haciendo equipo con sus respectivos cónyuges. Mi madre ahora vive conmigo y cuando se viene una crisis como esta, no puedo evitar reclamarle que me haya dejado solo hace 19 años dándole al monstruo que tuvo como cónyuge la posibilidad de acabar conmigo, ocasión que el hijo de puta no desaprovechó en absoluto.

¿Existe Dios? Por supuesto que no. Sé muy bien que muchísimas personas en el mundo sufren mucho más que yo y que su situación es mucho más terrible que la mía, pero eso no resuelve mi problema. Otra vez siento el deseo de acostarme a dormir y ya no despertar.

No sé si estas crisis le son comunes a muchas personas, o quienes están cegados por la estupidez son inmunes a ellas. Algo que complica mucho la vida es la sobrepoblación, que haya tantísima gente, el hacinamiento, el estrés que generan, el tráfico de las horas pico, su comportamiento, su aspecto, su fealdad repulsiva, su pobreza.

¿Por qué sigue creciendo la población de tantos países? ¿Por qué sigue creciendo la población de mi país? Las condiciones de vida son cada vez más difíciles y la gente sigue apareándose sin tomar medidas para evitar la concepción. Lo peor del asunto es que entre más jodida está la gente, más se multiplica y los problemas crecen exponencialmente.

No puedo evitar contemplar el pasado y recordar a mis abuelos. Comencemos por mis abuelos maternos. Mi abuelo Enrique era la clase de persona que debió tener uno o dos hijos (si bien lo mejor habría sido que no tuviera ninguno) y tuvo muchos (no puedo determinar el número exacto). ¿Cuál era la intención? No me es posible saberlo. Tal vez tener un séquito de admiradores, de gente que le rindiera culto. Con la mujer con la que contrajo nupcias, crio una familia a la que obsequió pobreza y violencia en abundancia, preparando a sus hijos para ser padres a su vez y criar a sus hijos en hogares que fueran una pesadilla donde privara el conflicto, la injusticia y la desesperanza.

Con el paso del tiempo se presentaron las tragedias, como el suicidio de uno de sus hijos, o la muerte por atropellamiento de otro hijo alcohólico, y muchos años más tarde, otra hija arrollada por un vehículo de motor en esa Cd. de México donde nació y vivió toda su existencia.

La familia de mi padre parecía muy diferente, pero de hecho era gente todavía más destructiva. A mi abuelo Rafael lo traté poco, a mi abuela Carmen no la conocí, pues murió cuando mi padre era un niño o estaba llegando a la pubertad. Tuvieron seis hijos varones, cinco de los cuales se convirtieron en alcohólicos, todos contrajeron nupcias, todos tuvieron hijos, y todos dañaron seriamente a sus familias. A ninguno de estos pendejos le pasó por la cabeza la idea de no tener hijos. Habían sido programados para casarse y tener descendencia y no fueron capaces de cuestionar este mandato idiota e irracional.

Ahora, en el siglo XXI, en mi familia nuclear, entre mis tres hermanas tuvieron siete hijos. No puedo saber qué hay en el futuro y por supuesto, a ninguno de mis sobrinos (tres del sexo masculino y cuatro del sexo femenino) le deseo nada malo. No sé si voy a estar aquí para presenciar lo que va a suceder con sus vidas, lo que sí sé es que a mi hermana Mónica (madre de Nicholas y Andrew) está henchida de odio y eso no le permite amar a sus hijos ni a nadie y su resentimiento será un obstáculo infranqueable para que pueda ofrecerle a sus hijos una atmósfera de bienestar para que se desarrollen sanamente.

En lo que respecta a Yolanda, está educando a sus hijas Paola e Yris predicando el valor del trabajo, pero en la práctica manteniendo a un vividor, y todo el embrollo de mentiras y argumentos incongruentes y retorcidos van a acabar enredándola, convirtiendo su relación con su familia en un berenjenal.

Independientemente de todo, tengo que plantearme un proyecto y plantearme objetivos claros y realistas para poder superar este malestar y esta crisis.

Habrá que seguir adelante, de alguna manera.

viernes, 21 de julio de 2017

1998, un parteaguas en mi vida


El año 1998 representó un parteaguas en mi vida, ese año cumplí 34 años.

A finales de 1997, con 33 años y medio de vida obtuve mi primer empleo, que no duró mucho pues mi ‘amigo’ David me echó de la empresa mostrando su naturaleza inmunda, la porquería que llevaba dentro en su interior, cometiendo una infamia que arruinaría mi vida. Esto sucedió a principios de ese 1998.

A mediados de ese año me fui a Tijuana, ciudad fronteriza donde se concentra maquiladora y empleo, y todos los miembros de mi familia hicieron labor de equipo para atacarme en una labor orquestada por mi padre, el monstruo que logró destruir todo. Fue entonces cuando comprendí el papel que había jugado en mi vida desde el principio, el de causante oficial de todos los problemas de la familia, el integrante del que todos debían sentirse avergonzados. Lo que no sabía es que esa situación jamás cambiaría.

La crisis que se presentó fue motivada por cansancio crónico. Parte de este se debe al horario tan largo, junto al hecho de que la empresa queda muy lejos de mi casa y esto hace que pase 12 horas diarias fuera de mi vivienda. Para completarla, el trayecto de regreso es muy estresante, principalmente debido al modo como manejan los choferes de la ruta que uso, con cambios de velocidad y aceleración que no ayudan a reducir el tiempo de recorrido; su falta de inteligencia les impide entender eso a estos jodidos inferiores, parte del enorme problema de mi país, la sobrepoblación.

En un momento dado me pregunté cuánto me costaría un automóvil usado. En un tiempo muy corto deseché la idea por ser absolutamente impráctica. Con mi sueldo resulta absurdo intentar comprar un auto, que reduciría el tiempo de recorrido al trabajo y en consecuencia el cansancio cotidiano. Con la comprensión de este hecho viene aparejada la dolorosa conciencia de que mis bajos ingresos son consecuencia de todos esos años de desocupación, enfermedad, abandono y violencia que viví como resultado de lo que sucedió ese año 1998 que me fui a Tijuana tras haber recibido la puñalada de David, y el ataque de mi familia orquestado por el monstruo incestuoso que tuve por padre.

Las pérdidas son gigantescas, y eso no es todo.

Los golpes que he recibido desde entonces han quebrantado mi voluntad de vivir. Lo más terrible es que los ataques más devastadores han provenido de miembros de mi familia, específicamente de mis hermanas Mónica y Yolanda, y sus respectivos cónyuges.

Ayer por la tarde agredí verbalmente a mi madre y lo más importante fue preguntarle por qué regresó con su familia, con sus padres si le habían fallado miserablemente. Con esto me refiero a que cuando se casaron mis padres, ninguna persona de mi familia materna acudió a la boda. Después hubo un acercamiento (no conozco los detalles) y mi madre retomó su relación con sus padres y hermanos, algo que no fue bueno en lo absoluto.

Menciono esto porque estoy llegando a la conclusión de que toda la familia que me queda es mi madre. Si ella muere antes que yo, ya no tendré ninguna familia. Mis hermanas Mónica y Yolanda son eso, mis hermanas, biológicamente y eso no puede cambiar, pero lo único que tiene sentido es romper con ellas para siempre. Las dos han optado por cometer actos de destructividad e infamia y no alejarme de ellas sería cometer el mismo error que cometió mi madre al no alejarse de sus padres y hermanos.

Jeffery Alan Jung, el esposo de mi hermana Mónica la utilizó hace 14 años para tundirme a golpes cuando yo me hallaba caído y lo había estado durante los últimos cinco años y cuatro meses, aunque siendo más estricto, tendría que decir que había estado caído toda mi vida.

Enrique Manuel Cano Hernández, esposo apócrifo de mi hermana Yolanda me ha estado atacando por medio de intrigas desde que se casó con ella, hace casi 24 años.

Si la vida es justa y en algún momento se las cobra a quien comete bajezas, estos dos infames van a tener que rendir cuentas. Si estoy aquí todavía, voy a sentir una gran satisfacción.

En cuanto al hijo de puta de David, en algún momento me voy a enterar de que ya le sucedió algo.

Mi padre se pudre en el infierno desde diciembre de 2007.

jueves, 20 de julio de 2017

No muy lejos del final


Mi semana laboral consta de 47.5 horas repartidas en cinco días, es decir nueve horas y media diarias, de lunes a viernes. La jornada es larga.

Gano poco dinero, una cantidad que no me permite ahorrar y mi juventud terminó y laboralmente ya no hay nada por delante. Como resultado de lo que sucedió hace 19 años, en que mi enemigo me pegó por la espalda y después me fui a Tijuana a buscar empleo (el error más grande que he cometido en mi vida), en que todos los miembros de mi familia participaron en un ataque en mi contra y las consecuencias que eso tuvo, laboralmente estoy acabado.

Cuando me vaya de la empresa en la que trabajo, sea porque me den de baja o porque yo renuncie, mi vida laboral habrá llegado a su fin, y muy probablemente mi existencia también.

No sé cuántos años me quedan de vida, pero no serán muchos. No voy a llegar a viejo, no quiero.

lunes, 17 de julio de 2017

Lo que queda en mi vida


De pronto abro los ojos y tengo conciencia de que estaba dormido, pero eso que soñé no puedo recordarlo. Más tarde sufro un accidente y sé que eso es lo que soñé, pero no puedo recordar los detalles, si bien sé plenamente que el acontecimiento no fue idéntico.

Y análogamente, en algún momento de mi edad adulta caí en un sueño que la mayor parte del tiempo fue una pesadilla, y de pronto despierto. Darme cuenta de que ya no estoy dormido toma mucho tiempo, meses, incluso años. Desfilan ante mis ojos personajes muy importantes, miembros de mi familia y personas a quienes conocí a raíz de acontecimientos clave en mi existencia. Durante el periodo onírico el dolor estuvo presente, mas de alguna manera supe que me hallaba en un capullo en el que si bien no estaba a salvo de todo peligro, sí conservaba una cierta inocencia un tanto irreal porque creía que contar con una familia me mantendría presente en el mundo al que pertenecía, cuando en realidad no pertenecía a nada.

Una vez que terminó ese periodo de aislamiento tan prolongado que abarcó la mayor parte de mis años 40s y comencé a tener un contacto más cercano con los miembros de esa familia, mi madre y mi hermana Yolanda (con su cónyuge y sus hijos), la convivencia y los problemas derivados de ella me pusieron en contacto con la realidad mostrándome su brutalidad y su crudeza.

¿Qué sigue?

Si me comunicaran que mi vida está por terminar sentiría un gran alivio. No soy un viejo y la verdad todavía estoy lejos de la senectud. A mis 53 años mi fortaleza física, mi resistencia y mi buena salud me colocan en mejor situación que a muchos hombres más jóvenes que yo, y sin embargo, no tengo interés en la vida. He tratado de cambiar mi orientación intentando centrarme en mis fortalezas, cualquiera que estas sean, pero todo parece inútil. Lo que me domina es el dolor, el resentimiento, la soledad, mi incapacidad para relacionarme con otras personas y la percepción de que mi vida ha sido injusta y que los cambios llegaron demasiado tarde.

¿Estoy ante un dilema? No lo creo. Hay gente que ha disfrutado violentándome y si se me presenta la oportunidad, lo va a lamentar.

domingo, 16 de julio de 2017

A un enemigo, en un día significativo


Estás mal herido y si te dijera que lo lamento estaría mintiendo, pues la verdad me da mucho gusto. ¿Te recuperarás algún día? Yo no sé la respuesta, pero casi tengo la seguridad de que esta es negativa, pues te conozco y sé que eres muy débil y si habías llevado tu vida sin grandes catástrofes es porque esta te había tratado bien y no te había propinado ningún golpe fuerte.

Ahora es diferente. Hace muchos años cometiste una infamia y fuiste lo bastante imbécil como para pensar que podías ir por la vida con la frente en alto y respirar y dormir tranquilo pues no tenías nada que temer de nadie. Quien te conozca verdaderamente sabe que eres un alfeñique y que tu debilidad no se limita a tu falta de fuerza física, sino a tu cobardía ante la vida, a tu negativa a atacar tus debilidades y a haber construido tu existencia cimentándola sobre un cúmulo de falsedades y mentiras. Lo que sucedió solamente precipitó tu caída, pero esta se iba a dar de todas formas.

¿Has pensado en lo que te espera, en lo que hay en tu futuro? Deterioro físico muy acelerado, pérdida de tus capacidades cognitivas (bien jodidas de todos modos), enfermedad, soledad y finalmente pobreza. Junto con todo eso el veneno que segregas se irá incrementando y hará cada minuto de tu existencia más amargo y más doloroso y comenzarás a repasar cada instante de tu existencia hasta que odies tu vida y te arrepientas de haber nacido.

Me da mucho gusto saber que sufres y al mismo tiempo te aclaro que no soy yo el autor de tu ruina. El responsable eres tú. Yo solamente reaparecí en tu vida para recordarte la bajeza que cometiste hace muchos años, por la cual ya es hora que empieces a pagar.

Disfrútalo, hijo de puta.

La complicada vida laboral y otros asuntos


Regresé al trabajo un jueves 15 de junio, después de casi seis semanas de incapacidad, tras haberme fracturado la clavícula izquierda en mi bicicleta de carreras un sábado seis de mayo. Encontré con que acababa de entrar otra persona en el puesto de químico traductor, del sexo femenino, mayor que yo, de nombre María de Jesús.

A esta señora, que resultó ser bastante tonta le hice un par de comentarios. El primero, que yo no tengo estudios de química. El segundo, que hay unos comandos del programa Word, control + [letra], de los cuales no me sé ninguno, y por supuesto no los uso. Entonces esta señora comenzó a hablarme como si yo fuera un inútil, incapaz de hacer nada. El problema no es que haya gente tonta, el problema es que sea tanta. Sus números abruman. Opté por no dirigirle la palabra.

Después me encontré con que mi jefa directa había puesto a otra empleada, también nueva (creo que es otra auxiliar de documentación, una muchacha muy joven) a terminar un archivo maestro de fármaco que yo había dejado inconcluso. Lo que hizo esta chiquilla, de nombre Griselda fue hacer tablas y ponerles la información, dejando como espacios en blanco todo aquello que fuera texto en el resto de cada página. Cuando mi jefa me pidió que terminara ese DMF (drug master file), me encontré que lo que esa jovencita había hecho no servía para nada y sin usar esas palabras se lo comenté a Esme (diminutivo de Esmeralda, nombre de mi jefa). Le comenté por ejemplo, que la mayoría de los términos eran incorrectos, pues en inglés la sintaxis es diferente. Por ejemplo, ‘method precission’ había sido traducido como ‘método de precisión’, en lugar de ‘precisión del método’ y la porción del documento que habían trabajado tenía todo tipo de sandeces.

Entonces dejé lo que estaba haciendo (otro archivo maestro de fármaco) y me puse a terminar ese que había dejado inconcluso. Hice toda la parte que faltaba y lo imprimí para que fuera entregado a ‘regulación sanitaria’ y así cumplí con mi responsabilidad.

Días más tarde se presentó una situación con Omar, jefe de ‘transferencias de tecnología’ que de pronto comenzó a mostrar una tremenda hostilidad contra mí, cobardemente, como corresponde a un individuo como ese. Podría apostar a que fue a pedir audiencia con la directora del departamento, como corresponde a un roedor arrastrado y cobarde como ese. El problema es que la directora no se deja llevar por chismes e intrigas y el intento de este marica fue inútil y no le sirvió más que para darse a conocer una vez más como un remedo de crótalo.

El problema para mí es darle tanta importancia y gastar tanta energía psíquica en un individuo despreciable como ese. Sus antecedentes laborales son malos e incluso a finales del año pasado cometió un error que le costó a la empresa en lo económico. Tarde o temprano va a volver a pasar y eso le va a costar el puesto.

Hoy es domingo y ya pasan de las 12 horas. He estado leyendo ‘Contigo en la distancia’ de Carla Guelfenbein y eso me proporciona un bienestar considerable, pues me hace sentir que he aprovechado el tiempo. Sigue en mi mente la contemplación de un pasado terrible que se enfoca mucho en los años 70s, cuando yo era un niño y llegaba a la pubertad y a la adolescencia, esos años que vivimos en Toluca, capital del Estado de México, muy cerca de la Ciudad de México donde vivían las familias de mi padre y mi madre. Radicar ahí provocó mucho del desastre que sobrevino después por esa proximidad con personas terribles.

No sé si escribiré sobre eso o no.

viernes, 14 de julio de 2017

Ajuste de cuentas


Han pasado 19 años, cinco meses y 12 días desde aquel 2 de febrero de 1998 en que me fui de esa empresa de la maquiladora electrónica, asentada provisionalmente en la Zona Industrial, que un poco más tarde cambiaría de dueños y de denominación. Me fui porque el Cobarde Infame Alfeñique (a quien llamaré Cobai, pues esa palabra es un ‘composite’ de esos tres términos) me pegó por la espalda. El evento se convertiría en otra enorme caída, otro punto de inflexión en mi vida y ese hijo de puta sería la persona que más daño me habría hecho en mi existencia después de mi padre.

Vivo en la enfermedad mental en parte por mi herencia genética y en parte por la violencia en la que me crié desde mi más temprana infancia, pero no soy el tipo de persona que emata a otro ser humano, o de lo contrario habría terminado con la vida de ese malnacido hace muchos años. Y no es el miedo a perder mi libertad lo que me detiene. La verdad es que no sé qué es lo que me detiene.

Y si Cobai pensó que podía hacerme daño y salirse con la suya se equivocó total y absolutamente. Al recordar su comportamiento me doy cuenta de que ese marica no solamente es débil físicamente, sino también en su psiquis y su carencia de autoestima la suple con un narcisismo descomunal. Su estupidez le impidió darse cuenta no nada más de que no era más inteligente que yo, sino de que al darme motivos, al provocar mi furia me daba los elementos para propinarle golpes descomunales, golpes psicológicos, y eso fue lo que hice.

El pobre maricón los ha recibido sin hacer el menor intento por defenderse. Más bien fue su hermana menor quien trató de sacar la cara por él, haciendo un papel vergonzoso y ridículo.

¿Qué le pasó a Cobai? ¿Sigue en el país que lleva en su bandera las barras y las estrellas? Su esposa y sus hijos no volverán a verlo como un hombre jamás, pase lo que pase, y esto todavía no termina.

lunes, 10 de julio de 2017

Un cambio más en mi vida


A partir de hoy cambia mi horario de trabajo, asisto de 8:30 a 18:00 horas en lugar de 7:00 a 16:30. Este último parecía tener la ventaja de dejarme la tarde libre, pero esto era muy engañoso, pues al llegar a casa, le quedaban pocas horas al día porque tenía que irme a la cama muy temprano para levantarme al día siguiente a las 4:30 horas. Parecía como si el día tuviera menos horas, no me rendía el tiempo.

Hoy salí de la cama a las seis de la mañana habiendo terminado de dormir, pese a que me había acostado con una indigestión moderada y un desgaste físico más o menos acusado pues el fin de semana me ejercité en mi bicicleta de carreras sobre rodillos, habiendo hecho ejercicios con mancuernas el sábado y habiendo pasado alrededor de dos horas el domingo en la tarde en la azotea de mi casa echando cubetas de agua de lluvia.

De este cambio espero poder hacer mejor uso del tiempo, ejercitarme más y llevar una vida más apegada a la normalidad, pues levantarme de madrugada e irme a dormir a las ocho y media o nueve de la noche no era algo común, ni muy normal que digamos.

Mi vida va por buen camino y sin embargo se presentan rachas difíciles, como sucedió la semana pasada en la empresa donde trabajo debido a la mala actitud de un compañero. Su hostilidad era abierta, cobarde como sería de esperar de un individuo como ese, y no tengo idea de qué pudo haberla motivado. La verdad no debería preocuparme por un asunto como ese, y lo importante del caso es la cantidad de energía psíquica que gasto pensando en las posibles intrigas de ese individuo desprovisto de hombría y virilidad, incapaz de asumir una actitud valiente a quien todo mundo conoce como un corre-ve-y-dile, un patético maricón.

En casa tengo a mi madre en buen estado de salud, muy afectuosa, metida en sus actividades intelectuales y sus labores como la cocina y también me esperan mis mascotas, esas perritas que quieren amar y ser amadas. Por lo demás soy un solitario, sin amigos ni pareja, como sería de esperar de un inadaptado que a sus 53 años padece un trastorno límite de la personalidad, tiene ingresos bajos y carece de un patrimonio. Mi soledad no duele tanto y no sé si eso se debe a los medicamentos que tomo cotidianamente o simplemente he encontrado una forma de vida en la que prefiero la soledad a las turbulentas relaciones interpersonales. No sé cuántos años más voy a vivir ni cómo va a terminar mi existencia y nunca he sabido qué estoy haciendo aquí, pero como quiera que sea, ahora mi sufrimiento ha disminuido y en comparación con lo tormentosa que ha sido mi vida, ahora disfruto de mucha tranquilidad.

Y sin embargo sigo muy enojado y llevo dentro de mí mucho resentimiento.

martes, 4 de julio de 2017

Destructividad y tener descendencia


Las hijas adolescentes de mi hermana Verónica la están pasando mal y su padre no puede con la responsabilidad. Esta es la manifestación de la tragedia, y con esto no me refiero a su muerte, acaecida hace once años, sino a nuestra existencia, la de tantas personas que nunca debimos venir al mundo, que somos el producto de una unión que nunca debió darse entre personas que no estaban aptas para tener hijos, que jamás lo estarían.

Pienso en Enrique, mi abuelo materno. El señor nació a principios del siglo XX y por vocación y porque la vida lo llevó a ello, se convirtió en obrero, sin hacer jamás un esfuerzo para superarse, para convertirse en algo más que eso. Sin embargo, contaba con un narcisismo descomunal y con su esposa Bértila tuvo muchos hijos, de ambos sexos. La mayoría llegaron a la edad adulta y muchos se casaron y tuvieron descendencia. Uno de sus hijos varones se quitó la vida teniendo poco más de treinta años. Treinta y tantos años más tarde, otra hija se quitó la vida de una manera muy extraña, ya anciana, saliendo a la calle y arrojándose al paso de los automóviles, al arrollo.

No sé si la enfermedad mental ha estado tan presente en los descendientes de esa familia por una carga genética, o por el ambiente tan miserable y ruin que Enrique y Bértila cultivaron para sus hijos. Tal vez se deba a ambas causas. Lo que me llama mucho la atención es la actitud de ese anciano que fue mi abuelo materno, que jamás tuvo la menor conciencia del daño tan terrible que le hizo a sus hijos y la carga de destructividad que dejó para quién sabe cuántas generaciones; su única herencia.

Hasta donde yo sé, en la familia de mi padre no ha habido suicidios, pero me parece que la destructividad es mayor. El alcoholismo ha hecho estragos junto con otras adicciones, y el odio de padres que se proponen destruir a sus hijos es regla, con hijos que le rinden culto a sus progenitores y aceptan la misión de destruir a su propia descendencia.

En mi familia nuclear, de cuatro hijos yo he sido el único que no tuvo hijos. Entre mis tres hermanas tuvieron siete hijos y al parecer ni Mónica, ni Yolanda ni Verónica tuvieron miedo jamás de la adversidad que sus hijos pudieran enfrentar. El mayor de mis sobrinos, hijo de Verónica está geográficamente lejos, pasándola mal en una época en la que los jóvenes enfrentan una tremenda desesperación. Las hijas huérfanas de Verónica viven con su padre que no tiene la capacidad de educarlas y sacarlas adelante y en lugar de ello quisiera deshacerse de ellas. La hija mayor de Yolanda cumplió 22 años en abril pasado y su vida va por muy mal camino, de lo que no se le puede culpar, teniendo un padre mantenido y vividor y una madre que la ha descuidado por cuidar a su cónyuge como si fuera un niño. Su otra hija, de diez años tiene muchas probabilidades de enfrentar una gran adversidad al observar tanta incongruencia entre la educación que recibe, y la realidad de su familia.

En lo que respecta a mi hermana Mónica, su comportamiento de lejanía, aislamiento y odio habla de un deterioro mental muy serio que crece con el paso del tiempo. Ella no necesita enfrentar golpes fuertes para caer en crisis, un revés leve es suficiente para ponerla al borde de la locura.

lunes, 3 de julio de 2017

Empieza julio, el séptimo mes del año


Pasan los días y no tengo noticias de Laura y mi enojo contra ella va en aumento y crece dentro de mí la convicción de que tengo que aceptar que no es posible tener ningún tipo de relación con ella. Simplemente recuerdo lo que pasó en el año 2009, en que dio un dictamen a favor de la psicóloga delincuente y en contra mía (lo que constituye una traición innegable) y me doy cuenta de que en realidad no conozco a esta mujer y el paso del tiempo no va a cambiar este hecho.

Laura tiene un libro mío, que compré en amazon.com y aunque no vuelva a verla no creo que vaya a pedírselo ni tampoco el importe del mismo. Que lo conserve, así tendrá un motivo para recordarme.

Comienza el séptimo mes del año, en que mi hermana Yolanda cumplirá 49 años y el próximo agosto cumplirá 24 de casada. Haber contraído nupcias con un individuo sin estudios y con vocación de mantenido le ha impedido a mi hermana hacerse de un patrimonio, su juventud ya terminó y en los años que vienen tendrá que poner los pies en la tierra y ver su realidad por muy doloroso que esto resulte.

Mi relación con Yolanda cambió para siempre porque me di cuenta de qué era lo que pretendía. A todas luces ella tiene un problema psicológico muy serio para haberse casado con un individuo que no cuenta más que con enseñanza primaria y que como ser humano es un indigente. Como es natural, no tiene nada que dar. Yolanda ha trabajado durante los casi 24 años que tienen de casados y su esposo lo único que ha hecho es gastar los ingresos de su esposa. Para explicar su situación, Yolanda me ha echado la culpa, diciéndole a quienes la conocen que yo soy un problema para ella como lo fui para mi padre mientras vivió.

Esto es una vileza.

Pero, ¿cuánto tiempo puede sostenerse una mentira? La característica de una edificación sin cimientos es que se viene abajo. Es lo que va a suceder en la vida de mi hermana, que esa parte de su existencia se va a desplomar en algún momento. Ella vio a nuestro padre construir un verdadero amasijo de mentiras que involucró a su esposa y sus cuatro hijos, más tarde a su concubina y a otros tres hijos de su casa chica y su alcoholismo y su destructividad y su fallecimiento, hundiéndose en la suciedad.

¿No tiene conciencia de lo que le está haciendo, viviendo en terreno peligroso en una edificación sin cimientos?